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Cali caliente

Dramático deterioro de la seguridad en una ciudad considerada hasta hace poco como una de las más pacíficas y cívicas del país. Investigación de SEMANA.

27 de diciembre de 1993

A VENIDA SEXTA DE CALI. DOS DE LA MAdrugada. Doce hombres descienden como sombras veloces de tres camionetas cuatro puertas de colores oscuros y vidrios blindados. Casi de inmediato, un lujoso automóvil frena en seco en mitad de la escena. De él bajan un hombre canoso, aunque de apariencia juvenil, y una despampanante mujer, que atraen enseguida todas las miradas. Completan el cuadro dos motocicletas de alto cilindraje, que escoltan el convoy.
Los clientes de la discoteca que presencian la escena no se inmutan. La consideran normal, incluso para ser un miércoles. El hombre no es un funcionario del gobierno municipal para que necesite de guardaespaldas, ni la mujer es su esposa. "Es uno de los mágicos, un duro del narcotráfico y, claro, su amiga, la que siempre llevan a todas partes", dice un hombre poco antes de pagar la cuenta y perderse en la madrugada.
Una pareja que ha visto toda la secuencia comenta en voz baja: "Lo mejor es no meterse con ellos. Aquí lo que hay que hacer es no ver y callar". Eso mismo deben estar pensando los pocos clientes que deciden continuar la rumba en la discoteca, una de las más costosas de este exclusivo sector de la capital del Valle del Cauca. La voz de Carlos Vives cantando "La gota fría" se escucha de modo estruendoso en todo el local. El vallenato se ha convertido en el nuevo credo de la capital mundial de la salsa. En cuestión de minutos la pista es ocupada por el hombre, su amiga y su corte acompañante.
La diversión no es completa porque faltan parejas para bailar: abundan los hombres y escasean las mujeres. Los guardaespaldas deciden entonces rifarse a una de las mujeres que están en el lugar. "A esa que está allá", dice uno de ellos. La rifan y se la ganan todos. "Oiga hermano -le dicen al acompañante de la rubia-: Nos rifamos a su mujer y nos la ganamos todos. Ahora pierdase, h.p.". El hombre, en efecto, desaparece. No opone resistencia. No hay forcejeos. Es una orden. Dos días después conoce de la suerte de su novia: tras haber sido drogada y violada, la joven aparece muerta en un apartamento del centro.
Unos pocos años atrás este crimen habría conmovido a toda la ciudad. La víctima pertenecia a una familia tradicional y respetable de la capital valle-caucana. Ahora ni siquiera los familiares se atreven a hablar. El novio se ha ido del país. Es la ley del silencio.
Historias como esta se repiten con cierta frecuencia, pero no siempre son investigadas por las autoridades. Quedan entonces para ser transmitidas -en casiones de modo cxagerado y distorsionado- por la chismografía popular. La gente las comenta y el miedo crece.¿Qué está pasando en esta hermosa ciudad que hace poco más de dos décadas adquiriera fama nacional como la más cívica, tranquila y organizada del país? SEMANA envió a Cali un equipo de reporteros que trabajo allí durante cerca de 15 días, recolectando testimonios, informaciones y análisis con el ánimo de encontrar una explicación a lo que el columnista Roberto Posada García-Pena, D'Artagnan, de El Tiempo, llamó "la medellinización de Cali".
Los temores de los ciudadanos honestos los han obligado a refugiarse temprano en sus casas al final de cada jornada. Las legendarias y bohemias tabernas de la Avenida Sexta han cedido el paso a estridentes discotecas de arquitectura rimbombante. La otrora agitada actividad cultural calena, de la que emanó un importante movimiento musical, teatral, literario y cinematográfico en los años 50 a 70, tambien ha mermado. "La gente de todas las clases sociales prefiere ahora divertirse en sus casas, porque ir a una discoteca tomada por traquetos puede significar la muerte",dijo una caleña a SEMANA.
