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ALERTA ROJA

La fuga de los dos cabecillas del Jega y de un terrorista del cartel de Medellín dispara las alarmas <BR>de las autoridades y pone en peligro la vida de varias personalidades.

8 de febrero de 1999

A finales de noviembre del año pasado Hugo Antonio Toro Restrepo, conocido como
'Bochica', hizo que Leonel Fernando Castillo Gacha, otro recluso del pabellón de máxima seguridad de La
Picota que por sus funciones de ordenanza podía hacer gestiones fuera de la cárcel, intentara pasar por la
guardia una inmensa caja de cartón repleta de papel picado. Cuando se disponía a salir de la prisión uno de
los guardias le ordenó abrir la caja pensando que quizás en el interior de la misma se encontraba algún
recluso camuflado.
El experimento dejó satisfecho a 'Bochica', máximo jefe del grupo terrorista Jega, quien es considerado por
el director de la Policía, general Rosso José Serrano, como "uno de los hombres más peligrosos del país".
La treta le sirvió para confirmar sus impresiones en el sentido de que las únicas cajas que no eran revisadas
por los guardianes eran las de la basura.
El 31 de diciembre a las 10 y 45 minutos de la mañana 'Bochica' pudo comprobar en carne propia que no
estaba equivocado. En ese día, junto con Freddy Llanos Moncayo, también miembro del Jega, y Luis
Fernando Acosta Mejía, integrante del cartel de Medellín, salió por la puerta principal del penal luego de pasar
por el frente de seis puestos de control y de por lo menos 50 custodios. Los tres se escondieron en
supuestas bolsas de basura.
La persona que se encargó de sacarlo de la cárcel fue la misma que semanas atrás había servido para que
'Bochica' comprobara su teoría. Leonel Fernando Castillo Gacha es un preso que estaba a punto de salir de
la cárcel por pena cumplida. Debido a ello las directivas del centro penitenciario le habían designado
funciones de ordenanza, es decir, mandadero de los demás reclusos. Por cada día de trabajo Castillo recibía
otro tanto de rebaja de su pena. Había llegado trasladado a La Picota en 1994 y estaba condenado a 12
años de prisión por homicidio.
El ordenanza confesó a las autoridades que 'Bochica' le había ofrecido 300 millones de pesos por la fuga.
No obstante, otros compañeros de prisión dijeron a SEMANA que todo lo hizo por miedo a una posible
represalia del máximo jefe del Jega. Esta versión no es del todo descabellada si se tiene en cuenta que
'Bochica' se ganó en la cárcel el remoquete de 'duro', que en el lenguaje de los reclusos quiere decir cruel,
sanguinario y despiadado.
Las pruebas que lo demuestran son abundantes. En una ocasión sentenció a muerte a un guardián que se
atrevió a revisar con sumo cuidado sus pertenencias. La respuesta del jefe guerrillero no se hizo esperar: "Si
en las próximas 72 horas usted aparece muerto quiero que sepa que fui yo. Firmado, Bochica".
Esa fue la sentencia de muerte que le hizo llegar por escrito al carcelero. Al día siguiente del mensaje el
guardia fue asesinado. Obviamente las autoridades responsabilizan del crimen al comandante del Jega y por
esa razón está siendo invesTigado, sindicado de asesinato.

