Está dándose un cambio en la política exterior del gobierno de Belisario Betancur. Algunos observadores así lo creen, aunque admiten que por ahora las evidencias son escasas. Sin embargo lo que podría ser el comienzo de un viraje de una posición tercermundista e independiente respecto de Washington, hacia una postura de centro estaría reflejada en varios hechos concretos conocidos públicamente en las últimas semanas. Entre ellos está el saludo que el canciller Rodrigo Lloreda hizo al informe Kissinger sobre Centroamérica, la crítica que Betancur hizo al movimiento de países No Alineados durante la visita del Presidente mexicano -al describirlo casi que como un club de plañideras-. Correspondería a ese giro el que Betancur, también durante la visita de Miguel De la Madrid, acusó por primera vez a Cuba de ser responsable junto con Estados Unidos y la URSS, del armamentismo en Centroamérica, declaración sin precedentes desde el inicio de este gobierno, asi como la reacción tardía de la cancillería ante las intervenciones del embajador norteamericano en Bogotá, Lewis Tambs, sobre asuntos domésticos colombianos.
Al final de la semana, sin embargo el Canciller se pronunció y dio un "tirón de orejas" pluralista que incluía no solamente al embajador norteamericano, sino tambien a sus contrapartes ideológicos, el cónsul de Nicaragua, Rosenaldo Javier Castro y su secretaria, y al Primer Secretario de la embajada soviética, Yuri Obolentsev. El Ministro llamaba la atención a las misiones diplomáticas acreditadas en Colombia y les recordaba la necesidad de observar "la conducta prudente que les impone su condición de representantes de gobiernos extranjeros".
Reconvenciones aparte, además de tardías -los hechos relacionados con los funcionarios de la embajada de Nicaragua datan de octubre de 1983 y los del Primer Secretario soviético de septiembre de 1983-, hay otro eslabón de esa cadena de nuevos hechos diplomáticos que lo constituiría el incidente que se produjo a raíz de la carta de la cancillería francesa.
Como se supo la semana pasada, el ministro de Relaciones Exteriores francés, Claude Cheysson, envió hace unos días una comunicación al Presidente Betancur en la que se le sugería a él, por ser un importante animador del Grupo de Contadora, denunciar públicamente el minado de los puertos de Nicaragua. Decía la carta que de concretarse esta denuncia internacional, por parte de Colombia y otros países del área -la propuesta también le fue hecha a México- Francia contribuiría en el desminado de las aguas nicaraguenses. Tal carta, publicada en parte por el diario El Siglo el 4 de abril, pese a su carácter evidentemente reservado, fue dada a la publicidad por la Casa de Nariño, suscitando un incidente diplomático con e gobierno de París.
Si bien, al comienzo voceros de Palacio pretendieron explicar que la divulgación de tal carta se debía interpretar "como un respaldo a la iniciativa francesa pues ella claramente señala que el bloqueo dinamitero a los puertos nicaraguenses atenta contra el esfuerzo de Contadora", según una "fuente confiable de la Presidencia", entrevistada por la agencia noticiosa IPS, el hecho es que unos días más tarde, el canciller Rodrigo Lloreda rechazó la propuesta de París en duros términos al decir que "el Grupo de Contadora no se dedicará a desminar puertos nicaraguenses como lo sugirió el canciller francés", y que Colombia no tiene experiencia en el desminado de puertos pues "no es una de nuestras especialidades". En realidad la carta de Cheysson no pedía tal cosa ni a Contadora ni a Colombia (desminar puertos) sino iniciar las denuncias del minado de las aguas nicaraguenses.