Ese miedo sobrecoge. La primera recomendación que hacen los caleños a los turistas o amigos que visitan a la ciudad es que hay que tener cuidado con lo que se dice y comenta en los taxis. La misma Policía asegura que 450 de esos vehículos pertenecen a la organización del cartel de Cali, que los utiliza, además, como sistema de seguridad. "A Cali se la tomaron los narcotraficantes. Compran casas, lotes, carros, terrenos y lo peor es que a nadie parece importarle", dice un comerciante.
Un vistazo a Cali refleja esta impresión: se calcula que cada mes entran de contrabando cuando menos dos docenas de carros lujosos procedentes de Estados Unidos y Europa. La construcción ha crecido casi tres veces en los últimos años (ver recuadro), gracias al impulso de generosas inversiones. Pero, al mismo tiempo, la ciudad ha multiplicado sus niveles de violencia en cantidades que hace apenas un par de años nadie hubiera imaginado.

LA MUERTE CAMPANTE
La violencia corre pareja con esta ebullición de dinero en la ciudad. Durante un fin de semana son asesinadas un promedio de 50 personas. Mientras en los primeros nueve meses de 1993 en Cali fueron muertas 1.268 personas, en Bogotá -que es mucho más grande y tiene cuatro veces más habitantes- murieron de forma violenta 1.530, segun cifras oficiales. Los crímenes en Cali fueron atribuidos a traquetos del narcotráfico, bandas de sicarios o pandillas juveniles. "Nunca antes las estadisticas de muerte habían sido tan patéticas como en los últimos meses", dijo a SEMANA un funcionario oficial. Y agregó: "Cuando el pago de quincena coincide con un fin de semana o un puente festivo las cifras se duplican".
Son tan escalofriantes estos datos que el alcalde de Cali, Rodrigo Guerrero, ordenó no pagar la nómina de los funcionarios municipales cuando coincide con la víspera de un puente o fin de semana. No solo decretó la ley semiseca sino que anunció sanciones contra los establecimientos (estancos) que vendan licor dentro de las horas de veda. La medida, propia de una ciudad en guerra, fue calificada de insólita por algunos comerciantes. "Cali siempre ha sido una ciudad rumbera, donde la gente toma mucho; pero antes no habia semejante criminalidad - comentó a SEMANA el dueño de un bar-. Lo que pasa es que el alcalde no quiere entender que el problema, más que delicor, es de gente armada. Debería controlar a la gente armada que se pavonea por las discotecas y sitios de diversión".
Pese a esta medida, las cifras de criminalidad se mantienen. Aunque la administración municipal y las autoridades están tomando decisiones para controlar el armamentismo, entre ellas la prohibición, aun con salvoconductos, de porte de armas los fines de semana, la ciudad sigue siendo una de las más armadas de Colombia. Las cifras oficiales, sin embargo, no muestran la crudeza de este fenómeno. Según la Industria Militar, mensualmente se venden entre 150 y 170 armas. Pero expertos consultados por SEMANA dicen que ese dato es irrisorio, pues sólo muestra el 12 por ciento de las ventas reales, si estas se deducen de la expedición de salvoconductos. La mayoría de las armas son vendidas de contrabando. "Aquí todo el mundo está armado. Los buenos y los malos. Uno va a la Brigada, paga y le dan una pistola o lo que necesite. Esto deberia llamarse 'Pistolandia' o 'Traquetolandia", reiteró otro comerciante.
Curiosamente y pese a semejantes niveles de violencia, la columna de D'Artagnan en El Tiempo levantó más ampollas en Medellín que en Cali. Los paisas, que llevan años tratando de lavarle la cara a su ciudad, donde por desgracia la violencia del narcotráfico opacó los buenos resultados y la pujanza de los industriales y los comerciantes, se sintieron ofendidos por lo que consideraron una estigmatización de la capital antioqueña.En Cali, por el contrario, fueron muchas las cartas que recibió, por ejemplo, la redacción de El País en las cuales se expresaban sentimientos de solidaridad y respaldo con lo escrito por Posada García-Pena.


