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Chiribiquete es uno de los parques naturales más importantes de Colombia. Foto: | Foto: Parques Nacionales Naturales

EDITORIAL

El fracaso del ambientalismo colombiano

María López, vicepresidenta del Grupo SEMANA, sobrevoló el Parque Nacional de Chiribiquete. Por cuenta de las quemas, el verde y frondoso paisaje comenzó a tornarse gris. Este es el retrato del dolor que produce esa pérdida.

María López
18 de marzo de 2019

*Por María López Castaño

Es muy posible que mis hijos y los suyos nunca conozcan la mayor extensión de selva que ha tenido nuestro país. El aumento de la deforestación y la invasión de las áreas de conservación que prestan los servicios básicos ecosistémicos están amenazados hoy más que nunca. Y aún más grave: se está fragmentando la conectividad del corredor biológico más importante del país entre los Andes, la Amazonia y la Orinoquia. Hoy vemos cómo queman ese territorio sin que como país tengamos capacidad de reacción.

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Tuve el privilegio de conocer Chiribiquete con una de las mujeres que más admiro del mundo ambiental. Brigite Baptiste, directora del Instituto Alexander von Humboldt, quien como yo nunca había sobrevolado este majestuoso y místico lugar. Fuimos invitadas por Rodrigo Botero, director de la Fundación para la Conservación y el Desarrollo Sostenible, sin quien esta edición no hubiera sido posible.


Manos criminales están generando incendios al interior de Chiribiquete con el propósito de acaparar tierras. Foto: Rodrigo Botero.  

Levantamos vuelo y cuando empezamos a acercarnos los ojos de Brigitte se llenaron de lágrimas. No lloraba de emoción, sino de dolor. El verde y frondoso paisaje empezó a tornarse gris, casi negro, oscuro y seco. El Centro del mundo estaba ardiendo. Están talando y quemando nuestra selva amazónica masivamente, ante la mirada indiferente de muchos y la impotencia de los demás.

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Jamás vamos a recuperar esos ecosistemas que han necesitado millones de años para evolucionar. Brigite, ¿qué estamos viendo?, le pregunté. “El fin del mundo. En este momento están quemando el último espacio grande de selvas del piedemonte colombiano. De donde sale el agua del futuro, donde está la biodiversidad. Todo por tres putas vacas y por la corrupción”, me respondió.

“¡Hemos fracasado como ambientalistas!”, exclamó. “No logramos que nuestro mensaje fuera contundente”.

El fuego, mientras tanto, consumía los bosques y el humo alcanzaba a nublar nuestra vista en la avioneta. Pero cuando desaparecía en medio de la vasta manigua, los cultivos de coca y las carreteras ilegales mostraban su huella despiadada.


Por vías como estas son transportados la madera, los cultivos de coca y el ganado que se encuentra al interior de Chiribiquete. Foto: Rodrigo Botero. 

Los responsables de las vacas, la coca, las vías, el tráfico de madera, en últimas solo buscan acaparar estas tierras, tan antiguas como la propia humanidad. Mientras tanto la selva se reduce y nuestro activo más importante desaparece como agua entre las manos.

Este es uno de los lugares más emblemáticos de la serranía de Chiribiquete. Su historia mitológica es muy rica. Foto: Rodrigo Botero. 

Tenemos el deber como colombianos de ejercer control ambiental sobre estas zonas y exigir su conservación. Para que Chiribiquete y el resto de la Amazonia no pasen de historia a mito, y solo queden como una anécdota por contar a las futuras generaciones. Es nuestro deber resguardar la leyenda que cuenta que ese enorme hueco, hoy imagen icónica de este Parque Nacional Natural, es el ombligo del mundo. Los ancestros contaban que el creador bajó de los cielos y clavó su bastón allí, y que en ese momento salieron las especies por la vagina de la montaña enmarcada en dos cascadas. Es nuestro deber que Chiribiquete y su leyenda sigan vivos.

*Vicepresidenta del Grupo SEMANA