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CANDIDATO ANUNCIADO

¿Cuáles son las posibilidades que tiene Horacio Serpa de llegar al Palacio de Nariño?

23 de febrero de 1998

Desde que el Partido Liberal subió al poder en 1930, nunca la proclamación del candidato oficial había sido menos emocionante de lo que fue la de Horacio Serpa este domingo. No es porque su selección se diera por descontada. Casi nunca el ganador de una convención es una sorpresa. Tampoco es porque el Partido Liberalesté dividido. Por el contrario, con frecuencia las divisiones oxigenan el ambiente político y animan las cosas. Se podía pensar entonces que es porque Horacio Serpa es mal candidato. No es así. Serpa como candidato para las masas es de los mejores que ha tenido el Partido Liberal desde Gaitán. Su problema tampoco es ser el candidato del gobierno. Prácticamente todos los presidentes de Colombia han sido los candidatos del gobierno. ¿Entonces cuál es el problema? En realidad no es uno. Son dos: el proceso 8.000 y la Convención Liberal. A pesar de los fallos jurídicos a favor de Serpa, el proceso 8.000 no perdona. O por lo menos no perdona ante la clase dirigente. Además de esto, la convención como sistema de selección del candidato no convence. La palabra 'convención' tiene una connotación de maquinaria que se consideraba superada en estos días de consultas populares. A la convención se llegó más por sustracción de materia que por voluntad de Serpa. La falta de claridad en la normatividad electoral desembocó en que la consulta popular no podía coincidir con las elecciones de alcalde ni con las de Congreso. Estas eran las únicas alternativas viables políticamente. La consulta legal, la que no coincidía con otras elecciones no es ni será viable políticamente en el futuro. Es muy probable que como consecuencia del desgaste que sufrió Serpa en todo el calvario de su selección como candidato, los estatutos del partido y las leyes electorales se reformen. En todo caso lo que es seguro es que nadie va a querer repetir el triste episodio de una convención como la de este domingo. Pero a pesar del 8.000 y la convención, la candidatura de Serpa tiene mucha fuerza. La sensación de que el Partido Liberal está dividido es una exageración. En la convención que proclamó a Serpa estaba más del 90 por ciento de la maquinaria, y Serpa no es manco en voto de opinión. Su problema es de clase dirigente pero no de masas liberales. La convención disidente que se reunió el mismo domingo en el Teatro Chapinero, abunda en nombres ilustres pero carece de representatividad electoral. Su jefe visible es Humberto de la Calle. Con él están múltiples ex ministros de mucho prestigio y poco voto. En el trasfondo de todo está Alfonso Valdivieso. El propósito de la convención paralela es dejar la impresión de una división liberal que fortalecería a Valdivieso. Sin embargo, como el ex fiscal no se lanzó como candidato liberal sino como independiente, no puede poner la cara en una Convención Liberal. Y en Colombia los movimientos sin cabeza no funcionan. Para el colombiano raso, tal vez lo único que despierta menos entusiasmo que la convención serpista es la convención antiserpista. La candidatura de Serpa pudo haber despegado mejor. De haberse concretado dos posibilidades que existían la semana pasada, su proclamación habría podido tener más brillo. Estas dos posibilidades eran la jefatura única del partido de Juan Manuel Santos y la vicepresidencia del general Rosso José Serrano. La conformación de esa tripleta hubiera producido una mayor legitimidad. A Horacio Serpa le faltan dos sectores por conquistar: la clase dirigente y Estados Unidos. Santos le solucionaba el primero y Rosso el segundo. Todo indica que en una misma semana se le derrumbaron ambos. Juan Manuel Santos prefirió mantenerse al margen de la disputa liberal quedando en tablas con los dos bandos. La negativa del general Serrano es menos contundente. Serpa en el fondo no descarta que después de las elecciones parlamentarias las realidades políticas se impongan sobre los pronunciamientos protocolarios. Pero este domingo el héroe de la guerra contra el narcotráfico no estuvo al lado de Horacio. Dadas las anteriores circunstancias sorprende que Serpa tenga posibilidades de ganar. Pero las tiene y bastantes. Es el candidato de la fuerza política más confiable que haya conocido el país en su historia: la maquinaria liberal. A esta solo la han derrotado en los últimos 70 años la confluencia de dos elementos. Un gran caudillo liberal disidente y un candidato conservador excepcionalmente popular. En 1998 no hay ninguno de los dos. Valdivieso no es Galán y el Pastrana del 98 no es el mismo del 94. En 1994 Andrés Pastrana no era un candidato, era un fenómeno político. Ahora es un candidato. Inclusive uno bueno, pero el proceso 8.000 no perdona, ni siquiera a los que dijeron que no a los Rodríguez. Además ese no es su único problema. Por fuerza de las circunstancias políticas, Pastrana deberá aparecer mucho más conservador que hace cuatro años. Por tanto será más difícil vender la imagen de candidato nacional, que es la única manera en que un conservador puede llegar a la Presidencia de la República. Paradójicamente el Partido Conservador está más dividido que el liberal. Con Noemí Sanín por fuera y Juan Camilo Restrepo por dentro, Pastrana tiene los mismos problemas que Serpa. El proceso de negociación a que tendrá que someterse con un hábil y poderoso negociador como Fabio Valencia Cossio, lo va a dejar pintado de azul. Sin embargo Pastrana está lejos de estar perdido. El manejo que le ha dado a su difícil situación ha sido acertado. El silencio ha sido su gran aliado. Cada día que no habla sube un poco en las encuestas. Todo este tiempo ha estado consintiendo discretamente a la maquinaria conservadora, teniendo la gran ventaja de que en ese partido siempre se elige al candidato por convención sin que ésta tenga ningún problema de legitimidad. El trabajo sucio de desprestigiar a Serpa ha corrido por cuenta de los otros candidatos. Bedoya, Valdivieso, y otros han basado su campaña en atacar a Serpa, lo cual beneficia a Pastrana al no ser él quien tire las piedras. Todo esto está sucediendo antes de que comience su campaña y si para algo es bueno Andrés Pastrana es para hacer campaña. Lo que es poco probable es que la campaña presidencial de 1998 pase a la historia como una campaña emocionante. El estado de ánimo de los colombianos nunca había estado peor. Difícilmente esta situación va a cambiar antes del 7 de agosto de 1998.