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CASA LIMPIA Y EN ORDEN

El levantamiento del Estado de Sitio, después de las elecciones, acentúa el nuevo clima político del país.

5 de julio de 1982

Ocho días antes de su cumpleaños, el Presidente Julio Cesar Turbay resolvió hacerle al país un sorpresivo regalo anunciándole una medida inesperada: el levantamiento del Estado de Sitio, medida de excepción prevista sólo para casos de guerra o de grave conmoción interior, que en el país ha regido, con efímeres intervalos, desde el 9 de abril de 1948.
La medida, según el anuncio presidencial, había sido comunicada al exPresidente López Michelsen, jefe del partido liberal, y al Presidente electo, Belisario Betancur. El primero había sido informado de la decisión presidencial cuatro días antes en el tranquilo y luminoso escenario de las islas del Rosario, donde, después de una agotadora campaña electoral se encontraba pasando unos días de reposo. Turbay y López tuvieron oportunidad de conversar, en mangas de camisa, sobre muchos temas de importancia, y uno de ellos, sin duda el del Estado de Sitio.
En cuanto a Betancur, el tema debió quedar incluído en el menú de una larga conversación que los dos Presidentes sostuvieron el jueves en el Palacio de Nariño, después de tres años y medio en que no se habían visto las caras. El presidente Turbay parece interesado en entregarle a su sucesor todo en orden, tanto su residencia presidencial como el país.

RESTRICCIONES CON ROTULO NUEVO
El levantamiento del Estado de Sitio supone la derogatoria del controvertido Estatuto de Seguridad. Promulgado el 6 de septiembre de 1978, dicho Estatuto representa una colección de medidas de emergencia destinadas a contener la subversión, que han sido fuertemente impugnadas por la izquierda, pero también por elementos de ambos partidos y juzgadas de manera ácida por organizaciones internacionales y órganos de prensa del exterior.
La génesis de este dispositivo excepcional se remonta al 16 de diciembre de 1977, cuando altos mandos militares dirigieron una carta abierta al entonces Presidente López Michelsen solicitándole la promulgación de un decreto especial para controlar la inseguridad.
Preocupado por los problemas de las guerillas urbanas y rurales, y muy especialmente por el M-19, el presidente Turbay, solo un mes después de haberse posesionado de su cargo decidió promulgar el Estatuto. Las nuevas medidas previstas en aquel decreto 1923 incluían aumento de penas para el delito de secuestro simple y para atentados terroristas hasta un tope de 30 años de cárcel y establecía penas hasta de 24 años para quienes participaron en atentados terroristas. Fijó también restricciones a la radio y a la televisión para las informaciones sobre secuestros, paros ilegales y hechos que directa o indirectamente tuviesen relación con la subversión o la llamada apología del delito y dictó disposiciones suspendiendo o restringiendo otras garantías constitucionales. En realidad, cualesquiera de estas restricciones podían ser impuestas por el ejecutivo en virtud del Estado de Sitio, pero el Estatuto las resumía y daba una presentación espectacular.
Al anunciar el próximo levantamiento del Estado de Sitio, el presidente Turbay explicó que en esta determinación habían sido factor decisivo los dos comicios electorales de marzo y de mayo, expresión de una voluntad democrática del país. "Entregamos el poder a mi sucesor sin ningún género de traumatismos políticos y sin ninguna disposición de excepción" dijo Turbay. En otras palabras, la casa limpia y en orden.

NUNCA ES TARDE
Impugnador número 1 del Estatuto de Seguridad, Alfredo Vásquez Carrizosa dijo para SEMANA:
Con el levantamiento del Estado de Sitio que ya era añejo como los vinos de Sorgona y la derogatoria del Estatuto de Seguridad, impuesta el 6 de septiembre de 1978, termina una etapa sombria, cuajada de violaciones a los Derechos Humanos prescritos en el Título III de la Constitución Nacional y especificamente consagrados en la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948, lo mismo que en los pactos Internacionales de las Naciones Unidas sobre derechos civiles y políticos, económicos, sociales y culturales. Quienes nos opusimos a esas violaciones, desde el primer día del Estatuto de Seguridad, debemos recibir con beneplácito el anuncio presidencial. La decisión ha sido sorpresiva, semanas después de que el gobierno sostenía lo contrario, que el levantamiento del Estado de Sitio era imposible. Se habla de una jugada maestra del presidente Turbay para anticipar lo que el presidente electo Belisario Betancur se proponía hacer el primer día de su administración. Sea como fuera de esta versión, "nunca es tarde para obrar bien" dice el proverbio.