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ARENAS MOVEDIZAS

La muerte de Jacobo Arenas crea muchas ilusiones con respecto a la paz, pero a corto plazo no cambia muchas realidades

17 de septiembre de 1990

Por una de esas paradojas de la vida, el guerrillero más viejo del mundo, 72 años, Luis Alberto Morantes, más conocido como Jacobo Arenas, no murió en combate, sino víctima de un infarto fulminante. Asistía a una reunión del Secretariado de las FARC. De un momento a otro, se incorporó, dio unos pasos y cayó al suelo.
Eran las 9:25 de la mañana del viernes 10 agosto. Cinco minutos después, el médico guerrillero que siempre los asiste, confirmó que el deceso se había producido por un paro cardiaco.

Dos semanas antes y a causa de las severas condiciones invernales, dos especialistas de Bogotá habían viajado a "El rincón de los viejitos" - así es llamada la nueva sede del Estado Mayor de las FARC, establecida desde que los dirigentes de ese movimiento guerrillero fueron desplazados de Casa Verde por movimientos del Ejército - para efectuar un chequeo al personal. El diagnóstico de los médicos fue: infección viral. Nada de qué alarmarse. Nadie entonces se imaginó que su ideólogo moriría días después por una falla del corazón.

La muerte de Jacobo Arenas significa, para muchos, la remoción de un grave obstáculo en un posible proceso de paz que lleve a la desmovilización de las FARC. Considerado como uno de los duros del grupo guerrillero, ortodoxo hasta la médula de los huesos, se lo señalaba como el principal responsable de la defensa a ultranza de la combinación de las formas de lucha, una estrategia que, tras los acuerdos de paz firmados durante la administración de Belisario Betancur y el nacimiento de la Unión Patriótica, habría de demostrar sus graves riesgos.

El núcleo inicial de los dirigentes del movimiento, comenzando por Braulio Herrera, estaba compuesto por militantes de las FARC que dejaron las armas
JACOBO ARENAS Paz en su tumba y paz en Colombia Foto: Olga A .
para medir sus fuerzas en la arena política legal. Pero muchos de ellos, empezando también por Braulio Herrera, volvieron al monte. Y mientras los que se quedaron en la ciudad hablaban de paz y de salidas políticas a la crisis, las FARC continuaban combatiendo, extorsionando, boleteando, secuestrando... Ese juego a dos bandas -política en las ciudades y guerra en el campo- fue el que llevó a que la UP, único resultado concreto del accidentado y controvertido proceso de paz de Belisario, quedara convertida en blanco de una cruenta guerra sucia. Desatada por grupos paramilitares, financiados principalmente por el narcotráfico y en muchas ocasiones auspiciados por miembros del Ejército nacional, el resultado de la campaña de exterminio fue el asesinato de más de mil miembros del naciente movimiento.

En todo este proceso, las FARC fueron perdiendo credibilidad y, por consiguiente, espacio político, y la UP fue quebrándose al interior de su organización. Era evidente que el esquema había hecho crisis. Esta se reflejó en el movimiento que, entonces encabezado por Bernardo Jaramillo, experimentó en su seno una lucha por el poder entre la antigua dirigencia del PC, la nueva dirigencia de la UP y el propio Jacobo Arenas. Como marco de la pugna: las nuevas realidades internacionales desencadenadas por la perestroika de Gorbachov en los países de la órbita soviética y simbolizadas en la caída del muro de Berlín en noviembre del año pasado.

Desde los acuerdos de La Uribe y el surgimiento de la UP, a Arenas se le habían abierto las agallas. Había visto, a través del nuevo movimiento, la posibilidad de montar un andamiaje político para volver a la vida civil por la puerta grande: una candidatura presidencial. Pero las cosas no le fueron saliendo como tenía diseñado y empezaron a surgirle posibles rivales, defensores de otra línea: la del deslinde definitivo de las FARC, que condenaba el boleteo, la extorsión y el secuestro, actividades adelantadas por el grupo guerrillero. Para la llamada linea blanda, esas prácticas precisamente eran las que servían de pretexto a la derecha organizada, para continuar la política de aniquilamiento contra los militantes de la UP.
Intentando meter en cintura a los rebeldes, el Comité Central del PC contra atacó para recuperar el control ideológico del movimiento y hasta propuso expulsar a las ovejas negras.

