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Batalla en la ciudad

Las autoridades creen que el carro bomba que explotó en Bogotá puede ser un capítulo más del enfrentamiento entre facciones de paramilitares.

13 de octubre de 2003

El miercoles de la semana pasada María Lucrecia Reyes se levantó a las 4 de la mañana y se alistó para salir de su casa, en el sur de Bogotá. A las 6 llegó a una de las equinas del centro Comercial Bahía, en el sector de Sanadresito, y comenzó a trabajar en el negocio que le había permitido sobrevivir durante años y sostener una familia de siete hijos y 14 nietos: una carrito de venta de jugos de naranja. María Lucrecia, de 62 años, era muy popular en el sector ya que desde hacía mas de cinco años llegaba sin falta todos los días de la semana a la misma esquina, en donde permanecía hasta caer la noche para vender sus jugos a los comerciantes de la zona. A las 7:34 de la mañana llegó un cliente inusual. Un hombre joven que acababa de estacionar un viejo jeep Willys a pocos metros del carrito de María Lucrecia. Después de beber un vaso de jugo el sujeto se alejó del lugar. La mujer no sospechó que ese hombre que acababa de pagarle 1.000 pesos por el jugo se convertiría en su verdugo.

El Willys verde quedó parqueado sobre la calle. A las 8:06 dos agentes de policía del sector, John Jairo Torres y José Domingo Jaimes, decidieron inspeccionar el vehículo, que era el único estacionado en la cuadra. A pesar de ser una de las zonas más concurridas y congestionadas del sector no era usual que a esa hora estuviera parqueado frente a un centro comercial que abre sus puertas poco después de las 9 de la mañana. Mientras María Lucrecia terminaba de exprimir algunas naranjas los dos agentes se bajaron de la motocicleta y se acercaron al carro.

Cuando estaban a dos metros del vehículo éste explotó. En su interior había una carga de cerca de 500 gramos de C-4, un potente explosivo plástico que fue detonado a control remoto. Los cuerpos sin vida de los dos agentes y de la vendedora de jugos quedaron en el lugar. Tres personas más también murieron como consecuencia de la explosión y otras 20 quedaron heridas; 592 locales comerciales ubicados a 200 metros a la redonda del lugar resultaron afectados.

¿Quien fue?

El ataque causó desconcierto. Era el primer atentado terrorista que ocurría en Bogotá en los últimos ocho meses, después del ataque al club El Nogal, en febrero de este año. Pocos minutos después de la explosión en el Palacio Liévano, sede del gobierno distrital, se inició un consejo de seguridad extraordinario. Durante todo el día se analizaron las causas y los posibles responsables del ataque. A las 5 de la tarde la ministra de Defensa, Marta Lucía Ramírez, se unió a la reunión, que se prolongó hasta altas horas de la noche. Como resultado de esa reunión surgieron tres hipótesis principales.

La primera, y por la que más se inclinan las autoridades, está relacionada con enfrentamientos entre facciones del Bloque Centauros de las AUC y las Autodefensas del Casanare. Desde hace más de un año estos dos bloques de las autodefensas están enfrascados en una creciente guerra, motivada especialmente por el control territorial. Aunque la lucha entre los dos bloques se ha desarrollado en zonas rurales de Meta, Vichada y Casanare, en donde operan los dos grupos, las disputas por el control también se han extendido a Bogotá.

Hasta hace dos años las Autodefensas del Casanare, lideradas por 'Martín Llanos', ejercían actividades en algunas zonas de la capital por medio de un grupo llamado Frente República. Esta facción actuaba en varios sectores de la ciudad y uno de los principales centros de operación era Sanadresito. El control de esta y otras zonas de Bogotá era 'compartido' con miembros del Frente Capital, un grupo del Bloque Centauros. Como consecuencia de la disputa entre los dos bloques en el oriente del país la 'convivencia pacífica' entre las dos facciones paramilitares que operaban en Bogotá desató una guerra en las calles de la capital, la cual dejó muertos de lado y lado pero terminó a favor del Frente Capital. Los miembros de este frente desplazaron a sus antiguos camaradas y les quitaron el control de algunas zonas consideradas estratégicas en la ciudad, como Restrepo, Patio Bonito, 7 de Agosto, los frigoríficos y, especialmente, los sanandresitos.

De acuerdo con las autoridades locales y con las denuncias públicas que ha hecho el comandante de la Policía Metropolitana de Bogotá, general Jorge Daniel Castro, los paramilitares operaban en la ciudad mediante las llamadas 'oficinas', una especie de centrales de operaciones desde donde se coordinan diferentes actividades, las cuales están ubicadas en por lo menos 12 sectores de la capital. Una de las zonas en donde justamente funcionaba una de las oficinas principales de los hombres del Frente Capital era cerca del lugar donde explotó el carro bomba de la semana pasada.

Aunque al final de la semana los dos bloques de autodefensas negaron, por medio de comunicados, estar relacionados con el atentado, oficiales de inteligencia de la Policía creen que el carro bomba puede hacer parte de una nueva etapa de la guerra que libran estos dos grupos paras. "Hasta ahora se venían matando entre ellos en combates abiertos en los Llanos y ocasionalmente con ajustes de cuentas entre sus coordinadores en Bogotá. Lo que parece indicar ahora es que han pasado a otro nivel y es el de atacar objetivos específicos para desestabilizarse", concluye el oficial.

Esos objetivos específicos a los que se refiere tienen que ver con atacar blancos, como las 'oficinas' o a personas cercanas a uno y otro bando. Además de esta hipótesis las autoridades no descartan otras dos más. La primera, respaldada públicamente por el vicepresidente, Francisco Santos, señala a las Farc. "Como el sector atacado es una zona en donde se ha denunciado la presencia y actividades de grupos paramilitares sería una macabra forma de atacar a los paras y enviar el mensaje que ellos (las Farc) están presentes en la ciudad", dijo a SEMANA un alto funcionario del gobierno distrital.

La segunda hipótesis se basa en la posibilidad de que el carro bomba fue detonado por algunos grupos delincuenciales asentados en ese comercio, para distraer a las autoridades, que ese día tenían programado un operativo anticontrabando de la Policía Fiscal y Aduanera. Incluso el director de la Dian, Mario Aranguren, confirmó que a las 9 de la mañana de ese día se iba a realizar el operativo. "No puedo afirmar que el atentado haya sido contra nosotros pero en ocasiones anteriores y en otras ciudades nos han recibido a bala", dijo

Aunque el viernes no se habían señalado oficialmente a los responsables del carro bomba, lo cierto del caso es que el atentado , independientemente de sus autores, es un campanazo de alerta para las autoridades distritales. Si bien es cierto que luchar contra el terrorismo no es fácil y que durante los últimos ocho meses se evitaron 16 acciones en la capital, es claro que las autoridades civiles, militares y policiales de Bogotá no deben bajar la guardia frente a los delincuentes. Mucho más si se tiene la información de sus actividades, como ocurre con el caso de las 'oficinas' y actividades de los paramilitares en la ciudad.