LAS MILICIAS NARCOTIZADAS

Pero la situación de Cali no siempre ha sido como hoy la muestran las estadísticas ni como la describen los columnistas.Durante muchos años la capital del Valle del Cauca fue considerada como la ciudad modelo del país. La más cívica, la más deportiva, la mejor. Fueron años en los cuales la prosperidad económica estuvo acompañada de la seguridad ciudadana. La economía marchaba bien y el orden público igualmente. Las industrias azucareras y papeleras pasaron a la vanguardia nacional. Cali no solo era conocida por la belleza de sus mujeres sino por el civismo de su gente. ¿A partir de qué momento, entonces, empezó a cambiar todo esto? ¿Qué sucedió para que la ciudad pacifica de Colombia empezara a disputarse los primeros lugares entre las más violentas? Pasaron muchas cosas.
Cuando, a mediados de la década de los 80, los comandantes del M-19 Carlos Pizarro Leongómez y Alvaro Fayad decidieron que la guerra contra el sistema debía darse en los centros urbanos y no en los campos, tomaron como modelo a Cali, la ciudad más conocida por ellos. Pensaban que cumplía con los requisitos necesarios para convertirse en punta de lanza del nuevo proyecto revolucionario: centro neurálgico de la economía del país, militarmente vulnerable y con mucho inconformismo social en sus laderas. Las bombas dc tiempo de Siloé y el Distrito de Aguablanca empezaban su conteo regresivo.
El sueño de Pizarro y Fayad era alimentado por la ilustración de un grupo de intelectuales caleños y, sobre todo, por la buena marcha de un experimento urbano del M-19: las Milicias Populares. Pero el proyecto militar del Eme no cuajó, como tiempo despues lo reconoceria el propio Pizarro. Fue así como en 1989 cuando se concretó el proceso de desmovilización del M-19 esa organización se dedicó a rescatar todo el trabajo político que había realizado hasta entonces. Pero era tarde. Las milicias habían tomado ya un nuevo rumbo, más militar que político, no con la financiación guerrillera sino con fondos del narcotráfico. Y a la postre no sólo se despolitizaron sino que se narcotizaron.
Según voceros de los organismos de seguridad del Estado consultados por SEMANA, hay miembros de las Milicias Populares que son utilizados como mulas y testaferros del cartel. "Muchos de ellos se ofrecen de voluntarios para llevar droga a Estados Unidos y Europa, y otros son empleados en Colombia como 'Pitufos'.Es decir, son las personas mediante las cuales el cartel de Cali se encarga de lavar millones de dólares por medio de pequeñas consignaciones. Un 'Pitufo' puede cambiar hasta 25 mil dólares sin que las autoridades los investiguen. Luego consigna ese dinero en pesos en una cuenta de un miembro del cartel de Cali. Les llaman 'Pitufos' porque son muchos y sus transacciones son pequenas frente a la dimensión del negocio. La verdad es que en Cali las Milicias Populares solo hacen parte de la larga cola del narcotrádfico ".

LA TOMA SOCIAL

Pero la evolución de las milicias de la guerrilla al narcotráfico no fue el único factor que condujo a Cali al drama que hoy énfrenta. Mientras el M-19 hacía proselitismo en los barrios de las laderas, un sector acomodado de la ciudad comenzaba a ser tentado por los dineros del narcotráfico y se dejaba absorber por él. Algunos se hicieron socios de los narcotraficantes. Otros les vendieron tierras. Y algunos más se convirtieron en sus testaferros."Los narcos de Cali eran y siguen siendo muy diferentes a los de Medellín. Aquí no hicieron escandalo, nise enfrentaron con el Estad o. Eso condujo a que mucha gente no les opusiera resistencia. Por ello no hubo guerra", comentó a SEMANA un sociólogo y profesor universitario.