Pero era demasiado tarde, a los perestroikos ya no los trancaba nadie. Ni siquiera pudieron embolatarle la candidatura presidencial a Jaramillo Ossa, quien se había ido lanza en ristre contra la combinación de las formas de lucha que tantos muertos les había costado, y había declarado que la vía armada ya no era viable como mecanismo de lucha política. En medio de toda esta controversia y de la ácida pugna por el poder en el interior de la UP, fue asesinado Jaramillo. Fue el puntillazo definitivo.
Los máximos dirigentes del movimiento, liderados en ese momento por Diego Montaña, renunciaron a seguir a la cabeza de una organización impermeable al cambio y que seguía las órdenes de Arenas.
EN DOS FRENTES
Mientras la pelea interna en la UP se desarrollaba, la Iniciativa de Paz, lanzada por el gobierno de Virgilio Barco el 1 de septiembre de 1988, había empezado a calar en otros grupos de la Coordinadora Nacional Guerrillera Simón Bolívar, especialmente entre el M-19, que entró en conversaciones con el gobierno y llegó a un acuerdo que culminó con su desmovilización y con la entrega de armas en marzo de este año. Así, este grupo guerrillero tomó ventaja frente a otros grupos y acabó vinculado con éxito al proceso electoral, a pesar de que en medio del camino, su primer candidato presidencial, Carlos Pizarro, fue asesinado.

El deslinde definitivo de la UP, más la ruptura de la unidad de la Coordinadora que se dio con el diálogo entre el M-19 y el gobierno, obligó a Arenas a trabajar en dos frentes. Por una parte, en el frente guerrillero se dedicó a fortalecer su alianza con el ELN, y por otra, en el frente político, a defender la bandera de la Constituyente. Era tal vez una forma para no quedar definitivamente catalogado entre los dinosaurios y ser tachado de duro, militarista e inflexible ante las nuevas realidades.

Para no quedarse atrás de la nueva obsesión del país, Arenas pidió que le enviaran libros y estudios sobre derecho público, y había pedido una copia del último fallo de la Corte Suprema de Justicia. La muerte lo sorprendió dedicado a la lectura de clásicos en la materia, coma Duverger, Biscaretti y Loewenstein. Pero no sólo eso, como también aspiraba a ser él mismo el representante de las FARC en la Asamblea, también había sostenido largas y tendidas conversaciones por radioteléfono con magistrados de la Corte y con expertos en derecho constitucional.

En todo este tiempo, Arenas había llegado a algunas conclusiones. En primer lugar, sostenía que era contradictorio pedirles a los guerrilleros desmovilizarse para poder participar en ese foro.
Según Arenas, la misma Corte Suprema de Justicia, al encontrar constitucional el decreto de estado de sitio mediante el cual el gobierno había autorizado el conteo de votos por la Constituyente el 27 de mayo, estaba reconociendo un hecho: que si la crisis era de tal naturaleza que hacía necesario un cambio instutucional a través de una Constituyente, la rebelión tenía razones objetivas. De ahí surgió la idea que hoy defienden las FARC (ver entrevista Alfonso Cano), de que ellas son una fuerza más de la nación y que, como tal, debe poder expresarse y ser oida en esa Asamblea. En plata blanca, lo que las FARC quieren es que se acepte su participación en la Constituyente en calidad de guerrilleros.En segundo lugar, Arenas planteaba que si la Constituyente tenía éxito en las reformas propuestas, quedaban sentadas las bases para, entonces sí, pensar en la desmovilización de los grupos de la Coordinadora Guerrillera.

Pero unos son los puntos de vista de las FARC y, al parecer, otros muy distintos los del gobierno y las fuerzas que firmaron el acuerdo político para la Constituyente. En el momento de su muerte, este era el punto clave de la discusión.
El teléfono rojo en la Casa de Nariño había vuelto a funcionar. Precisamente una semana antes, el mismo Arenas había tenido una conversación inicial sobre el tema con Reinaldo Gary, uno de los funcionarios de la Consejería para la Paz.


