Cuando no estaba cantando en inglés, Mick Jagger hablaba con el público en español. Por dos horas y media, los Rolling Stones sorprendieron una y otra vez en el Estadio el Campín en la noche del 10 de marzo. Arrancaron con Jumping Jack Flash y terminaron con Satisfaction, pero entre una y otra cambiaron la vida de cientos de personas.
Cada asistente tendrá sus momentos favoritos, Arcadia recoge esta lista caprichosa para el álbum de recuerdos.
Mick Jagger es un rockero íntegro
Su energía es envidiable. Corrió de esquina a esquina del escenario a 2600 metros sobre el nivel mar a los 72 años. Nada lo aminoró. Tocó guitarra acústica y eléctrica. En un punto la rasgó un par de veces y se dio cuenta que esta no estaba sonando. Se la pasó por los aires a un sonidista, luego volvió al micrófono y cantó el percance: “you would think that I’m crazy!”.
El público lo vio salir con un blazer dorado con negro, debajo tenía una camisa púrpura que se quitó mientras bailaba. Más tarde salió con una chaqueta plateada, pero en cualquier caso, pronto quedaba totalmente de negro. Y sin embargo brillaba.
Keith y Ron tocan blues
Mick Jagger empezó a presentar a todos los músicos en escena. Dos coristas (de esa en la que están pensando hablaremos más adelante), dos tecladistas, dos saxofones y un par de bajistas. Presentó al sencillo Charlie Watts, al extrovertido Ron Wood y a un calmado Keith Richards. Mientras el público lo ovacionaba, Mick Jagger se fue a tomar un descanso y los dos guitarristas de los Rolling Stones se pusieron a tocar blues.
Fueron solo dos canciones: You got the silver, que hizo parte del álbum Let it bleed (1969), fue compuesta por Keith Richards y la primera que el guitarrista interpretó como única voz para la banda; y Before they make me run, original del álbum Some Girls (1978). Blues puro y duro, la camaradería de Ronnie Wood y Keith Richards en escena.
La estética del diablo
En las pantallas a los lados de la tarima se empezaron a ver animaciones con estrellas de cinco puntas, llamas, carneros, calaveras, cruces y runas en movimiento. Mick Jagger tenía una capa roja con negro que pronto mandó a volar hacia la parte de atrás del escenario. Había humo y todo era rojo. Sympathy for the Devil marcó uno de los clímax del concierto. Todo lo que ocurría en escena tenía un poder especial en ese momento.
El coro de la Javeriana consiguió lo que quiso
Muchos asistentes pensaron que se trataba de un coro británico o de algún colegio bilingüe de Bogotá. No, era el coro de la Universidad Javeriana: “You can’t always get what you want/ but if you try sometimes/ you get what you need”. Mick Jagger estaba tocando guitarra y entró para completar la magia.

Sasha Allen no es solo una corista
Salió hasta el círculo al final del pasillo del escenario a cantar con Mick Jagger. Su voz, además de ser especialmente melódica para los temas de los Stones, también esconde una fuerza gutural que sorprendió al público capitalino. Juntos cantaron Gimme Shelter, improvisaron e hipnotizaron.
Simplemente Rolling Stones
Sí, hubo pólvora, humo y luces, pero el espectáculo corrió por cuenta de Mick Jagger, Keith Richards, Ronnie Wood y Charlie Watts. El sonido era excelente, reverberaba, resonaba, estremecía. Fue un espectáculo de altura para todos. Desde los que estaban a escasos metros del pasillo por el que desfiló el vocalista toda la noche, hasta quienes se encontraban en la parte alta de las tarimas pudieron disfrutar de una de las mejores bandas de rock de la historia.
Había una transmisión de energía difícil de describir. Cerca de las 11 de la noche, Mick Jagger sentenció “Bogotá es del putas”, dieron las gracias, las tradicionales venias (una con todo el equipo de artistas, otra solo los cuatro) y se fueron. Después reinó el silencio. La gente salía por inercia, los rostros se veían cansados, había una satisfacción que pocas veces se alcanza.