Es obvio que las reacciones a la iniciativa de Cheysson ocurrieron puntualmente. El diario El Siglo en su editorial del 8 de abril calificó de "solicitud impertinente" la de Cheysson diciendo que Colombia no puede "involucrarse directamente en las luchas intestinas de otras naciones". sugiriendo además que Francia quiere desminar el puerto nicaraguense de Corinto, no con fines humanitarios, como declara el canciller francés en su carta, sino para seguir entregando cargamentos suyos de armas al gobierno sandinista. Pero contra esa orientación, se levantaron varias voces. Así lo hicieron el ex canciller Alfredo Vásquez Carrizosa, el periodista Daniel Samper Pizano y un grupo de personalidades liberales, conservadores y de izquierda en comunicado remitido el 10 de abril a los medios. Para Vásquez "la iniciativa de Cheysson estaba bien intencionada para impedir que se consume también el bloqueo naval de un Estado soberano". Samper critica la posición de El Siglo diciendo que "es singular que la siembra de minas en aguas nicaraguenses practicada por la CIA no haya merecido ni la más tibia condena y que en cambio todas las censuras vayan contra la propuesta francesa por considerar que interviene en asuntos ajenos".
¿Asuntos ajenos? En realidad Colombia tendría como las demás naciones del mundo, interés en el desminado de los puertos de Nicaragua. No sólo por una razón de principios de derecho internacional, sino por que Colombia también corre riesgo con tal minado. Según explicó un alto directivo de la Flota Mercante Grancolombiana a SEMANA, buques colombianos llegan al puerto de Corinto una vez al mes. Allí cargan algodón nicaraguense con destino al Japón, a manera de un servicio al comercio exterior de Nicaragua. En desempeño de tal labor por lo menos un barco de la Flota ha corrido riesgos en estas últimas semanas por el minado de esas aguas. El buque Ciudad de Neiva, que zarpó de Corinto el 6 de abril pasado, tuvo que cruzar las aguas minadas aunque por fortuna no corrió con la suerte que han corrido otros 12 barcos de diferentes banderas en estos días los cuales fueron averiados seriamente por las minas.
Este punto no es tocado por los que creen ver que una iniciativa destinada a barrer los artefactos explosivos en esas aguas es un "intento de entrometerse en asuntos ajenos", o como algo de poco interés para Colombia, sin calcular el riesgo que seguirán teniendo el personal y las naves colombianas, a menos de que se ordene suspender el servicio colombiano de la Flota al comercio exterior de Nicaragua.
Un argumento que se filtró a la prensa que intentaría explicar el rechazo del gobierno colombiano a la nota de Cheysson fue que París había cometido un error de protocolo al enviar, el canciller francés, una carta al Presidente colombiano, en lugar de que fuera el propio Mitterrand quien lo hiciera. Esta equivocación "ante la atroz escalada de las minas, resulta menos que nimia", respondió Daniel Samper.
Para el gobierno francés la entrega a la prensa colombiana de la carta de Cheysson constituyó un acto de "indiscreción de Bogotá" que "molestó a nuestros aliados, incluso a aquellos que consideran que el bloqueo es intolerable", según declaraciones, no desmentidas hasta ahora, de Claude Cheysson a un reportero del diario parisino Liberation. "Si se acepta en cualquier parte del mundo, no hay razón para no aceptarlo también en el Estrecho de Ormuz", agregó Cheysson a Liberation.
Por lo pronto el debate continúa. La presión para que Bogotá recoja la propuesta francesa y para que Contadora se pronuncie contra el minado de aguas territoriales nicaraguenses al parecer se sostendrá por parte de quienes suscribieron un texto en ese sentido, publicado en la columna de Daniel Samper Pizano del 11 de abril. Por lo pronto Rodrigo Lloreda ha declarado que Contadora en su próxima reunión de este mes analizará el caso y hablará al respecto, pero con las trabas internas que tiene esta iniciativa diplomática no sería de extrañar que este pronunciamiento tampoco se dé claramente.
Será esa una oportunidad de ver si en realidad el gobierno de Bogotá está variando lenta pero sostenidamente su orientación en política exterior en favor de un reencuentro con las nociones del panamericanismo.