EL NUDO GORDIANO
A pesar de que aparentemente las FARC, e inclusive el ELN, quieren participar en la Constituyente, al establecer la condición de que tienen que hacerlo con el estatus de guerrilla, plantean un serio problema. Entran en contravía con lo que las demás fuerzas políticas acordaron hace dos semanas: que hay cupo para la guerrilla, pero para la guerrilla desmovilizada.

Las preguntas ahora son: ¿Qué va a pasar después de la muerte de Arenas ? ¿Se mantiene su posición, o las FARC ablandan la línea y se encarrilan por el camino que abrió el M-19 y ahora transitan el EPL, el Quintín Lame y el PRT? Según lo ha podido establecer SEMANA después de una larga entrevista por radioteléfono con Alfonso Cano, para muchos el miembro más político y más moderado del Secretariado, las FARC, en principio, insistirán en su posición. "Somos una fuerza social, somos una opinión, somos parte del conflicto, la desmovilización no puede ser condición", dijo Cano.

Pero no parece fácil que la tesis de las FARC sea aceptada sin más ni más. Buena parte de las razones por las cuales se desmovilizó el M-19, y están pensando en hacerlo el EPL y otros grupos menores, fue por el gancho de la Constituyente, que ofrece la posibilidad de que la guerrilla desmovilizada se exprese. Darles tratamiento preferencial a las FARC podría ser un serio factor de perturbación. Por otra parte, los defensores del acuerdo, encabezados por el gobierno, sostienen que aceptar condicionamientos para la Constituyente por parte de la guerrilla, es aceptar que ese foro se realice con un arma en la nuca, lo que sería algo así como tenerla secuestrada. Y algo más: abriría la posibilidad de que las FARC, que llegarían poniendo condiciones pero sin contraprestación alguna, quedarían con la licencia y la libertad para, si no les gusta o no están de acuerdo con lo que allí se haga, volver al monte. Y como la Constituyente tiene como marco previo un acuerdo político, no parece posible que sólo una fuerza, que no ha participado en él, asista a ese foro con el privilegio de la voz y el voto pero sin la responsabilidad del compromiso.

Sin embargo, esto que parece el nudo gordiano, podría ser más bien el punto de partida de una negociación con futuro. A juzgar por declaraciones del mismo Cano, el grupo guerrillero quiere la paz y está dispuesto a buscar un justo medio que permita conciliar posiciones. Para Cano, el acuerdo deja abierta una puerta. Está en el numeral 7, donde dice: "El numero (de puestos reservados en la Asamblea para los grupos guerrilleros) podrá aumentarse en la medida en que el proceso de desmovilización de otras agrupaciones haya avanzado, según valoración que de sus circunstancias efectúe el gobierno, previa consulta con los signatarios de este acuerdo."
Todo esto conduciría a la necesidad de que las FARC inicien con el gobierno un proceso diálogo con miras a la desmovilización. Sólo así el gobierno podrá certificar al resto de los signatarios del acuerdo sobre la buena fe y las intenciones de las FARC. Pero, a su vez, el gobierno tendrá que analizar con detenimiento las condiciones de la desmovilización, pues parece poco probable que ésta se pueda adelantar en las mismas condiciones del M-19. No sólo es un problema de logística y de tiempo, sino político, social y de cultura. Por una parte, es muy diferente desactivar a 500 guerrilleros que a 7 u 8 mil, que es el número de hombres alzados en armas de las FARC, sin contar con las redes de apoyo rurales y urbanas. Por otra, más de treinta años de vida guerrillera ha producido todo un modus vivendi que difícilmente puede modificarse en un período tan corto como el que resta para la instalación de la Constituyente, prevista para el 15 de enero del año entrante.

