Home

Nación

Artículo

Ricardo Palmera, conocido en las Farc como ‘Simón Trinidad’, pasará el resto de su vida en prisión. La justicia de Estados Unidos lo condenó sin clemencia. Aunque hay pocas esperanzas de que recupere la libertad, cualquier rebaja de su pena pasa por la liberación de los tres norteamericanos en manos de las Farc

justicia

Atrapado ¿sin salida?

Que 'Simón Trinidad' pueda salir algún día de la cárcel depende más de las Farc que de la justicia de Estados Unidos.

2 de febrero de 2008

EL juez Royce Lambert  fue implacable con 'Simón Trinidad'. Lo sentenció a 60 años de cárcel por "conspirar" en el secuestro de Thomas Howes, Keith Stansell y Marc Gonsalves, contratistas del gobierno norteamericano que están en poder de las Farc. Esta es la máxima pena que podía imponer, bajo los límites del tratado de extradición con Colombia, pero bien hubiese querido darle cadena perpetua, que es como se castiga en Estados Unidos este delito.

Muchos se preguntan si la pena fue excesivamente dura y si esa dureza envía un mensaje político a las Farc. En realidad, no es demasiado dura si se tiene en cuenta que Estados Unidos es un país que se ha construido sobre el paradigma de la libertad, y que cualquier atentado contra ella es castigado por la justicia sin la menor vacilación, y con un gran respaldo de la opinión pública. En 1932 ese país se conmovió tanto por el secuestro -y asesinato- del hijo del aviador Charles Lindberg, que la consecuencia legal fue que muchos estados instauraron la pena de muerte para ese delito, y se creó una tradición de repudio hacia quienes lo cometen. Es decir, hay una razón de principios para ser más inquisidor con un secuestrador que, por ejemplo, con un narcotraficante.

Ahora, después del 11 de septiembre, conspirar con un grupo terrorista es uno de los delitos más graves que se puede cometer en Estados Unidos. Y a 'Trinidad' se le acusa justamente de eso. Pero estas razones de principios y jurídicas no excluyen que también se esté enviando un mensaje político.

Estados Unidos es un país donde la independencia de poderes no está en discusión. Pero también es cierto que la cruzada contra el terrorismo no es un asunto sólo del presidente George W. Bush. El mensaje de la justicia es claro. Después de que el juicio fue anulado una vez, y se aplazó la decisión del juez en espera quizá de un gesto humanitario de las Farc (que nunca llegó), la situación se ha complicado. "Si bien esto es un golpe para las Farc, y un nuevo obstáculo, no es concluyente, sólo hará más lento un eventual proceso", dice Adam Isacson, del Centro de Política Internacional.

Todos los escenarios posibles de solución son verdaderos laberintos. El primero sería buscar un indulto para 'Trinidad', como parte del acuerdo humanitario. Los presidentes de Estados Unidos, al final de sus mandatos, suelen perdonar a algunos presos. "Tal como están las cosas, eso es posible, pero no probable. Sería más probable si las Farc liberaran a los norteamericanos", dice Stephen Donehoo, militar retirado y experto en inteligencia de ese país. Sin embargo, es difícil imaginarse a Bush perdonando justamente a un hombre que considera un trofeo en su guerra mundial contra el terrorismo.

Consciente de lo remoto que sería lograr un acuerdo político, la defensa de 'Trinidad' está trabajando para pedir que se anule el juicio, con el argumento de que se montó sobre la base de testimonios falsos. Aunque lo lograra, al jefe guerrillero le espera otro juicio por narcotráfico, del que difícilmente saldrá exonerado.

Por eso lo que parece más realista es buscar algún tipo de negociación directa con la justicia de Estados Unidos sobre la base de la liberación de los tres norteamericanos secuestrados; 'Trinidad' podría apelar su sentencia para que le sea rebajada y le reconozcan el tiempo que ha pasado en prisión como parte de su pena.

Pero tal como están las cosas, 'Simón Trinidad' puede pasar el resto de su vida en una prisión de alta seguridad en algún lugar de Estados Unidos, sin que las Farc hagan demasiado esfuerzo para facilitar su libertad, al tiempo que Howes, Stansell y Gonsalves cuentan los días, las horas y los segundos en la selva, esperando que su gobierno, su Congreso y sus jueces, que tanto aman la libertad, ayuden a que ellos recuperan la suya.