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¿ Y AHORA QUE ?

Mientras López descansaba en las Islas del Rosario y Betancur daba con el presidente Turbay los primeros pasos para el empalme, la semana política giraba en torno al artículo 120

5 de julio de 1982

La semana después de realizadas las elecciones presidenciales reinaba en el país una gran tranquilidad. Sólo se registró un exceso en medio de la civilización política que había rodeado las elecciones: un abaleo producido en la madrugada del lunes contra el periódico "La tarde liberal", de Bucaramanga, el cual había anticipado en titulares de primera plana la victoria de Alfonso López. De resto, la armonía reinó en general en todo el país y sólo en algunas poblacionés alejadas se notaba un exceso de felicidad por parte de los triunfadores una desmedida preocupación por parte de los derrotados.
Los candidato, entre tanto, comentaban una nueva etapa. Belisario realizó, al día siguiente de su victoria, un viaje imprevisto a la ciudad de Medellín, con el fin de visitar a un amigo gravemente enfermo: Horacio Ramírez Gaviria, uno de los primeros liberales belisaristas de la montaña. Muchos observadores le dieron a esta visita, como a una que realizaría posteriormente al Cardenal Aníbal Muñoz Duque, un carácter simbólico. En Medellín, el candidato triunfante fue recibido por el gobernador del departamento, Iván Duque Escobar, con honores militares. Durante su estadía en Medellín, Belisario hizo una visita en helicóptero, en compañía del gobernador, a la carretera al mar, uno de los puntos de su campaña y se reunió esa noche con el director de "El Colombiano". Juan Zuleta Ferrer, quien mucho había contribuido a su victoria en el departamento.

ENCUENTRO EN LAS ISLAS
López, por su parte, permaneció el lunes en Bogotá, poniendo en orden algunos papeles y conversando telefónicamente con varios amigos de todas partes del país, quienes le informaban de los últimos pormenores electorales. Al día siguiente se dirigió al aeropuerto, a las once de la mañana, en compañía de Juan Guillermo Ríos y Carlos Alberto Vallejo, con el fin de tomar un avión para Cartagena y seguir hacia las islas del Rosario donde descansaría unos días. El fin de semana se reunió allí con el Presidente Turbay y con el ministro de Gobierno, Jorge Mario Eastman, quienes se encontraban descansando en la isla del presidente.
Mientras tanto Betancur regresaba a Bogotá a comenzar a preparar el empalme con la administración anterior. El peso de ésta, sin embargo, parece que recaerá sobre la persona que se está revelando como el número dos del próximo gobierno, Augusto Ramírez Ocampo. Ya algunos observadores comparan la relación que tendrá éste con el presidente Betancur, con aquella que tiene el presidente de Francia con su primer ministro, quien es el responsable de la ejecución de todos los detalles de la administración, mientras Mitterrand se limita a dar las orientaciones generales y a tomar las decisiones finales.
Belisario ha querido reforzar, en sus primeros actos, su imagen de hombre sencillo y accesible. Aparece montándose en el Renault 4 de su hija, felicitando a las encargadas de servir los tintos en la sede de la campaña y caminando desprevenidamente por las calles de la capital. Hacia el fin de la semana realizó una visita al cardenal Muñoz Duque, quien en su juventud lo había expulsado del seminario de Yarumal por su falta de vocación. Y de allí se dirigió, a pie, al Palacio Presidencial.
El martes recibió una carta de felicitación del Presidente Turbay y, rompiendo las normas del protocolo, le respondió con una llamada telefónica que terminó en una invitación a Palacio. Belisario, quien no lo conocía, permaneció allí por cerca de cuatro horas. El Presidente lo paseó por la que será su futura residencia. Al pasar por la biblioteca Belisario observó un pequeño busto de Lenin colocado sobre una repisa, que al parecer, con algo de humor, piensa dejar en su sitio. A la salida del Palacio, Betancur manifestó estar admirado por la personalidad del Presidente.
Esa noche, Belisario se dirigió al teatro Colón a escuchar un concierto del cantante greco-francés Moustaki. Allí, como cualquier espectador, se instaló en la fila 11 de platea, para sorpresa de la directora de Colcultura quien desde el Palco de Honor lo descubrió por azar. En el intermedio, bebiéndose un whisky, reveló a periodistas de SEMANA que pronto visitaría las más apartadas zonas fronterizas del país.
Mientras todo esto sucedía, en los entretelones de los partidos comenzaba a desarrollarse un forcejeo político entre sus distintas fracciones. Por el lado conservador se iniciaba la pugna por la designatura. Al parecer, los dos candidatos que aspiran a esta posición son Alvaro Gómez y J. Emilio Valderrama. Sin embargo, en medios allegados al belisarismo puro se consideraba de mucho peso el nombre de Augusto Ramírez Ocampo.

