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BARCO GOES TO WASHINGTON

En visita relámpago a los Estados Unidos, Barco les pone a los gringos los puntos sobre las íes.

15 de mayo de 1989

Pocas veces en la historia del país, un Presidente de la República se había dirigido en Estados Unidos a un auditorio tan calificado. En Colombia, el hecho de que mil quinientos editores de prensa del país más poderoso del mundo, hubieran escogido a Virgilio Barco como orador central de la sesión de clausura de su asamblea anual en Washington, había sorprendido a muchos. Pero no tanto como los había sorprendido el hecho de que Barco, famoso por su escasa habilidad para manejar micrófonos y grandes auditorios, hubiera aceptado.
Y Barco no solo aceptó la oportunidad, sino que la convirtió en la que tal vez ha sido hasta ahora su mejor intervención en público desde cuando asumió la Presidencia. Tres horas antes, el mandatario colombiano ya había dado una primera sorpresa, al salir bien librado en una entrevista en directo de más de ocho minutos en Today, el matinal informativo de la cadena de televisión NBC, el de mayor audiencia a esa hora. Allí, como lo haría ante la asamblea de editores, Barco--hablando en un inglés mucho menos bueno del que se le atribuía y sobre el que muchos decían que era mejor que su español-le cambió las cartas de juego a su entrevistador, Bryant Gumbel, y a una pregunta sobre lo que Colombia estaba haciendo en la lucha contra el narcotráfico, respondió preguntando qué estaban haciendo los Estados Unidos.
Ante los editores, el discurso de 10 páginas comenzó con un elogio del asesinado director del diario El Espectador, Guillermo Cano, cuya muerte atribuyó a "dos sicarios, actuando bajo las órdenes de Pablo Escobar, uno de los mayores narcotraficantes involucrados en el negocio internacional de la droga". A la lista de víctimas colombianas caídas en la lucha contra las mafias de la cocaína, el Presidente agregó otros 30 periodistas, un ministro de Justicia, un Procurador General, varias decenas de jueces, más de 1.300 policías y miles de colombianos más. Todo para concluir: "Contrario a lo que tantas
series de televisión norteamericana sugieren, Colombia no es una nación de criminales. Nosotros somos también víctimas del flagelo del narcotráfico ".
Pero la franqueza de sus palabras no paró ahí. Para dejar en claro que más que a dar explicaciones había ido a pedirlas, Barco sentenció: "La insaciable demanda de narcóticos en los Estados Unidos se ha convertido (...) en la amenaza más grande para la democracia en nuestro continente". Más adelante presentó los indicadores más positivos de la economía colombiana y desmintió que el crecimiento experimentado por el país en este campo sea un resultado del negocio del narcotráfico. "La mayoría de los dineros provenientes del narcotráfico --aclaró--son lavados a través del sistema financiero de los Estados Unidos y Europa, y terminan invertidos en negocios de finca raíz o en industrias legítimas por fuera de las fronteras y de la economía de Colombia ".
Después de cobrar para Colombia el hecho de que más del 80% de las incautaciones de cocaína en el mundo las hacen las autoridades nacionales, remató su planteamiento por el lado de la cuestión del consumo, con una frase cargada de ironía al ser dicha en el país que según el mismo Barco consume más de la mitad de la cocaína que se produce en el mundo: "La única ley que los narcotraficantes no violan es la ley económica de la oferta y la demanda". En fin, un discurso franco y directo que, según palabras del vicepresidente Dan Quayle, quien también asistió al acto, "tocó" al auditorio.

