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ELECCIONES
Apuesta arriesgada
La única opción real que tiene Noemí Sanín para llegar a la Presidencia es derrotar a 'Uribito' en la consulta conservadora.
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Finalmente Noemí Sanín aterrizó en Colombia para medírsele a su tercera candidatura por la Presidencia de la República. En el pasado no había sido muy propensa a asumir grandes riesgos políticos. Su intempestiva renuncia la semana pasada rompe esa trayectoria. Existe la posibilidad de que por calibrar tanto el panorama político se haya demorado demasiado. Y en el poco tiempo que le queda para hacer su campaña afronta un escenario electoral más complejo que el que aspiraba encontrar.
Lo único que no quería Noemí Sanín era enfrentarse a Andrés Felipe Arias ('Uribito') en una consulta conservadora. Durante meses, ella y sus aliados en el partido buscaron que se utilizara una encuesta como el mecanismo para escoger el candidato. No tuvieron eco. Luego intentaron por varios medios que se aplazara la consulta del 27 de septiembre para finales de octubre o principios de noviembre y hacer una campaña en condiciones de igualdad dado su aterrizaje tardío. Tampoco funcionó. No hubo respaldo mayoritario en la bancada parlamentaria.
Ahora, Noemí deberá decidir cuál camino seguir en su tercera aspiración a la Presidencia. Se habla de recoger miles de firmas y presentarse como independiente; o de ser ungida por el partido Alas-Equipo Colombia para saltarse la primaria conservadora o, de aceptar el reto de competir en la consulta del partido de Miguel Antonio Caro en una campaña relámpago de siete semanas.
Optar por las firmas es una senda conocida por Noemí. En su primera campaña, en 1998, creó el movimiento Sí Colombia; como candidata independiente fue el palo electoral -obtuvo 2,8 millones de votos (el 27 por ciento del total)- y casi pasa a la segunda vuelta. En 2002, bajo la misma sombrilla y pese a arrancar como favorita, su caudal electoral se redujo a 641.000. La inmensa mayoría de sus votantes en ese momento migró hacia Álvaro Uribe. Es el problema del voto de opinión; es volátil y casi siempre se inclina por el nuevo en la palestra. En estas elecciones, se llama Sergio Fajardo, quien lleva 18 meses recorriendo el país y respira independencia. La misma que tantos réditos le dio a Noemí en 1998, pero que hoy, a pesar de su excelente imagen, le es imposible proclamar después de siete años como embajadora de Uribe.
También carece de lógica que se lance por Alas-Equipo Colombia, un partido cuestionado por la para-política, sin presencia nacional y que se encuentra fraccionado entre sus vertientes paisas y vallenatas. Perdería uno de sus plus: al haber vivido fuera del país, evitó inmiscuirse en escándalos de coyuntura y tiene una imagen inmaculada. Los partidarios de esta alternativa alegan que irse con Alas le daría tiempo para fortalecer su campaña en todo el país, ya que sólo tendría que enfrentar el veredicto de los votantes en marzo de 2010 en una eventual consulta uribista. Pero competiría en ésta con una desventaja abrumadora, dado que sus contendores -Arias y Juan Manuel Santos- llegarían con el empuje de maquinarias de partidos nacionales. Si una cosa ha aprendido Noemí, con sus dos derrotas anteriores, es que sin el engranaje de una organización política existente no es posible llegar a la cima del poder.
Es claro que ninguna de esas anteriores alternativas le sirve a la aspiración de Noemí; eso explica los permanentes coqueteos a los conservadores este año. Si bien Sanín es de origen conservador y así fue nombrada ministra de Comunicaciones de Belisario Betancur, en los últimos 15 años los ha mirado con desdén desde su aura de independiente. Su distanciamiento con Andrés Pastrana se generó por su decisión de no aceptarle la candidatura a la Vicepresidencia en 1994. Para los pastranistas, la dupla Andrés-Noemí le habría ganado fácilmente a Samper y el país se habría ahorrado el escándalo del 8.000.
Incluso se enfrentó a Pastrana en 1998. Es diciente que Noemí, que trabajó en los gobiernos de Betancur, Gaviria, Samper y Uribe, no estuvo en el de Pastrana. Y en 2002, no sólo fue crítica del gobierno, sino que no quiso arroparse bajo la bandera azul.
Para ciertos dirigentes de esa colectividad, que Noemí quiera ahora volver a sus raíces conservadoras es una maniobra oportunista. Pero, irónicamente, ha sido Andrés Pastrana quien ha impulsado el retorno de la hija pródiga. El ex presidente cree que ella es la mejor carta conservadora, no sólo para ganar las elecciones de 2010, sino para atajar a Andrés Felipe Arias, que es el caballo de Troya del uribismo en el Partido Conservador. En un encuentro en Londres a finales del año pasado, el ex presidente y la entonces embajadora acordaron resolver sus diferencias y pasar la página. Al ver que el jefe natural del partido se convirtió en noemicista, más de un senador se aproximó a la embajadora. Como comentó un congresista conservador, "si Pastrana la perdonó, por qué no nosotros".
A pesar del apoyo de Pastrana y varios senadores conservadores -los noemicistas dicen que son por lo menos 10-, la realidad es que no va a tenerla fácil. La razón: su principal contendor, Andrés Felipe Arias, lleva varios meses en campaña y con gran habilidad política -y el respaldo de Uribe- ha logrado ganarse a 27 representantes conservadores, un apoyo nada insignificante para una consulta partidista en la que el voto amarrado cuenta mucho.
Fue Arias quien se opuso vehemente y eficazmente a que se cambiara la fecha de la consulta. Incluso el lunes pasado, insinuó que el presidente Uribe compartía su posición después de reunirse con él. El encuentro de Uribe no fue fortuito; Arias querría dejarle la impresión a su joven bancada de congresistas de que él sigue siendo el "niño preferido" del primer mandatario, aun después de la renuncia de Noemí.
