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...Y AL TERCER DIA RESUCITO

Falsos rumores sobre la muerte del presidente Kim II - sung develan crisis en las dos Coreas.

22 de diciembre de 1986

"Morir" misteriosamente y a los pocos días "resucitar" tan inusitadamente como se murió, tal y como acaba de suceder con el presidente Kim II-sung de Corea del Norte, no es extraño en la hoja de vida de un líder de un país comunista. Ni Mao, ni Stalin, ni Brezhnev, ni el mismo Molotov recientemente fallecido se libraron de, en algún momento de su vida, "desaparecer" de la vista de la opinión pública sin que ello diera lugar a toda suerte de especulaciones sobre su estado de salud, sus relaciones con el régimen y aun su "muerte".
La noticia de la muerte de Kim, difundida por oficiales surcoreanos y por varias agencias de prensa, al parecer surgió de anuncios escuchados en la zona desmilitarizada de la frontera, provenientes de altoparlantes ubicados en el lado norcoreano, de que el presidente Kim había sido asesinado.
Los anuncios, según la transcripción presentada por fuentes oficiales surcoreanas, se habrían iniciado el domingo 16 en la tarde, dando cuenta de la muerte de Kim y la ascensión de su hijo Kim Jong-il al poder. Posteriormente, en forma contradictoria, habrían dicho que el ministro de Defensa norcoreano Oh Jin U había tomado el mando y "toda la nación norcoreana lo apoya" y más tarde habrían manifestado la existencia de un motín en el cual 29 personas habían muerto. Aun después de que los rumores sobre la muerte del Presidente se vieron desvirtuados por su presencia en el aeropuerto de la capital norcoreana, Pyongyang, recibiendo a una delegación de Mongolia, según la transcripción surcoreana, los altoparlantes habrían dicho que "una gran estrella de la nación ha caído", y que Kim II-sung le habría transferido su poder político a Kim Jong-il. Sin embargo, en las horas de la tarde de ese mismo día, el tono habría cambiado para decir "nuestro gran líder Kim II-sung recibió calurosamente a una delegación extranjera en el aeropuerto de Pyongyang", poniendo así fin a las transmisiones.
Aunque la confusión y el desconcierto originado en informaciones fragmentarias y a veces contradictorias es frecuente en los países comunistas, el caso de Corea del Norte tiene varios elementos que lo sacan un poco de lo común y lo hacen aún más desconcertante.
Las versiones sobre el verdadero origen de las informaciones son todavía muy inciertas. Algunos analistas políticos en Seúl afirman que la fuente podrían ser miembros del gobierno norcoreano, descontentos con el régimen de Kim, y en particular con la idea que sea su hijo quien le suceda en el poder en lo que constituiría la primera sucesión de este tipo en un régimen comunista. Desde hace meses se ha venido rumorando la inconformidad existente, en particular dentro de ciertos círculos militares por este motivo, que podría haber llevado a que se fraguara un intento de golpe de Estado e incluso de asesinato contra Kim, que habria sido anunciado anticipadamente, bien por un error involuntario, o en forma deliberada con el ánimo de producir un desconcierto que facilitara posteriormente una acción real.
El gobierno surcoreano, a la luz de las declaraciones emitidas por su ministro de Defensa Lee Ki Baek optaría por una segunda versión, según la cual, la desinformación estaría dirigida a crear confusión, pero no en el interior de la nación norcoreana, sino en la del sur. Las informaciones, afirmó Lee, pueden haber sido intencionadas con el fin de "crear una guerra sicológica altamente sofisticada contra el sur".
Las tensas relaciones existentes entre las dos Coreas desde su separación, dan ciertamente pie para considerar esta versión, pero también hacen probable una tercera: que haya sido la propia Corea del Sur la que hubiera originado la desinformación idea que para algunos no resulta muy descabellada, especialmente si se tiene en cuenta que fueron fuentes surcoreanas las que dieron cuenta de los anuncios aunque fueran originados supuestamente en el norte. De aceptarse esta tercera posibilidad, existirían a su vez dos opciones: que fuera el propio gobierno surcoreano el que hubiera fraguado el plan, o que fueran las fuerzas opositoras a él las cuales se apresuraron, tras la confirmación de que Kim estaba vivo, a acusar al gobierno de haber sido "incompetente en la recolección y el manejo de información, involucrando con ello el prestigio nacional" y a solicitar por ello la renuncia masiva del gabinete.
Quién ha salido favorecido en últimas no es aún muy claro. Lo cierto es que uno de los peor librados en el lío ha sido el ministro Lee, el cual se vio obligado a reconocer ante la misma Asamblea Nacional a la que le había dicho hacía un par de días que "teniendo en cuenta el conjunto de indicios registrados en el norte, allí se está librando una lucha interna por el poder en la cual Kim podía haber muerto", que "es muy difícil producir información confiable con base en datos preliminares" y a asegurar a su vez que en el futuro se ocuparía de que los militares fueran más cuidadosos en el procesamiento de la información. El hecho fue interpretado como una disculpa indirecta por el episodio, aunque nadie se ha atrevido a sugerir que la información haya sido inventada.
Si bien hasta ahora los hechos no son nada claros, lo que si es evidente es que, como en otros casos similares han servido para poner de presente no sólo la inmensa tensión aún reinante entre las dos Coreas, separadas desde 1948, sino además las dificultades que ambas atraviesan internamente y que hasta ahora habían pasado inadvertidas para muchos.