Uno de los instrumentos mejor utilizados por el cartel para mejorar su imagen fue el deporte, y, en especial, el fútbol. La presencia de la familia Rodríguez Orejuela -cuyos hermanos Miguel y Gilberto son acusados de narcotraficantes por las autoridades colombianas en el cuadro América de Cali, varias veces campeón colombiano y finalista de la Copa Libertadores, es mencionada como ejemplo de esto, pues gracias a la identificación que muchos hinchas del América hicieron entre el equipo y algunos de sus duefios, la imagen del cartel ganó bastantes puntos.
Sin embargo, lo que parecía un matrimonio feliz entre la sociedad caleña y el cartel está llegando a su fin. Un sector de la dirigencia empresarial, que inicialmente toleró el ascenso de la clase emergente de narcotraficantes, le ha cerrado las puertas ahora más que nunca. Ya en el pasado se habían presentado algunas resistencias a la forma como el cartel queria penetrar los círculos sociales más exclusivos. Es famosa la leyenda según la cual, hace ya varios años, un imortante jefe de las organizaciones del tráfico de drogas de Cali quiso apartar, con un año de anticipación, las instalaciones del lujoso y tradicional Club Colombia para celebrar allí los 15 años de su hija. Según la historia, las directivas del club se opusieron. Con ánimo de revancha, el hombre optó por construir una replica de la sede del club en su barrio, Ciudad Jardín. Como la casa de José Santacruz Londoño, quien de acuerdo con la Fiscalía sería uno de los jefes del cartel, está ubicada en Ciudad Jardín y guarda similitudes con la sede del club, muchos especulan que él es el protagonista de la historia, que quizá sea solo una leyenda si se tiene en cuenta que fuentes de la Junta Directiva del club niegan que algo asi haya sucedido.
Pero aun si esta leyenda es cierta, la verdad es que en el pasado la tolerancia de las clases altas del Valle hacia el cartel era mayor a la de ahora. Los dineros calientes del narcotráfico siguen inundando la economía vallecaucana, y lo cierto es que cada vez se nota mas incomodidad entre industriales y gentes de negocios. De un tiempo para acá comenzaron a ocurrir incidentes que dejan un gran bache de desconfianza en esa relación de intereses.
" Un señor - relató un joven ejecutivo entrevistado por SEMANA- le vendió su casa a un narcotraficante por 70 millones. Este le pago por adelantado 30 millones y prometió el resto para un mes despues. Sin embargo, el comprador fue asesinado y la deuda quedó inconclusa. Cuando el señor fue a reclamar, los compinches del narco le dijeron que tenía que firmar un documento donde decía que ya le habían pagado toda la suma. La advertencia fue clara: 'si no firma, aténgase a las consecuencias".
En la raíz de la pérdida de confianza entre narcos y clase dirigente está el hecho de que hasta hace algunos años la cúpula del cartel estaba integrada por un grupo reducido de personas que se había caracterizado por un gran tacto en el manejo de sus relaciones con la sociedad caleña. Hoy, en cambio, han surgido numerosos grupos menores que recurren con facilidad a la violencia y que, más que sus buenas relaciones con las clases tradicionales, quieren imponer su poder a la fuerza.
"Si fuera por los Rodríguez Orejuela -le dijo a SEMANA un periodista caleño-, la cosa no sería tan grave, pues ellos han procurado, en la medida en que pueden, evitar el conflicto, y en cambio ahora hay tanto traqueto de poco más de 25 años, inculto, prepotente, que resuelve cualquier accidente de tránsito menora pura bala ".
A la creciente tensión en las relaciones entre la sociedad y el cartel no es ajeno el descomunal aumento del tamaño del porqué del narcotráfico internacional que controlan las organizaciones de Cali. La verdad es que a principios de los años 80 las exportaciones de cocaína de estos grupos representaban apenas entre un 30 y un 40 por ciento del total de envios de cocaína desde Colombia a Estados Unidos. Hoy en día, y como resultado del desmantelamiento del cartel de Medellín -abogado en sus disputas internas y golpeado por las autoridades-, ese porcentaje ha crecido dramáticamente, hasta llegar a cifras cercanas al 70 por ciento, según lo han declarado varias veces funcionarios de la DEA.
