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Como el cangrejo

Los colombianos leen cada vez menos. Eso muestra el libro 'Hábitos de lectura, asistencia a bibliotecas y consumo de libros en Colombia', que esta semana lanza la Cámara Colombiana del Libro. Mauricio Reina y Cristina Gamboa, de Fedesarrollo, prepararon para SEMANA una versión del capítulo que escribieron.

8 de diciembre de 2006

La expansión de la lectura es esencial para el desarrollo de un país como Colombia. La actividad de leer juega un papel central en la educación, lo que la convierte en elemento clave para el progreso económico y social de los colombianos. Un país de lectores tiene más instrumentos para avanzar en la formación de su capital humano, erradicar la pobreza, elevar el bienestar de la población y competir en una economía globalizada, lo que convierte la lectura en una semilla de progreso.

Por eso es preocupante que Colombia vaya como el cangrejo: en lugar de leer más, los colombianos están leyendo cada vez menos. Esa es la conclusión que surge de un estudio adelantado por Fedesarrollo para la Cámara Colombiana del Libro, que hace parte del libro Hábitos de lectura, asistencia a bibliotecas y consumo de libros en Colombia, que sale al mercado esta semana. El estudio parte de la comparación de los resultados de la encuesta de hogares del Dane aplicada en 2005 con los de otra similar adelantada hace cinco años, y arroja conclusiones preocupantes: entre 2000 y 2005 cayeron la proporción de los encuestados que consideran ser lectores habituales, la cantidad promedio de libros leídos anualmente por persona y el número de libros comprados por habitante cada año.

Un panorama alarmante

Aunque las encuestas adelantadas por el Dane en 2000 y 2005 no son idénticas, es posible contrastar sus resultados para las 11 principales ciudades del país. Esa comparación muestra que la proporción de colombianos en edad de trabajar que se consideran lectores habituales cayó de 67,9 por ciento en 2000 a 65,9 por ciento en 2005 (gráfico 1).

El problema de la caída en los niveles de lectura se concentra principalmente en los libros. Como lo muestra el gráfico 2, la proporción de los encuestados que dice leer libros habitualmente cayó de 48,3 a 40,7 por ciento, mientras aumentó la proporción de personas que afirma leer de manera habitual revistas (de 26,2 a 27,2 por ciento), diarios o periódicos (de 31,2 a 32 por ciento) e Internet (de 4,9 a 11,9 por ciento). Hay que anotar que estos aumentos no alcanzan a compensar la caída de los índices de lectura de libros, lo que redunda en una reducción global de los niveles de lectura en el país.

Como si no bastara con la caída en la proporción de colombianos que leen habitualmente, también disminuyó la cantidad de libros leídos por persona. Si se toma como universo de análisis la población en edad de trabajar, el promedio de libros leídos anualmente por persona cayó de 2,4 en 2000 a 1,6 en 2005. Como es de esperar, las cifras son más altas si se considera sólo la población que lee habitualmente, pero el descenso es igualmente preocupante: en este caso, el promedio de libros leídos anualmente cayó de 6 a 4,5, entre 2000 y 2005.

Pero el retroceso de la lectura va aun más allá. En el período analizado cayó de 5 a 3,7 horas semanales el tiempo que los encuestados dedican a la lectura por gusto o por entretenimiento. Este dato es preocupante en la medida en que éste es el tipo de lectura que la gente suele cultivar una vez desaparece la obligación.

Las posibles causas del problema

Las encuestas permiten evaluar varias hipótesis sobre las causas de la caída de los índices de lectura en Colombia. La primera de ellas apunta a un problema metodológico que surge del diseño de las encuestas. En 2005, la encuesta ofreció una alternativa de respuesta que no se incluyó en 2000: la lectura de otros materiales impresos. Aunque las respuestas en ambas encuestas no eran excluyentes, es posible que en 2000 algunos encuestados hubieran identificado los libros como otros materiales impresos, lo que habría significado una migración de parte de ellos hacia esa nueva opción.

¿El poder de Internet?

Si bien ese problema metodológico puede haber incidido en la caída en los niveles de lectura de libros, no explica el descenso en el número de colombianos que se consideran lectores habituales, en el promedio de libros leídos por habitante y en el número de libros comprados en el país. Por eso conviene evaluar otras hipótesis, como el gran avance que ha tenido Internet en los últimos años. Entre 2000 y 2005, el porcentaje de encuestados que afirmó leer habitualmente en Internet pasó de 4,9 a 11,9 por ciento de la población en edad de trabajar, y de 7,2 a 18,1 por ciento para el subconjunto compuesto por la población lectora.

Aunque esos indicadores son aún muy inferiores a los de la lectura de libros, como lo muestra el gráfico 2, ambas actividades pueden estar compitiendo por el tiempo de las personas. De hecho, en el gráfico 3 se observa que el tiempo dedicado a la lectura en Internet puede estar quitándole tiempo a la lectura de libros. En 2005 los colombianos dedicaron en promedio al día 3,5 horas a la lectura en Internet y apenas 32 minutos a la lectura de libros por gusto o entretenimiento. En otras palabras, el tiempo dedicado a la lectura de Internet es casi siete veces superior al tiempo utilizado para leer libros por gusto. Vale la pena destacar que los colombianos consideran que la falta de tiempo es la segunda razón en importancia por la cual no leen libros, como se ve en el gráfico 4.