BARCO CORONO
Para muchos colombianos, el viaje de la semana pasada fue sorpresivo y aparentemente improvisado. Sin embargo, la verdad es otra. Era el premio de montaña de una larga carrera iniciada hace cerca de dos años con el lanzamiento de una agresiva campaña de prensa y televisión destinada a poner los puntos sobre las íes en lo referente al papel que juega Colombia en el problema de la droga. La idea central era la de que el país apareciera más como víctima que como victimario del flagelo del tráfico de estupefacientes.
En avisos de prensa y cuñas de televisión se insistía en las víctimas colombianas de la guerra contra la droga. La larga lista no dejaba a nadie por fuera. Estaban, claro está, Rodrigo Lara Bonilla, Guillermo Cano, Carlos Mauro Hoyos y el coronel Jaime Ramírez. Pero también aparecian los magistrados de la Corte Suprema, encabezados por Alfonso Reyes Echandía, y también los dirigentes Jaime Pardo Leal y Héctor Abad Gómez. Uno de los avisos más agresivos fue el que se publicó durante la campaña electoral Bush-Dukakis. En él se les decía a los candidatos: "Mr. Bush y Mr. Dukakis, sobre este asunto no debería haber debate". Los apartes claves del contundente aviso de prensa decían:
."Pero la verdadera pregunta es: ¿sus esfuerzos irán más allá de de tener el suministro antes de que cruce sus fronteras para combatir el problema de la droga en su destino final, el consumo en los Estados Unidos?".
."Sin demanda no hay oferta. Es una simple ley de la economía. Y más del 50% de la cocaína ilegal del mundo se consume en los Estados Unidos. La verdad simpley pura es que no ganaremos nunca esta guerra sin el apoyo de cada norteamericano. La amenaza no desaparecerá hasta que no desaparezca la demanda".
."Ustedes dos han dicho que los narcóticos representan una amenaza a la seguridad nacional. En ninguna parte es eso más claro que en Colombia. Nuestra larga y establecida herencia democrática está en juego".
Pero aparte de los avisos que fueron coordinados por la Fundación pro-imagen colombiana en el exterior, con fondos esencialmente privados de cafeteros, floristas y demás exportadores, no es lo único. Barco mismo ha sido protagonista de una ofensiva que en los últimos meses ha incluido cinco artículos de prensa escritos por el propio Presidente y cerca de 30 entrevistas a medios extranjeros. Entre los artículos se destacan el publicado en el Christian Science Monitor sobre el estado de la economía colombiana y los problemas de la droga, y uno que apareció en la revista Leaders, publicación cuyos lectores son los llamados decision makers (los que toman las decisiones). Aparte de esto, en círculos gubernamentales todo el mundo sabe que lo que más indigna a Barco es que los funcionarios diplomáticos no rectifiquen informaciones sesgadas que medios de prensa extranjeros publiquen sobre Colombia. Con esta misma lectura se debe interpretar la reciente intervención del embajador en la OEA, Leopoldo Villar, en el sentido de que no es justo que los medios de prensa norteamericanos traten a Colombia en la forma en que lo hacen, prácticamente convirtiéndola en la única responsable del problema del narcotráfico.
"Como es obvio--le dijo un funcionario oficial a SEMANA--mejorar la imagen de Colombia en el exterior sólo es posible si la situación mejora y si se demuestra con hechos que la batalla contra la droga se está librando". Y sobre esto los colombianos tienen la impresión de unos meses para acá de que, efectivamente las autoridades están a la ofensiva. Esto fue lo que enfatizó Barco en sus declaraciones en los Estados Unidos, cuando afirmó que en los tres primeros meses de este año, Colombia ha hecho más para combatir el narcotráfico, que los Estados Unidos durante todo el año pasado. Todo esto para no mencionar el hecho de que, aun que los norteamericanos insisten en que su peor enemigo es la droga, sus esfuerzos se concentran más en defender sus intereses políticos en Centroamérica. Las cifras así lo demuestran: mientras el año pasado Colombia recibió apenas 12.8 millones de dólares para la lucha contra la droga, el gobierno salvadoreño y los contras de Nicaragua recibieron más de 600 millones.
En resumen, Barco habló y habló claro en los Estados Unidos. Pero aparte del impacto del contenido de sus declaraciones, la imagen de un hombre con aspecto de abuelo, más bien tímido y con dificultades para vocalizar, debe haber impresionado a los millones de televidentes que sintonizaron Today el viernes 14 por la mañana. Todo se podía pensar, menos que se trataba de un hombre cómplice o tolerante con los capos de la droga. Y eso mismo le daba autoridad para decirles a los gringos: "La guerra sólo podrá ser ganada en los corazones, en las mentes y, particularmente, en los hábitos de la gente de los Estados Unidos y de los demás países consumidores (...) Los consumidores de la droga deben comprender que su vicio está llevando a nuestros países al borde del desastre y que, en la guerra total que estamos proponiendo contra el negocio internacional de los narcóticos, ellos, los consumidores, están del lado del enemigo, acompañando a quienes producen la droga y la distribuyen en las calles".