A estas exportaciones a Estados Unidos hay que sumarles las que se hacen a Europa desde cuando el cartel de Cali abrió el mercado del Viejo Continente a mediados de la década pasada. Si, como dicen algunos cálculos más bien conservadores, los ingresos brutos de los carteles colombianos de la cocaína se elevan anualmente a unos 4.000 millones de dólares -de los cuales se cree que unos 800 millones son traidos al país y lavados en diferentes actividades y negocios-, esto quiere decir que las organizaciones de Cali estarían trayendo a la ciudad cada año cerca de 600 millones de dólares, que al cambio de hoy serían poco menos de 500 mil millones de pesos, una cifra absolutamente desproporcionada, capaz de desequilibrar por completo una economía como la de la capital del Valle.
"El problema con todo este dinero es que está distribuido entre decenas de pequeños grupos que carecen de una jefatura central que imponga el orden y establezca límites al comportamiento de los grupos entre sí y frente al resto de la ciudad -aseguro el periodista-. Son pequeños grupos de media docena de traquetos, cada uno con fortunas de 3 y 4.000 millones de pesos conseguidas de la noche a la mañana".

POLICIA E INFORMACION
Pero aparte de los problemas de penetración en algunos sectores de la sociedad caleña y de confrontación con otros, un elemento de recurrente debate es la actitud de las autoridades y en especial de la Policía. La eficacia de las autoridadcs de la ciudad ha sido cuestionada y su honorabilidad puesta en duda. "La semana pasada se hizo un operativo en unas fincas cercana a Cali para tratar de capturar a los cabecillas del cartel y todo el personnl fue desplazado desde Bogotá y sin decirles adónde sería la operación, pues la confianza es muy escasa en los efectivos del Valle", dijo a SEMANA un vocero de los organismos de seguridad en Bogotá.
El asunto va más allá del simple rumor. En Cali se dice que hasta los retenes que la Policía montaba hace dos años en las principales vías de acceso a la ciudad eran ordenados por el cartel, que buscaba así evitar una posible llegada de sicarios de Antioquia. Sea como fuere, lo cierto es que la desconfianza hacia las autoridades es evidente: "Si pasa algo, lo último que uno hace es llamar a la Policía. Porque no se sabe quién le está pagand o al agente", aseguró una de las fuentes consultadas por esta revista .
Pero nada resulta más impresionante como demostración de la crisis,que las quejas hechas por los propios abogados del cartel de Cali sobre el comportamiento de la Policía de la ciudad. En sus conversacioncs con funcionarios de la Fiscalía General de la Nación, hace varios meses llegaron a mencionar, como condición para un eventual sometimiento a la justicia de esa organización que el Gobierno trasladara a algunos mandos de la Policía de la ciudad porque, según los abogados, "es mucho el dinero que reciben. El impuesto que hay que pagarles es demasiado alto ".
A pesar de estas quejas, la verdad es que esas inversiones y otras que hace el cartel en protección, información e inteligencia, rinden sus frutos. Un funcionario de los organismos de seguridad en Bogotá, consultado acerca de la forma como opcra el cartel en Cali dijo: "La mejor red de inteligencia del país opera álla y no la tiene el Estado; la tienen los narcotraficantes. Y eso les cuesta mucho dinero". Las autoridades tienen evidencias de que aparte de la red de taxis, el cartel compra información a empleados de los principales hoteles de la ciudad para saber quien llega a la capital del Valle y con qué propósito. Además, interviene telefonos de oficinas y hoteles, y se esfuerza de modo especial en vigilar a los funcionarios del gobierno central que por cualquier motivo visitan a la ciudad.
"Ellos saben que la información que obtienen es su mayor activo -agregó la fuente-y la utilizan para contactar funcionarios o incluso para chantajearlos, como sucedió hace algún tiempo con un abogado asesor de una entidad gubernamental, que vino a Cali a pasar un fin de semana con una amante, y fue seguido, fotografiado y filmado, para luego exigirle ayuda a cambio de no revelar esos documentos".
