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¡A cruzar los dedos!

La concesión de 61.000 avales por parte de los partidos políticos a sus candidatos se volvió muy riesgosa en estos tiempos de la para-política.

11 de agosto de 2007

Terminaron las carreras de los partidos para dar, negar, quitar y usurpar avales a candidatos que el próximo 28 de octubre esperan acceder al poder local. Los jefes de las colectividades empezaron a cruzar los dedos para que a ninguno de sus avalados les aparezca rabo de paja.

Llegar a este punto no fue nada fácil. Si bien en las sedes políticas este trabajo se repite cada cuatro años, las circunstancias de hoy, con el escándalo de la para-política en plena efervescencia, demandaron de los partidos y de los candidatos apelar a todo tipo de maniobras para curarse en salud y salvar el pellejo a la hora de las responsabilidades. Apelaron a los organismos de seguridad para consultar antecedentes, pidieron certificados de la Procuraduría, la Contraloría, y el DAS, y además hicieron firmar cartas de compromiso. En el del Partido Liberal César Gaviria ejerció su poder de veto.

Pero una cosa piensa el burro y otra el que lo enjalma. Pese a los esfuerzos, hay razones para encender las alarmas porque entre los 61.949 candidatos, unos cuantos tienen agendas distintas a la de ejercer el mandato democrático de sus votantes. Aún es temprano para establecer nombres y son los organismos de control, con la ayuda de las veedurías ciudadanas, los que tienen la tarea de cortarles el paso a los candidatos non sanctos. Sin embargo, de lo que pasó en las inscripciones es posible deducir que algo podría oler mal.

Al menos cuatro factores desestabilizadores se identificaron con claridad: la intimidación de grupos armados ilegales, el poder del capital privado que busca beneficios propios, la fuerza regional de los políticos encarcelados y la voracidad de pequeños partidos que se convirtieron en empresas electorales.

Basta conocer algunas de las historias que vivió el Partido Liberal, otrora mayoritario en las regiones, para encontrar ejemplos de los cuatro casos. En Magdalena, el candidato a la gobernación que se inscribiría con su aval renunció a su aspiración, según fuentes del partido, porque se sintió incapaz de soportar la presión paramilitar. Hoy ese partido no tiene candidato en este departamento.

Las empresas del chance son las más notorias a la hora de 'pescar' candidatos. Fue complicado para los liberales, por ejemplo, encarar a los postulantes a la Gobernación de Bolívar, que advirtieron sin recato que para poder aspirar era necesario contar con el apoyo de la empresaria del chance, Enilce López, conocida como la 'Gata', hoy detenida por enriquecimiento ilícito. Todos los que hablaron del tema quedaron excluidos. Y no sólo en el liberalismo. Luis Guillermo Giraldo, secretario general de La U, coincide en el poder que ejercerán los chanceros sobre los candidatos a las gobernaciones en varias regiones del país, todo porque depende de los gobernadores prorrogar los contratos de estas empresas.

El poder de los congresistas encarcelados quedó en evidencia en casos como el de Córdoba, donde no hay mucho que hacer para evitar que la fuerza política de Juan Manuel López Cabrales siga en el poder. La presidenta del directorio departamental encargada de proponerle al director nacional los candidatos para esa región es Arlet Casado de López, esposa del senador detenido. El candidato a la Alcaldía de Montería, por su parte, es de la corriente de Mario Salomón Náder, con quien los López tienen una disputa política pero comparten el poder por medio de coaliciones locales.

En cuanto al movimiento rapaz de pequeños partidos por tener un mayor número de candidatos, un caso que lo demuestra es la renuncia masiva de concejales del Partido Liberal. Más de 140 en los últimos meses. Se trató, en la mayoría de los casos, de una seducción político-monetaria de otros partidos que les propusieron a los líderes locales retirarse de las toldas rojas y pasarse a las propias, con el incentivo de pagarles el salario durante el período restante y hacer campaña con sus nuevas banderas.

