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Entraron 537 vehículos nuevos, 10.000 contenedores y 80.000 canecas

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Algo huele mal: balance del sistema de aseo de Bogotá

Hace un año, Bogotá invirtió 4,8 billones de pesos en cambiar el esquema de aseo de basuras en la capital. ¿Está funcionando?

20 de abril de 2019

Hace poco más de un año, Bogotá implementó el nuevo esquema de basuras, por un valor de 4,8 billones de pesos. Para dimensionarlo, con ese dinero hubiera podido construir dos troncales de TransMilenio por la Séptima o una tercera parte del metro elevado. En ese momento delegó en cinco consorcios la labor de recoger, por zonas, las 6.301 toneladas que los capitalinos producen al día y llevarlas al lugar de disposición final, el relleno sanitario de Doña Juana.

Los ciudadanos han visto varios cambios. El primero es que entraron 537 vehículos entre compactadores, volquetas, barredoras, minicargadores, vehículos de supervisión y carros taller para mejorar la limpieza. Además, han aparecido más de 10.737 contenedores en toda la ciudad, y hace poco la Alcaldía de Bogotá anunció que pondrá 80.000 canecas nuevas. Gran parte de las capitales del mundo han llevado a cabo ese proceso, y la gente los ha recibido muy bien. En Bogotá, aunque no ha estado exento de críticas y obstáculos, ha sido positivo.

Foto: A la capital llegaron 537 vehículos nuevos, 10.737 contenedores y 80.000 canecas para mantenerla limpia.

Frente a los vehículos, los mismos operadores reconocen que han tenido inconvenientes para recoger la basura y también para la disposición final. Sobre los contenedores, muchos ciudadanos están inconformes, pues aseguran que algunos están muy cerca de su casa y al salir lo primero que ven es un arrume de basura.

Pero más allá de los nuevos equipos, es fundamental una cultura ciudadana que le dé prioridad al reciclaje, lo cual no se ha visto en Bogotá. “La gente no está separando. Nos hemos encontrado cualquier cantidad de cosas en los contenedores de material reciclable: perros muertos, escombros, desechos orgánicos, y hace poco uno de mis compañeros se quemó las manos porque alguien regó un ácido”, dijo a SEMANA Joselín Murcia, quien se dedica al reciclaje hace más de 30 años y asegura que a lo largo de su carrera no ha visto un cambio significativo en la conciencia de los habitantes de la capital.

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Pocos han entendido, por ejemplo, que un contenedor, el más grande y el que tiene la tapa negra, se usa para poner los elementos no reciclables, y al lado debería haber uno con tapa blanca para poner el material aprovechable (vidrio, papel, cartón, plástico, icopor, etcétera). O que cuando necesiten deshacerse de residuos sólidos grandes como los muebles y electrodomésticos, deben llamar a la línea 116, o a la 110 para el levantamiento de escombros.

En cuanto a la comunidad recicladora, Murcia asegura que este nuevo modelo no los tuvo en cuenta, que los contenedores son muy altos y que por eso no es tan sencillo acceder a los residuos aprovechables. “Para nosotros fue la muerte. Si antes una persona se hacía 40.000 pesos al día en reciclaje, hoy tenemos casos en que solo se hace 3.000 pesos. Además, en algunos puntos no están los dos contenedores, solo los de tapa negra y por eso la gente pone todo allí”.

Foto: En urbes como Copenhague se recicla el 95 por ciento de los residuos sólidos. En Bogotá no se llega al 15 por ciento. Frente a municipios de la región como Cajicá o Tenjo, los niveles de reciclaje llegan al 30 por ciento. 

Sin embargo, distintos sectores han recibido bien el nuevo modelo. Néstor Franco, director de la Corporación Autónoma Regional de Cundinamarca (CAR), le dijo a SEMANA que el Distrito ha hecho un esfuerzo por mejorar la situación del manejo de las basuras en la ciudad: “La renovación de la línea de transporte, la instalación de contenedores, las canecas de basuras y el manejo zonificado hacen el diferencial frente a esquemas anteriores”.