UNA CASTIDAD INCOMODA
En las toldas liberales, el movimiento giraba alrededor de la interpretación del artículo 120 de la Constitución y de la consiguiente participación en el próximo gobierno. En cuanto a este punto, ha habido dos interpretaciones. Una, llamada de la línea dura, según la cual la "participación adecuada y equitativa" debe tomar como punto de referencia el resultado de las elecciones parlamentarias. Son partidarios de esta tesis, entre otros, los lopistas Alvaro Uribe Rueda, César Pérez y William Jaramillo Gómez, quienes sostienen que Belisario tiene que dar siete ministerios al liberalismo. La otra, considera que el artículo 120 es de libre interpretación del Presidente y que en un régimen como el nuestro, debe primar el resultado de las elecciones presidenciales. No arrojó mucha luz al respecto la bien recibida declaración de Betancur a su salida del Palacio, en el sentido de que interpretaría el artículo 120 de acuerdo con el partido liberal. La mayoría de las especulaciones de la clase política, en todo caso, giraban alrededor de la posición que cada una de las corrientes liberales adoptaría frente a este punto. Las primeras definiciones parecian surgir de las cartas que habian enviado a Betancur, López, Lleras y Galán con motivo de su victoria.
La de López, en cierta forma ambigua, parecia dejar abierta la posibilidad de que este deslindara su posición personal de la que su partido adoptara oficialmente en la junta de parlamentarios. Las de Lleras y Galán llamaron la atención por sus contenidos opuestos, dada la total simbiosis que parecía haber entre los dos hasta el día anterior. Contrastaba la forma categórica con que Galán manifestaba que no participaría en la administración, con la temprana adhesión y disposición a colaborar del expresidente. Para nadie es un secreto que Lleras Restrepo aspira a tener sólidas posiciones en el próximo cuatrienio y que considera de suma importancia tener un amigo político cercano en el Minísterio de Gobierno. Le irrita, sin embargo--y se trata de una irritación casi paternal -la precipitación con que Galán declaró su voluntad de abstinencia burocrática. Piensa, y en ello está de acuerdo su amigo Hernando Agudelo Villa, que estas actitudes están dictadas por la simple inexperiencia política. Pero en relación con el 120, los entendidos le adjudicaban igual peso que a cualquiera de estas declaraciones oficiales, a las sonrisas con que Turbay y Betancur aparecieron en las fotografías con las cuales los diarios registraron su diálogo del jueves.
Pero no sólo los generales estaban en la discución. Independientemente de ellos, los coroneles se reunian a discutir, en diversos recintos, el mismo problema. En un reservado de "La Reserve", el mismo jueves, Anibal Martínez Zuleta. Gustavo Dájer Chadid, Alberto Santofimio Botero y Bernardo Guerra Serna, se sentaban a manteles a intercambiar ideas sobre el futuro del partido y sobre la posición que debería adoptar la Junta de Parlamentarios anunciada por López. Trascendió que Santofimio no descartaba la posibilidad de un entendimiento con Galán.
Lo cierto es que todos estos almuerzos, incluyendo los de los miércoles en la casa de Ivon Nichols, que se reanu dan esta semana, es que el remezón producido por las elecciones del pasado 30 de mayo parece haber remozado el bipartidismo en Colombia. La agitación y el vigor con que se discute en torno a sus resultados asi lo están indicando.