Año nuevo, vida nueva
¿Cómo hizo 'Bochica' para fugarse de La Picota? Sin duda en la huida del jefe terrorista se conjugaron dos
elementos que hicieron que la fuga se cristalizara. El primero tiene que ver con el relajamiento de una parte de
guardia que estaba invadida por el espíritu navideño y la llegada del año nuevo. Y el otro factor fue la
corrupción. Las investigaciones de la Policía, la Fiscalía y la Procuraduría General apuntan hacia esa
dirección. "Una fuga de estas sólo se puede hacer con muchos millones", dijo a SEMANA una fuente de la
Fiscalía.
Pero también se sumó un descuido por parte de las autoridades encargadas de garantizar la seguridad en
las prisiones, en este caso las directivas del Inpec y de la propia cárcel. Los expertos se preguntan cómo es
posible que reclusos de tanta peligrosidad se encuentren en el mismo pabellón, en este caso Toro y
Llanos. "Eso es juntar el hambre con las ganas de comer", sostuvo un oficial de la Policía.
Llama la atención el hecho de que el traslado de Llanos Moncayo a La Picota haya sido autorizado por el
Inpec sin contar con el visto bueno de la Fiscalía General, que es la entidad facultada para ello. Por otra
parte, definir el traslado y reubicación de los reclusos no es una tarea fácil. La actual directora del Inpec,
Eugenia Aguilar, afirmó que el traslado de un recluso no es una decisión arbitraria sino que es sometida
a un detallado análisis en el cual priman las condiciones objetivas. "La situación es bien complicada
porque si ponemos a los enemigos en el mismo pabellón, se matan, y si ponemos a los amigos, entonces se
fugan", dijo Aguilar a SEMANA.
La fuga de los jefes del Jega, además, había sido advertida por varias personas. El 23 de diciembre el general
Serrano mandó a llamar al coronel José Antonio Montaña, director de La Picota, para ponerlo al tanto de
los peligros que se corrían al ordenar el traslado de Llanos a Bogotá. La entrevista se realizó a las 4 de la
tarde en el despacho del subdirector de la Policía, general Ernesto Gilibert. "Llanos no puede estar en La
Picota. Hay que trasladarlo de inmediato a otra cárcel", le dijo Serrano a Montaña.
Sin embargo las órdenes del alto oficial no fueron cumplidas por cuestiones de trámite más que de mala
voluntad. El coronel Montaña hizo la solicitud por la vía ordinaria, es decir mediante la llamada Junta de
Traslados, la cual, por motivos navideños, no podía reunirse en la víspera de la Nochebuena. "Es mejor dejar
eso para el año entrante", fue la respuesta que recibió.
Fuentes consultadas por SEMANA, allegadas al centro penitenciario, dijeron que la fuga había sido manejada
por Llanos, quien se encargó de realizar un monitoreo de las cámaras que controlan las celdas. Al poco
tiempo de estar en La Picota Llanos tomó el control de la señal de la cámara externa del penal y la instaló en
su televisor de manera que sabía exactamente todo lo que estaba pasando afuera y en la guardia de la cárcel.

Peligro inminente
Ante la fuga de Toro, Llanos y Acosta, las autoridades se declararon en estado de máxima alerta. Y no es
para menos. La calidad de los reos evadidos hace pensar que no sólo se puede producir la reactivación del
Jega, sino que esta vez el comportamiento del grupo subversivo sería mucho más terrorista, puesto que
Acosta era la persona que se encargaba de activar los carros bomba en Bogotá en la época narcoterrorista del
cartel de Medellín. Al parecer cumplirá las mismas funciones, pero esta vez al servicio del Jega, según voceros
de los organismos de seguridad.
De acuerdo con las investigaciones, el hecho de que 'Bochica' mantenga su propósito de fortalecer el Jega
hace pensar que sigue vigente la posibilidad de iniciar acciones contra blancos establecidos de manera
previa.
Entre estos posibles objetivos se encuentran el ex presidente Ernesto Samper, quien había sido amenazado
de muerte por el propio Toro; el senador Rodrigo Rivera, debido a su gran representatividad política en
Risaralda; el ex gobernador de Antioquia Alvaro Uribe Vélez, quien haría parte de una lista de secuestrables
del Jega; el representante Heine Mogollón, por su defensa de Samper, y el ex candidato Horacio Serpa,
también por ser defensor de Samper.
Otras personalidades que estarían en la mira del grupo terrorista serían el ex presidente César Gaviria y varios
miembros de su familia, el senador Víctor Renán Barco, a quien ellos acusan de malversación de recursos
asignados al Eje Cafetero y de apoyo de grupos de justicia privada en La Dorada. También habrían declarado
objetivos militares a los abogados de Samper, Antonio José Cancino y Luis Guillermo Nieto. Como se
recuerda, el primero de ellos sufrió un atentado en Bogotá, al parecer por parte de militantes del Jega. El
hecho lo obligó a desistir de la defensa de Samper.
Los organismos de seguridad consideran que es probable que en los próximos meses se presente un
reagrupamiento de los principales cabecillas del Jega, incluyendo a varios de ellos que se encuentran en
Cuba, país al que se dirigieron el 12 de junio de 1996 luego de la liberación de Juan Carlos Gaviria, hermano
del ex presidente, quien permaneció 70 días en manos de esa organización.
Según los informes de inteligencia de las autoridades, luego de la fuga de Toro y Llanos toma fuerza la
posibilidad de que el Jega realice acciones terroristas de impacto a mediano plazo que les signifique
vigencia, publicidad y capacidad militar. Es probable que los líderes del Jega establezcan alianzas estratégicas
con las organizaciones subversivas, entre ellas el ELN, las Farc, el Jaime Bateman y la disidencia del
EPL.
De acuerdo con las investigaciones, una vez reorganizado el Jega sus miembros pondrían en ejecución un
plan de secuestro de mucha importancia en el país, dirigido a representantes de la clase política. Ello con
el fin de convencer al gobierno de Andrés Pastrana de que les otorgue reconocimiento político y su
presencia en las mesas de negociación.
Pero lo sucedido en La Picota no es más que el reflejo de la situación que están viviendo más de un centenar
de penitenciarías del país. En la cárcel de máxima seguridad de Palmira, por ejemplo, en los últimos meses
han sido asesinados un capo del narcotráfico mientras jugaba un partido de fútbol y una menor de edad que
fue estrangulada, al parecer, en la celda de un recluso. Lo mismo sucede en otras prisiones, donde a diario
se trafica con armas y drogas sin que las autoridades puedan hacer nada. En buena medida ello se debe a
que los estudios y proyectos que han sido recomendados por los expertos la mayoría de las veces
terminan archivados sin que sean puestos en marcha (ver recuadro).
Lo más preocupante, sin embargo, es la falta de una política gubernamental en cabeza del Ministerio de
Justicia que permita augurar que el futuro de las cárceles del país no va a ser más oscuro que el
presente. La situación se complica y las medidas drásticas y urgentes brillan por su ausencia. El gobierno
insiste en los paños de agua tibia cuando lo que se requiere es una transfusión sanguínea.

