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Desde pequeño el hijo era muy inteligente y muy avispado. Fue acólito. Antes de la primera comunión me lo atropelló un carro, y casi me lo mata…

Al paredón con María Isabel

Y ahora qué sigue: ¿la presidencia de Lucho?

Doña Eloísa Garzón, la madre del Alcalde, le responde a María Isabel Rueda.

3 de noviembre de 2007

M.I.R.: ¿Cómo han sido estos cuatro años de alcaldía de su hijo? ¿Difíciles, fáciles?
E.G.: Para mí no han sido difíciles.

M.I.R.: ¿Ningún motivo de angustia?
E.G.: Sí, cuando hubo esas manifestaciones de protesta callejera y dañaron unos locales cerca de aquí. Ese día sí me puse muy nerviosa.

M.I.R.: ¿Qué han pensado hacer madre e hijo con el descansito que les llega el primero de enero, cuando se posesione el nuevo alcalde? ¿Tal vez viajar un poco?
E.G.: No, a mí poco me gusta viajar. No sé él qué piensa hacer.

M.I.R.: ¿Usted ha salido de Colombia?
E.G.: No, nunca. Aquí en Colombia de ciudades conozco Cúcuta y Bucaramanga. No más.

M.I.R.: ¿Y el mar?
E.G.: Ah sí. Durante esta alcaldía conocí Cartagena, porque el hijo me insistió mucho. Pero a mí me da mucho susto el agua porque nací en Guatavita en el pueblo viejo. Cuando lo inundaron a mí me dio mucha tristeza.

M.I.R.: ¿Cuándo se vino a vivir a Bogotá?
E.G.: A los 14 años. Hoy tengo 79.

M.I.R.: ¿Por qué resolvió venirse del campo?
E.G.: Porque mi mamá me dejó viviendo con mis abuelos a los 2 años y yo me vine a buscarla. Ella tenía otros hijos pequeños y no podía ayudarme. Al poco tiempo me aburrí de vivir con ella. Trabajé en muchas casas de familia hasta que encontré una en la que me trataban bien. Quedé embarazada del hijo, pero su padre, que tenía talleres de carpintería, se perdió y nunca quiso responder.

M.I.R.: ¿Cómo era esa vida de los dos, cuando Lucho era pequeño y usted tenía que sostenerlo?
E.G.: Nunca tuve que bregar con él por el estudio. Era muy aplicado. En cuarto de primaria se ganó una beca en el Camilo Torres, terminó su bachillerato en el Carrasquilla,salió para la Libre, y de ahí se metió a su vida sindical en Ecopetrol, que era lo que le gustaba

M.I.R.: ¿Cuándo descubre todo ese potencial que tenía su hijo?
E.G.: Desde pequeño era muy inteligente. Estuvo de acólito, era muy avispado. Una vez me lo atropelló un carro, casi me lo mata. Tenía 8 añitos. Iba a hacer su Primera Comunión, y el día antes fue el accidente. Él no quiso que lo llevaran a la clínica sino a la casa. Le golpearon una pierna y le tumbaron un diente, y los compañeros iban a ayudarle a hacer las tareas para que no se atrasara.

M.I.R.: ¿Como madre soltera, criando un hijo sola, cuáles días recuerda de ese pasado como los más difíciles?
E.G.: Cuando él estaba en el sindicato. Lo amenazaban mucho. Y a mí me daba muchos nervios de pensar que le fuera a pasar algo.

M.I.R.: Con su experiencia, ¿qué mensaje les daría a todas esas mujeres colombianas que se han visto obligadas a criar solas a sus hijos?
E.G.: Que hay que salir adelante. No dejarse achantar. Yo ni siquiera me puse a buscar a otro hombre para que me apoyara porque no me respondió el padre de mi hijo. No. Él, además muy jovencito, salió a rebuscarse su vida. Fue caddie del Country Club y hasta maletero en el aeropuerto. Pero no le niego que hubo épocas en las que pasamos hambre.

M.I.R.: Las vueltas que da la vida… Cuando uno es madre de alcalde ¿se pone creído?
E.G.: (Risas). No, no, para nada.

M.I.R.: ¿Cambió mucho su vida con la alcaldía de su hijo?
E.G.: No, para nada. Él sigue siendo el mismo hijo. No ha sido como otras personas que se crecen, que porque tienen un cargo de esos son más que uno.

M.I.R.: ¿Y a usted no le lagartean?
E.G.: (Risas). Pues sí, me llaman por ahí que un puestico, que tal cosa. El hijo, a quien ha podido, le ha dado la mano, y ellos corresponden.

M.I.R.: ¿Cómo piensa que lo ha hecho Lucho?
E.G.: Muy bien. Es una persona muy humana, muy correcta en sus cosas porque lo que yo más le he inculcado en la vida es la honradez.

M.I.R.: ¿No le quitó la alcaldía mucho tiempo a la relación madre e hijo, que sé que es muy estrecha?
E.G.: No. como yo vivo con él, nos vemos mucho. Y él no ha cambiado nada conmigo. Sigue siendo el mismo buen hijo de siempre.

M.I.R.: ¿Desayunan juntos?
E.G.: A veces desayuna solo, porque madruga mucho: tiene muchos problemas.

