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Acuerdo humanitario

¿Al fin qué?

El tire y afloje de comunicados sobre intercambio humanitario deja, por ahora, más preguntas que respuestas y más incertidumbre que tranquilidad.

7 de octubre de 2006

En los primeros 60 días que van del segundo gobierno de Álvaro Uribe, se han escuchado tantas posturas frente a la paz, el acuerdo humanitario y las Farc, que el desconcierto se volvió a colar en la cotidianidad de los colombianos. ¿El Presidente va a despejar? ¿Cambió de política? ¿Van a salir los secuestrados? ¿Esos tipos sí van a cumplir? son las preguntas que se oyen en todos lados.

Y es entendible. Después de la experiencia del Caguán que dejó la imagen de una mesa de dialogo estática, es difícil pensar en un escenario que supere las frustraciones acumuladas.

Uribe se ha reservado en el tema de la paz, a pesar de que es su mayor anhelo para el segundo cuatrienio. Los conceptos sobre el conflicto y su solución esgrimidos en su primer mandato se construyeron sobre los errores achacados a Andrés Pastrana. Sobre eso solidificó su popularidad. Ahora sabe que la paz, a pesar de que suena como un sonsonete sin significado, será un rasero clave para calificar su gestión de ocho años.

La exploración de ese camino lo llevó a Álvaro Leyva. Durante la campaña a la Presidencia, los dos habían sostenido un duro intercambio de adjetivos que los puso en orillas contrarias. Leyva montó su candidatura sobre la base de tener 'la llave' de la paz y cuestionar las políticas de Uribe. Pero después de que el ex ministro se retiró de la contienda, pronto apareció el punto que lograría encontrarlos. El 4 de agosto se vieron cara a cara.

Uribe recibió a Leyva en su despacho. El Presidente le preguntó si era capaz de superar las diferencias y acudir al pragmatismo para avanzar en la paz. El ex ministro le respondió que estaba dispuesto a ayudarle y poco a poco abonaron el escenario que hoy los mantiene cerca.

En los días siguientes llegaron a conclusiones sobre el álgido tema del despeje de Pradera y Florida. No había más opciones que desmilitarizar los dos municipios. Sin embargo, se debía preparar el procedimiento, no sólo para anunciarlo al país, sino para obtener una fórmula eficaz, con reglas claras, que le permitiera a Uribe mantener a salvo la seguridad democrática y evitar el desgaste de dar un paso en falso con una respuesta negativa de las Farc.

Poco después volvieron a conversar. El Presidente autorizó a Leyva a reunirse con los militares. Y esa misma noche, en el Ministerio de Defensa, se encontraron los generales Mario Montoya y Freddy Padilla de León; el ministro del Interior, Carlos Holguín, y el de Defensa, Juan Manuel Santos. Tras horas de discusiones, se decidió que a la mañana siguiente Leyva daría una rueda de prensa en la que le abriría el camino al Presidente para hacer el anuncio. Pero a las 5 y 30 de la mañana, el comisionado de Paz Luis Carlos Restrepo llamó a Leyva para informarle que no se podía hablar de despeje, y que además debía persistir en el cese de hostilidades previo. La posición del gobierno cambió.

Pasaron así dos semanas, pero el tema siguió avanzando entre Uribe y Leyva. El Presidente retomó el camino a la semana siguiente. En la asamblea anual de Fenalco, Uribe soltó el primer comunicado. Habló de acordar "las condiciones propicias" para una zona de encuentro que facilite hablar de acuerdo humanitario y de paz.

¿Qué son condiciones propicias? Definir el concepto fue la tarea que quedó en manos de Leyva, partiendo de que el área para los encuentros debe responder a varios principios, unos irrenunciables para el gobierno y otros para las Farc. Leyva mencionó a Pradera y Florida, pero nadie en el gobierno ratificó oficialmente esta versión. Todo parecía parte de un libreto en el que el Presidente lanzaba una carnada y Leyva la sazonaba. Es decir, Leyva asume el costo de decir lo que para Uribe es indecible y a partir de ahí se construyen por debajo de lo público, esas condiciones propicias.

Pero la salida del Ministro de Defensa que negó rotundamente la posibilidad de un despeje hizo retroceder el proceso. Santos parecía cumplir con su parte de libreto, pero sus palabras sorprendieron al mismo Leyva. La controversia tomó su curso. Fueron y vinieron interpretaciones. El Presidente les envió a todos sus ministros el texto del comunicado, con la orden perentoria de no hablar del tema en términos distintos a los incluidos allí.

Las Farc respondieron. En una entrevista desde las selvas del sur del país, 'Raúl Reyes' se mostró proclive a la movida del gobierno, pero mantuvo la actitud de hasta ver, no creer. El gobierno tomó las palabras de Reyes con optimismo y se reunió de nuevo con Leyva y con Carlos Lozano, el dirigente del Partido Comunista y director del semanario Voz, que también participó de las gestiones. Sin duda hubo avances. El gobierno habló de asuntos concretos, sobre la base de que sabía que las Farc no aceptan condiciones previas de cese de hostilidades, de que 'zona de encuentro' significa Pradera y Florida y de que una cosa es el intercambio y otra la paz.

El 2 de octubre apareció una carta de las Farc a los tres poderes en la que insistía en que están listas para el intercambio y enumeraba un listado de temas que, según ellas, será necesario abordar en caso de darse un diálogo de paz, incluida la realización de una Asamblea Nacional Constituyente y enseguida suelta una retahíla de condiciones y exigencias al gobierno. El gobierno respondió con un comunicado con el que endureció su posición, aunque metió la zanahoria de que una Asamblea Constituyente podría ser el punto final del proceso.

Así, la agenda no sólo quedaba limitada al acuerdo humanitario. La alusión a la Constituyente implica una asociación con conversaciones de paz que nadie tiene en mente por ahora. La incertidumbre aumentó, pues a la gente todo se le revolvió.¿En qué quedaban las conversaciones avanzadas en la Casa de Nariño con los facilitadotes en las que incluso se habló de asuntos de logística muy avanzados, como el del traslado de los voceros de las Farc a la zona para tratar el intercambio humanitario? ¿Por qué incluir en la agenda el cese de hostilidades, que se relaciona más con temas de negociaciones de paz?

Algunos creen que las cosas siguen por buen rumbo y que se trata sólo de mantener en público las posturas tradicionales del gobierno, mientras por debajo se acuerdan las condiciones reales que permitan llegar al momento del despeje con el panorama despejado. Pero otros creen que el Presidente tiene presiones de algún tipo que no lo dejan lanzarse al despeje o que dentro del gobierno aún no hay consenso. La posición del gobierno no es clara, y el Presidente lanza ideas sueltas en cada nueva entrevista. ¿Está acudiendo, en forma deliberada, a sofismas?

El capital político con el que Uribe puede intentar la paz es alto, pero también es alto el precio a pagar si no actúa con seriedad en el tema. Álvaro Leyva, por su parte, también apuesta alto. Su mejor patrimonio es abrirle puertas a la paz y por eso no pareciera estar gastando pólvora en gallinazos. Dejar a los colombianos montados en una falsa expectativa no parece ser el mejor de los escenarios para nadie. Pero la receta para avanzar no es evidente. ¿Hay que separar la idea del acuerdo humanitario de la de conversaciones de paz? ¿Se puede hacer el acuerdo sin incluir a Simón Trinidad y a Sonia, que ya no están en manos del Estado colombiano? Son preguntas difíciles. Como lo sería cualquier negociación. Lo cierto es que el optimismo, por ahora, está bloqueado por la falta de claridad.