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Aumenta el chantaje

El ELN intensifica la guerra buscando un proceso de paz. ¿Podrá la voladura de torres y el bloqueo a las vías ablandar al gobierno?

13 de marzo de 2000

La semana pasada se vivieron las dos caras de la guerra en Colombia. Por un lado Raúl Reyes, vocero de las Farc, y sus seis compañeros de viaje por Europa ultimaban los detalles de una posible reunión con el Papa Juan Pablo II en el Vaticano. Según Reyes, de llegarse a dar ese encuentro, “queremos que el Santo Padre nos dé la bendición y que nos ilumine”. En un tono de feligrés arrepentido el vocero de las Farc señaló que el periplo por los países escandinavos para explorar modelos de desarrollo había resultado muy positivo porque la comunidad internacional estaba dispuesta a meterle el hombro al proceso de paz. Las noticias que llegaban del viejo continente eran sin duda alentadoras para un proceso de negociación con las Farc rodeado de especulacion y escepticismo.

Pero mientras en Suecia se hablaba de paz en Colombia la semana pasada la guerra no dio tregua. Y esta vez su principal protagonista fue el Ejército de Liberación Nacional (ELN), que intensificó su oleada terrorista contra la infraestructura eléctrica y de transporte. El pasado viernes en la mañana los elenos volaron dos torres de energía pertenecientes a la subcentral de Tunjuelito, al sur de Bogotá. En Antioquia fueron dinamitadas otras seis torres y de nuevo el tema del racionamiento en Medellín volvió a la mesa de trabajo del alcalde de esa ciudad. En Cali fueron voladas otras dos torres e igual número en Barrancabermeja. Con estos atentados el ELN ha puesto en jaque la interconexión eléctrica del país.

Pero el ELN no sólo enfiló baterías contra las torres de energía. La principal acción de ese grupo subversivo fue el bloqueo de la vía Medellín-Bogotá durante varios dias. La cuadrilla ‘Carlos Alirio Buitrago’ se tomó un tramo de esta carretera y durante más de siete dias paralizó el transporte público y de carga. Los guerrilleros tomaron como rehenes a unas 2.000 personas —entre camioneros y pasajeros de buses intermunicipales—. Para evitar un enfrentamiento abierto con el Ejército los subversivos se mimetizaron entre la población civil, lo que dificultó adelantar la Operación Gacela para recuperar la vía.

En total fueron cinco los ‘retenes’ que montó el ELN a lo largo de la vía Bogotá-Medelllín. El último bloqueo ocurrió el viernes en la tarde cuando los subversivos quemaron ocho carros en un tramo comprendido entre Villeta y Honda. Por la carretera Medellín-Bogotá se movilizan a diario 7.500 toneladas de carga y 12 empresas de transporte intermunicipal cubren esa ruta.



¿Que quiere el ELN?

¿Qué hay detrás de esa destructiva ofensiva militar lanzada por los elenos que ha puesto en jaque la infraestructura energética de Colombia y paralizó durante una semana la circulación de carga y transporte en una de las principales vías del país? En primer lugar, que nunca como ahora este grupo subversivo había estado tan débil táctica y militarmente. Durante los últimos dos años, el ELN se ha dedicado al ataque indiscriminado contra la población civil,lo que ha llevado a que los analistas lo comparen hoy con Sendero Luminoso. Los hechos de la semana pasada parecen confirmar la tesis de quienes sostienen que en estos momentos el ELN está más interesado en sobrevivir que en triunfar.

Esa debilidad puede tener parte de su origen en la desaparición de su máximo líder, el cura Manuel Pérez, quien por años mantuvo las riendas de esa organización subversiva. El cura logró unificar en torno suyo las distintas vertientes políticas que hacen parte del ELN.

Si bien es cierto que históricamente el ELN ha asumido un comportamiento federalizado, que hace que cada frente se comporte de manera autónoma, con la desaparición del cura Pérez este comportamiento se acentuó. Es un hecho que su actual cúpula no ha podido superar el conflicto de intereses que existe entre los distintos frentes. Sus decisiones dentro de la organización generan cada día más disputas. Por ejemplo, existe un enfrentamiento abierto entre su líder político, Antonio García, y su vocero internacional, Pablo Beltrán. Mientras García le apunta a una salida negociada del conflicto y aboga por una zona de despeje en cualquier lugar del país, Beltrán le apuesta a una intensificación de las acciones bélicas para lograr que el gobierno le conceda el despeje de los cuatro municipios en el sur de Bolívar.

¿Y qué papel juega ‘Gabino’, comandante máximo del ELN, en este pulso entre García y Beltrán? Quienes conocen de cerca lo que ocurre dentro de los elenos afirman que Nicolás Rodríguez, alias ‘Gabino’, juega un papel de conciliador y es en últimas el que inclina la balanza hacia una de las partes. Y todo parece indicar que en esta oportunidad esa balanza está a favor de Pablo Beltrán, es decir, de intensificar la guerra.

