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Asesina en Tokio

La sangre fría al cometer sus crímenes convirtió a una bogotana en socia ideal de la temible mafía japonesa Yakuza.

29 de mayo de 2005

Margareth Gisela Martínez apenas supera los 30 años de edad y, a pesar de su apariencia inocente, consiguió algo que muy pocas mujeres han logrado en el mundo de la delincuencia. Se convirtió en pieza clave de una de las organizaciones mafiosas más temidas del mundo: la Yakuza japonesa.

Según el DAS-Interpol la inusual historia delictiva de esta mujer empezó hace cerca de 10 años en Colombia. En ese entonces comenzó a reclutar mujeres jóvenes a quienes convencía de viajar a Japón. Una vez sus víctimas llegaban al país del Sol Naciente, éstas entraban a formar parte de las redes de trata de blancas que la Yakuza tiene en el Lejano Oriente. Según las autoridades su 'trabajo' fue tan eficiente que, de reclutadora en Colombia, recibió lo que se podría considerar una especie de ascenso y viajó a Japón a manejar personalmente algunas de estas redes.

De acuerdo con los testimonios de sus víctimas el cruel trato que Martínez les daba le ganó el respeto de los jefes nipones. Ello hizo que poco tiempo después Martínez comenzara a desenvolverse en otras de las ramas delictivas que maneja la Yakuza.

Y fue más allá. Conformó una banda con delincuentes colombianos que importó a Japón y con mafiosos locales. El curioso grupo se especializó en saquear apartamentos y asaltar joyerías en varias ciudades, principalmente Tokio y Nagoya. Según la información que las autoridades niponas les suministraron a sus colegas del DAS Martínez pronto terminó involucrada en cerca de una docena de asesinatos en Japón. Sus jefes-socios de la Yakuza habían descubierto su eficacia como sicaria.

Como pago por sus servicios los jefes de la Yakuza le permitían a Martínez y sus paisanos quedarse con parte del dinero que conseguían en los robos, atracos y sus 'servicios' sicariales. El producido de sus delitos comenzó a ser tan grande que se convirtió en un problema para los delincuentes japoneses. Para no despertar sospechas de las autoridades locales Martínez creó un sencillo pero eficiente método para lavar sus ganancias en Colombia. Ella y su banda consignaban en varias cuentas abiertas en bancos nipones parte de su dinero. Reclamaban las tarjetas débito y las enviaban a Colombia. En el país sus socios las recogían y retiraban el dinero de cajeros automáticos, principalmente en el Eje Cafetero. El dinero proveniente de Japón terminaba en lo que consideraban cuentas seguras de varios colaboradores de la organización.

A agosto del año pasado, durante una operación contra redes de lavado de activos, la Policía arrestó en Colombia a 15 personas dedicadas a esa actividad y descubrió cerca de 300 cuentas bancarias en las que se blanqueaba el dinero. Los detenidos eran nada menos que los socios de Martínez y la Yakuza.

El arresto de la red en Colombia y la pérdida del dinero depositado en las cuentas, parte del cual era de la Yakuza, dejó a Martínez en una posición muy complicada frente a los japoneses. La mujer sabía que esos errores que afectan a los mafiosos nipones se pagan con la vida. Decidió entonces escapar hacia Colombia. Estaba segura de que su habilidad criminal le permitiría burlar a las autoridades como lo había hecho durante años. Hace dos semanas detectives del DAS-Interpol la arrestaron cuando estaba escondida en una casa del sur de Bogotá. Fue el fin, al menos por ahora, de una asombrosa carrera delictiva.