La Constituyente, sin embargo, se hará haya o no diálogo con las FARC. De ahí que este grupo, si de verdad quiere participar en esa Asamblea y hacer la paz, tenga que ponerse las pilas y recuperar no sólo el tiempo perdido en los últimos meses, sino la credibilidad del país y la posibilidad de ponerse a tono con los tiempos. Si las FARC se mantienen inflexibles, no será más que la prueba de que Jacobo Arenas sigue vivo y comandando. Si se sientan en la mesa de las conversaciones querrá decir que Arenas era, sin duda alguna, el principal obstáculo para la paz.
ALFONSO CANO
"Las Farc quieren ir a la Constituyente con el estatus de guerrilla"
Alfonso Cano, miembro del Secretariado General de las FARC, se considera el seguro sucesor de Jacobo Arenas. SEMANA estableció contacto por radioteléfno con él después de conocerse la noticia del fallecimiento de Arenas. Los siguientes son apartes de una entrevista que se prolongó por más de una hora y en la cual se intentó determinar hacia dónde van las FARC, después de la muerte de su ideólogo.

SEMANA.: ¿ Es Ud el sucesor de Jacobo Arenas ?
ALFONSO CANO: Llenar el vacío que deja Jacobo Arenas es muy difícil. En las FARC no hay línea de mando, no hay un segundo, un tercero, un cuarto...
Tenemos un Secretariado de cinco miembros y un Comandante en Jefe que es Manuel Marulanda Vélez. Nuestra dirección es conjunta y hacemos un trabajo colectivo.

S.: ¿ Puede resumir brevemente la posición de Arenas frente a la Constituyente y decirnos si la línea a seguir por las FARC seguirá siendo la misma ?

A.C.: La posición de las FARC es que una Constituyente concebida en el espíritu de las votaciones del 11 de marzo y del 27 de mayo, o sea representativa, autónoma y soberana, abre las puertas a la paz, a condición de que la guerrilla pueda participar en ella.

S.: El acuerdo sobre Constituyente establece que la participación sería posible sobre la base de la desmovilización. ¿ Están dispuestos a desmovilizarse para poder participar en la Asamblea Nacional Constitucional ?

A.C.: Nos remitimos a nuestro pensamiento de La Uribe, a los acuerdos. Las causas que hicieron posible el surgimiento de la lucha armada no han cesado, al contrario, se han incrementado. Por eso no es posible tener como punto de partida la desmovilización. Nosotros somos una fuerza, una opinión. La Constituyente debe representar todas las fuerzas sociales y políticas del país. Si no, sería otro mecanismo de bolsillo de la vieja clase política.

S.: ¿ Lo que Ud. quiere decir es que las FARC quieren participar en la Asamblea con el estatus de guerrilla ?

A.C.: No puede ser impasse para ser de la Constituyente el que nos desmovilicemos y nos encarcelemos en algún lugar del país.

S.: Para muchos eso puede ser inaceptable, sería como "secuestrar" a la Constituyente y ponerle condiciones que no están contempladas en elacuerdo político. ¿Si no se acepta que participen con el status de guerrilleros, quiere decir que volverían a la guerra ?

A.C.: No nos adelantemos. Creo que se van a remover los obstáculos. Nosostros somos optimistas con la teoría del revolcón. Es más, el acuerdo político dice que se puede ampliar el número de puestos para los grupos guerrilleros según como se vayan dando las cosas y de acuerdo con la valoración que haga el gobierno de las diferentes circunstancias.

S.: ¿ Usted querría ser constituyente a nombre de las FARC ?

A.C . :Aquí hay mucha gente que podría representar a la Coordinadora Nacional Guerrillera.

S.: ¿ Eso quiere decir que Ud. no está hablando sólo en nombre de las FARC y que se puede pensar que el ELN también está dispuesto a entrar en la onda de la Constituyente ?

A.C.: Sí, recientemente estuve en los campamentos de La Nueva Colombia con Manuel Pérez y Gabino del ELN, y Caraballo del EPL. Ellos no están obstinados en la guerra, porque no la consideran un fin en sí misma. Pero hay que remover obstáculos: hay que ampliar el número de los integrantes de la Asamblea, hay que eliminar las condiciones académicas que se exigen y dejar abierto el temario para que, después de la Asamblea, el pueblo ratifique o rechace lo que allí se haga.