La relación entre el tiempo dedicado a Internet y a la lectura de libros depende del nivel de desarrollo de las comunicaciones de un país. Cuando la penetración de Internet es incipiente, como en Colombia en el año 2000, el individuo que lee más libros coincide con aquel que tiene mayor educación y mayores ingresos. En esa primera etapa la relación entre el consumo de Internet y de libros es complementaria. Pero en la medida en que avanza la penetración de Internet hacia todos los estratos y se reducen sus costos de acceso, los países entran en una nueva etapa en la que Internet compite con el libro por el tiempo del usuario. En esta segunda fase, que parece amoldarse a la situación actual del país, la lectura y el uso de Internet dejan de ser complementarios para volverse sustitutos.

Esta competencia entre Internet y los libros es menos clara cuando se analiza el contenido que ofrece cada medio. El gráfico 5 muestra que la población que se considera lectora habitual lee principalmente libros de literatura. Si bien estos libros están migrando lentamente a medios digitales, no es muy factible encontrar este tipo de materiales en Internet. En el gráfico 6 se puede ver que la lectura en Internet tiene un carácter más funcional (como es el caso del correo electrónico) que tradicional (como la literatura), aunque hay categorías de lectura más frecuentes en Internet que se podrían considerar sustitutos de contenidos hallados en libros.

¿Se fueron los lectores?

Algunos observadores han atribuido la caída en los niveles de lectura en el país a la profusa emigración que se ha presentado desde la década pasada. Esta hipótesis sugiere que un porcentaje importante de población ilustrada ha migrado y se basa en estudios que muestran que quienes mayor propensión tienen a migrar son los individuos relativamente más educados, los que están edad de trabajar y los que tienen los medios para llevar a cabo el viaje.

La hipótesis parece tener sentido si consideramos que, según estadísticas del DAS, 1,9 millones de colombianos salieron del país entre 1996 y 2005 en términos netos. Infortunadamente, el DAS no cuenta con información sobre los rasgos socioeconómicos de los emigrantes, por lo cual hay que consultar los censos de población que realizan los países receptores para aproximarnos a esta información. La evidencia disponible muestra que no todos los emigrantes constituyen población con alto potencial de lectura: es el caso de los emigrantes a Estados Unidos, pero no el de los que van a otros destinos, como España. Además, el volumen de emigrantes colombianos en el período es bastante marginal frente a la representatividad de las encuestas del Dane como para afectar de manera sensible los resultados.

¿Un problema de pesos?

Uno de los determinantes del consumo de libros suele ser su precio y el ingreso disponible para comprarlos. El gráfico 7 señala que la alternativa no dispone de dinero para comprarlos presentó mayor frecuencia de respuestas, tanto para lectores habituales como no lectores habituales. Este resultado se mantiene en todas las dimensiones socioeconómicas analizadas, aunque se destaca una caída gradual de la importancia relativa de la opción a medida en que aumenta el nivel de ingreso.

De esta manera, la encuesta revela que los colombianos consideran que no tienen suficiente dinero para comprar libros. Sin embargo, no es claro que la disponibilidad de ingreso explique el deterioro de los indicadores de lectura en Colombia entre 2000 y 2005, en la medida en que justamente en ese período la economía colombiana ha vivido una recuperación sostenida que ha beneficiado a todos los niveles de la población.

¿La educación?

En la medida en que la lectura obligatoria tiene un peso importante en los diversos indicadores de lectura, existe la posibilidad de que el deterioro reciente obedezca a factores relacionados con el sistema educativo. Al respecto se pueden plantear dos hipótesis: la primera vincula la caída del consumo de libros con el fenómeno de deserción escolar, mientras la segunda evalúa la potencial incidencia de las políticas de la Ley General de Educación.

Las cifras disponibles demuestran que, si bien la deserción escolar ha aumentado en algunos niveles, la situación de la educación en general ha mejorado en Colombia en los últimos años. La deserción tendió a disminuir en el nivel primario entre 1996 y 2004, pero experimentó retrocesos en la educación secundaria. Mientras tanto, entre 1996 y 2004 aumentó el número promedio de años de educación en ciudades y en el campo, para todos los niveles de ingreso. Así mismo, el país ha registrado incrementos en la matrícula total en educación básica, media y superior desde 2001, y ha tenido avances en coberturas educativas desde 2000. Esta información sugiere que los avances relativos del sector podrían compensar el impacto negativo de la deserción sobre la demanda por libros en el país.

En cuanto a la segunda hipótesis, cabe aclarar que la Ley General de Educación no plantea el uso de un texto de instrucción obligatorio, lo que podría haber reducido la demanda de libros por parte de los estudiantes. Adicionalmente, la Ley no tiene una política de compras estatales de libros para la educación pública. Ambos lineamientos pueden haber incidido en la reducción de la demanda por libros en Colombia y en la caída de los índices de lectura. Cabe mencionar que las cifras de la Cámara Colombiana del Libro muestran una reducción en las ventas de textos escolares, que corresponden al material obligatorio para grados 1 a 11. Según la Cámara, las ventas de textos escolares en el mercado nacional ascendieron a 38,2 millones de ejemplares para el período 1996-2000, y 28,7 millones para 2001-2004, lo que significa una caída de 25 por ciento en las ventas de estos libros en el mercado nacional en los años que precedieron a la encuesta de 2005. Por ende, existe la posibilidad de que las anteriores políticas de la Ley General de Educación hayan incidido en la caída en la lectura y la compra de libros.

Aunque la confirmación de cualquiera de las hipótesis mencionadas requerirá de estudios más profundos, Colombia no puede darse el lujo de esperar para adoptar los correctivos necesarios. La caída de los niveles de lectura es una de las peores noticias que ha recibido el país en medio de la euforia de una economía en pleno crecimiento. No hay que olvidar que un país que no lee en el presente está condenado a pagar los costos económicos, sociales y culturales en el futuro.