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Iván Ramiro Córdoba se convirtió, el 29 de julio de 2001, en el primer colombiano en saber cuánto pesa la Copa América, el trofeo de selecciones más antiguo del mundo.
Iván Ramiro Córdoba se convirtió, el 29 de julio de 2001, en el primer colombiano en saber cuánto pesa la Copa América, el trofeo de selecciones más antiguo del mundo. | Foto: AFP

20 AÑOS

Copa América: los secretos del 29 de julio de 2001, el día en que fuimos campeones

Veinte años después, los protagonistas del único título en la historia de la selección de fútbol de mayores le abrieron su alma a SEMANA. Recordaron aquel mes de julio en que todo el país dejó de lado sus diferencias con el único propósito de gritar esa palabra por primera vez.

31 de julio de 2021

Iván López, uno de los dos bogotanos convocados por Pacho Maturana para disputar la Copa América de 2001, le había madrugado al fútbol cuando debutó, en 1996, y en un clásico ante Millonarios en El Campín, con solo 16 años. Volvió a hacerlo la noche del domingo 24 de junio de 2001. Fue el primero de los escogidos para defender el honor del fútbol patrio en llegar a la concentración en Barranquilla, después de haber salido figura con Santa Fe en un partido de la entonces Copa Mustang.

Había cumplido 23 años, sabía lo que era vestir la tricolor, pero en los cinco años que llevaba de carrera profesional esta era la convocatoria más importante de su vida. El objetivo no era otro que levantar un trofeo por primera vez para Colombia. Cinco semanas de convivencia, las 24 horas, junto con otros 21 futbolistas para hacer historia.

Iván López Futbolista Selección Colombia 2001
Iván Leonardo López exfutbolista bogotano que jugo como defensa con la seleccion Colombia que gano la Copa America en el 2001 Bogota julio 29 del 2021 Foto Guillermo Torres Reina / Semana | Foto: GUILLERMO TORRES REINA

Iván nunca imaginó que, desde el primero hasta el último de esos 35 días, las dos tareas diarias que asumió serían determinantes para alcanzar la gloria. Por las mañanas, Maturana le ordenaba levantar las pelotas de costado en todos los entrenamientos, como así lo hizo. Las tardes las ocupaba con la tarea que le había impuesto su compañero de habitación, uno de los referentes del equipo, que todas las noches le tomaba la lección. Nunca pensó Iván López que, por haberlas cumplido a la perfección, Colombia se consagraría en el patio de su casa: era el único de los convocados que jugaba cada 15 días en la cancha de El Campín de Bogotá.

Al segundo día de concentración, los sueños parecieron desplomarse como un castillo de naipes. El 25 de junio, la Conmebol despojó a Colombia de la sede que el mismo presidente Andrés Pastrana había ratificado en 1998, en uno de sus primeros actos de gobierno después de instalar el proceso de paz con las Farc cuando Tirofijo dejó vacía su silla en San Vicente del Caguán.

Bogotá, 29 de julio de 2011. Arriba, de izquierda a derecha, Mario Yepes, Óscar Córdoba, Víctor Aristizábal, Freddy Grisales, Juan Carlos Ramírez. Abajo, Gerardo Bedoya, Fabián Vargas, Iván López, Iván Ramiro Córdoba, Giovanni Hernández, Elkin Murillo.
Bogotá, 29 de julio de 2011. Arriba, de izquierda a derecha, Mario Yepes, Óscar Córdoba, Víctor Aristizábal, Freddy Grisales, Juan Carlos Ramírez. Abajo, Gerardo Bedoya, Fabián Vargas, Iván López, Iván Ramiro Córdoba, Giovanni Hernández, Elkin Murillo. | Foto: AFP

Desde los días del narcoterrorismo de Pablo Escobar, el país no vivía una zozobra provocada por carros bomba como en aquel 2001. El primero, en el centro comercial El Tesoro de Medellín, el 11 de enero. Y, en mayo, a dos meses del inicio del certamen, una bomba en el hotel Torre de Cali, otra en el parque Lleras de la capital antioqueña y una tercera en la avenida 53 con carrera 31, en el occidente de Bogotá,a pocas cuadras del estadio capitalino. Catorce personas murieron en esos cuatro atentados. “Estaba de moda, por así decirlo, los secuestros, las pescas milagrosas…”, agrega Juan Carlos Ramírez en charla con SEMANA.

