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| Foto: Daniel Reina

POLÍTICA

Los caminos de Clara lejos del Polo

En los próximos días, la ministra de Trabajo dejaría el gabinete para lanzarse al agua como candidata presidencial. Tendrá un fuerte impacto en el ajedrez político, sobre todo de la izquierda.

22 de abril de 2017

La salida de Clara López del Polo Democrático (PDA) se veía venir desde 2014, cuando en la segunda vuelta la dirigente adhirió a la campaña de Juan Manuel Santos. Esa decisión, que ella justificó con la necesidad de defender las banderas de la paz y que compartió con otros copartidarios como Carlos Gaviria, implicó que un sector radical, liderado por el senador del Moir Jorge Robledo, comenzara a criticarla por gobiernista. Las tensiones se agravaron exactamente hace un año, cuando López fue nombrada ministra de Trabajo. “Si Clara va a aceptar esa designación, debe renunciar a su partido, que es de oposición”, dijo entonces Robledo.

Las pugnas se hicieron sentir en el Comité Ejecutivo de la colectividad. En ese órgano decisorio tanto Clara como su copartidario habían tenido una influencia similar. Sin embargo, en octubre del año pasado, y por una diferencia muy apretada en la votación de sus delegados, Robledo logró impulsar una proposición para acelerar la nominación del candidato presidencial del partido. De esa premura, poco usual en la izquierda, resultó la promulgación de su candidatura. En un escueto comunicado de prensa el Comité Ejecutivo oficializó que el aspirante único del PDA para 2018 sería Jorge Enrique Robledo, y de paso le puso límites al juego político de Clara en las toldas amarillas.

Los sectores parlamentarios que apoyan a López en el Polo trataron durante los últimos meses de echar para atrás esa decisión. Sin embargo, no lograron las mayorías, y Clara, después de 12 años de militar en el Polo, prefirió dar el portazo. “Renuncio irrevocablemente, con dolor, pero con responsabilidad, a mi afiliación al PDA; no sin antes agradecer a las bases polistas su apoyo durante los seis años en que ejercí la presidencia por decisión de los congresos del partido y, en especial, cuando tuve que salir a representar al partido en la Alcaldía de Bogotá”, dijo en una sentimental carta.

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Pasada la página del Polo, el reto para Clara López es elaborar sus diferentes escenarios. En el mundo político se da por hecho que en las próximas semanas concretará su renuncia al gabinete para poder ser candidata presidencial. Hasta el momento, y por su condición de ministra, ella ha guardado silencio sobre sus aspiraciones. No obstante, en cada entrevista que da, insiste en la importancia de que diferentes sectores progresistas unan para consolidar la implementación de los acuerdos de paz. Responde como candidata, interviene como candidata y tuitea como candidata. “Hay que crear una gran convergencia para defender la paz”, dijo en febrero, al tiempo que aseguró que esa convergencia debería darse a través de una consulta interpartidista entre fuerzas alternativas y de izquierda que ella estaría dispuesta a impulsar.

Más allá de que ese mecanismo se concrete, hasta hace pocos días entre las personas de su primer anillo de confianza comenzó a sonar la idea de que la ministra inscriba una candidatura por firmas. Eso le daría la suficiente independencia para lanzar un proyecto propio alrededor de la implementación de la paz, o bien para adherir al candidato que termine representando la defensa de los acuerdos con las Farc. Sin embargo, como recoger las cerca de 500.000 firmas que se necesitan es desgastante y requiere plata y recursos, la otra opción que vienen contemplando las personas cercanas a Clara es inscribirla con el aval de la Alianza Social Indígena (ASI). De hecho, Clara participó activamente en la reciente convención de ese partido y se llevó un fuerte aplauso entre los asistentes. Si bien los directivos de la ASI le dijeron a SEMANA que tomarán una decisión en julio, en las huestes de Clara ese escenario cada vez suena con más fuerza. En teoría, por ese aval tendría que competir con Sergio Fajardo –cercano a la ASI–, quien también estuvo en la convención del partido y cuenta con el reconocimiento entre sus dirigentes.