Aunque nadie duda del pedigrí azul de Arias, en el Senado muchos creen que está biche -que es más el futuro que el presente de los conservadores- y, más importante aun, dudan que pueda lograr ser elegido presidente en 2010. Que en un mano a mano con Juan Manuel Santos perdería por su falta de experiencia. Consideran que las condiciones están dadas para que el Partido Conservador, la agrupación política más organizada del país, se quede con la Presidencia. Y en ese sentido, Noemí Sanín sería la opción ideal.
El problema para Sanín, sin embargo, es que en las consultas pesan más las bases políticas de los congresistas que el voto de opinión de las grandes urbes. Por eso su insistencia en que se reprogramara la consulta; teme, con razón, que siete semanas no sea suficiente tiempo para ganarse el corazón de los representantes, la gran mayoría ni la conoce y a pesar de que reconocen su potencial electoral, ya están matriculados con 'Uribito'.
En su devenir político, a Noemí se le puede endilgar cierto malabarismo político. No sólo ha sido funcionaria de cuatro de los últimos presidentes, sino que a su último jefe -Uribe- le dijo en la campaña que era "paramilitar" y meses después le aceptó ser su representante ante gobiernos extranjeros. Noemí, paradójicamente, no es la única a la que le cabe ese guante de oportunismo político. Juan Manuel Santos también ha trabajado con tres presidentes y cuando aspiraba a quedarse con la jefatura liberal, se opuso inicialmente desde su columna en El Tiempo a reformar la Constitución para permitir la reelección inmediata, para luego convertirse en el partido de la U y ministro de Defensa de la segunda administración Uribe. Germán Vargas Lleras era uribista purasangre hasta cuando se dio cuenta de que la aspiración del Presidente de quedarse hasta 2014 podría enterrar sus pretensiones de habitar algún día la Casa de Nariño. Rafael Pardo fue ponente de la primera reelección y hoy es precandidato del opositor Partido Liberal.
Ese llamado transfuguismo de Noemí es, irónicamente, su mayor activo para el Partido Conservador. Ante la opinión pública, ella es vista como una figura independiente y suprapartidista. Agrega votantes de otros sectores políticos, una condición fundamental para hacer realidad el sueño conservador. Como dice Pastrana, "Uno no puede ganar sólo con el Partido Conservador y tampoco sin él".
Es llamativo que cuando Noemí Sanín perdió en 2002, mucho observador le declaró la muerte política. La sabiduría convencional pronosticaba que su futuro estaría circunscrito a lo que todo el mundo -tanto simpatizantes como contradictores- considera su fuerte: ser la embajadora por excelencia de Colombia.
¿Por qué, entonces, Noemí se arriesga ahora, después de una trayectoria que todo el mundo reconoce, al juicio implacable de los votantes? Primero, porque tiene una favorabilidad del 60 por ciento en las encuestas después de siete años de ausencia del país, una muestra de que es un fenómeno de imagen positiva y de recordación. Segundo, porque su derrota en 2002 obedeció a que se enfrentó a un candidato renovador e imbatible llamado Álvaro Uribe. En la contienda de 2010, hay excelentes candidatos a la Presidencia, mas no un fenómeno electoral de esa dimensión política.
La conclusión de todo lo anterior es que para que Noemí Sanín sea la próxima huésped de la Casa de Nariño se necesita que pase de ganar en las encuestas a ganar en las urnas. Y es evidente que para dar este salto, tiene que dar un gran golpe de opinión. Y, a primera vista, la única oportunidad que existe para eso es derrotar a Andrés Felipe Arias en una campaña relámpago de escasos 70 días. Es posible, pero no va a ser muy fácil.
Arias es popular dentro del partido y dentro de la juventud ha manejado con acierto su supuesto posicionamiento como delfín de Uribe. No obstante, Noemí tiene posibilidades para derrotarlo. Para los medios, a partir de la semana entrante, la confrontación más interesante sería el mano a mano por la candidatura oficial del Partido Conservador. Eso garantiza un cubrimiento nacional que no está recibiendo ni la consulta interna del Partido Liberal ni la del Polo Democrático Alternativo. Ante las desventajas de tiempo en las que arranca Noemí, una campaña blitzkrieg de siete semanas con un triunfo de ella la convertiría de la noche a la mañana en un gran fenómeno político y electoral.
Si el 28 de septiembre, el día después de las consultas de los partidos, ella está celebrando con los brazos en alto su triunfo sobre 'Uribito', Carlos Holguín, Fernando Araújo y José Galat, quedaría nivelada con Santos para competir por el voto uribista en la consulta intrapartidista que probablemente tendrá lugar en marzo. Con la maquinaria conservadora y su voto de opinión en las grandes ciudades, Noemí sería una rival formidable. El que gane esa contienda uribista pasará seguramente a la segunda vuelta y tendrá grandes posibilidades de llegar a la Presidencia.
Esa jugada relámpago es una apuesta arriesgada. Así como una victoria sobre Arias constituiría una consagración política, una derrota representaría exactamente lo contrario: una jubilación anticipada. Perder ante un imberbe pero hábil político, cuya única trayectoria ha sido un controvertido Ministerio de Agricultura, sería un golpe muy duro para la dos veces candidata, dos veces ministra y cuatro veces embajadora Noemí.
El reto para ella no es cualquier cosa. En el último medio siglo, dos figuras nacionales emprendieron terceras candidaturas con resultados totalmente opuestos. Horacio Serpa vio cómo cada cuatros años disminuía su apoyo. En cambio, para Belisario Betancur, el primer mentor de Noemí, la tercera fue la vencida.