Aunque se han presentado algunos inconvenientes naturales en los procesos de transición, para Franco este nuevo esquema sí ha representado un cambio, aunque no sea la solución definitiva. Eso mismo piensa el abogado ambiental Gustavo Guerrero: “Lo que se propuso está funcionando. Hay algunos inconvenientes previsibles, pero el problema real es que no hay una solución integral”.

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Uno de los mayores problemas de Bogotá frente al manejo de los residuos es que cada habitante produce al día al menos un kilo de basura que termina en el relleno de Doña Juana, cuando al menos el 70 por ciento es reciclable. En el mundo, las ciudades tienen en promedio la meta de reutilizar el 50 por ciento, mientras que Bogotá no pasa del 15. No habría punto de comparación, por ejemplo, con Copenhague, que recicla el 95 por ciento; pero incluso con otros municipios de la región, Bogotá está rezagada. Cajicá recicla el 30 por ciento y Tenjo es un ejemplo en el aprovechamiento de residuos sólidos, pues hacen abono para sus propios cultivos con los residuos orgánicos.

Con lo que se entierra en el relleno de Doña Juana se podría generar energía para toda la ciudad u obtener 1.000 millones de pesos al día.

El hecho de que los bogotanos produzcan tal volumen de basura no solo aumenta los niveles de contaminación, sino que obliga a extender la vida útil del relleno. De hecho, el alcalde de Bogotá, Enrique Peñalosa, ya anunció que funcionará por lo menos 37 años más. Pero la responsabilidad no corresponde solo a la ciudadanía. Los alcaldes han postergado la construcción de plantas de aprovechamiento, y mientras más tiempo Bogotá se demore en construir una planta, más tiempo tendrá que usar el relleno.

Además, la dependencia exclusiva de Doña Juana hace que cualquier contingencia de gran magnitud pueda generar una emergencia sanitaria en menos de 72 horas. Y es que no hay ningún otro relleno que pueda suplir la demanda de Bogotá. El de Mondoñedo tiene capacidad para 1.000 toneladas diarias y el de Villavicencio para 600, de modo que no hay manera de prevenir una emergencia de esta índole.

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Sobre este punto, la concejal María Fernanda Rojas ha alertado que la empresa CGR, que se encarga del 30 por ciento del tratamiento de los lixiviados (líquidos producto de los residuos), tiene sanciones por incumplir la gestión de vectores y de chimeneas que evacúan los gases y evitan que el relleno sanitario colapse. Asimismo, ha dicho que es importante pensar en qué hacer con el 70 por ciento de los lixiviados restantes que terminan en el río Tunjuelo. Y también se pregunta si se ha apartado un porcentaje de la tarifa de aseo en campañas de pedagogía para que la comunidad recicle.

Aunque el tema de la cultura ciudadana pueda sonar a cliché, lo cierto es que en las grandes ciudades que han implementado este tipo de esquemas han demostrado que la cultura del reciclaje es esencial para que sean efectivos. Solo en 2018, Bogotá invirtió 10.500 millones de pesos para sacar de las alcantarillas un sinnúmero de residuos, como llantas, escombros, colchones y botellas, precisamente, por el comportamiento de los bogotanos. Muchos siguen pensando que la basura no tiene importancia. Pero según la Uaesp, con lo que botan a diario se podría generar energía para toda la ciudad o producir 1.000 millones de pesos al día. Por otro lado, mientras que en otras ciudades del mundo ya hay canecas que succionan la basura y la llevan directamente a la planta de tratamiento, en Bogotá no hay una sola. Más allá de los obstáculos y de las críticas, este es un paso importante en el manejo de las basuras de Bogotá, que sin duda se convertirá en una de las prioridades en la agenda de los próximos alcaldes.