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ANECDOTAS DEL CANDIDATO

Aparece un libro sobre Ernesto Samper, que revela detalles desconocidos de su vida y de su personalidad

17 de enero de 1994

EL PERIODISTA Y ESCRITOR FERNANDO GAravito, conocido también como Juan Mosca, acaba de publicar el libro "Querido Ernesto", sobre la vida y obra de Ernesto Samper Pizano. Garavito trabajó durante año y medio en el libro, y grabó algo más de 58 horas de entrevistas no sólo con el candidato, sino con sus allegados y familiares, con el fin de elaborar un perfil de Samper. SEMANA reproduce varias de las anécdotas contenidas en el libro. Las no firmadas, son contadas por el propio precandidato.
DESILUSION
Ernesto fue el tercer hijo. Le confieso la verdad: sentí una gran desilusión, porque yo esperaba la hija. Pero alguien me dijo que el tercero era el mejor, que eso estaba demostrado.
HELENA DE SAMPER VERSION DE BOLSILLO
Todo el mundo decía que Ernesto era una versión infantil de mi abuelo Malao (Wenceslao Pizano). Recuerdo una escena en Fusagasugá, mientras caminaban los dos, el uno de cuatro años y el otro de 70 ó algo más, idénticos, el nieto como una versión de bolsillo del abuelo. El viejo se ufanaba de ese parecido, que iba mucho más allá del marchar con las manos colocadas atrás, levemente inclinados por la edad y los recuerdos. Ernesto era socarrón, como mi abuelo, inteligente, como mi abuelo, se hacía el pendejo (lo que era parte de su inteligencia), como mi abuelo, y en ciertos casos era dramático, como con frecuencia era mi abuelo.
DANIEL SAMPER
CUESTION DE HERMANOS (I)
Ernesto Samper: Juan y yo éramos muy unidos... Unidos en la desgracia, porque nos tocaba dormir juntos.
Daniel Samper: Según se mire la desgracia. Porque cuando cambiábamos de casa Juan intrigaba para que lo quitaran del lado suyo. Y yo siempre me le adelanté.
CUESTION DE HERMAMOS (II)
Daniel viajó a España cuando yo era "el hermano de Daniel". Cuando volvió era "el hermano de Ernesto". No pudo soportarlo y regresó a España.
CUESTION DE HERMANOS (III)
La serie de frustraciones de Daniel comenzó a manifestársele en las fiestas de cumpleaños. Allí comprobamos que a él le hubiera gustado ser campeón de lucha libre, le hubiera fascinado ser torero, ser argentino... Tiene un nivel de frustración bien grande. Ahora echa de menos haber sido vallenato.
OLOR A SACRISTIA
En una época Ernesto fue muy beato. Lo agarró una amiga de familia que iba todos los días a la iglesia, lo llevaba y lo bendecían, aunque por desgracia nunca le hicieron el lavatorio de pies, porque se habrían encontrado sorpresas.
Debía tener unos siete años. Entonces adquirió un ácido olor a sacristía y andaba con crucifijos fosforescentes que por la noche despedían luz. La cosa rayaba en milagro químico. Tenía marmajas de la catedral de sal, todas benditas. Bueno, un día yo le estaba pegando a Juan Francisco cuando se acercó Ernesto con el crucifijo, y me dijo:
-Sepárese, que está ofendiendo a Cristo.
-Yo qué me voy a separar -le contesté--. Cristo no está metido en esta pelea.
-Atrás por este crucifijo.
-Quítelo porque escupo el crucifijo.
-Si se atreve, escúpalo.
Todavía están tratando de limpiarlo.
DANIEL SAMPER LA ISLA DEL TESORO
No había una buena sazón en la casa. Las tradiciones y horribles habichuelas en leche, ajiaco todos los domingos, fríjoles los sábados, huevo cada tercer día y avena y demás reconstituyentes entre la semana. Jamón y queso eran cosas de lujo. Uno escondía sus alimentos preferidos en sitios irreconocibles. Cuando sacaba el primer puesto, mi mamá me regalaba papas fritas en fósforo. Yo las guardaba en un tarro cuidadosamente oculto en el zarzo, y luego me las comía delante de mis hermanos. Era la forma de vengarme de su incapacidad absoluta en el estudio. Además, tenía verdaderas baterías de galletas macarenas, bananos y chocolatinas de Petronila, la de la tienda de la 60 arriba de la 9a., que vendía cacaítos blancos y cacaítos negros. Arequipe no, porque en ese entonces era de paila, y hacerse uno a un tarro era tarea de titanes.
CUARTO AL DESNUDO
Cada uno tenía su cuarto, si cuarto se podían llamar unos cubículos separados por paredes de madera. El de Daniel era el más llamativo, porque estaba forrado, del piso al techo, con las mejores modelos de Playboy. Las más escandalosas las tenía detrás de los retratos de mi abuelo y de la Santísima Virgen. Creo que el color que le asignaron fue exacto: el verde. Porque cada uno tenía su color para el cuarto, el vaso, la biblioteca, todo. El de Daniel, repito, era el verde; el de Juan, el azul; el mío, el rojo. Todo un presagio.
