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BEDOYA AL ATAQUE

Con el general Bedoya, comienza esta semana Plinio Apuleyo Mendoza una serie de entrevistas en profundidadcon los candidatos a la presidencia.

23 de marzo de 1998

El suyo es un despacho muy sobrio, con una bandera colombiana y otra de su movimiento 'Fuerza Colombia' a los dos lados del escritorio, con una escultura en laja de San Miguel Arcángel, comandante de las milicias celestiales, hecha por su hermano y, en la pared,un Sagrado Corazón de Jesús con una leyenda que dice: Amigo que nunca falla. Desde esta pieza, en el segundo piso de una vetusta casa de Teusaquillo que le fuera cedida por don Hernán Echavarría, Harold Bedoya organiza su campaña presidencial. A su escritorio llega con las primeras luces del amanecer y a las 10 de la noche, todavía está allí, dando las últimas instrucciones, antes de subir a su automóvil, un Mercedes blindado, de vidrios oscuros, que lo devuelve a su casa en medio de una nube de escoltas, pues es uno de los hombres más amenazados del país.
La casa donde funciona la sede de 'Fuerza Colombia', húmeda y de crujientes escaleras, es a lo largo del día un hervidero de gentes. Muchos de los colaboradores que van de una pieza a otra llevando papeles, son militares retirados: tenientes, capitanes, coroneles y uno que otro general, como el combativo ex comandante de la V Brigada, Ricardo Cifuentes. Hay un toque inevitablemente militar en la manera como todos ellos ejecutan las órdenes o como arman, de prisa, en las ciudades de provincia, el andamiaje de la campaña. Alguno de ellos ha resuelto que los dirigentes regionales del movimiento sean llamados apóstoles y no jefes ni líderes.
También algo o mucho del porte y de la disciplina militar y del hábito de mando sobreviven en el propio Bedoya bajo el traje de civil que ahora lleva, por cierto, con más elegancia y propiedad que muchos oficiales en uso de buen retiro. María Cristina, su esposa, una mujer pequeña y encantadora que adora la ópera, le elige, cada mañana, con buen gusto y un gramo de coquetería, el traje, la camisa y la corbata. Veintiocho años después de haberse conocido en Armenia, se miran todavía como un par de enamorados. Rezan juntos todas las noches. Tienen dos hijos, Harold Andrés, un joven arquitecto, y María Alexandra, una bonita odontóloga, y un nieto llamado Alejandro que parece una versión del propio general a los 12 meses de edad.
El fenómeno de esta candidatura es sorprendente. Muchos lo comparan con el de Fujimori, en el Perú de 1990, aunque nadie puede asegurar aún si llegará tan lejos como el entonces competidor de Vargas Llosa. La analogía, por lo pronto, es que también Fujimori apareció en la escena política de su país, de la noche a la mañana, trastornando todos los pronósticos y sin soporte en los partidos. Los personajes públicos que apoyan a Bedoya se cuentan con los dedos de la mano: Hernán Echavarría, Gustavo Gaviria, Fernando Londoño Hoyos, Miguel Santamaría y el general Valencia Tovar.
¿Cuál es su fuerza real? Las encuestas que se limitan a las principales ciudades llegaron a darle un 20 por ciento, pero la recientemente publicada por SEMANA, al incluir el sector rural, hizo descender este guarismo a un 12 por ciento. Una cosa es cierta, sin embargo: su línea en los sondeos hechos de octubre a hoy es ascendente. Según diversos estudios, su principal soporte son los jóvenes y las mujeres. Y algo aún más curioso tratándose de un militar a quien sus adversarios le colocan la etiqueta de derecha: también es bien acogido en sectores de la clase media baja de ciudades como Bogotá, Medellín y Cali. Bedoya aparece como el antipolítico por esencia. Y, de paso, el antiSerpa en la medida en que tampoco él, como el candidato oficial del liberalismo, tiene agua en la boca a la hora de hacer una declaración.
