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Jacqueline Nova

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Los herederos del ruido

En 1975 murió a causa de un cáncer la compositora colombiana nacida en Bélgica Jacqueline Nova. Se trata de uno de los nombres más importantes de la música colombiana porque abrió el camino a varias generaciones que decidieron romper la tradición para experimentar con sonidos nuevos.

Juan Sebastian Barriga
14 de abril de 2015

Moviendo perillas, cortando cintas de audio y rodeada de cables, transistores y sintetizadores electrónicos, Jacqueline Nova Sondang creaba sus obras musicales. Corría el final de los años sesenta y esta mujer delgada, de pelo corto y oscuro, trabajaba en el Laboratorio de Música Electrónica del Centro Latinoamericano de Altos Estudios Musicales, del Instituto Torcuato Di Tella en Buenos Aires. Ahí experimentaba y creaba sonidos un tanto agresivos, a veces ruidosos, a veces sublimes. Capaces de erizar los pelos de la nuca y de suscitar emociones tan contrarias como la confusión, el despreció, la exaltación o la admiración. Su música siempre causó un estado de reflexión que llevaba al oyente a preguntarse: ¿Qué acabo de escuchar?

Sin duda alguna, Nova revolucionó el mundo musical colombiano durante las décadas del sesenta y setenta. Su trabajo cambió el significado de hacer música en el país y rompió todos los paradigmas musicales de la época. Para empezar, fue la primera mujer graduada como compositora del Conservatorio Nacional. Además fue la primera persona en Colombia que experimentó de lleno con la música electroacústica y las corrientes vanguardistas del siglo XX. Durante 1965 y 1975 produjo una serie de obras performáticas y novedosas que impresionaron a los círculos artísticos y abrió una senda para los compositores interesados en la música contemporánea.

Para entender el legado de Nova hay que remontarse a 1913 cuando el compositor ruso Ígor Stravinsky estrenó La consagración de la primavera. Esta composición para ballet y orquesta dio inicio a lo que por más de 100 años se ha conocido como la música contemporánea, cuya definición es imposible pues gran parte de los compositores de esta corriente crearon, bajo la influencia de las vanguardias artísticas, distintas líneas musicales  y de pensamiento. Todos, sin embargo, se caracterizaron por explorar nuevas formas de hacer y entender la música.

Partitura de Jaqueline Nova.

La mayoría incluso dejó de lado las notas musicales para enfocarse en el sonido y sus diferentes formas estéticas, pues veían a la música de una forma filosófica. Buscaban pensar más allá de las partituras para idear nuevos métodos de creación cada vez más disruptores y experimentales. En Colombia, la primera obra de música contemporánea fue una pieza electroacústica llamada Ensayo Electrónico, compuesta en 1965 por Fabio González Zuleta, quien fue maestro y trabajó junto a Nova en el Conservatorio Nacional. La muerte de Nova, en 1975, cuando tenía apenas 40 años, dejó en silencio a la música contemporánea en Colombia durante varios años.

Esto se debió a que en la época los únicos lugares para estudiar música eran el Conservatorio Nacional, la Universidad Pedagógica, y unas cuantas academias regadas por el país. Estos espacios seguían una línea muy tradicional de la música clásica y aplicaban un método de estudio enfocado más en las habilidades técnicas que en la teoría y no estaban muy abiertos a la experimentación. En vista de esto, en 1985 el compositor bogotano Guillermo Gaviria volvió al país después de estudiar en Nueva York con la idea de abrir una escuela de música más ligada a la parte teórica y a una formación integral enmarcada en las artes liberales. Gaviria encontró un espacio en la Universidad Javeriana y en 1990 fundó el Departamento de Música, que sentó las bases para la creación de las demás facultades universitarias de música del país.

La posibilidad de estudiar en una universidad privada que ofrecía cursos de jazz y rock, llamó la atención de varios músicos jóvenes que no querían regirse por los cánones clásicos del conservatorio. Entre ellos estaba Alba Triana, quien ha dedicado su carrera a producir obras que juegan con los conceptos de instalación y de interactividad. En su trabajo Triana reemplaza la lógica del concierto típico por el de un performance donde el espectador también pueda interactuar con la obra. Trabajos como Partitura Sonora o Gamelán Electrónico son instalaciones en las que, a través de sensores de movimiento, la gente puede intervenir una pieza musical y darle una nueva forma. Entre febrero y marzo de 2015 en el Art Center de Miami Beach exhibió su más reciente muestra, que consistió de una cuerda susceptible a vibraciones sonoras y a cambios de color. Lo más curioso es que la gente no percibía el sonido, sino que solo lo podía observar, logrando un efecto sinestésico que llevó la experiencia de sentir la música a un nuevo nivel.     

