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Cese del fuego bajo lupa

La idea de una tregua es aplaudida por casi todos. El reto está en convertirla en una herramienta de paz. Los más respetados analistas del país hacen sus aportes.

12 de noviembre de 2001

El documento de la Comisión de Notables es la primera iniciativa de fondo que surge en tres años de negociaciones para acabar con el conflicto armado. SEMANA publica la evaluación y los aportes a esta propuesta surgidos de una reunión de trabajo de los principales analistas de paz en el país.

El diagnóstico: la premisa según la cual si hay cese al fuego y hostilidades la Mesa de Negociación arrojará resultados porque es la guerra lo que está entorpeciendo el proceso esconde buena parte del verdadero problema, es decir, que la mesa no es capaz de producir resultados en materias sustantivas. Aunque el gobierno y la guerrilla arriben a una tregua, si no se trabaja sobre otros factores que están frenando la negociación sustantiva ésta seguirá empantanada. La propia Comisión de Notables ha funcionado como un centro de generación de propuestas más desinhibido y creativo que la mesa. Quizá haya que reproducir el modelo de la Comisión de Notables.

La necesidad del cese del fuego y de hostilidades: siendo cierto que no basta para desbloquear las negociaciones es innegable que en la situación actual si no hay tregua lo más probable es que el proceso se venga abajo.

La localización: los Notables no hacen referencia a la localización previa de las fuerzas en tregua. Una tregua sin localización produce mucha desconfianza porque las partes conservan la movilidad y la verificación se vuelve muy complicada. Para que una tregua funcione sin localización previa debe existir un alto grado de confianza entre las partes. Actualmente esto sólo podría conseguirse si ambas partes hacen gestos unilaterales que expresen voluntad de paz pero es difícil hacerse ilusiones sobre eso.

Fórmulas de localización: para llenar los vacíos de la propuesta de los Notables podría pensarse en una fórmula intermedia entre la ‘localización estatua’ —que consiste en que los destacamentos guerrilleros se comprometen a quedarse en los lugares en que se encuentran al comenzar el cese al fuego, lo cual es muy difícil de controlar— y la relocalización de los insurgentes en 65 zonas de despeje bien delimitadas (una para cada uno de los frentes de las Farc). Habría que diseñar una opción consistente en crear dos o tres zonas de concentración.

Condiciones para las Farc: los compromisos deben abarcar, tratándose de las Farc, previsiones sobre no incrementar su armamento, dejar de reclutar, no ocupar territorios que hayan sido liberados de paramilitares, liberar a todos los secuestrados civiles y militares como paso previo a la tregua, y no caer en la lógica de estar prorrogando ésta última porque entonces el proceso volverá a empantanarse.

Financiación de la guerrilla: hay que verla a la luz de la quiebra en que se encuentran las finanzas del Estado colombiano. En un mundo en pie de guerra contra el terrorismo y en medio de la falta de confianza de la opinión pública en relación con la guerrilla va a ser muy difícil conseguir los recursos que demanda la financiación de la subsistencia de los guerrilleros en tregua, que puede estimarse en unos 70 millones de dólares al año. Estados Unidos está descartado como fuente de financiación después de los sucesos del 11 de septiembre. Habría que pensar en que el gobierno emitiera títulos de deuda, algo así como unos bonos de ‘salvación nacional’ (similares a los ‘bonos de paz’); también habría que recurrir a contribuciones voluntarias de los ciudadanos, a aportes de países vecinos, a préstamos de la banca multilateral.

El paramilitarismo: la propuesta omite la cuestión de cómo hacer viable la tregua a pesar de la fuerza del movimiento paramilitar. En últimas, habrá que terminar hablando con los paramilitares para arribar a una política concertada, sin que esto implique darles reconocimiento político. No es viable que todo el país se ponga en pie de guerra contra los grupos paramilitares mientras hay una tregua con la guerrilla. Mucha gente considera que esos grupos merecen el mismo tratamiento que la guerrilla, que deben ser confrontados militarmente pero que también se debe dialogar con ellos.