La campaña que se propone adelantar utilizará esencialmente exhortaciones patrióticas. Su lema: 'Ponte de pie, Colombia'. El himno de 'Fuerza Colombia' es una contagiosa balada rock, compuesta por Alvaro Gaviria.Bedoya contesta las preguntas que uno le hace sin la cautela usual de un político. Cualquiera que sea el juicio que merezcan sus respuestas, algo está fuera de toda discusión: el general es diferente porque dice tranquilamente lo que piensa.
Plinio Mendoza: General, usted es el único candidato presidencial que no habla para nada de diálogo con la guerrilla. ¿Por qué? ¿Se le ocurre otra vía para llegar a la paz?
Harold Bedoya: Todos los gobiernos han ofrecido diálogo y ahí tenemos, desde hace años, un país en guerra. ¿De qué han servido esas ofertas constantes? ¿Quién ha dicho que a las Farc o al ELN les interesa la paz? El país retiene los malos ejemplos y olvida los buenos. En los años 64 a 66, el presidente Valencia, llamado presidente de la paz, pacificó al país. ¿Cómo? ¿Con diálogo? No, aplicando la ley y la Constitución. Ante todo, hay que restablecer el imperio de la ley. Esa es una condición esencial para cualquier democracia. La ley. El que cometa un delito debe pagarlo. El que asesine, debe ser sancionado. Sí, es cierto: soy el único candidato que lo dice. Yo ya di pruebas de esa voluntad de recuperar la integridad de la ley, denunciando y tumbando el artículo 127 del Código Penal que permitía a los sediciosos matar o atentar contra la vida de cualquiera sin ser sancionado.

P. M.: ¿Realmente no aceptaría usted ninguna forma de amnistía?
H. B.: Podría aceptarse para quien ha cometido un delito político de sedición y asonada sin apelar a formas criminales de acción, al terrorismo. Y también para los guerrilleros rasos que quieran entregarse. A ellos les daríamos toda suerte de garantías. Pero no puede haber amnistía para los dirigentes de organizaciones que ya no son guerrilleras sino terroristas y que internacionalmente han sido calificadas como tales, del mismo modo que lo han sido la ETA o el IRA.
P. M.: ¿Usted no cree entonces en la neutralidad de la población civil?
H. B.: No, frente a los delincuentes nadie puede ser neutral. La población civil debe ser aliada de la autoridad porque ella es la primera víctima del terrorismo. ¿Qué tal que la población civil, durante la guerra de la independencia, se hubiese declarado neutral? Bolívar habría perdido la guerra. No, no hay neutralidad posible. O uno está con el terrorismo o está contra él. Mire, cuando la población civil hace causa con las Fuerzas Armadas, se pacifican las regiones. Lo hemos visto en Urabá, en la región de San Vicente y El Carmen de Chucurí, en la región de Yarima y en el sur del Cesar. Es un ejemplo para todo el país.
P. M.: Muchos van a decir, general, que usted es el hombre de la guerra y no el hombre de la paz. ¿No le parece algo políticamente muy inconveniente?
H. B.: No, porque es verdad: yo soy el hombre de la guerra, pero de la guerra contra la corrupción, contra las mafias, contra el secuestro, contra el terrorismo, contra la inseguridad que vive Colombia. Y al mismo tiempo soy el hombre de la paz porque no podemos esperar que la paz nos llegue como un regalo del señor Tirofijo y del cura Pérez. Sólo combatiendo contra todo lo que está acabando con este país, se puede conseguir, al fin, una paz duradera.
P. M.: No obstante, un contendor suyo, Alfonso Valdivieso, sostiene en reciente columna publicada por 'El Tiempo', que con Bedoya "el país asistiría a la exaltación de la intolerancia y el camino autoritario". ¿Qué dice de esto?
