Home

Nación

Artículo

Según cifras del Banco Mundial, disminuir en 1 por ciento las tasas de desnutrición, baja 4 por ciento los índices de pobreza. | Foto: León Darío Peláez

NUTRICIÓN

Un país con niños sin hambre 

Uno de cada ocho menores en Colombia sufre de desnutrición crónica. Es indispensable garantizar una alimentación adecuada durante la primera infancia como primer paso para preparar a la generación de la paz. 

2 de julio de 2016

En Colombia se dice mucho que los niños son el futuro del país y esa idea ha inspirado varias políticas públicas destinadas a dejarles a las nuevas generaciones una mejor realidad. Pero a la hora de la verdad, su situación deja mucho que desear.

Sin ir muy lejos, la muerte de 19 niños en La Guajira en los primeros tres meses de 2016 horrorizó al país y le recordó que falta mucho para que todos los infantes colombianos reciban lo más básico: una alimentación adecuada. Según la Encuesta Nacional de la Situación Nutricional en Colombia realizada en 2010, el 13,2 por ciento de los menores de 5 años sufre desnutrición crónica, es decir, su talla es mucho menor de lo que debería ser para su edad. Esa cifra es preocupante: uno de cada ocho niños está desnutrido y lo más grave es que otro 30 por ciento está en riesgo de estarlo. 

Lo cierto es que durante los primeros 1.000 días de vida, que incluyen los nueve meses de gestación y los primeros dos años, se desarrolla el 70 por ciento de las conexiones neuronales en el ser humano. Por eso, garantizar una buena nutrición durante la primera infancia disminuye la prevalencia de enfermedades durante la niñez, baja los costos de atención en salud, reduce la mortalidad temprana, aumenta la competitividad y mejora los ingresos de esos niños durante su vida adulta.

“Invertir en la nutrición de la primera infancia es lo más rentable. Las generaciones que estamos alimentando hoy van a construir un país en paz”, dice Germán Jaramillo Villegas, director ejecutivo de la Fundación Éxito, entidad que con el programa Gen Cero busca que en 2030 Colombia tenga la primera generación de niños menores de 5 años sin desnutrición crónica. 

Esa entidad y Colombia Líder pusieron el tema sobre la mesa en los talleres que realizaron con los actuales alcaldes y gobernadores. La idea es que ellos, que tienen en sus manos la construcción de un país en paz, asuman como prioridad en su agenda la nutrición de la primera infancia.
El primer paso es trabajar con las madres desde la gestación. Actualmente un 35 por ciento de niños colombianos nace con un peso inadecuado (inferior a 3.000 gramos), y un 9 por ciento con bajo peso (inferior a 2.500 gramos).  Además,  el 59 por ciento de los niños entre los 6 y los 12 meses tiene anemia, lo que deteriora la maduración del cerebro, afecta su concentración y la capacidad de aprendizaje.

Algunos de los alcaldes que terminaron su periodo en 2015 trataron este tema con resultados prometedores. Carlos Daza exalcalde de Fusagasugá cuenta que en esa ciudad construyeron un centro para las mujeres embarazadas en el cual les garantizaban alimentación, transporte y beneficios para que no renunciaran al trabajo. 

El otro paso es tener en cuenta a los niños recién nacidos y, con prioridad, hasta los dos años. Los gobernantes pueden impulsar políticas como ampliar la cobertura en controles prenatales, promover la lactancia materna, trabajar por la seguridad alimentaria, abastecer de agua potable y alcantarillado a las zonas más vulnerables, brindar educación nutricional y facilitar el acceso al sistema educativo, principalmente de mujeres.
Hay experiencias por replicar. Fernando Flórez exalcalde de Tunja cuenta que allí pusieron en marcha un programa para 4.500 familias con niños de las zonas vulnerables, a quienes ni el ICBF ni el municipio capacitaban en el cuidado nutricional de los menores y en convivencia familiar. Así lograron disminuir los índices de desnutrición crónica.

La idea es que esa nueva generación de niños bien alimentados tenga las herramientas para construir el país del posconflicto. Al final, el asunto también es de pura matemática. Pues como dice Flórez, “es más costoso recuperar un niño mal alimentado que garantizarle una buena alimentación incluso desde antes de que nazca”.