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El presidente de Irán, Mahmoud Ahmadineyad (centro), visitó en días pasados en Busher una de las siete plantas nucleares que el gobierno tiene repartidas en el país

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¿Y ahora qué?

El caso del programa nuclear iraní pasará al Consejo de Seguridad de la ONU. Las opciones van desde el embargo hasta un ataque aéreo.

11 de febrero de 2006

El paso ya está dado. La decisión sobre qué hacer con Irán llegó a manos del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Las propuestas que se le hicieron al gobierno iraní en su momento por parte del E-3 -Reino Unido, Alemania y Francia- y por Rusia para que abandonara su programa nuclear no fueron lo suficientemente convincentes para los gobernantes de este país y, agotadas las opciones, el comité de gobernadores del Organismo Internacional de Energía Atómica (Oiea) decidió por 27 votos a favor y tres en contra (Siria, Cuba y Venezuela) remitir el caso iraní a la máxima instancia de Naciones Unidas. El mundo se encuentra de nuevo ante el dilema de qué hacer con otro de los países que el presidente estadounidense, George W. Bush, denominó en 2002 como parte del "eje del mal".

El gobierno iraní sigue convencido de que su país tiene derecho a un programa nuclear (con fines pacíficos, según ellos) y por tal motivo no se han dejado amedrentar con la amenaza de posibles sanciones económicas, de prohibir la inversión extranjera en el país, de un embargo sobre su producción petrolera o de un ataque aéreo sobre sus plantas nucleares, entre otras alternativas que se barajan.

De hecho, el gobierno de Teherán respondió a la decisión de la Oiea con la suspensión de las visitas de los inspectores de este organismo a las plantas nucleares, permiso que había otorgado voluntariamente hace tres años, para demostrar a los países occidentales sus buenas intenciones. Sin embargo, esto no quiere decir que Irán haya decidido cerrar sus puertas a la negociación. Continuará las conversaciones con Rusia sobre la oferta para facilitarles combustible nuclear, según anunció un portavoz. Tienen plazo hasta el 6 de marzo, cuando el Consejo de Seguridad podrá decidir de una vez por todas que decisión tomar.

"El mundo no se quedará quieto si Irán avanza por el camino de la fabricación de la bomba nuclear", anunció la semana anterior Condoleezza Rice, secretaria de Estado estadounidense. Estas palabras expresan mejor que ninguna las intenciones de la comunidad internacional. Sin embargo, las posibilidades que se contemplan para impedir que Irán continúe con este programa son tan amplias, que nadie se atreve a apostar por alguna de ellas, aunque la que más suena, y tiene más opositores al mismo tiempo, es la de un bombardeo selectivo sobre las plantas nucleares. Esto se haría sin el beneplácito de Rusia y China (miembros permanentes del Consejo de Seguridad), quienes por diversos intereses han tratado de impedir que el choque con Irán pase a mayores.

"Los ataques aéreos estadounidenses probablemente destruirían las instalaciones nucleares iraníes, al menos las que conocemos. Pero nuestro sistema de inteligencia está lejos de ser perfecto, así nos quedaremos sin saber si el programa nuclear de Teherán fue destruido", explicaron en un artículo Ivo H. Daalder y Philip H. Gordon, analistas internacionales de Brooking Institute. Hay quienes también piensan que deberían dejar este ataque en manos de Israel, principal enemigo de Irán en la región. Sin embargo hay quienes piensan que esto sería un suicidio, debido a que tiene en Siria, en sus narices, a un grupo chiíta como Hizbolah.

Posiblemente el mundo volverá a presenciar las eternas discusiones del Consejo de Seguridad que se dieron antes de la guerra de Irak y, probablemente, algunos miembros, para convencer a la comunidad internacional, querrán que se piense que Irán llegará a la bomba en meses, a pesar de que John Negroponte, director Nacional de Inteligencia de Estados Unidos, dijo que Irán estaba a varios años, posiblemente 10, de la bomba. Sin embargo, en esta oportunidad hay dos grandes diferencias: la Unión Europea está alineada con Estados Unidos y la población iraní no estará ansiosa de que la salven de un dictador. Todo lo contrario. Otra novela está por empezar. n