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Ajuste de cuentas

La guerra entre narcos en el Valle hace que Cali se parezca cada vez más a Medellin.

15 de abril de 1991

Eran ]as 2:30 de la tarde del pasado lunes cuando dos vehículos irrumpieron en la avenida Roosevelt, una de las principales vías de Cali. En el primero, un Mazda 929, viajaban cuatro personas que trataban de huir de la persecución de un campero Trooper, ocupado por cuatro mujeres que disparaban sus metralletas indiscriminadamente. Diez cuadras adelante el campero igualó al Mazda y una de las mujeres lanzó una granada al interior del pequeño automóvil que en cuestión de segundos se convirtió en chatarra. Tres de los ocupantes murieron. Los otros tres fueron recogidos por dos hombres que se movilizaban en un Monza. Sus cuerpos sin vida aparecieron al otro día en un paraje en las afueras de Cali.
Era la tercera masacre que ocurría en la capital del Valle en menos de una semana. Una ola de violencia que nunca antes se había vivido, pues al contrario de Medellín, Cali ha sido una de las pocas ciudades del país donde la cultura de la muerte no había logrado penetrar. Los problemas de orden público se limitaban a las acciones de la guerrilla. Entonces lo que ha ocurrido en las últimas tres semanas es harina de otro costal. Con un ingrediente: en las tres masacres de la semana pasada fueron asesinados tres integrantes de la familia Zúñiga. El primero de ellos murió en la matanza que ocurrió en la fuente de soda Melodías, localizada en el barrio residencial Colseguros, cuando un grupo de hombres penetró al establecimiento y dio muerte a siete personas que departían en una de las mesas. Entre los muertos figuraba Gustavo Zúñiga Montaño, jefe de la sección de automotores de la firma Agroinversiones La Cumbre. Un día después fue asesinado su primo hermano César Tulio Zúñiga, en momentos en que salía de un establecimientio del centro de Cali.
Y dos días después Carlos Alberto Zúñiga, hermano de Gustavo, caía asesinado en la avenida Roosevelt, segundos después de que la granada lanzada al interior del vehículo en que se movilizaba estallara.
Según investigaciones adelantadas por la Policía metropolitana del Valle, la muerte de los Zúñiga no corresponden a casos aislados ni tienen que ver con delincuencia común. Las investigaciones determinaron que estas muertes tienen nombre propio: venganza entre grupos de narcotraficantes. Los Zúñiga, de acuerdo con declaraciones dadas a SEMANA por el director de la Policía Metropolitana del Valle, coronel Rodrigo Millán, eran narcotraficantes que amparaban su negocio en una compra venta de autos. Esas mismas investigaciones de la Policía señalan que el enfrentamiento de los Zúñiga con otro grupo de narcos y que desencadenó la ola de violencia en Cali, se originó por un tumbe que hicieron los Zúñiga en un negocio de droga enviada a los Estados Unidos.
Según las autoridades, los Rodríguez nada tienen que ver con esta guerra que se desató entre dos grupos de narcotraficantes. Por el contrario, ello han desaprobado este tipo de violencia que hoy azota a la capital del Valle.
Y en ese desbocado exterminio, ss han presentado masacres que a primera vista parecen hechos aislados, pero que después de las investigaciones realizadas por los cuerpos de contrainteligencia tienen el mismo sello. Es el caso de la masacre del barrio La Cascada, uno de los sectores residenciales del sur de Cali, ocurrida el sábado 2 de marzo. Ese día un grupo de jóvenes universitarios se encontraba en el jardín de la casa del ex concejal Jaime Cuéllar organizando la fiesta de 15 años de la hija del político, cuando aparecieron cuatro hombres en un Renault 18 que se ubicaron a unos 50 metros de la casa. Luego, un hombre gordo, de unos 50 años y canoso, descendió del vehículo y sin mediar palabra disparó contra los jóvenes dando muerte a cinco de ellos. Posteriormente, a una cuadra de la primera matanza, el mismo hombre asesinó a un vendedor de perros, y dos cuadras más adelante hirió a un celador. Aparentemente las autoridades no encontraron conexión alguna entre esta matanza y las otras ocurridas en las dos últimas semanas. Sin embargo, las investigaciones adelantadas establecieron que a una cuadra de donde ocurrió este crimen, vivía uno de los parientes de la banda que se encuentra enfrentada a los Zúñiga. Lo que ocurrió fue que los sicarios se equivocaron de dirección.
Por el momento, las autoridades tienen la pieza principal del rompecabezas que les permitirá aclarar quiénes fueron los encargados de realizar las matanzas. La semana pasada fue detenido un hombre, reconocido por varios testigos, de ser el autor del asesinato de los estudiantes en el barrio La Cascada.
Los organismos de inteligencia comprobaron que se trata de uno de los guardaespaldas de los Zúñiga que se salvó de la masacre de Melodías. El será la clave de una investigación que por lo pronto arroja las primeras luces y descarta de plano que en esta ola de crímenes haya manos del cartel de Medellín como se llegó a pensar.-