EL GRITO DE LA MODA
En ese entonces estaba desactualizado en la moda entre 10 y 15 años, que era el tiempo que pasaba entre el momento en que nuestro vecino, César Bruno, le dejaba la ropa a Daniel. Daniel se la dejaba a Juan y Juan me la dejaba a mí. Durante los primeros 15 años de mi vida estuve a la última moda de 15 años antes. El primer blazer que tuve fue uno cruzado, de botones dorados. Se lo heredé a Juan cuando ya tenía 12 años. Pero, eso sí, era precioso. Luego conseguí un sastre, don Julio E. Pérez, al que le pagaba por cuotas de 50 pesos quincenales. Cuando completaba 450 pesos, que era el precio de un vestido, don Julio procedía a entregarme la mercancía. El es todavía mi sastre. Todos mis vestidos son de la Sastrería Clásica Julio E. Pérez, Bogotá.
EN LA COCINA
La casa era enorme. Por eso alguna vez llegamos a tener hasta tres empleadas de servicio. Eran tres hermanas. Se llamaban las Vargas.
Una de ellas, Florecita, era bastante lanzada. En el barrio la llamaban "la gata caliente". Creo que ella los educó en varios sentidos. Cuando se fue, comenzó la cantaleta: "Mamá, vuelva a recibir a Flor, yo quiero que vuelva Florecita".
Otra se llamaba Rita. La pobre se iba volviendo loca. La rodeaban chocando tapas de ollas unas con otras; cuando subía por la escalera, le botaban un muñeco hecho de almohadas gritando "¡Se mató, se mató!"; la desesperaban. La pobre mujer resolvió casarse con un policía y se fue de la casa.
Y había otra vieja, a la que le daban ataques y prendía velas en la cocina. No les gustaba. A ella le hicieron una prueba violenta: pusieron a hervir un tarro con agua, bien tapado. La presión botó la tapa, y el ruido fue como un disparo de cañón. La mujer estaba entrando a la cocina cuando, pum, el disparo. Le dio el ataque. Todos afanadísimos. Llegué yo y les dije:
-Tocará ponerle una inyección de agua que duele muchísimo.
Y ahí mismo se levantó la vieja.
HELENA DE SAMPER
LA DERROTA
Fuimos, como todas las familias bogotanas de esa época, de recursos medidos. No había huevo diario ni mucho menos. Tocaba remendar el balón de fútbol. El mercado se hacía en la Plaza del 7 de agosto, donde había que pelear con las marchantas, y la carne se compraba los sábados, en Chía, porque era menos cara. Más por razones de economía doméstica que dietéticas, mi mamá se esmeraba en que comiéramos verduras. Varias terminaron entre las tablas horizontales que tienen las mesas de extensión. Por eso, cuando por cualquier motivo extendían la mesa, salían pedazos de hígado calcificados, acelgas con flores, un catálogo monstruoso. Nunca se me olvida que una vez, peleando, le tiré una auyama a Ernesto. El se agachó y cayó en la pared. Esa fue una de las pocas ocasiones en que vi llorar a mi mamá. Era un llanto terrible, de derrota, por mil cosas.
DANIEL SAMPER AND CO.
Cuando Ernesto todavía andaba en un triciclo rojo, le negocié al flaco Lleras -por 32 pesos- la bicicleta de la hermana. La tenían abandonada. Ahora: con los hermanos la cuestión era a otro precio. Le presto mi balón pero usted me presta la bicicleta por ocho días. O actos terribles de propiedad como "mi bicicleta no se mueve aunque yo esté paralítico".
MEPCI (I)
Con Delfín Borrero fundamos un movimiento internacional que se llamaba Movimiento Estudiantil para la Comprensión Internacional (MEP-CI). Llegábamos hasta el análisis del caso Cuba. Eso nos permitía integrarnos a un nivel académico, filosfico e internacional con las niñas del Gimnasio Femenino.
MEPCI (II)
Su pasión eran las actividades cívicas. Con 10 chinos lagartos del Gimnasio fundó el Movimiento Estudiantil para la Comprensión Internacional (MEP-CI), donde, mientras los demás nos íbamos a cine, se dedicaban a estudiar mapas, a averiguar en qué parte quedaba Angola y demás estupideces. Se escribían cartas con otros Mepcis de otros países, y daban conferencias sobre la comprensión internacional. Horrible.
DANIEL SAMPER ELLA
Tuve bastantes novias, la primera a los 14 años. La conocí en un hotel donde íbamos a pasar vacaciones de fin de año cerca de Girardot. Ella me inspiró mi primera novela, de la cual no existe sino el capítulo inicial. Es una disquisición sobre el río Magdalena y sus relaciones con el amor. La novela tenía un título muy original: Ella.
