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AUGUSTO:EL OTRO CÉSAR

El presidente de Bavaria se ha cotizado tanto que su nombre está empezando a sonar como candidato a la Presidencia de la República

26 de octubre de 1992


LA OFICINA NO ES MUY LUJOSA. FUERA DE algunos objetos precolombinos y unos tapetes de Amaral, el único lujo relativo lo constituye un cuadro de Obregón que cuelga detrás de su escritorio. En ese ambiente de sobria elegancia despacha Augusto López Valencia, el presidente de Bavaria. A pesar de ese cargo, en ese recinto no es de cerveza de lo que más se habla. En la sala de espera adjunta pueden coincidir personajes como un parlamentario de provincia, una distinguida dama presidenta de una fundación benéfica, un presidente de una programadora de televisión, un equipo de publicistas, un joven PhD desempleado y eventualmente un ministro de Estado. Todos han sorteado varios obstáculos de seguridad hasta ser recibidos amablemente en el quinto piso del edificio por un equipo de tres amables y eficientes secretarias que conforman la guardia pretoriana de Augusto López.
La espera puede ser larga, pues el jefe siempre está ocupado. La entrevista, en cambio, suele ser corta. Rara vez recibe a alguien por más de 15 minutos pero el interlocutor sale siempre satisfecho. Lo más probable es que tras ese cuarto de hora de conversaciones su problema haya quedado resuelto. Pero aun si no ha sido así, la atención prestada por el anfitrión deja la sensación de que no hay tema más importante que el que se trató en la reunión.
Esa oficina de la calle 94 con carrera séptima de Bogotá se ha convertido en centro de poder sólo comparable con la Casa de Nariño. Por esto no es exagerado afirmar que en cada uno de los extremos de la ciudad despacha un hombre con poder y nombre de emperador romano: César y Augusto.
Hasta hace pocos años se especulaba que el segundo cargo más importante del país podía ser la dirección de El Tiempo o la gerencia de la Federación de Cafeteros. Pero hoy, los que saben dónde ponen las garzas son conscientes de que pocas veces en la historia de Colombia un particular había movido tantos hilos como los que se controlan hoy desde la presidencia de Bavaria. Todo el que tiene algún peso en el país tiene algo que ver con Augusto López. Para que le financie algo, para que le compre algo, para que le consiga un puesto, para que le den avisos, para que lo entrevisten en Caracol o para que lo pasen a primera clase en Avianca.

EL HOMBRE POLITICO
Ese nuevo papel que este antioqueño está jugando en la vida colombiana ha adquirido una dinámica que puede estar superando incluso la propia importancia de su cargo. En los últimos meses lo han condecorado el Congreso de la República, el Partido Conservador, la gobernación de Santander y la Cámara de Comercio de Armenia. Más sorprendente aún: se está comenzando a hablar del nombre de Augusto López como uno de los posibles candidatos conservadores a la Presidencia de la República.
La iniciativa, que, originalmente parecía no ser más que un saludo de algunos parlamentarios al grupo Santo Domingo, está cogiendo más fuerza de la que se hubiera podido anticipar. Hoy, algunos políticos profesionales con votos, como Gustavo Rodríguez Vargas, Rodolfo Segovia y Fabio Valencia Cossio, están promoviendo esa causa. Consideran que la clase política está tan desprestigiada y el Partido Conservador tan dividido que la única forma de presentar una carta aceptable al electorado es rompiendo con la tradición y cerrando filas alrededor de una figura del sector privado, cuya imagen esté asociada con la eficiencia y no con la politiquería. En otras palabras, creen que en Colombia hay un ambiente parecido al que reinaba en los Estados Unidos cuando surgió la candidatura de Ross Perot. Con la diferencia de que Perot resultó un soñador con rasgos de loco mientras que López Valencia es un aterrizado absolutamente cuerdo.
Cuando los tres políticos conservadores, Rodríguez, Segovia y Valencia, le plantearon la iniciativa manifestó que le interesaba mucho el concepto en abstracto de una candidatura del sector privado, pero no necesariamente con su nombre. Dijo que se podían explorar alternativas como las de Adolfo Carvajal, Hernán Beltz o Nicanor Restrepo, que llenaban ampliamente los requisitos. Se acordó sin embargo hacer unas encuestas para medir la aceptación del nombre del presidente de Bavaria entre el electorado. Gustavo Rodríguez considera que la negativa del presidente de Bavaria no es definitiva. "Las uvas están verdes, pero si se ponen maduras, las cosas cambian", le comentó a SEMANA. Valencia Cossio, por su parte, cree que este empresario tiene el perfil que el país necesita en la actualidad: "Sin haber ejercido nunca la política, es mejor política que cualquier profesional. Como presidente de Bavaria es un técnico a quien le cabe el país en la cabeza ".
En cualquier caso, estos dirigentes están de acuerdo en que para salir del atolladero el Partido Conservador tiene que buscar la Presidencia y no sólo la candidatura. La teoría es que si Alvaro Gómez es candidato, pierde, y que si Andrés Pastrana lo es también.
Por otro lado, creen que un hombre respetado del sector privado, aunque fuera conservador, podría conseguir apoyo sustancial de los liberales, entre quienes también hay rechazo a la política tradicional.
Pero a pesar de que Augusto López se deja alagar con el status de precandidato y le coquetea al asunto con quien no quiere la cosa, la verdad es que él es el primero en saber que eso no puede pasar de ahí. No sólo por los riesgos inherentes a la posibilidad de jugar el papel del Ross Perot colombiano, sino porque a él no necesariamente le interesa. Cuando uno es candidato a la Presidencia tiene dos posibilidades: ganar o perder, y a López Valencia no le gusta perder. Pero aun ganando, no es claro para todo el mundo que el nuevo cargo sea mejor que el que tiene en la actualidad.