H. B.: Lamento que el doctor Valdivieso haya utilizado esa columna que nos cede El Tiempo a los candidatos para atacarme. Creo que quienes compartimos una posición en contra de la corrupción y del continuismo no podemos extraviarnos en desatinadas controversias. Una estrategia encaminada a captar votos y a mejorar una posición en las encuestas no puede prevalecer sobre el propósito común de encontrarle una salida al país, porque, si así fuese, favoreceríamos de una manera suicida al candidato oficialista. Sólo diré que una vida como militar al servicio de la democracia no autoriza a nadie para ver en mí una vocación autoritaria. Le recuerdo al doctor Valdivieso que la firmeza y la democracia no riñen entre sí. Al contrario, a veces la primera es necesaria para salvar a la segunda.
P. M.: General, pese a todo, se habla mucho de la ineficiencia de las Fuerzas Militares, de las cuales fue usted comandante antes de ser candidato. Después de Puerres, el desastre de Las Delicias. Después de Las Delicias, Patascoy. ¿Cómo explicar estos insucesos?¿No constituyen un fracaso suyo?
H. B.: Cada uno de estos desastres tiene su explicación. Cuando se produjo el ataque a Las Delicias había también otros 27 ataques simultáneos en todo el país. En Las Delicias los soldados combatieron heroicamente desde comienzos de la noche hasta el mediodía. ¿Por que no recibieron apoyo? Porque no había helicópteros. Sólo logramos conseguir uno, que estaba en el Guaviare.
P. M.: ¿Sólo uno? ¿Cuántos helicópteros tiene el Ejército?
H. B.: Sólo había en aquel momento 13 helicópteros de combate, los Blackhawk. De ellos el 40 por ciento estaban en mantenimiento o en reparación. De modo que sólo disponíamos de ocho o nueve aparatos para atender 27 frentes de combate. Esa es la realidad. No hay helicópteros. Es cierto, se compraron recientemente siete Blackhawk, pero aún así el número total disponible es insuficiente. Los helicópteros rusos no cuentan. Son sólo de transporte. El otro problema son las comunicaciones. También fallaron las comunicaciones en Las Delicias. Nunca logramos que el gobierno adquiriera o arrendara un satélite para resolver el problema de cientos de repetidoras, que inmovilizan a miles de soldados en su vigilancia.
P. M.: ¿Qué otra cosa se necesitaría para ganar la guerra? Ahora que es usted un civil y candidato a la presidencia puede decirlo con más libertad.
H. B.: No hay ninguna nación del mundo que pueda defender sus intereses fundamentales a base de una retórica pacifista unilateral, desconociendo por completo la realidad que vivimos: violencia, terror, narcotráfico y un Estado incapaz, inepto para afrontar los grandes problemas de seguridad. Nosotros no hacemos otra cosa que declarar la paz mientras la subversión nos declara la guerra. Y aquí o en cualquier otra parte, lo primero que se necesita para enfrentar esa guerra es un Estado organizado y una Nación movilizada.
P. M.: ¿No cree usted que esto ya se ha intentado?
H. B.: Nunca. Aquí todavía creen que el problema del terrorismo es asunto exclusivo de los militares, y no es cierto. Se necesita una estrategia de Estado. Nunca la hemos tenido. Nunca. Si la prioridad del país es y debe ser la lucha contra la subversión y el narcotráfico, es preciso que el Ejecutivo, o sea el Presidente y todos los ministerios, empezando por el de Justicia y el de Hacienda, articulen su acción en función de este objetivo. También el Congreso y el poder judicial. Y este último, por cierto, tal como está no sirve de nada.
P. M.: ¿Por qué lo dice?
H. B.: Se paralizó. Cayó en un colapso total. No de ahora. Ahora su crisis hizo metástasis, pero de tiempo atrás el sistema judicial se ha mostrado obsoleto. Quizás no es el sistema judicial que necesitamos. Nuestra organización,'Fuerza Colombia', está adelantando un amplio estudio sobre este grave problema.
P. M.: La Constitución del 91 introdujo en el sistema judicial cambios importantes. Se estableció la Fiscalía, por ejemplo. ¿Qué opina de ella?