Pero la ‘bomba’ que sacudió los cimientos del cuartel fue la que estalló ese 25 de junio, día en que, “en un acto de irresponsabilidad”, como lo calificó a SEMANA el expresidente Andrés Pastrana, el vicepresidente de la Federación de Fútbol, Hernán Mejía Campuzano, cayó en una pesca milagrosa en el corregimiento La Italia, San José del Palmar, Chocó. “Era zona roja”, insiste, 20 años después, el exmandatario.

Mientras Brasil se ofrecía como sede (como sucedió en la edición de 2021), la decepción en la concentración no se pudo disimular. Maturana desconectó al cuartel de todo lo que sucedía en el exterior, y siguió preparando el partido contra Venezuela, el que inauguraría el campeonato. Para ello contó con un as bajo la manga: el jugador que en el reparto de camisetas recibió la número 12, esa que condenaba a su portador a ver todos los partidos desde el banco, la que tradicionalmente llevan los arqueros suplentes. Miguel Calero, al que todos sus compañeros llamaban el Show, fue el encargado de tender la burbuja que aisló a la selección.

“Era el alma del grupo, un gran líder. En el comedor o en el bus siempre contaba chistes. Malísimos, pero no parábamos de reír”, recuerda Fabián Vargas, quien le confesó a SEMANA que jamás esperó que Maturana lo fuera a convocar a esa selección. “Se notaba que cada noche Miguel se aprendía nuevos chistes, los preparaba. Todos los días llegaba con uno nuevo”, agrega el exfutbolista, campeón del mundo de clubes con Boca Juniors de Argentina e Inter de Porto Alegre.

Fabián Vargas
Fabián Vargas | Foto: Cortesía

Mientras tanto, Andrés Pastrana, dos de sus ministros y los alcaldes de las siete ciudades sede abordaron el avión presidencial y volaron hacia Asunción, en Paraguay, con la misión –imposible, se advertía aquel 28 de junio– de recuperar la Copa. Al regreso, el presidente le dijo a la Conmebol que “quitarnos la Copa es el peor atentado que nos pueden hacer”, en la alocución con la que informó sobre la liberación de Mejía Campuzano y de una veintena de soldados plagiados por las Farc.

El presidente Andrés Pastrana tuvo que viajar a Asunción, Paraguay, con el propósito de recuperar la sede de la Copa América
FUERZAS MILITARES: Cupula militar, Aparece AndrŽs Pastrana, Fernando tapias Foto:Le—n Dario Pelaez. Jun 99 | Foto: Foto: Leon Dario Pelaez

Todos los países votaron a favor de Colombia salvo uno, Argentina, pues el presidente de la asociación de fútbol de ese país, Julio Grondona, exigió medidas extremas de seguridad para proteger a futbolistas como Batistuta, Verón, Crespo, Ortega o Aimar. “Ojalá nunca le vaya a pasar lo que es tener a un argentino secuestrado en su país”, fueron las palabras que, según recuerda Pastrana, le dirigió al presidente de la AFA cuando informó que la selección de Marcelo Bielsa no formaría parte de la competición.

Los aficionados paisas, que habían sacado los abonos para ver los tres partidos de los gauchos en el Atanasio Girardot, fueron los mayores damnificados. Tuvieron que resignarse a ver entonces a la última delegación en arribar al país, Honduras,convocada de urgencia y que aterrizó unas horas antes de la inauguración. En ese vuelo, proveniente de Tegucigalpa, venía Amado Guevara, quien terminó alzando el trofeo al mejor futbolista de la Copa, y se llevó las ovaciones que los antioqueños habían reservado para los argentinos. “Las comparaciones son odiosas, pero era como el James Rodríguez de Honduras”, dice Juan Carlos Ramírez, quien padeció su talento en la cancha del Palogrande de Manizales cuando Colombia enfrentó a los catrachos en la semifinal.

Los directivos de la Federación nunca creyeron que el plantel de Maturana fuera a conquistar el campeonato. Tanto fue así que a la hora de pactar los premios se frotaron las manos, pues los jugadores renunciaron a bonificaciones por cada partido, como es lo habitual, y solo las reclamaron en caso de salir campeones. “Quedaron felices de la pelota, ni se dieron cuenta de la suma de dinero que habían firmado”, reveló a SEMANA Óscar Córdoba, quien tapó cinco de los seis partidos en los que la selección no recibió un solo gol.

