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ADIOS A LAS ARMAS

Después de 19 años de golpes publicitarios y de bandazos políticos, el M - 19 decide abandonar la guerra.

17 de abril de 1989

Todo era parecido a lo que ocurrió en Corinto en agosto de 1985, cuando el M-19 firmó el acuerdo de paz con el gobierno de Belisario Betancur. Las mismas banderas, la de Colombia y la del M-19, el mismo ambiente de fiesta, y la misma expectativa de paz. Sin embargo, esta vez había dos cosas diferentes. La más importante, que el M-19 no llevaba armas, y la segunda, que el Pizarro de Santo Domingo no era el mismo Pizarro de Corinto. Su nuevo look nada tenía que ver con el del guerrillero desafiante, herido y en traje de combate que hizo su entrada triunfal a Corinto. El que llegó a Santo Domingo, era un hombre manso, en buen estado físico y luciendo sombrero alón blanco, suéter blanco made in Usa y sin ninguna ostentación de poder.
A las 11 y 30 de la mañana, bajo un cielo encapotado y con amenazas de lluvia, el ministro de Gobierno, Raúl Orejuela Bueno, el Consejero para la Paz, Rafael Pardo Rueda, y el número uno del M-19, Carlos Pizarro Leon Gómez, se sentaron a manteles y en medio de los micrófonos y las cámaras de televisión, estamparon su firma en un documento, que venían discutiendo desde hace algunas semanas. Los 80 periodistas nacionales y extranjeros, el centenar de miembros del M-19 y los habitantes de las ocho casas de la vereda de Tacueyó, aplaudieron y lanzaron vivas a la paz. Los dos puntos principales del acuerdo hacen referencia a la desmovilización del M-19 y al itinerario político tendiente a la reincorporación a la vida civil del Movimiento. Con la firma de estos acuerdos parece cerrarse un capítulo de la historia del país que se remonta a casi dos décadas.
A finales de 1973 un grupo de 22 hombres y mujeres se reunió en una casa de la Sabana de Bogotá y decidió fundar un movimiento que recogía una vieja idea planteada en la misma noche del 19 de abril de 1970, en la propia casa del general Gustavo Rojas Pinilla: formar el brazo armado de la Anapo. El grupo, que se había organizado alrededor de una revista llamada Comuneros, estaba conformado por ex guerrilleros de las FARC, parlamentarios anapistas y ex militantes de otras organizaciones de izquierda, y se proponía conformar una organización guerrillera diferente a las existentes y tomarse la Anapo.
Una ingeniosa campaña publicitaria precedió el lanzamiento del grupo. Con ochenta mil pesos que reunió, durante ocho días, publicó avisos en el los principales periódicos del país, en los que decia "Ya llega el M-19", "Contra las plagas y los parásitos M-19", "¿Le falta energía? Ya viene M-19". Y el 17 de enero de 1974 se publicó el último aviso que decía:"Hoy aparece el M-19". Y ese día se robaron la espada de Bolívar. En una audaz operación asaltaron la Quinta de Bolívar, lanzaron una proclama bolivariana y dieron su primer gran golpe publicitario.
El manejo publicitario ha sido tal vez la principal característica del M-19. La invitación a periodistas a hablar con Jaime Bateman, los boletines de prensa, las interferencias de la televisión, y muchas de las acciones militares mostraban que detrás de todo esto tenía que haber un genio de la publicidad. Poco a poco todo este manejo se fue materializando y las simpatias hacia la organización y hacia su máximo dirigente, Jaime Bateman Cayón, hicieron que las encuestas se inclinaran a su favor.
Rápidamente Bateman se convirtió en un líder carismático que sabía robarse el show cada vez que hacia apariciones en público y que no dejaba pasar inadvertida su brillantez y su inteligencia. Su acento costeño, su swin caribeño, su audacia y sus grandes dotes de comunicador, le dieron al dirigente número uno del M-19 una dimensión que hacia que muchos pensaran que, guardadas las proporciones, ese podía ser algo así como el Fidel colombiano. Tanto que después de la muerte de Bateman, ninguno de sus compañeros ha podido dar la talla.
Durante el reinado de Bateman Cayón el M-19 tuvo tantos aciertos publicitarios como errores estratégicos. La audacia y el tino politico casi nunca fueron de la mano. El secuestro y posterior asesinato de José Raquel Mercado, aunque logró credibilidad en sectores del radicalismo sindical, le hizo perder respetabilidad y no pocas simpatías. El robo de las 5 mil armas del Cantón Norte, aunque le produjo muchos admiradores por su audacia y osadía, le costó prácticamente la desaparición de la organización y el encarcelamiento de la mayoría de sus hombres.
Tal vez la única acción en donde combinaron la efectividad publicitaria con la rentabilidad política, fue con la toma de la Embajada de la República Dominicana. No sólo lograron un despliegue internacional de proporciones jamás vistas por la guerrilla colombiana, sino que consiguieron reconquistar la opinión pública perdida. En medio de un show que terminó con un avión rumbo a La Habana, lograron no sólo buenos dividendos económicos sino políticos y la posibilidad de que el país discutiera sobre la salida de sus presos de la cárcel.