Otro fenómeno para subrayar es el auge de las inscripciones a través de firmas. En principio, los movimientos de ciudadanos conformados para respaldar un candidato están pensados como un recurso alternativo para quienes no se sienten representados por los partidos y persiguen causas cívicas. Pero lo que se puede advertir en el balance de las inscripciones, en las que se registran 13.634 candidatos por firmas, es que este camino resultó ser un atajo a los controles de los partidos grandes, y la vía más segura para asegurar votos de todos lados, sin responsable a la vista.

Es el caso de Iván Ospina, uno de los candidatos más opcionados a la Alcaldía de Cali, quien se apartó del Polo Democrático Alternativo con el objetivo de sumar votos en otros sectores políticos y sociales que en un ambiente polarizado como el de la capital vallecaucana se podrían abstener de apoyarlo al verlo con la camiseta amarilla.

Pero las firmas también sirven como escondedero de candidatos a los que hay que ponerles el ojo. El consuegro de la 'Gata', Édgar Santos, aspira a la Alcaldía de Santa Marta por el movimiento 'Somos más que ellos'. También el candidato a la Gobernación de Cesar, Arturo Calderón Rivadeneira, ex secretario del gobernador Hernando Molina, hoy encarcelado por la para-política, se abstuvo de obtener el aval de Alas-Equipo Colombia, partido de sus jefes políticos, y se inscribió con firmas por el 'Movimiento independiente libres'. Esto sin contar con el apoyo público que el ex senador detenido Álvaro Araújo le expresó esta semana por la radio.

Se creció el enano, podrían decir los partidos políticos tradicionales. No hay departamento de Colombia en el que no esté disputando poder un partido minoritario y nuevo o bajo sospecha, como Apertura Liberal, Colombia Viva, Convergencia Ciudadana, Colombia Democrática, Opción Centro o la misma Alianza Social Indígena. En el escalafón de los partidos que más candidatos inscribieron, estos están en los primeros lugares. Sin estructuras nacionales, ni organización en las regiones, estos partidos entregaron avales en lo más recóndito del país. ¿Cómo controlaron el ingreso de los candidatos? ¿De dónde sacan los recursos para apoyarlos?

A estos partidos los buscaron miles de candidatos que no fueron recibidos en otras colectividades y que sin resignarse buscaron a como diera lugar un aval. Y también al contrario, estos partidos, que pretenden crecer electoralmente, buscaron ciudadanos que se le midieran a la gesta electoral sin importar la trayectoria política del avalado, ni sus intereses personales. "Estos partidos, con su bajo perfil, no tienen control de la opinión pública y pueden hacer cosas que otros partidos no harían", asegura Juan Fernando Londoño, consultor del Pnud para la reforma política. De los 61.949 candidatos, 13.413 tienen el respaldo de estas micro-empresas electorales.

El Polo Democrático Alternativo, por el contrario, dejó atrás un empaque pequeño. No sólo tiene candidatos a las gobernaciones de todos los departamentos del país, sino que inscribió candidatos propios a las alcaldías y los concejos de la mayoría de municipios. Aunque no es mayor la expectativa de triunfo, el Polo construirá en estas elecciones una red de cuadros en el nivel nacional que lo fortalece como partido político serio. No sucumbió a las coaliciones, sino privilegió a los militantes que se les midieron a sus convicciones.

En síntesis, quedó en evidencia en este proceso de avalar candidatos que lo que pesa en la dinámica electoral no es la ideología de los partidos, sino la rapiña política y la plata. Y que a las reglas que impuso la reforma política es fácil sacarles el cuerpo.

Y vendrán las sorpresas. En Córdoba, Petro podría ser gobernador, pero no Gustavo, el senador, sino su tío Álvaro, que después de una vida laureanista, es el candidato del Polo. En Atlántico, el viejo y cuestionado cacique José Name quizá sea derrotado por una mujer, la conservadora Marieta Morat, y la más esperada por todos: que Horacio Serpa gane por fin su boleto para gobernar en Santander. Ya sólo queda cruzar los dedos.