Pero más alla de la eficicncia de esta red de información, lo que parece evidente es que las antiguas cahezas del cartel ya no controlan todo en la ciudad. El boom de los nuevos grupos emergentes y el hecho de que las familias tradicionalmente dominantes del narcotráfico en Cali nunca han querido comportarse con la actitud hegemónica y dominante que utilizara Pablo Escobar en Medellín, plantean un gran interrogante:¿Qué va a pasar en esta ciudad? El dinero de la cocaína esta entrando a chorros y a muchas manos diferentes. Nadie parece ejercer el mando. Las antiguas milicias ofrecen a buen precio sus servicios sicariales. Y todo este desorden ha desequilibrado las relaciones hasta cierto punto tranquilas que hubo en el pasado entre el cartel y la sociedad calena. ¿Se está acaso cocinando un proceso que va a enfrentar por un lado a estos grupos emergentes del negocio de la droga con la sociedad de la capital del Valle, y por el otro a todos esos grupos emergentes entre sí? Es fácil predecir que sí, e, incluso, como lo creen algunos, que dicho proceso ya se desató. Por eso Cali, la otrora capital cívica de Colombia, clama porque las autoridades locales y nacionales, y la dirigencia empresarial de la región, hagan un esfuerzo de reflexión y diseñen una estrategia para evitar pasar el punto de no retorno.
Claro que hay sectores que apuestan a una solución basada en el sometimiento de los narcotraficantes caleños a la justicia, ahora que se están estrenando las reformas al Código de Procedimiento Penal. Pero es posible que esta sea una vana ilusión, pues si bien es cierto que el camino del sometimiento puede ser recorrido por los capos más antiguos, precisamente aquellos que ya tienen procesos judiciales en su contra, los nuevos capos, los que estan gozando hace poco del poder, quizá prefieran seguir en plena actividad. Y si los que aún ejercen algún liderazgo negocian con la justicia, y por ello mismo la ciudad queda en manos de los llamados traquetos, las luchas entre estos por hacerse al poder local serán el ingrediente final de una guerra que se sabra cómo empezó,pero no cómo terminará.

LOS TRAQUETOS
A LA VIOLENCIA QUE VIVEN los caleños se suma otra: la aparición de los traquetos muchachos de entre 18 y 25 años con fortunas millonarias. Se calcula que en el Valle del Cauca hay unos 200 de estos jóvenes.El término proviene del sonido que hacen las ametralladoras, y se asignó al jefe de una banda de sicarios. Sin embargo, traqueto no es, necesariamente, el cabecilla de una banda. También puede designar al joven que logró uno o varios embarques de droga hacia Estados Unidos.
La inseguridad que los traquetos generan a su alrededor tiene en vilo a los caleños. SEMANA recogio el testimonio del dueño de un bar: ~Es facil distinguirlos. Llegan en camperos, acompañados de vaior guardaespaldas y, por lo regular, con su novia o una mujer. Tienen un revolver en la cintura y en la mano un radioteléfono que casi siempre dejan a la vista, sobre la mesa. Si escogen el negocio de uno para diver0tirse es como si nos cayera una maldición, porque alejan a los demás clientes y se corre el riesgo de ser asesinado, o por lo menos de que haya un muerto cada fin de semana en el establecimiento".
La vida nocturna de Cali está llena de historias terroríficas como esta, contada por el dueño de un negocio a SEMANA: "Los traquetos hacen sentir su poder. Unas veces escogen al azar entre los clientes del establecimiento a la mujer que van a violar y asesinar, o simplemente a la persona con la cual esa noche van a jugar lo que nosotros llamamos el tiro al blanco. O sea, escogen a un tipo y luego lo tirotean en la afueras de la ciudad, por pura y simple diversion".