El Ejército: las Farc pretenderían, ante todo, que la tregua sirviera para que el Ejército atacara a los paramilitares. Pero si las Auc se acogieran a la misma se produciría un efecto paradójico: la tregua quedaría en peligro de fracasar porque dejaría de ser atractiva para la guerrilla. Ahora bien, si los paramilitares se acogieran a un cese del fuego, y por ello la guerrilla desistiera de la tregua, se harían evidentes las intenciones de las Farc y por lo menos se acabaría con la pantomima.

El manejo del tiempo: una vía para llegar rápido al mejor cese del fuego dentro de los posibles es manejar el tiempo. Plantear, por ejemplo, que la tregua será de seis meses improrrogables para forzar los avances en la negociación programática. Esto no equivaldría a ponerle plazos perentorios al proceso, como los que siempre han rechazado las Farc porque una cosa es fijarle término a la tregua y otra fijárselo a la negociación de fondo o la zona de despeje. Hay que definir itinerarios claros, tiempos precisos y cortos para desescalar el conflicto y arribar a acuerdos sustantivos. Si no, las cosas no funcionarán.

El poder: uno de los méritos de la iniciativa es que centra su mirada sobre los aspectos sustantivos de la negociación en la cuestión del poder y, más concretamente, en la fórmula de convocar una Asamblea Constituyente. Finalmente, el conflicto se resolverá, si se resuelve, a través de esquemas de reestructuración del poder.

El apoyo por fuera de la mesa: para que un acuerdo de reforma constitucional de la envergadura del propuesto funcione es necesario rodearlo de un apoyo social y político amplio, incluyendo el que debe provenir del Establecimiento.

La agenda temática: las partes han desagregado y complicado la agenda temática, transformando los 12 puntos iniciales en 102. Es necesario retomar los componentes básicos de esa agenda y hacerles unas ofertas a las Farc al respecto. La ausencia de ofertas sobre los temas de fondo ha sido la constante en el proceso. Y no es excusa para no hacerlo el hecho de que se encuentre al final de un gobierno. La experiencia enseña que los acuerdos de paz se han hecho en las postrimerías de las administraciones presidenciales.

Salidas a una negociación de fondo: la paz se juega del todo en una negociación programática o de fondo, cuyas salidas pueden avizorarse de varias maneras:

1.Un acuerdo sobre la composición de una asamblea constituyente, en que se le diera a las Farc un número de escaños mucho mayor que el correspondiente al apoyo electoral con que puedan contar (que no llega al 5 por ciento). En esto cabrían muchas posibilidades, incluido el exabrupto de concederles algo cercano al 50 por ciento de los escaños. Esta fórmula prescindiría de llegar a pactos previos a la constituyente sobre reformas sociales y económicas.

2.Un acuerdo que combine el reconocimiento de una participación mayor que la correspondiente al apoyo electoral con que podrían contar las Farc, sin llegar a los extremos mencionados en el punto anterior, con unos avenimientos gruesos sobre unas cuantas (pocas pero básicas) reformas económicas y sociales.

3.Conseguir que las Farc cambien escaños y acuerdos sustantivos con el gobierno por condiciones favorables a la creación de una coalición de fuerzas dentro de la asamblea que saque adelante las reformas que demanda la paz. Esto implicaría que el proceso de paz no se adelantara sólo entre la guerrilla y las autoridades, sino que fuera también una dinámica de diálogo y negociación con las fuerzas políticas y sociales del país.

Reservas: no hay que descartar del todo las miradas desencantadas sobre la propuesta de los Notables, según las cuales ésta puede terminar sirviendo como elemento de distracción a favor de las Farc. También hay que reconocer que no existe el mejor ambiente para discutir esa iniciativa porque la opinión pública ya está muy desilusionada. En cualquier caso, la despolitización de las Farc va a hacer difícil una discusión sobre los temas de fondo de la agenda y el gobierno no está en condiciones de hacer propuestas sustanciosas sobre ellos.