Home

Nación

Artículo

Esta semana, el alto representante de Comercio, Ron Kirk, anunciará qué debe hacer Colombia para que el Tratado de Libre Comercio sea aprobado por el Congreso norteamericano. Pedirán una mayor protección a los derechos sindicales, investigar los asesinatos de sindicalistas y una reforma a las leyes que permiten la formación de cooperativas.

COMERCIO EXTERIOR

¿Al fin?

Este miércoles, por primera vez desde que se firmó el TLC con Estados Unidos, el gobierno de Barack Obama dirá qué debe hacer Colombia para que el Congreso en Washington apruebe el tratado.

5 de marzo de 2011

El pasado 17 de diciembre, Robert Gibbs, entonces portavoz del presidente norteamericano Barack Obama, le echó un baldado de agua fría al TLC suscrito hace más de cuatro años por Colombia y Estados Unidos, al afirmar que "en los próximos meses" su jefe no iba a someterlo a consideración "ni de la Cámara de Representantes ni del Senado". Pero ahora, diez semanas después, la realidad se ha encargado de taparle la boca: todo indica que el tratado, que yacía moribundo en un cajón de la Casa Blanca desde cuando fue firmado, el 22 de noviembre de 2006, resucitará de verdad el miércoles de esta semana.

Ese día, por primera vez, el gobierno de Estados Unidos, por boca de Ron Kirk, alto representante de Comercio (Ustr, por su sigla en inglés), anunciará qué debe hacer Colombia para que la Casa Blanca le envíe el TLC al Congreso. La comparecencia de Kirk se producirá en una audiencia del Comité de Finanzas del Senado, presidido por el demócrata Max Baucus, partidario del acuerdo y quien acaba de estar en Bogotá. Se cree que entre las cosas que Kirk va a solicitarle a Colombia están una mayor protección a los derechos sindicales, una investigación más eficaz a los asesinatos de sindicalistas y una reforma a las leyes que permiten la formación de cooperativas, pues según Estados Unidos favorecen a los empresarios pero perjudican a los trabajadores.

Ninguna de esas exigencias es nueva. El gobierno de Obama hablaba de ellas un día sí y otro también, porque se las había oído a las centrales obreras gringas, encabezadas por la AFL-CIO, que constituyen un apoyo electoral y financiero al partido del presidente norteamericano. Lo raro es que Kirk se haya atrevido a fijar una fecha para anunciarlas y para establecer un cronograma, cuando el propio Gibbs se la pasaba argumentando que el TLC no contaba con los votos suficientes en el Congreso. ¿Qué pasó para que Obama cambiara de opinión entre diciembre y marzo?

Hay varias razones. La primera de ellas tiene que ver con los comicios legislativos de noviembre, cuando la oposición republicana recobró la mayoría de los 435 escaños de la Cámara. Eso implicó no solo el retorno de los partidarios del libre comercio a la Cámara, sino la elección como presidente del organismo de John Boehner en reemplazo de Nancy Pelosi, a quien los republicanos le están cobrando su oposición al TLC. Otra razón es el cambio de tono que el presidente Juan Manuel Santos le ha impuesto al diálogo con Washington. De las declaraciones altisonantes de Álvaro Uribe, que a muchos demócratas, a los sindicatos y a las ONG gringas les caían como una patada en el estómago, se ha pasado a una conversación tolerante y sosegada.

Pero hay un motivo adicional por el que Obama se ha visto forzado a cambiar y es que todo el mundo en Washington, aun miembros destacados de su gabinete, le pide a gritos que por razones económicas haga aprobar el TLC en lo que queda del año. La semana pasada lo hicieron la secretaria de Estado, Hillary Clinton, y el secretario del Tesoro, Timothy Geithner. El miércoles, el turno fue para 67 republicanos de la Cámara, entre los que se incluyen los mismos miembros del Tea Party recientemente elegidos, que, según Gibbs, no querían el TLC. Como si fuera poco, también se conoció una carta de seis antiguos Ustr a Obama en la que advierten que las exportaciones agrícolas norteamericanas han caído un 48 por ciento anual desde 2008, debido a la reticencia de la Casa Blanca a respaldar el tratado, lo que perjudica a los trabajadores estadounidenses.

En resumen, a Obama lo tienen loco con el tema, que se ha vuelto reiterativo en la política interna de Estados Unidos. Ya se le acabaron las excusas. A él le corresponde dar el paso este 9 de marzo cuando Kirk pise el Congreso. Fiel a su estilo, es probable que a última hora resuelva subirse al bus del TLC y que, cuando venga a la Cumbre de las Américas en Cartagena el año entrante, no llegue con las manos vacías.