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Clara ha tenido un par de conversaciones informales con posibles candidatos que podrían hacer parte de la convergencia que propone. El año pasado habló varias veces con Humberto de la Calle, con quien tiene muchas afinidades. Y la semana pasada le respondió vía Twitter a Gustavo Petro que estaba lista a tomarse un tinto con él, después de que el exalcalde la invitó a una gran alianza “por la paz y la justicia social”. Con ese tinto saldarían las diferencias que sostuvieron en la pasada campaña a la Alcaldía de Bogotá, cuando se rumoró que Petro apoyó a última hora la candidatura de Rafael Pardo en lugar de la de Clara.

Con la Alianza Verde, en cambio, los acercamientos han sido escasos. La distancia la marcó Antonio Navarro, cuando señaló que ellos estarían interesados en una coalición de fuerzas alternativas que no necesariamente son de izquierda. Y Clara, a pesar de haber hecho parte de un gobierno liberal y de centro, claramente se ubica en la izquierda. De hecho, entre sus apoyos en el Polo se encuentra una vertiente proveniente del Partido Comunista, y en su última campaña presidencial tuvo como fórmula a Aída Avella en representación de la Unión Patriótica.

Es muy temprano para saber dónde terminará la convergencia que Clara propone y si esta podrá lograrse en un contexto marcado por las divisiones de enfoque entre los distintos sectores de centro e izquierda. Por ahora, lo único cierto es que tanto su candidatura como su salida del Polo tendrán un fuerte impacto en el ajedrez político de esos sectores.

En cuanto al partido que deja, es evidente que con su salida no se saldan las diferencias internas. El mismo día que el Comité Ejecutivo le dio trámite a su renuncia, 15 miembros de esa instancia con peso en el Polo señalaron su inconformidad con el supuesto matoneo que se le hizo a la ministra para impulsar su salida. Lo delicado es que la mayoría de ellos quedaron matriculados en un partido que ya tiene a Robledo de candidato y, por lo tanto, incurrirían en doble militancia si deciden apoyar a Clara.

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Por lo anterior, la salida del Polo es un golpe a las maquinarias de Clara. Además de que parte de sus resultados electorales provenían de su identificación con el logo amarillo, ahora tendría que buscar una plataforma para inscribir a los candidatos a Congreso que decidan apoyarla. Esos respaldos no serán los que le quedaron en el Polo. Ninguno de los parlamentarios que hoy ejercen en nombre del partido se atreverá a renunciar a su colectividad, donde tienen un aval asegurado, para respaldar una candidatura con una plataforma que aún es incierta.

Pero el Polo también termina golpeado. En las anteriores elecciones logró pasar el umbral raspando y puso cinco senadores y tres representantes. Lo grave para el partido es que en 2018 deberá sacar como mínimo esas curules sin tener a Jorge Robledo, uno de los mayores electores del Congreso, jalonando la lista. Y sin Clara, experta en movilizar votantes del partido.

Según la medición realizada por Invamer Gallup en marzo, Clara López tiene una imagen favorable de 49 puntos y una negativa de 30. Sin embargo, la favorable bajó 5 puntos entre diciembre y enero porque muchos de sus electores –parte de los cuales se identifican con organizaciones de trabajadores– le cobraron no haber impulsado desde el ministerio un mayor aumento del salario mínimo. En términos de intención de voto, la mayoría de sondeos la ubican por debajo de Germán Vargas, Claudia López y Sergio Fajardo. No obstante, en casi todos se mantiene en los primeros cinco lugares. Uno de cada cuatro colombianos no la conoce.

Aun si por fuera del Polo su candidatura no lograra despegar, es seguro que el nombre de Clara López será atractivo para cualquiera que busque una fórmula vicepresidencial sólida. Y es que ella representa algo que para los políticos es muy relevante: se ha hecho medir. En la primera vuelta presidencial de 2014 obtuvo casi 2 millones de votos que representaron el 15,2 por ciento de la votación. Y en las elecciones a la Alcaldía de Bogotá logró el tercer lugar con 466.000 votos. Ninguna de las anteriores sumas es despreciable electoralmente y para un candidato presidencial puede representar la diferencia entre ganar y perder.

Mientras Clara López define su estrategia y los partidos de centro e izquierda se preparan para su llegada a la contienda, se alista a dar su próximo paso: dejar el gabinete.