A la muerte del cura y al conflicto interno de intereses entre los comandantes al ELN le cayó una maldición aún mayor: Carlos Castaño. El jefe de las autodefensas de Colombia desató una fuerte ofensiva militar en diciembre de 1997 cuando se metió en uno de los santuarios de los elenos: la Serranía de San Lucas, en el sur de Bolívar, (ver recuadro).

Como si todo esto fuera poco, el ELN tuvo que enfrentar el debilitamiento militar de su frente financiero más importante: el Domingo Laín, que tenía su centro de operaciones en Arauca. De acuerdo con informes de Inteligencia este frente le entregaba a la organización el 70 por ciento de todos sus ingresos, producto de la extorsión, el boleteo y el secuestro a altos funcionarios de las multinacionales petroleras. El declive del Domingo Laín comenzó cuando las Farc, en cabeza del ‘Mono Jojoy’, tomaron la decisión de meterse a Arauca. Esa misión se le encomendó a su hermano, el comandante ‘Grannobles’, quien llegó a la zona hace dos años con 1.200 hombres y luego de una batalla frontal logró imponer sus condiciones. Hoy en día el ELN fue desplazado del control territorial y económico de esta cuenca petrolífera del país.

Tan lejos, tan cerca

Perdido el sur de Bolívar, perdido Arauca y en franca desventaja militar en la region del Catatumbo —el otro santuario de los elenos— la organización guerrillera decidió apostar sus restos en el nororiente antioqueño, donde montaron el comando regional ‘Darío de Jesús Ramírez Castro’. La razones para esta nueva estrategia están basadas en que en esa zona de Colombia se concentra el 35 por ciento del potencial energético de todo el país. Además está establecida una de las mayores infraestructuras industriales que se extienden a lo largo de 25 municipios del nororiente antioqueño. También se encuentra localizado uno de los ejes viales más importantes en la comunicación de la Costa con el interior.

El año pasado, de acuerdo con informes de Inteligencia, los cuatro frentes que operan en esta zona —‘Bernardo López Arroyave’, ‘Luis Fernando Giraldo Builes’, ‘Carlos Alirio Buitrago’ y ‘Ernesto Che Guevara’— recogieron cinco millones de dólares, producto de la extorsión y el boleteo a las empresas de transporte. Este año estos cuatro grupos fijaron una tarifa de tres millones de dólares a las empresas de buses intermunicipales que cubren la ruta Medellín-Bogotá. Y a quienes no pagan les queman los vehículos. Eso fue lo que le sucedió a la compañía Rápido Ochoa, a la que por su negativa le han incinerado 28 buses.

Así como en el pasado el ELN le apuntó al oleoducto, hoy le apunta a las torres de energía. Pero a diferencia de años anteriores, cuando su estrategia era conseguir fondos para sostener sus cuadrillas, en esta oportunidad la estructura energética se ha convertido en el medio de chantaje para obligar al gobierno a despejar el sur de Bolívar e iniciar una negociación.

Aunque los comandantes del ELN son los grandes responsables del estado de ‘senderización’ a que ha llegado la organización, algunos analistas consideran que el gobierno tiene su cuota de responsabilidad. Dentro de este orden de ideas el tratamiento que el gobierno Pastrana le ha dado al ELN se puede considerar de segunda. En palabras del comandante Pablo Beltrán: “Mientras a las Farc se les complace al ELN se le desprecia”.

La ofensiva terrorista de la semana pasada demuestra que el ELN dejó de ser efectista para ser efectivo. Los secuestros del avión de Avianca, de la iglesia de La María y el de los pescadores del Torno de Barranquilla fueron sin duda importantes golpes publicitarios por la espectacularidad de esas acciones. Pero no surtieron el efecto que los elenos esperaban para llegar fortalecidos a una mesa de negociación y exigir el despeje del sur de Bolívar.

Otra cosa bien distinta es dejar a oscuras a todo un departamento y bloquear por varios días una de las principales arterias del país. Mientras los primeros golpes sólo comprometen a particulares que han tenido que pagar el rescate de sus familiares, la voladura de torres y la paralización de las carreteras pone en jaque a todo un Estado. Pero la apuesta del ELN tiene muchos riesgos. En la medida en que se intensifique su accionar terrorista aleja la posibilidad de que se abra la puerta del diálogo, como lo ha sostenido el propio gobierno. Los elenos, sin embargo, creen todo lo contrario. Mientras más duros se muestren más cerca estarían de la mesa de negociaciones. Lo más preocupante es que en este ‘tire y afloje’ la víctima siempre será la sociedad civil.