Cultura
<b>La hija del poeta. Por Alexandra Samper</b>
Encuentra aquí lo último en Semana
Alguna noche de desvelo el padre escribe: "A alguien oí subir por la escalera... / No eran mis hijos. Mi hija no era. / Tampoco el paso que mi sangre espera". A esta hija el poeta le enseña que si el amor es, debe de ser total: "De todos los que fui /no quedará sino aquel que te amó perdidamente". El padre, Eduardo Carranza le muestra que dudar de sí mismo es sano: "Temo Eduardo, que te irás sin saber a qué viniste". Ella, María Mercedes, aprende del poeta y le dice un día delante de todos sus amigos: "Ahora me miras desde el otro lado del aire" cuando él acostado, inerme en el centro de la Catedral recibía su bendición final.
Ella entiende y escribe:
"Creí en la verdad:
dos y dos son cuatro,
María Mercedes debe nacer,
crecer, reproducirse y morir
y en esas estoy".
Y, como mujer que amó y supo que ese amor no es para siempre: "Todo es ruina en esta casa / están en ruina el abrazo y la música". Y, como amante se dolió de su propia cobardía en la pasión:
"Esta mano ha robado en duermevela
cosas que nunca se atrevió a hacer suyas
y ahora en su palma sólo tiene roces
y el vacío en el que estuvo otra mano".
Pero también supo que su vida había sido completa: "He sido madre, ciudadana, hija de familia, / amiga, compañera y amante". Vivió a fondo el dolor de tener a un hermano secuestrado, y el miedo intenso y la soledad entera, y las flaquezas y las vergüenzas. Y, supo que algún día, como hoy, iba a morir y lo iba a hacer a sabiendas: "Moriré mortal" dijo una tarde y luego escribió una oración que se llamó Oración:
"No más amaneceres ni costumbres
no más luz, no más oficios, no más instantes.
Sólo tierra, tierra en los ojos,
tierra sobre los pechos aplastados;
tierra entre el vientre seco;
tierra apretada a la espalda;
a lo largo de las piernas entreabiertas, tierra;
tierra entre las manos ahí dejadas.
Tierra y olvido."