Secretos de una consagración
Secretos de una consagración | Foto: Cortesía AFP

Pero todo fue euforia en el país desde la noche del miércoles 11 de julio. Freddy ‘Totono’ Grisales, de media distancia, marcó ante Venezuela el que sería el primer gol de aquella campaña, y cuya celebración se convertiría en la imagen más icónica de la Copa: con un casco de policía en su cabeza rapada. “No me lo esperaba. Intenté sujetar la correa para que el Totono no me lo quitara. Tantas cosas me pasaron por la cabeza, me sentí destituido, pero no podía hacerle el desplante a la selección. Menos mal, detrás estaba el palco de generales, mis superiores”, recuerda a SEMANA, dos décadas después, el intendente Luis Antonio Palomino, hoy jubilado de la Policía y radicado en el Caquetá, al otro extremo de su natal Barranquilla. Aquel casco se convertiría en una especie de talismán para la selección. “Dos días después fuimos al hotel, se lo regalé al Totono y me dio una camiseta”.

La imagen icónica de la Copa de la Paz. Freddy ‘Totono’ Grisales celebra el primer gol de Colombia con el casco del intendente de la Policía Luis Antonio Palomino.
La imagen icónica de la Copa de la Paz. Freddy ‘Totono’ Grisales celebra el primer gol de Colombia con el casco del intendente de la Policía Luis Antonio Palomino. | Foto: AFP

Triunfó ante Ecuador el 14 de julio y la posibilidad de ser la única selección Colombia en la historia en ganar los tres partidos de la fase de grupos de una Copa América. Eso no le importó a Maturana, pues el 17 de julio, ante Chile, les dio la oportunidad a quienes no habían jugado. El número 12, Calero, fue el custodio del arco. Quién lo iba a creer: el jugador condenado a ver todos los partidos desde el banco aportó para que Colombia se convirtiera en la única selección campeona sin recibir un solo gol en los más de 100 años del torneo de selecciones más antiguo del mundo. “Profe, equipo que gana no se cambia”, le dijo el Show Calero a Maturana en el vestuario, al término de la victoria 2-0 ante la selección austral. “Fue el mejor chiste de Calero”, recuerda Gerardo Bedoya.

Gerardo Bedoya | Foto: Santa Fe

Ese día, también se estrenaron los dos bogotanos, Iván López y Fabián Vargas, quien, tras ir a la tribuna en los dos primeros partidos, se ganó el puesto y no lo soltó más hasta el día en que el equipo alzó el trofeo en El Campín. De Barranquilla al Eje Cafetero. Maturana recuerda cómo, al paso del bus en el que viajaba el equipo, los obreros soltaban palustres y mezcladoras, se quitaban el casco, se abrazaban para alentar a sus jugadores.

En el Centenario de Armenia, el 23 de julio, la selección de Maturana eliminó a Perú, y parecía que el equipo sub-23 de Brasil sería el rival en la semifinal. Pero Guevara y la selección hondureña dieron la sorpresa al mandarlos a casa. En Manizales, en el partido “más duro”, el disputado el 26 de julio, un gol de Bedoya, de media distancia, y otro de Víctor Aristizábal, el sexto de su cuenta personal, selló el boleto definitivo a Bogotá para disputar la gran final ante México, el seleccionado de mayor jerarquía de cuantos participaron en el torneo.

La tensión y la ansiedad acechaban como espantos a los jugadores, ad portasde la consagración. Entonces, Calero volvió a salir para atajarlos. “A Calero hay que tenerlo en cualquier selección, el jugador perfecto para mantener un grupo alegre”, dijo a SEMANA Iván Ramiro Córdoba, el capitán de aquel equipo. “Se entraba a la habitación a hacernos reír con cualquier bobada”, recuerda Elkin Murillo. “Nunca lo vimos como el arquero suplente, sino un líder que admirábamos mucho”, reconoce Bedoya. “Era el chévere de la familia”, lo definió Maturana.

Miguel Calero (Ginebra, Valle, 1971-Ciudad de México, 2012) fue el arquero suplente, pero el “alma del equipo” que conquistó la Copa de 2001.
Miguel Calero (Ginebra, Valle, 1971-Ciudad de México, 2012) fue el arquero suplente, pero el “alma del equipo” que conquistó la Copa de 2001.