Un cliente contó esta otra historia a SEMANA: "Fui solo a tomarme unos tragos a un bar. Al rato vino un mesero y me dijo que me fuera de inmediato porque un traqueto que estaba en el sitio me había escogido para matarme esa noche. Le pregunté por que me decía eso y me respondió que si quería salvar mi vida, lo mejor era que me fuera. Ni siquiera me cobró la cuenta. Yo salí y no supe nada más".
Más allá de estas historias, el problema de los traquetos radica en que están por fuera de control de los carteles de la droga, lo cual podría lIevar a que se constituyan en ruedas sueltas en el fenómeno de la violencia. Además como dijo un investigador a SEMANA, "su forma de ser y de actuar se está convirtiendo en modelo paramuchos jóvenes de barrios marginados de Cali. Meterse con los duros puede ser una alternativa para ascender socialmente y llenarse de dinero de manera muy fácil".

EL AUGE DE LA CONSTRUCCION

ARRIBA, DESDE EL MONUmento a Cristo Rey, Cali parece una ciudad en plena construcción. Al noroccidente, casi siguiendo el mismo curso del río Cali, o de la Avenida Colombia, se levantan decenas de edificios de 15 y más pisos; uno de ellos casi tapa el monumento a Sebastian de Belalcázar, el fundador de la ciudad. Al sur (la zona rica y lujosa) el panorama no es menos diferente. En Ciudad Jardín, uno de los barrios más exclusivos y donde se dice que viven algunos narcotraficantes, el lujo va acompañado de una parafernalia de aditamentos electrónicos. Muchas casas tienen cámaras de televisión, sistemas infrarrojos de alarma y un sequito de vigilantes armados.
Cali es la ciudad con el mayor indice de construcción, sólo superado escasamente por Bogotá. En 1992, según cifras de Camacol del Valle, se aprobaron 1.789.778 metros cuadrados en la ciudad, amparados bajo 3.587 licencias. "Al comparar este metraje con el obtenido en el año inmediatamente anterior -dice la entidad-, nos refleja un marcado crecimiento del 36,26 por ciento". Ese auge ha llegado a tal punto que las cementeras del Valle tienen déficit en la producción de cemento y están comprándolo en Boyacá y Tolima.
Este aumento en la construcción es uno de los aspectos más inquietantes de la intromisión de los dineros del narcotráfico en la actividad económica legal de Cali. Para ingresar a él se utilizan los encargos fiduciarios. La fiducia es un negocio de intermediación en el cual el cliente o su representante le entregan a la entidad fiduciaria dinero o bienes para que se los administre y le maneje los rendimientos que produzcan. A cambio de ese manejo, la fiducia recibe un porcentaje de los beneficios.
En el caso caleño, según fuentes consultadas por SEMANA, los capos por conducto de sus testaferros- entregan dinero a las fiduciarias que invierten en construcción para que les incrementen los rendimientos. "De esta forma obtienen varias ventajas -dijo un entrevistado-. Como se trata de una doble intermediación, la del testaferro y la de la fiducia, es muy diflcil para las autoridades seguirla pista del origen de los bienes.
El negocio de la construcción también ofrece como atractivos una innegable rentabilidad y la posibilidad de realizar operaciones de lavado de dinero como las sobrefacturaciones y las compras ficticias.
Todo lo anterior explica, en parte, el inusitado auge de la construcción y el incremento desmedido de los precios de la finca raíz en Cali. De acuerdo con Camacol, este incremento ha sido, durante el último año, del 29,04 por ciento.

JUEGO MACABRO

LOS CALEÑOS QUE VIVEN EN algunos trechos de la Avenida Pasoancho o la calle Quinta, que atraviesan la ciudad, ya están acostumbrados. De noche, casi a la madrugada, escuchan los ruidosos motores de loscamperos que a esa hora compiten en un extraño juego: los conductores, con los ojos vendados, se lanzan a una carrera de 100 kilómetros por hora, el pasacintas a todo volumen y un corifeo de voces que los alientan y animan. "Es un juego suicida que casi siempre termina con la muerte de un muchacho de esos. Gana el que queda vivo. Pero nosotros no nos metemos, porque si nos asomamos por la ventana, nos pueden pegar un tiro", dijo un vecino a SEMANA.