H. B.: Opino que es totalmente ineficiente para luchar contra el terrorismo y el narcotráfico.
P. M.: ¿Qué puede entonces ser eficaz contra eso que usted designa como terrorismo y narcotráfico?
H. B.: La Justicia Penal Militar. Mire, recuerde lo ocurrido en los años 81 y 82 cuando toda la cúpula del M-19 fue capturada, investigada, juzgada y condenada por su actividad subversiva. ¿Por quién? Por la Justicia Penal Militar. Es más eficaz contra las organizaciones terroristas.
P. M.: Pero ahora la Constitución del 91 prohíbe a los militares juzgar a los civiles...
H. B.: ¿Se pueden considerar civiles miembros de organizaciones terroristas? Mire, este es el único país donde la justicia militar no puede hacer nada contra ellas. Funciona en Venezuela. Usted va al Zulia y allí hay tribunales militares permanentes para juzgar a los terroristas. Los hay en el Táchira y también, creo, en el Amazonas, donde existen los llamados teatros de operación. Allí los tribunales militares funcionan a las mil maravillas, y por eso los venezolanos viven indignados con razón con Colombia porque Colombia no es capaz de hacer lo mismo. No lo comprenden. En el curso de una entrevista con él que duró una hora, el propio presidente Caldera no entendía cómo no disponían nuestras Fuerzas Militares de los recursos materiales y jurídicos que tiene Venezuela para combatir el secuestro y el terrorismo. A esas amenazas Colombia sólo responde con una paloma.
P. M.: ¿Es usted partidario de las Convivir?
H. B.: Desde luego. Pero me parece absurdo que no se les permita usar sino revólveres cuando son agredidas con ametralladoras, bombas, minas quiebrapatas. A nadie se le puede negar el derecho de defender su vida y la de su propia comunidad. La vida vale más que el derecho de quedarse en el sepulcro con la absolución de las ONG.

P. M.: Todo eso va a alborotar a las organizaciones que se ocupan de los derechos humanos. Su gobierno sería blanco de críticas muy duras en el ámbito internacional. ¿Cómo piensa enfrentar este problema?
H. B.: A ese problema le presto la mayor atención. Recientemente me entrevisté en Nueva York con el alto comisionado para los derechos humanos de la ONU. Decidí agarrar el toro por los cuernos. Le dije: cuando sea elegido presidente, les daré a ustedes todas las garantías que necesitan para adelantar su labor. Podrán trabajar con entera libertad. Pero les ruego que tomen en cuenta una cosa: hay muchas ONG que se han politizado y que desconocen todos los esfuerzos que estamos haciendo para preservar los derechos humanos. No pueden confiar ciegamente en ellas sin hacer una investigación previa sobre sus denuncias. Pido que se respete el debido proceso. Todo acusado tiene derecho a la defensa. Y también deben denunciarse los atropellos a los derechos humanos cometidos por la narcoguerrilla y por los mal llamados paramilitares.
P. M.: ¿Cómo ve a Serpa? Dice que, de ser elegido presidente, el 8 de agosto se reuniría con los jefes guerrilleros para hacer la paz...
H. B.: Hace tiempos que se la pasa reuniéndose con ellos y no ha logrado nada. Habla siempre de paz pero lo que nos ha dado, como Ministro de Samper, fue el horror, el desangre y las cinco estrellas negras que nunca habíamos logrado: la estrella negra de ser el país más violento, la del país con más secuestros, la del país más corrupto, la del país más inseguro y la estrella negra del mejor productor de drogas.
P. M.: ¿No cree usted que, justamente por el contacto que en otras oportunidades ha tenido con los jefes guerrilleros, Serpa pueda llegar con ellos a un acuerdo de paz?
H. B.: El lo único que puede pactar es una vergonzosa entrega de la soberanía, algo contrario a la Constitución y a las leyes de la República.
