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El politólogo Fernando Cepeda sintetiza para SEMANA las conclusiones a las que llegó la comisión que durante seis meses analizó las relaciones Colombia-EEUU.

11 de agosto de 1997

Colombia tiene una opción estratégica en sus relaciones con Estados Unidos _la única superpotencia_: la cooperación y no la confrontación. Lo mismo les ocurre a la ex Unión Soviética, a China y a México, para mencionar casos notorios. La confrontación no la quiere ni siquiera Cuba. Cooperar no quiere decir someterse. Tampoco significa que desaparecen las tensiones ni los desacuerdos. Pero optar por la cooperación sí quiere decir que en las relaciones bilaterales la confianza es la esencia para tramitar en un ambiente constructivo y eficaz aun las cuestiones más difíciles.
Esta opción permea el análisis y las recomendaciones elaborados por la comisión designada por la Universidad Nacional por allá a finales de 1996. Por eso, al plantear la modernización de nuestras relaciones exteriores se recomienda "propiciar una internacionalización positiva de Colombia basada en la cooperación...", y más adelante, sin ambages, se propone "reafirmar que Colombia no debe ni pretende ser una amenaza para sus vecinos, ni para el hemisferio, ni para la comunidad mundial".De la misma manera, al hablar de la reconstrucción de los vínculos con Estados Unidos se hacen declaraciones tan contundentes como las siguientes: "Estados Unidos es y será un país fundamental" para las relaciones internacionales de Colombia. Así, la comisión recomienda normalizarlas con sentido de prioridad y urgencia. Se entiende que hay intereses comunes y, también, intereses diferentes. En ambas situaciones la receta es la cooperación y no la confrontación. La sola ausencia de una franca política de cooperación llevará a un deterioro creciente de una relación que es indispensable y prioritaria. Y ello es válido para ambas partes. Es, pues, apenas lógico que la comisión rechace todo intento de Estados Unidos para "imponer medidas unilaterales y condicionantes en cualquiera de los temas de la agenda".
La comisión es clara en señalar que las relaciones internacionales de Colombia no pertenecen a una esfera autónoma, desvinculada de la situación interna. Por el contrario, la comisión se matricula en la escuela de pensamiento que considera que hoy más que siempre existe una profunda interconexión entre las cuestiones domésticas y las cuestiones internacionales. En el caso de Colombia ello es patente: los derechos humanos; la lucha contra el crimen transnacional organizado para traficar con drogas ilícitas o con mujeres o niños, etc.; la lucha contra la corrupción; la preservación del ambiente; la seguridad ciudadana; el tráfico de armas; las minas quiebrapatas, son todos temas que interesan a la comunidad internacional y que, al mismo tiempo, constituyen la agenda interna. No hay manera de separarlos. Son los asuntos que desde hace varios años se denominan 'intermésticos', para significar que tienen una dimensión internacional y doméstica.
En la vida económica, como resultado de la globalización y de los procesos de integración, esta situación interméstica es aún más evidente. Y ello es válido tanto para la superpotencia como para un país como Colombia.De la misma manera que las relaciones internacionales no están desconectadas de la vida doméstica, las relaciones bilaterales con Estados Unidos no son ajenas a nuestras relaciones con otros continentes o con otros países del hemisferio. En consecuencia, la diversificación es un elemento importante para nuestra relación bilateral con la superpotencia.
De otra parte, las relaciones internacionales no son hoy una cuestión reservada a los Estados. Las organizaciones no gubernamentales, los empresarios, la academia, los medios de comunicación están jugando un papel fundamental que debe ser bien entendido y apropiadamente utilizado.
Así las cosas, la comisión _y ello ha sorprendido_ no vacila en declarar que "para Colombia es primordial construir una nueva sociedad". ¿Y eso tan grandioso qué quiere decir? ¿Es acaso una propuesta utópica?La verdad es que Colombia puso en marcha un proceso de ambiciosas transformaciones en la esfera de lo institucional, lo político, lo económico, lo racial, lo educativo, etc. Ese proceso se embolató. Nos quedamos en una transición incompleta que no ha facilitado una inserción positiva en un mundo, también, en transición. Es urgente, pues, realizar a cabalidad esa transformación interna y profundizarla y reformularla en lo que sea aconsejable. Esa es la nueva sociedad que nos permitiría ejercer plenamente nuestra ciudadanía internacional. Un país ordenado, con plena vigencia del imperio de la ley, respetuoso de los compromisos internacionales (tratados, contratos), libre del flagelo del crimen organizado, respetuoso de los derechos humanos, ajeno a la corrupción, cuidadoso del medio ambiente, con un modelo económico que responda a los desafíos y oportunidades de la globalización y que construya una sociedad equitativa, justa, próspera. Y, claro está, convivencia, paz, seguridad ciudadana. La fórmula es obvia: un Estado eficaz en una sociedad organizada, participante, en donde predomine el sentido de lo público sobre los intereses particulares.
Para el lector de estas reflexiones ya resulta obvia la agenda de nuestras relaciones con Estados Unidos: drogas; derechos humanos; comercio, inversión y finanzas; seguridad; medio ambiente; buenas comunicaciones; educación, cultura, ciencia y tecnología. Y, algo que desborda lo convencional: relaciones especiales con estados de la unión americana, como el de la Florida; organización efectiva de los colombianos residentes en Estados Unidos; vínculos con empresarios, académicos, medios de comunicación, organizaciones no gubernamentales.¿Y la Cancillería? ¿Y la embajada en Washington? ¿Y las relaciones multilaterales en escenarios como la ONU, la OEA, etc.?Ya se ha dicho. Las relaciones internacionales de nuestro tiempo desbordan las cancillerías tradicionales. La nuestra requiere modernización para que esté en capacidad de coordinar y darle sentido a la creciente fragmentación y a la multiplicidad de actores y de agendas que están caracterizando nuestro comportamiento internacional. Pero aun con la mejor Cancillería imaginable la naturaleza interméstica de casi toda la agenda internacional requiere las profundas transformaciones ya señaladas para asegurar la inserción positiva de Colombia en el nuevo contexto mundial.
Al finalizar el siglo XX no podemos incurrir en la insensatez que facilitó la pérdida de Panamá y, con ella, la del canal interoceánico y, así, la inserción de Colombia en el contexto internacional de entonces. Lo que está en juego hoy es la inserción oportuna de Colombia en un mundo nuevo caracterizado por la globalización y la integración y nuevas formas de cooperación. Ni confrontación ni diplomacia coercitiva. Concertación y cooperación.El informe que publica la revista Análisis Político del Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional no los compromete a ellos, que merecen admiración por haber propiciado esta reflexión. El debate está abierto. Lo inició con vigor el propio rector de la Universidad Nacional. Así debe ser. Para eso se elaboró este trabajo; para ofrecer unos elementos que permitan encontrar un camino, ojalá el mejor, en nuestras relaciones con Estados Unidos. Sería deplorable que a ese camino llegáramos como resultado de una política de castigos y amenazas, de una diplomacia coercitiva. Principios e intereses, que no son incompatibles, deben inspirar las decisiones que nos permitan "aprovechar las ricas posibilidades que pueden y deben desprenderse" de una dinámica relación con Estados Unidos.
Los miembros de la Comision>
Rodrigo Pardo Garcia Peña, Enrique Santos Valderon, Juan Gabriel Toklatian, Fernando Cepeda, Alvaro Tirado Mejia, Guillermo Fernandez de Soto, Luis Jorge Garay y Rafael Pardo Rueda.