Este juego de la muerte, que se conoce en Cali como "la gallina ciega", es una de las formas de suicidio favoritas entre ciertos jóvenes caleños, que pueden ser traquetos o hijos de pequeños narcotraficantes. Si bien no sucede todos los días, su ocurrencia ya tiene preocupadas a las autoridades y a la misma ciudadanía. "Si uno maneja carro tiene que estar muy pendiente, pero no de las normas de tránsito, sino de los muchachos que vienen en esos carros, porque si uno no se quita del camino, se lo llevan por delante", dijo un entrevistado.
HABLA EL ALCALDE
SOBRE LOS CANDENTES TEmas que comprometen la tranquilidad de Cali son muy pocos los que se atreven a hablar. Sin embargo, el alcalde de la ciudad, Rodrigo Guerrero, aceptó una entrevista con SEMANA.
SEMANA:¿Qué tanto se ha "medellinizado" Cali, como afirmo D'Artagnan en El Tiempo?
RODRIGO GUERRERO: El término es absurdo y dañino para el país. Medellín ha sido ejemplo para Colombia en muchos aspectos, modelo nacional en la prestación de servicios públicos, en realización de grandes obras mediante valorización municipal, y presentarla como un referente negativo es injusto y perjudicial para todos.
Asumiendo que la pregunta se refiere al asunto de la criminalidad, Cali, según recientes informes de la Presidencia de la República, se ubica en la posición decimoséptima entre las ciudades colombianas por el registro de homicidios, por debajo de la tasa promedio nacional de 64 muertes por cada 100 mil habitantes.
Del total de crimenes registrados en Colombia entre 1990 y 1993, a Cali le corresponde el 4 por ciento, frente al 30 por ciento ocurrido en Bogotá y el 9 por ciento en Medellín.
SEMANA:¿Cuánto ha penetrado el narcotráfico en Cali? R.G.: Es difícil medirlo por la naturaleza misma de muchas de sus actividades, que se realizan en la clandestinidad. No obstante, es innegable su presencia. Considero que el mayor daño que causa el narcotráfico dentro de todo este desorden social que estamos sufriendo es la desestabilización de la justicia y la autoridad a través de su capacidad de corrupción.
SEMANA:¿Es el auge de la construcción en Cali reflejo del dinero de los carteles de la droga, como consideran algunos analistas?
R.G.: Estadísticas confiables indican que aproximadamente el 15 por ciento de la actividad edificadora puede atribuirse a los grupos económicos que maneja el narcotráfico. El 85 por ciento restante corresponde a firmas tradicionales muy conocidas.
Otro factor que quizás ha influido en el estímulo a la construcción es la ley novena de Reforma Urbana, que Cali lidera en su aplicación.
SEMANA: Muchos le atribuyen la violencia en Cali, más que al alcohol, a la cantidad de personas que portan armas. ¿Cuál es su opinión?
R.G.: La violencia es un fenómeno multicausal, en el que intervienen muchos factores: la insatisfacción de necesidades básicas, el alcohol, las armas, el clima de intolerancia, el perverso influjo de la violencia en la televisión, etc.
Es cierto que el porte de armas es uno de los factores incidentes. Por eso Cali ha propuesto al Gobierno Nacional reglamentar la diferenciación entre salvoconducto y salvotenencia, que limitaria la circulación de armas en las calles de la ciudad.
SEMANA:¿Es cierto que el civismo desapareció de Cali? R.G.: No es cierto. Podemos mostrar al país profundas y evidentes manifestaciones de civismo que trascienden las normas de urbanidad cívica.
El trabajo interinstitucional del sector público y privado, la respuesta de toda la ciudadania a la sobretasa a la gasolina que garantiza la ejecución de las obras del Plan Vial de Cali, la masiva participaci6n comunitaria en la planeación y ejecución de proyectos de desarrollo, evidencian la presencia de un civismo activo y maduro.