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CACERIA DE BRUJAS

El caso de la demanda por el libro 'La bruja', de Germán Castro, plantea un conflicto entre el derecho a la honra y la libertad de expresión.

20 de junio de 1994

LOS LIBROS DE GERMAN Castro Caycedo siempre han causado polémica. Pero lo ocurrido con su último libro, La Bruja, fue más allá del escándalo literario o periodístico.
El libro narra la historia de una poderosa hechicera especialista en leer la suerte y el futuro a ex presidentes colombianos, a antiguos gobernadores y a mafiosos de los carteles de la droga. Según el mismo Castro, el cuento había llegado a sus oídos por boca de monseñor Alfonso Uribe Jaramillo, quien durante una entrevista en 1991 lo puso al tanto de las extraordinarias anécdotas que se contaban de esa mujer. Obsesionado, el periodista la buscó durante varios meses hasta que la encontró. Lo demás fue fácil. Castro sostiene que tras varias sesiones con la mujer, fue construyendo un libro de 280 páginas que tituló La bruja, coca, política y negocios. El éxito de ventas fue casi inmediato.
Sin embargo, cuando Editorial Planeta preparaba la tercera edición, le llegó un telegrama del Juzgado Penal del Circuito de Fredonia (Antioquia), fechado el 9 de mayo. Básicamente le advertía que contra Castro Caycedo se había instaurado una acción de tutela. Por tal motivo ordenaba suspender la edición del libro y abstenerse de venderlo mientras se dirimía la querella.
Los demandantes habían sido las hijas de la señora Domitila Salazar de Montoya, aparentemente una de las brujas de la historia. Lo que causó la indignación de la familia fue un párrafo que apareció entre las páginas 29 y 30 del libro. "Domitila (...) fue una mujer del barrio aquel y aun cuando una tarde se fue de allí, siguió con el barrio bailándole en la cara: una cara morena, extraña, con dos ojos negros y pequeños y una mata de pelo que no conoce peine ni peinilla ".
Según Rosmery Montoya, una de las demandantes, Castro Caycedo tiene que demostrar por qué dijo en tiempo presente que "sigue bailándole el barrio aquel en la cara", pues el barrio es la zona de tolerancia de Fredonia. "Y eso significaría -dice- que mi mamá está en estos momentos ejerciendo la prostitución, cuando se encuentra a punto de morir, postrada en una cama".
Más allá de saber quién tiene la razón, lo que llama la atención de este caso -sobre todo en los medios periodísticos- es el hecho de que una tutela pueda prohibir que se escriba o se publique un libro. Para algunos abogados, el juez de Fredonia desconoció que la tutela solo opera cuando no hay otro remedio disponible y cuando se viola un derecho fundamental. Dicen que como se acusa a Castro Caycedo por una injuria, la familia de Domitila Salazar de Montoya pudo haber acudido primero a la justicia penal, porque la injuria es un delito. Consideran que de una denuncia hubiera podido derivarse el pago de una indemnización. Pero advierten que en ningún caso la justicia estaba en condición de censurar o prohibir la venta del libro. Otros opinan que la tutela sí opera, pues en el caso de Domitila Salazar parecía inminente la violación de su derecho fundamental a la honra.
El caso de La Bruja pone además sobre el tapete la pregunta de si la libertad de expresión puede ser suficiente excusa para difamar a la gente. Ese podría ser, si se comprueba, el caso de Castro, y en ese evento cualquier vía jurídica estaría bien empleada para devolver las cosas a su dimensión.
Sea como fuere, esta semana se definirá si hubo cacería de brujas contra Castro Caycedo o si este hechizó a los colombianos con un cuento de brujas.