LA NUEVA GENERACION
La evolución que ha tenido el grupo Santo Domingo en los últimos años ha cambiado gradualmente la naturaleza del mismo y las funciones de quien tiene por misión dirigirlo en Colombia. Según la revista norteamericana Forbes, se trata de una de las 200 fortunas más grandes del mundo, y su monto fue estimado por esa publicación entre mil y dos mil millones de dólares. Es una de las pocas fortunas familiares que se ha multiplicado en la segunda generación, y a estas alturas la prioridad de Julio Mario Santo Domingo no es tanto el crecimiento de sus utilidades actuales como la de garantizar la estabilidad de ese patrimonio para la tercera generación.
Santo Domingo cumple el año entrante 70 años, y a pesar de que goza de excelente salud y de que todavía está encima de todo, el hecho es que su desvinculación de Colombia es casi total Fuera de pasar temporadas de vacaciones en su casa de descanso en Barú y de su asistencia a las asambleas anuales de Bavaria, hace años que el industrial barranquillero no permanece por más de una semana en Colombia. Ninguno de sus tres hijos ha vivido en el país y por razones de seguridad es probable que no lo puedan hacer nunca en el futuro.
Por lo tanto, para todos los efectos prácticos la fortuna Santo Domingo en la próxima generación pertenecerá a personas asimilables más a extranjeros que a ciudadanos colombianos. En estas circunstancias, el administrador del grupo Santo Domingo adquirirá unas dimensiones mucho más grandes que las actuales, pues tendrá mayor autonomía en la toma de decisiones. Más que las de un gerente, acabará cumpliendo las funciones de un albacea.
No hay nadie en Colombia que pueda cumplir mejor este papel que Augusto López Valencia. No sólo por su honestidad, que es a toda prueba, ni por su capacidad de trabajo, que es casi infinita, sino fundamentalmente porque se comporta frente a las empresas más como doliente que como administrador.