Foto de la más reciente exposición de Alba Triana

Otro compositor de esa misma generación que busca darle a los recitales musicales nuevos matices es Juan Pablo Carreño, fundador del ensamble Le balcon. El 15 de marzo presentó en la Luis Ángel Arango la obra Garras de Oro, una musicalización en vivo de una antigua película colombiana censurada por hablar de la venta de Panamá a los Estados Unidos. En su trabajo, Carreño implementa el concepto de “música disyuntiva”, que define como la búsqueda por darle una nueva función a la música. En obras como Punto muerto, el músico mezcla sonidos acústicos y amplificados para hacer que el público viva de distintas formas el recital. Para el bogotano el parlante también es un instrumento con el que se puede experimentar y una idea que aterra a más de un ingeniero de sonido.

Este tipo de experimentos interdisciplinarios que involucran ingeniería eléctrica fue otra de las innovaciones de Nova. La compositora, de hecho, realizó junto a la artista Julia Acuña, la Phillips Colombia y el Departamento de física de la Universidad Nacional uno de los primeros performance híbridos del país: Luz, sonido, movimiento. Otro de sus legados fue pensar un sonido único inspirado en Latinoamérica, distinto a las tendencias europeas y estadounidenses. Obras como Creación de la tierra incorporaron por primera vez en Colombia cantos indígenas en una pieza electroacústica. Lo más interesante es que la obra no tiene un sonido folclórico sino más bien está claramente inspirado por la urbanidad y el mestizaje.  

Para Nova era muy importante mostrar y difundir el trabajo de otros compositores latinos. Con su grupo Nueva Música interpretaba obras de artistas de la región y tenía un programa de radio llamado Asimetrías donde además de programar música contemporánea explicaba lo que era. La compositora Ana María Romano, experta en la obra de Nova, ha seguido su legado. Aparte de componer obras interdisciplinarias que incorporan danza y video, también maneja la Plataforma Digital Regional Microcircuitos, una base de datos que recopila desde 1960 trabajos de música experimental de siete países de la región.

Para el compositor Damián Ponce de León crear desde el contexto regional ha sido una constante en su trabajo. A diferencia de muchos otros compositores, Ponce de León no estudió en Europa sino en La Habana, y cuenta que en sus investigaciones descubrió que “había una subvaloración injusta de la música clásica en América y a mí no me interesaba emular los clichés europeos porque no respondían a mi realidad”. Ponce de León ha trabajado por crear un sonido adaptado al contexto del país, pero sin caer en un “folclorismo pintoresco”. Este compositor forma parte del Círculo Colombiano de Música Contemporánea que promueve y difunde el trabajo de compositores nacionales. Desde 2010 esta organización celebra las Jornadas de Música Contemporánea en las cuales se hacen encuentros,conciertos y talleres.

Actualmente la música contemporánea colombiana tiene un panorama a la vez positivo y negativo. Por un lado hay muchos músicos y propuestas pero por otro hay pocos espacios para tocar. Esto se debe a que las grandes orquestas y teatros no tienen mucho interés en difundir estas propuestas. Las razones simples: es un género muy especializado con un público escaso y que debido a su complejidad puede no resultar muy atractivo. Pero esto también responde a una deuda histórica que existe con la música orquestal colombiana. No solo los músicos contemporáneos tienen dificultades para tocar, sino que muchas obras sinfónicas o de cámara no tienen espacios y los repertorios de las grandes orquestas incluyen pocas obras nacionales. Damián Ponce de León opina que esto se debe a una baja autoestima hacia nuestra propia cultura y un preocupante desconocimiento del legado musical del país. Además todavía existe una tendencia a sonar como los músicos foráneos y a solamente incorporar lo local desde lo folclórico.  

Una institución que ha procurado abrir espacios a la producción nacional es la Sala de Conciertos del Banco de la República. Mauricio Peña, su director, afirma: “me preocupa ver entidades culturales donde no hay aventura. Eso las conduce a ser museos. En Bogotá hay muchas orquestas, pero todas con un repertorio similar y no hay espacio para la innovación”. Precisamente valdría la pena preguntarse: ¿Dónde quedó esa innovación experimental de Jacqueline Nova, quien nos enseñó a llevar la música más allá de sus límites?