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Las autoridades de Perú expulsaron del país a 21 hinchas de Nacional por cuenta de los disturbios que protagonizaron la semana pasada en Lima. | Foto: A.F.P.

FENÓMENO

Barrasbravas, una vergüenza continental

Desde las peores épocas de los ‘hooligans’ no se veían tantos episodios de violencia ocasionados por barras de un mismo país en el extranjero. Colombia, lamentablemente, es la protagonista.

23 de abril de 2016

Hace dos semanas el centro de Lima, Perú, fue escenario de un violento enfrentamiento entre la Policía e hinchas de Atlético Nacional. Las imágenes que mostraron los noticieros aterraban por la forma como los seguidores del equipo de Medellín empuñaban armas blancas. Hasta disparos se oyeron.

Los hechos se presentaron poco antes del partido que el equipo colombiano jugó contra Sporting Cristal por la Copa Libertadores. Pero no es todo. Pocos días después se repitieron las mismas escenas, pero esta vez en Buenos Aires, cuando los hinchas de Deportivo Cali y de Boca Juniors se trenzaron en una pelea, en pleno Obelisco, a cuchillo, palo y piedra. Un día antes, en Luque, Paraguay, algunos miembros de las barras de Santa Fe eran detenidos por llevar machetes y droga horas antes de empezar el partido contra Cerro Porteño, también en disputa de la Libertadores.

Nunca en Suramérica se había presentado que hinchas colombianos llegaran a alterar el orden en ciudades de otros países. La prensa y autoridades locales rechazaron los desmanes.

¿Qué está pasando? A pesar de la Ley 1445 -que regula el fútbol y a la vez castiga a los violentos con sanciones de entre tres y seis años por fuera de los estadios y, si es el caso, hasta diez años de cárcel- en Colombia no es una novedad que la violencia se esté tomando este deporte.

“No estamos ante aficionados del fútbol, sino ante criminales. Las directivas de los equipos no han actuado correctamente debido al miedo que les genera saber quiénes están detrás de esas barras bravas”, dice Hugo Acero, sociólogo de la Universidad Nacional y experto en seguridad ciudadana.

Acero teme, como muchos, que si los clubes de fútbol no toman medidas, los hinchas radicales terminarán por apropiarse de los mismos, como sucede en Argentina. “Estas instituciones están alimentando su propia destrucción”, dice Acero.

Muchas teorías están empezando a explicar lo que está ocurriendo. El periodista Federico Arango, quien fue profesor de la cátedra Fútbol y Sociedad en la Universidad del Rosario en Bogotá, cree como algunos que los “hinchas encontraron en la violencia un arma efectiva para hacerse escuchar de los dirigentes de su equipo, los jugadores y las barras de otros clubes”.

Así logran beneficios como boletas e incluso viajes. Y, si quieren, influyen en temas deportivos como recientemente ocurrió con el entrenador de Santa Fe, Gerardo Pelusso, que ante la decisión de no utilizar al jugador Ómar Pérez fue asediado por las barras en su hotel, lo que desencadenó su salida del equipo.

Sin embargo, detrás de esto también aparecen razones sociales que van más allá del deporte. Arango explica: “El problema tiene que ver con las condiciones de segregación y falta de identidad de los miembros de estos grupos”. Ante este panorama la sociedad está clamando que las directivas de los clubes, el Estado y las autoridades locales se pongan los pantalones y tomen medidas. No sobra recordar el caso de los hooligans ingleses, quienes aterrorizaron a Europa durante los años ochenta y noventa.

Protagonizaron dolorosas tragedias como las del estadio de Heysel, en Bruselas, cuando aficionados del Liverpool atacaron a simpatizantes de la Juventus antes de la final de la Copa de Campeones de Europa en 1985. Murieron 39 personas. Y fueron tantos los hechos desafortunados que las autoridades solo pudieron apaciguarlos con medidas draconianas, como negarles la entrada a otros países, encarcelar a los líderes de las barras y prohibirles de por vida entrar a los estadios, entre otras.

Si bien es necesario aplicar todo el peso de la ley a los responsables de los hechos, otros creen que el tema pasa por lo pedagógico, como Andrés Wiesner, presidente de la fundación Tiempo de Juego: “Lo primero no es generalizar. No todos los hinchas se comportan incorrectamente y se ha avanzado mucho en programas con las barras para generar liderazgos positivos”.

Pese a la gravedad de la situación, es triste saber que en el país nadie asume la responsabilidad o busca las soluciones: el balón pasa del Estado a los clubes, y de estos al Estado. Si las cosas siguen así, no solo está cerca una tragedia, sino una sanción drástica para los equipos colombianos, como ocurrió con los ingleses que, por culpa de los hooligans, fueron excluidos de las competiciones europeas durante cinco años. Ojalá no sea así.