Fue allí donde a Bateman le surgió la idea de un gran diálogo nacional y éste, a la postre -después de la muerte de Bateman- se convertiría prácticamente en la muerte del M-19. Con la llegada del gobierno de Belisario Betancur, que recogió la bandera del diálogo nacional, se vislumbró la posibilidad de que el M-19 se transformara en una importante fuerza política. Sin embargo, el gobierno de Belisario Betancur, que se hizo interlocutor del M-19 con el propósito de asimilarlo al establecimiento, terminó convirtiéndose en su más implacable verdugo. Uno a uno de los principales dirigentes fueron cayendo y la suerte de la organización se vino a pique terminando en los trágicos acontecimientos del Palacio de Justicia.
Y mientras enterraban a sus muertos daban algunas patadas de ahogado. Una de ellas fue el secuestro de Camila Michelsen, y aun cuando consiguieron una buena cantidad de dinero, la cuota de sacrificio no fue poca. El genio de las finanzas del M-19 y su compañera también murieron. Y si en algún momento pensaron que con este golpe recuperarían popularidad, más que ganar imagen lo que lograron fue que Jaime Michelsen, el padre de la secuestrada, recuperara la suya.
Después del Palacio de Justicia, el M-19 desapareció como grupo guerrillero con perspectivas políticas. Había perdido sus hombres, su respaldo político y su oportunidad histórica. Su mosaico de muertos -Jaime Bateman, Alvaro Fayad, Iván Marino Ospina, "Boris", "La Chiqui", Carlos Toledo Plata, Andrés Almarales, Luis Otero, Alfonso Jacquin, Israel Santamaría-, hacía pensar que el M-19 debería tener gente buena para que después de muertos sus principales dirigentes pudiera seguir vivo. No es sino imaginar al Partido Liberal sin Galán, Samper, Durán, Santofimio Holmes Trujillo, Serpa, Guerra Serna y Name Terán, o al Partido Conservador sin Pastrana, Gómez, Leyva, Lloreda, Marín y Holguín Sardi.
Como el ave fénix, el M-19 resucitó de entre las cenizas del Palacio. En un golpe que dejaba la impresión de que no había perdido del todo la audacia operativa y su carácter efectista y publicitario, secuestró al ex candidato del Partido Conservador, Alvaro Gómez Hurtado. De nuevo logró poner por algunos días al país en jaque y obtuvo resultados políticos: que se abriera otra vez la posibilidad del diálogo.
En realidad, las últimas acciones del M-19 no eran más que fuegos artificiales. Se trataba de una organización que tenía más pasado que futuro y un precario presente. El M-19 no era ni la sombra de lo que habia sido en los tiempos de Bateman y tenía más historia que trascendencia. Sus hombres vivían más de las "glorias" del pasado que de su presencia real en el escenario político, y su única alternativa como organización guerrillera era el terrorismo porque ya la toma del poder era un imposible. En estas condiciones, y contra todos los pronósticos, el M-19 decidió optar por la fórmula de la sensatez. Comenzaron de nuevo las negociaciones con la Consejería para la Paz del gobierno de Barco y si bien no logró recuperar las simpatías perdidas ni el prestigio político, si consiguió algo de respetabilidad. Un M-19 diezmado y cansado de la guerra pero con un poco más de madurez política había conseguido después de todas sus locuras, ganarse otra vez un espacio como interlocutor del gobierno.
En esta situación, el ingreso de M-19 a la legalidad podría ser considerado como un episodio marginal ,insignificante en el proceso de paz . Sin embargo, su trascendencia real es enorme. De lo que suceda con el M-19 dependen en gran medida las posibilidades de que los otros grupos consideren fórmulas parecidas. Esta sería la primera vez, desde la época de la Violencia, que un grupo guerrillero se legaliza, pero todo depende de que los "doce apóstoles de Pizarro" sobrevivan a la guerra sucia. Si los hombres del M-19 no terminan como los de la Unión Patriótica asesinados a la vuelta de la esquina, se podrá cantar victoria. Hasta ahora, todo el proceso de paz se ha estancado principalmente por un problema: la guerra sucia. Si no hay garantía de la supervivencia de los ex guerrilleros pasados a la legalidad, no podrá avanzar ningún proceso de paz.
Pero las garantías no pueden venir de un solo lado. Teniendo en cuenta que la guerra sucia no es solamente el resultado de la campaña de exterminio de los grupos paramilitares contra militantes de la izquierda, sino que es además la consecuencia del doble juego de la guerrilla, el M-19 tiene que jugar limpio.
Los próximos 6 meses seran sin duda un periodo de definiciones y se tendrán como base de un experimento que comienza hoy con la firma de los acuerdos con el gobierno. Después de 19 años, el M-19 tendrá que quitar el segundo renglón de su lema "Con el pueblo, con las armas, al poder", para estrenar el de "Con el pueblo al poder"