M.I.R.: ¿Le pide consejos?
E.G.: Él me comenta sus problemas. Yo lo escucho con cuidado. Pero tiene una cabeza muy bien puesta en su sitio y no necesita mucho mis consejos.

M.I.R.: Lucho es separado, y tiene dos hijos. ¿Por qué cree que no se volvió a casar?
E.G.: No, en eso sí no me gusta meterme.

M.I.R.: ¿Quién quería que fuera el sucesor de Lucho en la alcaldía? ¿Cree que quedó en buenas manos con el triunfo de Samuel?
E.G.: Yo tenía un candidato favorito, pero no se lo digo. Es más: voté por dos candidatos que me gustaban mucho, pero no digo más.

M.I.R.: ¿Y ambos quedaron?
E.G.: No me pique la lengua, porque es para problemas.

M.I.R.: ¿Cómo le ha parecido Álvaro Uribe como presidente?
E.G.: No, ese señor a mí me parece una persona muy correcta en sus cosas. Y la señora de él es muy linda, muy querida. Pocas señoras como esa. De las señoras de los presidentes a la única que he conocido personalmente es a ella. Muy sencilla. Aunque no nos vemos mucho. Una de las veces fue cuando el hijo mandó a arreglar la iglesia de la Candelaria, fue muy querida conmigo.

M.I.R.: Elegido el sucesor de Lucho, todos suponemos que arranca su carrera hacia la Presidencia de la República. ¿Doña Eloísa se ve como madre del próximo presidente de Colombia?
E.G.: Mi amor, cómo le digo. Él termina muy bien su alcaldía. Ya eso a mí me deja muy satisfecha. Hizo cosas muy buenas como los comedores, los colegios, los niños lo quieren, los ancianos también… Pero lo de presidente yo no sé. Como que no creo. Eso es muy duro. Tampoco creí nunca que fueran a dejarlo ser alcalde. Máximo pensé que quedaba de tercero…

M.I.R.: Pero no sólo lo fue, sino que ahora puede llegar a ser presidente. ¿Cómo ve ese futuro de su hijo? ¿Con ilusión, con tranquilidad? ¿Le es indiferente?
E.G.: No mi amor. Yo no le pongo muchas bolas a eso. Ahí sí es como difícil opinar, porque la política da muchas vueltas. Él tiene mucha gente que lo estima y lo quiere, ha sido buen padre, buen hijo, y de mis enfermedades él se preocupa mucho.

M.I.R.: Pero yo la veo muy rozagante…
E.G.: Es que soy diabética y él se angustia cuando me enfermo. (Se le aguan los ojos…). Aunque yo tengo una niña aquí en la casa que se porta tan bien conmigo… que me acompaña y me cuida muchísimo. Es muy especial.

M.I.R.: ¿Qué hace usted durante el día? ¿Visita a su hijo en el Palacio Liévano? ¿O se queda viendo televisión y escuchado radio? ¿Le gustan los noticieros?
E.G.: No. Los médicos me recomendaron que no viera noticieros porque me atacan los nervios. No quiero saber que mataron, que atracaron… Pero definitivamente dejé de ver noticieros cuando hubo el paro de transportadores aquí en Bogotá. Me puse muy nerviosa. Y a la alcaldía, nunca voy. Muy pocas veces. Cuando se posesionó y cuando vino el profesor Moncayo. Y cuando el hijo organiza cosas en la Plaza de Bolívar los diciembres…

M.I.R.: ¿Qué siente cuando critican a su hijo? ¿Se pone brava?
E.G.: Eso es normal. La gente es así. Algo le inventan. Cuando subió Rojas Pinilla a la Presidencia, a pesar de todo lo que dijeron de él, fue muy bueno, le quitó mucha hambre a la gente. A mi mamá, que era una mujer supremamente pobre, pobrísima, él le mandaba mercados a las casa. Les daba vivienda a los pobres, era una persona muy excelente.

M.I.R.: En su vida, ¿cuál ha sido el día más triste y el más feliz, que usted recuerde?
E.G.: Yo no creía, como le decía, que lo iban a dejar ser alcalde, entonces el día de las elecciones estaba muy triste por mi hijo. Pero cuando ganó, fue el día más feliz. Pero seguía triste por lo que le esperaba en ese cargo. Yo no he sido una mujer así muy interesada en las cosas. Soy una persona muy sencilla. No soy muy preparada ni muy estudiada. Trabajaba en lo que me saliera. Hoy ya no trabajo, pero sigo siendo la misma.

M.I.R.: ¿Cuándo fue la última vez que lo regañó?
E.G.: No, él no se deja regañar. Él sabe lo que hace, por qué lo hace, por qué lo dice. Es muy estricto en sus cosas. Y le gusta mucho la gente que le corresponde.

M.I.R.: ¿Es muy amiguero?
E.G.: No. Tiene pocos amigos.

M.I.R.: ¿Es rumbero?
E.G.: Era. Pero desde que llegó a la alcaldía dejó la rumba. Se volvió 'zanahorio'.

M.I.R.: ¿Usted también ha sentido que la distancia de su hijo con el Polo se ha agrandado desde que llegó a la alcaldía?
E.G.: En eso del Polo yo no me meto. Lo que él dice está bien para mí. No me meto en sus cosas. Soy muy poco política. Por eso en principio yo no veo lo de la presidencia del hijo. Pero si Dios se la está guardando…