EN GRAN ESCALA
El grupo Santo Domingo se ha convertido en un estado dentro del Estado, que contro a sectores tan diversos como industrias, finanzas, medios y servicios. Pero como le ocurre a todos lo estados, siempre existe el riesgo de que le caigan dos royas: la falta de control y la ineficiencia. Sin embargo, con Augusto López a la cabeza, el control nunca se pierde. Su mayor defecto como administrador es para este caso su mayor virtud: no delega. El grupo Santo Domingo es un conglomerado de más de 100 empresas que vende al año una cifra cercana al billón de pesos (un millón de millones). Si cada una de las empresas funcionara como una república independiente, la incitación a la deshonestidad sería inmensa. Pero con un centralismo como el que maneja Augusto López estas tentaciones desaparecen. Es prácticamente el presidente de cada una de las empresas del grupo, y convierte de hecho a los respectivos presidentes en vicepresidentes.
Todo esto, obviamente, tiene implicaciones en terminos de eficiencia. Con la excepción de la cerveza, el grupo no es líder en casi ninguna de las otras actividades a que se dedica. Pero en un conglomerado de esas dimensiones, el control es mucho más importante que la eficiencia.
Pero cuando se habla de cosas de semejante tamaño hay algo que puede llegar a ser aún más importante que todo esto: el apoyo político. Este tiene dos vertientet. Por un lado está la necesidad de contar siempre con la simpatía de la opinión pública y, por el otro, tener la posibilidad de influenciar al Congreso y al Gobierno en la toma de decisiones que pueadan afectar al grupo. Estos dos frentes constituyen los intereses estratégicos en este salto de la segunda a la tercera generación. Cualquier medida del Gobierno o ley del Congreso afecta mucho más los balances que todas las decisiones administrativas internas. Aspectos como la fijación del precio de la cerveza, una modificación de los impuestos una baja de aranceles, la política de cielos abiertos o la privatización de la televisión resultan más determinantes en el futuro del conglomerado que el grado de eficiencia relativa de una de sus empresas o de uno de sus gerentes. Y frente a esta situación, Augusto López se está comportando más como un maestro de la política que como un administrador.
Las bases de su poder político han sido la decisión del grupo de influir en la opinión pública a través de la compra del mayor número posible de medios de comunicación, y la estrategia de estrechar aún más los vínculos entre el grupo y la clase política.
En estos dos campos el resultado ha sido insuperable. En cinco años el grupo Santo Domingo pasó de no tener ningún medio de comunicación a estar metido en grande en televisión, radio y prensa. Y según ha indicado el propio Augusto López, esto es sólo el comienzo. En estos tres frentes piensan meterse la mano al bolsillo y entrar de lleno, particularmente en el campo de la televisión, que es el nervio del manejo de la opinión pública y lo será aún más en el siglo entrante. Además, con la privatización ad portas, este medio va a ser en gran parte de quien tenga la chequera más fuerte.
Además de la opinión pública, el otro escenario donde el grupo tiene que pisar fuerte es en el Congreso.
Y lo está haciendo. Es tan exitosa la campaña de relaciones públicas del presidente de Bavaria con el órgano Legislativo, que fue justamente de allí de donde salió la propuesta de que fuera candidato a la Presidencia de la República. Augusto López le dedica tanto tiempo a los parlamentarios como el propio Ministro de Gobierno, y practicamente todos han recibido una colaboración económica para su campaña electoral. "Cinco o 10 millones de pesos son la diferencia entre la vida y la muerte para un parlamentario en campaña en provincia, de manera que todos sentimos que de alguna manera le debemos la vida", confesó a SEMANA un político liberal. Esto, combinado con los micrófonos de Caracol y los tiquetes de Avianca, configura un lobby parlamentario de una eficacia sin precedentes en Colombia.
Toda esta maquinaria ha producido unos dividendos que están a la vista.
El afecto que se le tiene a López Valencia en el Congreso es grande y real.
Además de un dispensador de favores, el presidente de Bavaria es considerado un amigo. Tanto, que un observador tan agudo de la realidad nacional como el representante conservador Jaime Arias Ramírez sostiene que los alineamientos del Congreso no son ya los que eranantes. "Allá ya casi nadie es liberal o conservador. Las lealtades reales de los parlamentarios son más con Augusto López y con Carlos Ardila Lulle; y en menor grado con el cartel de Medellín y el de Cali".
Esas lealtades del Congreso no son teóricas. Gracias a la telaraña de amistades tejidas pacientemente por el precidente de Bavaria en el Congreso varias leyes favorables a los intereses del grupo han sido promulgadas y varias leyes en contra de éstos han sido atajadas. Hace un par de años el senador Víctor Renán Barco, comentaba así el resultado de una votación sobre un aumento en el impuesto a la cerveza:"En Colombia no hay nadie que se la pueda al poder del lobby de la cerveza". Y si esto es efectivo en el Congreso, lo fue igualmente durante las sesiones de la Asamblea Constituyente. Varios periodistas extranjeros se sorprendieron el año pasado al comprobar que uno de los centros de decisión en la elaboración de la nueva Constitución, fuera una cervecería.
El poder de este lobby se sintió justamente la semana pasada cuando Augusto López decidió dar declaraciones por Caracol para anunciar la posible compra de una cervecería en España, y de pasada atacó la posición del ministro de Hacienda, Rudolf Hommes, quien ha estado preparando un proyecto de ley que le permitiría a los departamentos aumentar sus recaudos a través de variaciones en el impuesto a la cerveza. López Valencia manifestó que sus "amigos" en el Congreso están más bien contemplando la posibilidad de presentar un proyecto de ley para reducir dicho impuesto.
En resumidas cuentas, el millón de amigos al que aspiraba Roberto Carlos en su canción lo consiguió Augusto López para el grupo Santo Domingo. Este servicio vale su peso en oro, y mucho más si se tiene en cuenta que los dueños del conglomerado no viven en el país.
Esto ha hecho de él una pieza absolutamente indispensable para el futuro de los Santo Domingo. El mito de que en ese grupo empresarial nadie es irremplazable y que el número dos puede ser descabezado en cualquier momento, no es aplicable a la situación actual. Por esto no es audaz apostar a que cuando llegue el siglo XXI, Augusto López Valencia siga siendo, en Colombia, la cabeza del grupo Santo Domingo. Ni López va a poder encontrar un puesto mejor que el que tiene, ni Julio Mario Santo Domingo va a poder conseguir un mejor defensor de sus intereses.