TIEMPOS DIFICILES
En esa época ganaba mil cien pesos. Tomaba mis clases de 7 a 1, de 1 a 3 estudiaba en la biblioteca de la universidad, de 3 a 6 trabajaba -primero en el Juzgado Civil de Menores y luego en el Banco de Colombia-, luego volvía a clases en la Javeriana, y, por último, de 8 y 30 a 10 de la noche, me iba a dictar mi cátedra en la Universidad Central.
EN EL SOTANO
En un comienzo trabajé en el Juzgado Civil de Menores, gracias a que el juez era muy amigo mío y tío de mi novia de ese entonces. Mi cargo, jefe de Archivos, no figuraba en planilla. Consistía en que la gente llegaba, pedía un expediente, yo anotaba el año y el número, y los sábados me ponía un overol, tomaba una linterna y un raticida, y bajaba al sótano del edificio con botas de caucho a buscarlo. Cobraba 10 pesos por cada año de antiguedad. No sé porqué, pero esa era la tarifa. Después me ascendieron a sustanciador, que ha sido uno de los trabajos más sabrosos que he desempeñado en mi vida porque podía preguntar cualquier cosa sobre derecho de familia, paternidades, alimentos, adopciones y esas cosas a quienes se sentaban frente a mí, y ellos estaban en la obligación de contestarme. De ahí una cierta propensión al chisme que me distingue. Me encanta conocer la vida de la gente .
MOTIVO
Siempre dije que quería ser presidente. Desde pequeño. Hace poco me lo recordaba Silvia en un almuerzo.
-El primer día que me llevaste a tu biblioteca me dijiste: "Esta es mi biblioteca porque yo voy a ser presidente".
Esa era mi obsesión, quizá porque me sentía frustrado. El hecho de que fuera el mejor del curso hacía que mis compañeros me aislaran de las fiestas, de las reuniones sociales, inclusive de las conversaciones. Yo era el tipo de los libros. Y pensaba "caray, qué bueno tener poder para que, sin dejar de ser buen estudiante, pueda conseguir todo lo que estos tipos consiguen sin serlo ".
PRIMER AMOR
Con Silvia nos casamos cuando yo estaba en cuarto de un versidad. Tuvimos un matrimonio feliz, como todo matrimonio joven, hasta que de común acuerdo tomamos la decisión de separarnos. Recuerdo con cariño y afecto lo que fue ese primer amor, ese armar un hogar, conseguir apartamento, dotarlo, pedir prestados algunos muebles a una tía, comprar a plazos la cama en Chapinero, y manejar, con máximo cuidado, el primer automóvil, un Renault 4 blanco, como todos los carros de la clase media.
EL PROCESO
Entré a ANIF en el 74 y nos casamos en el 79. Cinco años. Tuvimos un primer matrimonio civil y luego, años más tarde, un matrimonio católico. Yo estaba locamente enamorada de Ernesto.
JACQUIN DE SAMPER EN FAMILIA
Ernesto procura estar con los niños a la hora del desayuno. Ese es el momento en que ellos le cuentan sus cosas. Por mi parte, yo trato de estar en la casa cuando llegan del colegio. Todos, desde Andrés hasta Felipe, son buenos miembros de familia, disciplinados y buenos estudiantes. Miguel es futbolista. Felipe se inclina hacia la música. Nosotros apoyamos todo lo que los ayude a encontrar su camino. A su papá lo conocen como político. Están conscientes de que en la actividad pública se gana o se pierde, de manera que, en caso de un revés, no tendrá por qué disminuir la admiración y el cariño que le tienen. Les hemos explicado que la política es como una carrera con el amiguito. El hecho de que tú llegues primero no quiere decir que tu contendor sea malo.
JACQUIN DE SAMPER
HAGO, HACES
Cuando el senador salió de la clínica me llamaron para que lo ayudara a fortalecer los músculos de la pared anterior del abdomen mediante un programa especial de ejercicios. No me gusta la política, de manera que para mí era un trabajo como cualquier otro: un herido que necesitaba de mis servicios. Los ejercicios eran molestos. Y él se la pasaba negociando. Si yo le decía que hiciera 25 repeticiones, él me contestaba que haría 10. Yo le bajaba a 23 y él prometía hacer 12 más una. Nunca me había ocurrido nada semejante.
MARCELA PEDRAZA DE ESCALLON
FISIOTERAPEUTA
COMO LOS VAQUEROS
En todo momento demostró entereza. Cuando estábamos en la fase de limpieza del abdomen, rechazó los procedimientos habituales. Nosotros, acostumbramos a dormir a los pacientes para que no tengan conciencia del trabajo con el abdomen abierto, que es un procedimiento molesto y doloroso. El senador aguantó a palo seco. Como los vaqueros. Decían que las drogas podían afectarle la medicación a la que estaba sometido.
AUGUSTO CASTRO
MEDICO CIRUJANO