Dos décadas después, quien fuera su compañero de habitación, López, reveló que su segunda tarea en la concentración era conseguir los chistes para el repertorio del Show. “Eran regulares, perversos, pero Miguel los volvía buenos. Llamaba a mis amigos, los anotaba y en la noche se los pasaba para que Miguel los preparara”, recuerda. “Entonces la culpa era de Iván López (risas)”, dijo Vargas al conocer uno de los secretos mejor guardados de aquella consagración.

La noche del 28 de junio, víspera de la final, nadie pudo conciliar el sueño. Ni el noctámbulo Córdoba, que leyó hasta pasada la medianoche; ni Murillo, que recuerda haber conciliado el sueño pasadas las tres de la madrugada; ni Bedoya, que confesó haberse imaginado marcando el gol de la victoria. El amanecer del 29 de julio los sorprendió a todos con los ojos abiertos, cosquilleo en el estómago, temblor en las piernas y más ganas de orinar que lo habitual. Las horas previas parecían tan largas como los recientes días de confinamiento.

Elkin Murillo
Elkin Murillo | Foto: Cortesía

Iván López recuerda las palabras con las que Calero lo despertó. “Tranquilo, Ivancho, ¿o es que estás cagado?”. Las mismas que le dedicó al resto de los jugadores en su habitual ronda por todas las habitaciones. “Él era así. Trataba de sacarte el nerviosismo con una risa, y al que veía con algo de nervios trataba de relajarlo”, reconoce Vargas.

“Salgan a disfrutar y a darle una alegría a este pueblo. Todo lo demás ya lo hemos entrenado”, fue la corta charla técnica de Maturana, según recuerda Ramírez, antes de partir hacia El Campín. El marco, incomparable. Casi 50.000 personas tiñeron de amarillo las graderías. “Era un partido muy apretado. Ellos no nos hacían mucho daño, pero nosotros tampoco podíamos”, relata Ramírez. Hasta que a las 5:36 p. m. de ese domingo 29 de julio, cuando el cronómetro del árbitro señalaba el minuto 21 del segundo tiempo, una falta sobre Giovanni Hernández provocó que Maturana se levantara del banco y saliera hasta la línea de occidental de la cancha para dar una indicación que marcaría la historia del fútbol colombiano.

López, que desde el primer entrenamiento había cumplido con la tarea de levantar los centros de costado, tenía la instrucción de hacerlo en la final, en la que había encontrado lugar en la titular por la lesión que sufrió Jersson González ante Perú, en cuartos de final. Pero Totono Grisales se adueñó de todos los cobros. Pacho no aguantó. “Le pegué una apretadita a Totono y se enojó. A Iván le dije que era un cagón”, recuerda Maturana.

López levantó el centro, y el capitán colombiano, Córdoba, peinó la pelota con su cabeza para vencer al portero Óscar ‘Conejo’ Pérez, hasta ese momento la gran figura de la cancha. “Respiré profundo y dije: ‘Lo hemos logrado’”, recuerda López, que corrió al banco y se abrazó muy fuerte con Maturana. “Fui de los primeros en llegar donde Iván Ramiro, metí un pique que ni en la cancha solía meter”, dijo a SEMANA Mauricio Molina, quien se encontraba detrás del arco sur de El Campín, calentando por si tenía la oportunidad de entrar.

“No me acordaba de que se me quebró la voz de la emoción. Lo que ese día se vivió, el corazón a duras penas lo aguantó”, afirmó Jorge Eliécer Campuzano, quien narró el gol del capitán colombiano, el más importante de los miles que ha relatado en su carrera. “Todo se unió en esa Copa, nadie se hacía daño. Nos entregamos enteros a la causa de dar una alegría a los colombianos”, dijo Iván Ramiro, quien provocó uno de los mayores gritos de júbilo en la historia del país con su inmortal testazo.