Las recomendaciones de Estados Unidos
Un grupo de expertos norteamericanos, que había sido contratado por el gobierno de Colombia en 1995,
presentó un informe sobre el estado de los pabellones de máxima seguridad del país, incluyendo el de La
Picota, de donde se fugaron el pasado 31 de diciembre los jefes del Jega y un miembro del cartel de
Medellín.
Aunque algunas de las recomendaciones de los expertos fueron tenidas en cuenta, lo cierto es que la
mayoría de ellas quedaron en el tintero sin que fueran ejecutadas. El año pasado los mismos expertos
volvieron a hacer un diagnóstico de la situación. Los siguientes son algunos de los apartes del documento
conocido por SEMANA en lo que tiene que ver con la cárcel La Picota.
Recomendación que se adoptó:
- Se instalaron mecanismos electrónicos de cierre de las puertas.
Recomendaciones que no se adoptaron:
-Se siguieron admitiendo las visitas de familiares a los presos en las celdas. El potencial de introducción de
contrabando es máximo en este tipo de visitas.
-La falta de iluminación y de visibilidad específicamente durante las horas de la noche no fue resuelta con
sistemas de luces adecuadas.
Comentarios generales:
1.Parece que los presos les imponen sus deseos y necesidades personales a los vigilantes. El personal de
vigilancia se siente obligado a obedecer por miedo a las represalias. No cabe duda de que la mayoría de
los funcionarios del correccional asignados al trabajo en el interior de la unidad (de alta seguridad) se
encuentran intimidados por los presos y sólo ejecutarán las acciones que sean absolutamente necesarias
para mantener su empleo. Parece que existe mucha fraternidad entre vigilantes y presidiarios.
2.La impresión más duradera que inspira la unidad de alta seguridad es que el gobierno colombiano está
tratando de generar la mayor cantidad de empleos posibles, gastando la totalidad de los recursos
financieros en contratación de personal en lugar de utilizar la tecnología automatizada disponible. Se observa
saturación del número de vigilantes, pero ninguno de los oficiales disponía de radios transmisores,
receptores, ni teléfonos.
3.No existen sistemas de detección en los muros que indiquen a los guardias sobre un intento de fuga.
4.Los guardias armados no tenían ni idea de la última fecha de rotación de sus municiones.
5.Los procedimientos de control de herramientas son inexistentes y no hay responsables nombrados para
el efecto. Resultó así que los guardias no sabían cuántas herramientas se encontraban en la unidad.
Navajas, martillos, compresores de aire y cortadores eran fácilmente accesibles a los presos.