P. M.: Usted necesitará el apoyo del Congreso. Y eso parece difícil porque allí la clase política que usted combate tiene un poder decisivo. ¿Qué haría?
H. B.: Por eso le pido a los colombianos que escojan bien a sus candidatos al Congreso, para barrer de allí a la corrupta clase política, que tanto daño le ha hecho a la República.
P. M.: ¿Y si ese cambio no se logra?
H. B.: Nada sería más peligroso. Porque con las actuales mayorías, a base de codazos y pupitrazos, se podrían seguir sacando leyes que nadie conoce para favorecer a los delincuentes. Creo que la Constitución prevé recursos para apelar al constituyente primario cuando se hace necesario.
P. M.: Serpa dice que él es el candidato de los pobres. ¿Qué piensa decirles a éstos para atraerlos hacia su candidatura?
H. B.: Serpa es experto en pobres. Pela a los ricos empujándolos hacia la clase media. Pela a la clase media para hacerla entrar en el mundo de los pobres. Y a los pobres los ha vuelto paupérrimos. No creo que ninguno de ellos tenga interés en votar por él.
P. M.: ¿No cree que hay electores a quienes les puede inquietar votar por un general?
H. B.: Los colombianos me conocen. Soy un demócrata. Yo empecé hace cinco meses en ceros y ahora las encuestas me dan la segunda posición. Y sin maquinaria, sin gobierno, sin plata, sin burocracia que me ayude. Todo esto muestra que los colombianos ven en mí una opción distinta. No tengo nada que ver con la politiquería. Tengo una hoja de vida limpia. Tengo la fortaleza para enfrentar las grandes amenazas que pesan sobre la Nación. Los colombianos van a encontrar en mí una persona que va a poner la casa en orden.
P. M.: General, no se le ven a usted equipos de gobierno. ¿Con quiénes gobernaría?
H. B.: Con la mejor gente, con la gente honesta de los dos partidos y con los independientes.
P. M.: Nadie sabe qué clase de gobierno sería el suyo. Hay temores...
H. B.: Infundados. Yo haré un gobierno de transición que nos permita pasar de un Estado corrupto, débil, ineficiente y atrasado a una democracia con orden y justicia que hasta ahora no hemos tenido. Será un gobierno de transición, para que los partidos tengan tiempo de depurarse y tomar el relevo para enrumbar la Nación en el próximo siglo. Nunca he pretendido negar su papel. Sólo quiero que lo cumplan como representantes de la opinión colombiana y no de un clientelismo corrupto.
P. M.: General, el manejo de la economía nacional es muy complejo. Hay problemas como la inflación, la tasa de cambio, el presupuesto, etc. Y usted ahí no tiene ninguna experiencia porque lo que ha sido toda su vida es un militar. ¿Cómo piensa superar ese 'handicap'?
H. B.: El tema económico quedará en manos de expertos. Me rodearé muy bien. En Colombia tenemos el ejemplo de presidentes que, sin ser economistas, ni expertos en esta materia, hicieron buenos gobiernos y le aseguraron al país la paz. Pienso en Eduardo Santos, cuyo ministro de Hacienda fue Carlos Lleras Restrepo. Pienso en Alberto Lleras y en Guillermo León Valencia. Yo creo que lo importante es tener un proyecto concreto para sacar al país de sus graves problemas, disponer de equipos idóneos y sobre todo tener el valor de tomar grandes decisiones. Y eso es lo que haré.
P. M.: ¿Cree realmente en su triunfo? Usted no tiene ningún sustento político...
H. B.: Creo que voy a tener una votación abrumadora.
P. M.: Y si no fuese así, si no llegase a la segunda vuelta...
H. B.: Será porque gané en la primera.
P. M.: Acéptenos la pregunta: si usted no alcanza a quedar entre los dos candidatos finalistas, ¿qué haría?
H. B.: Daríamos nuestro respaldo a quien lo necesite para salvar a Colombia de la indignidad a la que está sometida.