Iván Ramiro Córdoba en la grama de El Campín, segundos después de haber marcado el gol más valioso de su vida.
El defensor Ivan Cordoba celebra el gol el 29 de julio de 2001 en el estadio Nemesio Camacho de la ciudad de Bogota, Colombia. La seleccion de futbol de Colombia vence 1-0 con Mexico al promediar el segundo tiempo de la final de la Copa America 2001. AFP PHOTO/Antonio SCORZA | Foto: AFP

Campeones, primera selección en la historia en levantar la Copa América invicta tras ganar los seis partidos disputados, con el goleador del campeonato (Aristizábal) y con la portería sin un tanto en contra. En la tabla del fair play, un solo lunar, la expulsión de Murillo. En contraste, Bedoya, el jugador con más tarjetas rojas (46) en la historia del fútbol, según la Fifa, apenas vio una cartulina amarilla en la final contra México. “No me acordaba, gloria a Dios. Las expulsiones perjudican a los equipos”, dice Bedoya.

“Corrí a buscar a Miguel, me voltea la espalda, se gira para que me le montara encima, lo abracé y me dijo: ‘Ivancho, te felicito, disfruta de la mejor manera’”, recuerda López. “Fue muy triste, no nos hicieron ninguna celebración”, lamenta Molina. “No había nada preparado, solo faltó que saliéramos del estadio cada uno para sus casas. Los directivos nunca creyeron en nosotros”, asegura Vargas. “El único que nos ofreció un agasajo fue el presidente Pastrana; todos dijimos que no, porque queríamos regresar a las casas, y el único favor que le pedimos fue que las aerolíneas retrasaran nuestros vuelos”, relata Murillo a SEMANA.

Jorge Eliécer Campuzano, al terminar la transmisión, tuvo que caminar media ciudad para llegar a su casa, pues las calles eran una locura colectiva. “Por donde pasabas te saludaban con una cosa terrible, la Maizena. Llegué a la casa y mi mujer no me creía que había estado en una fiesta, una fiesta deportiva”, rememora como si hubiera sucedido ayer.

Jorge Eliecer Campuzano
Jorge Eliecer Campuzano | Foto: Semana

Veinte años después, los protagonistas de aquella gesta quieren la celebración que no han tenido. Iván Ramiro propuso un partido contra los jugadores de aquella selección mexicana, aunque a Maturana le gusta más la de Vargas, enfrentar a esa selección de Argentina que se rehusó a jugar en el país, y cuya ausencia ha sido argumento para demeritar el único título de la selección Colombia de mayores.

 Francisco Maturana
Francisco Maturana

“Nadie nos va a quitar lo bailao y habrá mucha gente que seguirá sufriendo por lo que ganamos”, insiste Córdoba,aquel que hizo que los directivos pactaran unos premios sin percatarse de la cantidad de dinero que habían firmado. “Les pedí que con esa plata, que no la tenían, compraran algo para toda la vida. Y en algunos casos les exigí que me mostraran la escritura pública de lo que habían comprado. Eso era lo que quería, que todos los de esta familia dijeran: esto lo gané con la Copa América”,confiesa Maturana.

Los héroes de la única consagración del fútbol colombiano esperan volver a reunirse para ese abrazo pendiente. “El chévere de la familia”, Miguel Calero, en palabras de Maturana, ya no estará. El otro vacío también tiene nombre, Elson Becerra, quien falleció en su natal Cartagena cuando apenas tenía 28 años. “Tímido”, así lo recuerdan sus compañeros, pero “también era alegría, un chico de una fantasía única, como para adornar la estructura. Una persona respetuosa, musical, de alegría por todos los lados”, recuerda Maturana, a quien le robó unas lágrimas el 8 de enero de 2006 cuando conoció la noticia de su asesinato.

Iván Ramiro Córdoba se convirtió, el 29 de julio de 2001, en el primer colombiano en saber cuánto pesa la Copa América, el trofeo de selecciones más antiguo del mundo.
Iván Ramiro Córdoba se convirtió, el 29 de julio de 2001, en el primer colombiano en saber cuánto pesa la Copa América, el trofeo de selecciones más antiguo del mundo. | Foto: AFP

Sus nombres, sin embargo, quedaron grabados como en mármol, junto con los de sus compañeros, en el museo de la Conmebol, en Asunción, la ciudad a la que un presidente, siete alcaldes y dos ministros tuvieron que viajar para recuperar la Copa. Son los únicos colombianos que consiguieron unir a todo el país durante un mes, y, si un 20 de julio se dio el grito de independencia, el que estos 22 jugadores provocaron el 29 de julio de 2001 encendió la mayor felicidad en la historia reciente del país: la única vez que nuestro fútbol, en la categoría absoluta, ha gritado “campeón”.