S.: Hay una iniciativa de paz que ya dio resultados con otros grupos guerrilleros, que posiblemente verán reflejada su desmovilización en puestos en la Constituyente. ¿ Por qué si las FARC quieren participar en ella no se acogen a esa iniciativa ?
A.C.: Desde hace casi dos años, cuando todos éramos de la Coordinadora Nacional Simón Bolívar, en una cumbre definimos nuestros puntos de vista y concluimos que esa propuesta iba dirigida a movimientos guerrilleros sin perspectiva, en derrota y cansados. Era una propuesta de sometimiento y no de discusión. Nosotros no estamos ni derrotados ni en dispersión. Queremos evitarle al país la guerra civil, no estamos en esta lucha porque nos guste .

S.: ¿ Entonces por qué le pusieron conejo a los acuerdos de La Uribe ?
A.C.: Eso es relativo. En primer lugar, los medios de comunicación jugaron un papel importante en esa primera fase, pero le crearon al país la ilusión de que la firma de esos acuerdos era la firma de la paz y eso no era así. En segundo lugar, nosostros sí hemos dado muestras de que todos y cada uno de los compromisos adquiridos los hemos cumplido. Lo que pasa es que tenemos dificultades para explicarle al país las circunstancias que rodean los hechos. Al fin y al cabo, este es un país en guerra y hay dos ejércitos en la lucha, pero siempre la que parece agrediendo es la guerrilla.

S.: Un momento... las FARC, Ud. mismo lo ha dicho, no se sienten derrotadas y, además, han estado a la ofensaiva. Como si fuera poco, han continuado con las prácticas del secuestro y la extorsión que rechazaban en los acuerdos...

A.C.: Nosotros desde hace 4 o 5 años condenamos esas prácticas. Claro que se han presentado algunas deficiencias de parte de nuestras tropas, que de alguna manera hemos tratado de resarcir. Pero no son política oficial de las FARC. Sabemos que si queremos ganarnos la simpatía del país, mal podemos respaldar el secuestro.

S.: La gente cada vez les cree menos. Entre otras razones, por la estrategia de la combinación de las formas de lucha, que no es otra cosa que la práctica de una doble moral...

A.C.: Lo único que nosotros hacemos es ratificar diariamente lo que la vida nos enseña. Si hay agresión, la gente responde con agresión. En cambio, si la gente puede votar y definir, la gente vota. El problema, entonces, es cómo podemos respetamos. Cómo crear una cultura de la tolerancia. Por ejemplo, ahora le están queriendo poner conejo a lo que votó el pueblo el 27 de mayo y con eso poco se contribuye a la paz. No es bueno para la salud política del país que un gobierno de dos millones 800 mil votos pueda definirle y parcelarle la amplitud de la discusión que necesita para salir de la crisis.

S.: ¿ Si ustedes pudieran proponer temas a la Constituyente, cuáles propondrían ?

A.C.: Hay temas vitales como, por ejemplo, el papel de las Fuerzas Armadas y su participación en la guerra sucia. El papel que juega la doctrina foránea de la Seguridad Nacional. Lo que Colombia necesita es unas Fuerzas Armadas patrióticas, que tengan espíritu democrático. Si la propuesta del gobierno y de los que participan en ella imposibilita que el pueblo aborde temas de esa magnitud, la Constituyente va a ser un motivo más de frustración para el pueblo colombiano. No es el problema de los 14 mil puestos de la Contraloria o los 6 o 7 mil millones de pesos de los auxilios parlamentarios, el problema de fondo de Colombia.

S.: ¿ Ir a la Constituyente signifca el fin de la guerra o el principio del fin de la guerra ?

A.C.: Somos una corriente de oposición, somos una fuerza, ya se lo he dicho, y debemos poder manifestamos en ese debate. Queremos proponer nuestros puntos de vista. Es una de nuestras aspiraciones. Por eso todavía no podemos sentirnos derrotados por el pesimismo, por las condiciones y limitaciones de la Constituyente. Conversando queremos llegar a la Asamblea Constituyente que traiga paz y progreso al país. Queremos la paz, por eso hay que buscar un justo medio para que no lleguemos a un callejón sin salida.