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Cambio de mando

Con vientos de reforma y truenos de guerra arrancó la presidencia de Alvaro Uribe Vélez, 2002-2006.

11 de diciembre de 1980

Con vientos de reforma y truenos de guerra arrancó la presidencia de Alvaro Uribe Vélez, 2002-2006. El mandatario, austero y juicioso, empezó, como se esperaba, haciendo la tarea. En un discurso breve -telegráfico dirían algunos congresistas- repitió lo que prometió en su campaña y lo que anunció el día de su triunfo electoral: que habrá ajuste fiscal, pero con inversión social que alivie la pobreza extrema e impulse la educación; que habrá austeridad en el gasto de arriba para abajo, recorte burocrático y reforma al Congreso; que habrá seguridad democrática, más protección a la población civil, mayor autoridad del Estado, más afecto a las Fuerzas Armadas y que se le pedirá más Plan Colombia a Estados Unidos.

Algunos lo criticaron porque en el texto hubo demasiados próceres y porque no detalló ni aterrizó sus propuestas generales. Pero los discursos de este tipo no están hechos para explicar políticas, sino para entusiasmar y renovar la credibilidad, sobre todo en una democracia tan maltrecha.

Y causó ese efecto, principalmente en las comitivas extranjeras. "Vi la noticia al revés que muchos medios, dijo el ministro de Comercio Exterior estadounidense, Robert Zoellick, en una rueda de prensa al día siguiente en Bogotá. A pesar de la tragedia de las bombas, los violentos fallaron y no lograron impedir el triunfo de una transición democrática en medio de tan enormes dificultades".

El gabinete de Uribe también descrestó. "Un equipo impresionante", dijo Zoellick. Un diplomático europeo destacó su gran credibilidad. Tantas ministras -casi todas mujeres que se han ganado su puesto por su trabajo y calidad académica- resultaron un síntoma de civilización. Pero tras las bombas que tiñeron de tragedia la jornada, esas impresiones de modernidad presentaron una contradicción chocante con las imágenes de miseria humana de El Cartucho, agravadas por el hecho de que como el deprimido sector está en proceso de demolición, parecía que las bombas habían dejado el centro de la ciudad en ruinas.

Así, la jornada resultó más significativa por lo simbólica que por las revelaciones de los discursos. Sin embargo el Presidente envió un par de mensajes que pasaron inadvertidos bajo su tono conciliatorio. El primero, cuando anunció que "los gerentes y directores de las sucursales de entidades nacionales en las regiones serán nombrados por concurso de méritos". La frase fue un rayo contra una clase política que ya se había sentido maltratada por los nombramientos nacionales y creía que su compensación vendría en la burocracia local.

El segundo, cuando insistió varias veces en la idea de que no se puede defender al Estado con violencia y que su fuerza legítima cumple la "exclusiva misión de defender la comunidad y no puede utilizarse para acallar a los críticos". Este último mensaje estaba destinado sobre todo a una comunidad internacional expectante, que aún no está convencida de que la mano dura de Uribe conducirá a la concordia sino más bien a profundizar un conflicto ya muy degradado. Al fin y al cabo el mismo 7 de agosto, a nombre de una supuesta "revolución justiciera", las Farc asesinaron a quienes bien pueden estar entre los 17 ciudadanos más pobres y desvalidos del país.