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A pocos días de la fecha para poner en práctica el plan Esquipulas II, surgen dificultades

30 de noviembre de 1987

Aunque hace sólo unos días tuvo su momento de gloria cuando recibió el Premio Nóbel de la Paz, el presidente de Costa Rica, Oscar Arias, se enfrenta a lo que podría ser el mayor fracaso de su vida política y un serio revés para la solucion del conflicto en Centroamérica.
No Són pocas las dificultades por las que atraviesa el acuerdo de Esquipulas II, mediante el cual 5 países centroamericanos se comprometieron a tomar una serie de medidas para darle una solución política al conflicto en la región.
Según el acuerdo, los países signatarios, Costa Rica, Guatemala, El Salvador, Honduras y Nicaragua, adquirieron entre otros, cinco compromisos básicos: amnistía, cese del fuego, democratización, cese de la ayuda a fuerzas irregulares o movimientos insurreccionales y la prohibición del uso del territorio para agredir a otros estados. Sin embargo, a pocos días de la fecha para poner el plan en marcha (5 de noviembre) han surgido diferencias de criterio que ponen en peligro el acuerdo, y se han sentido presiones internacionales diversas sobre cada uno de los gobiernos firmantes.
La primera dificultad estriba en la persistente negativa del gobierno sandinista de entrar en conversaciones con los "contras". A la posición ya clásica de Miguel D'Escoto de aceptar el diálogo "con el dueño del circo y no con los payasos", en alusión al respaldo de Washington a los insurrectos, se ha sumado la reticencia a aceptar la mediación de monseñor Miguel Obando y Bravo, quien se reunió el comienzo de la semana pasada con varios líderes "contras" en Nueva York. Esta negativa le resta credibilidad al esfuerzo sandinista por presentar una política de acercamiento, esfuerzo que tiene como punta de lanza la integración de una "Comisión Nacional de Reconciliación", además de un aparente intento de libertad de prensa.
El arzobispo declaró a su regreso a Managua que "los dirigentes antisandinistas quieren colaborar a la democratización del país y a la paz, aunque no están dispuestos a acogerse a la amnistía que mantiene vigente el gobierno".
Otro gran escollo que deberá sortear el acuerdo es el problema de la simultaneidad de la entrada en vigencia de las medidas que tomen internamente los gobiernos. Dentro de ese contexto, se ha afirmado que el gobierno hondureño no está dispuesto a sacar a los "contras", que utilizan su territorio como base de operaciones antisandinistas, mientras el gobierno de managua no entre en contacto directo con los insurrectos. Esa versión fue desmentida débilmente por el canciller costarricense, quien afirmó que "Honduras no ha condicionado, sino que habló de la conveniencia de que dentro del proceso de pacificación las medidas se vayan coordinando para facilitar las de la otra parte".
Según observadores internacionales, la posición hondureña se basa en que no puede expulsar a los "contras" de su territorio, mientras no exista una base de acuerdo que les permita regresar a su país, lo que es rebatido por los sandinistas, que ofrecen amnistía general, independientemente de cualquier acuerdo político.
Sin embargo, la amenaza más significativa al plan Esquipulas II se presentó el lunes de la semana pasada en San Salvador, cuando el presidente de la Comisión de Derechos Humanos de El Salvador, Herbert Anaya, fue asesinado cuando salía de su residencia. Como era de esperarse, se produjeron demostraciones de repudio al gobierno, en las que las consignas responsabilizaban directamente al presidente José Napoleón Duarte.
El asesinato puso sobre el tapete las dificultades de la adopción de la ley de amnistía que El Salvador debía poner en práctica, como lo hizo, para dar cumplimiento a su compromiso con los demás países firmantes del plan. La amnistía despertó las más airadas protestas, pues podría involucrar tanto a los asesinos del arzobispo Oscar Arnulfo Romero, por una parte, como a quienes en 1985 asesinaron a 13 marines de los Estados Unidos, por la otra. En cualquier caso, el panorama interno de El Salvador parece tener un futuro aún más sombrío que el que ha tenido desde que se inició la guerra civil en 1980.
En cualquier caso, nunca los esfuerzos de paz habían llegado tan lejos como ahora. La disposición de los gobiernos involucrados es, al menos de dientes para afuera, la de cumplir los acuerdos, aunque evidentemente existen diversas interpretaciones sobre la forma de ponerlos en práctica. Por ahora, el único resultado tangible ha sido al retroceso que ha experimentado la política del presidente Reagan para Centroamerica. Ante la presión nacional e internacional, y frente a la evidencia de que el Congreso le negaría, nuevos auxilios a los "contras", el Presidente debió postergar su solicitud hasta enero del año entrante, cuando se sabrá si Esquipulas II es algo más que otro documento de buenas intenciones para lograr la paz en Centroamérica.