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Para fortalecer su camino hacia la reelección en 2014, el presidente Juan Manuel Santos arrancó el año de gira por varias regiones del país. | Foto: Presidencia

POLÍTICA

2013, año de la verdad para Santos

El presidente Juan Manuel Santos tiene casi un año para mejorar la ejecución, ajustar el mensaje de sus logros y avanzar en el camino de la paz. De eso dependerán su reelección y su legado.

19 de enero de 2013

La Casa de Nariño arrancó este año con las pilas puestas. Desde el primer día de 2013 el presidente Santos viene desplegando una agenda dinámica que lo ha llevado desde Pasto hasta Cúcuta pasando por una charla en la plataforma Google. Este sentido de urgencia tiene fecha límite. Según la Ley de Garantías, en noviembre Santos tendrá que anunciar su deseo de aspirar a un segundo mandato.


Desde que se aprobó la reelección en Colombia, los periodos de los mandatarios dejaron de ser en la práctica de cuatro años. Dado que el presidente Uribe cambió la Constitución en medio de su primer periodo, Santos es el primero que gana la Casa de Nariño con la mira puesta en dos administraciones consecutivas con un referendo en la mitad. En general las elecciones donde compite un gobernante en ejercicio se convierten en una evaluación de gestión. Es decir, al gobierno le quedan 11 meses para consolidar sus logros y prepararse para su examen parcial.

Si bien para muchos la intención de repetir del presidente Santos está ‘cantada’, son varias las tareas pendientes en este año para que esa aspiración despegue. La primera tiene que ver con la imagen del mandatario y de sus prioridades de gobierno. En segundo lugar estarían los resultados de la gestión en varios frentes. Un tercer aspecto es el manejo político del año preelectoral. Y por último, el ritmo y perspectivas del proceso de paz con las Farc en La Habana.

El año arranca con la imagen a la baja. El apoyo popular al primer mandatario se comportó como una montaña rusa durante 2012. Según la última medición de la encuesta Colombia Opina, Santos tiene una imagen favorable de 45 por ciento y apenas 32 por ciento de los colombianos apoyarían su eventual reelección. 

Más allá de impactos temporales como el de San Andrés, lo cierto es que el jefe de Estado permaneció desconectado con su electorado casi todo el año pasado. A la ambiciosa agenda de reformas sociales y modernidad económica que el gobierno transmitió en sus primeros 18 meses le siguieron mensajes confusos en el siguiente año. Es necesario que escoja bien, y de una vez por todas, sus prioridades. Desde que llegó a ocupar la Casa de Nariño, la agenda del mandatario ha oscilado al vaivén de las encuestas. Empezó con las reformas al Estado, pasó por las víctimas y las tierras, le apuntó al liderazgo hemisférico, se entregó a construir casas gratis y también se la jugó por la paz. Todo esto bajo una sombrilla de prosperidad, cuya definición es ambigua, y con unas locomotoras que no arrancaron a la velocidad esperada.

Al bajar de prioridad, algunas de las iniciativas bandera perdieron el impulso necesario que viene del interés presidencial y sus ritmos de ejecución han disminuido. En temas como el de las víctimas y la restitución de tierras, lo que al principio fue considerado una apuesta revolucionaria, se ha convertido hoy en una gran decisión política, pero también en una fuente de reclamos sociales y acusaciones de lentitud. La gestión santista se quedó en el peor de los mundos: se perdió el capital político generado por las reformas liberales del primer año y no se han capitalizado los repuntes de las casas gratis y de la paz. 

Los problemas de ejecución explican en parte esta circunstancia. Este debe ser el año de entregar resultados concretos en varios frentes que no dan espera como la infraestructura, regalías, vivienda y víctimas. El gobierno responde a estas críticas afirmando que los logros están ahí y que ha sido una falla en la comunicación. De hecho, el propio presidente Santos empezó el mes de enero con una seguidilla de mensajes para rendir cuentas en Twitter. “En 2012 batimos récord en inversión extranjera, exportaciones, barriles exportados, ejecución presupuestal y kilómetros de dobles calzadas”, trinó el jefe del Estado. Así mismo, se trasladó a varios puntos de la geografía nacional a poner primeras piedras y firmar planes de inversión. Además, durante el año seguramente Santos recorrerá el país haciendo entrega de las 100.000 viviendas prometidas el año pasado. Las perspectivas económicas del año, que combinan fenómenos como la revaluación del peso y la pérdida de dinamismo de la industria, preocupa desde ya al empresariado e impactará también el entorno en que se desarrollará la reelección de 2014.  

‘Es la reelección, estúpido’

Además de los problemas de imagen y de gestión, este año requerirá una buena dosis de manejo político por ser la antesala de la campaña presidencial. Para miembros del círculo cercano de Santos, es necesario hacer ajustes en el gabinete y equipo de trabajo de la Casa de Nariño. “El próximo año es de combate y de fricciones políticas y el presidente necesita escuderos que se la jueguen por su obra de gobierno y no por su propio futuro político” dice un asesor cercano al presidente. 

Por ahora tres grandes bloques políticos conforman el panorama político que se perfila: el santista, el uribista y de izquierda (Polo, Marcha Patriótica e independientes como Navarro). Frente a este escenario, la mejor opción de Santos es fortalecerse al interior de La U y jugársela a fondo con esta plataforma política. El presidente deberá arremangarse y definir una estrategia de micropolítica y de visita a las regiones que lo blinde frente a las pretensiones uribistas para 2014. No obstante, como gobernante en ejercicio, Santos arranca con la ventaja de ocupar el solio de Bolívar, de manejar la chequera del Estado y de controlar la agenda del Ejecutivo para marcar el debate nacional. 

En este año que comienza tanto la política de seguridad como la dinámica del proceso de paz en Cuba afectarán los cálculos políticos de la reelección presidencial. La oposición uribista ha concentrado en ambos aspectos el poder de su artillería contra el gobierno. El peor escenario para Santos sería una combinación entre el estancamiento de la mesa de conversaciones en Cuba y un recrudecimiento de las condiciones de seguridad en el territorio nacional. Esto no solo lo golpearía en las encuestas, debilitando sus perspectivas releccionistas, sino también fortalecería la alternativa encarnada por Álvaro Uribe. De levantarse de la mesa de La Habana, el gobierno sufriría un duro revés político que complicaría lo que hasta hoy se perfila como un camino despejado hacia la relección en 2014. 

Si gobierno y guerrilla obtienen notables avances en los puntos de la agenda, Santos empezará a asegurar tanto su?reelección como su lugar en la Historia. Pero esto no depende únicamente de los negociadores del Estado sino también de un cálculo político de las Farc. Si el presidente de la República consigue mover los engranajes de la mesa de conversaciones lo suficiente como para generar optimismo en los colombianos, no importarán las incoherencias en sus prioridades, las fallas de comunicación ni la falta de resultados. El propósito más importante de Santos en 2013, avanzar en la paz, se habrá cumplido y el referendo de su gestión en las elecciones presidenciales se hará alrededor de esa gran ilusión del país. Pero dado que no depende completamente del gobierno, el liderazgo presidencial debería enfocarse en concentrar su mensaje de gestión, mejorar su ejecución y preparar el escenario político de 2014.