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COMO GOBIERNA BARCO

A seis meses de su posesión, SEMANA analiza el estilo y la personalidad del Presidente

2 de marzo de 1987

Desde cuando el 7 de agosto del año pasado, el presidente Virgilio Barco atravesó el patio de armas del Capitolio Nacional hasta el Palacio de Nariño, son muchas las cosas que han cambiado en la sede del gobierno. No sólo fueron descolgados muchos de los cuadros de artistas colombianos que, a veces con criterio demasiado laxo, había colocada la anterior administración. No sólo se redujo al mínimo posible la actividad social del Primer Mandatario, de su familia y de los funcionarios de la Presidencia. También se limitó severamente el acceso al Palacio. Tanto, que hasta los periodistas encargados del cubrimiento noticioso de la casa de gobierno, tuvieron que redactar una carta de protesta a fines de noviembre, pues su labor se había convertido en un imposible.
Un ambiente de puertas cerradas, corredores misteriosos y tarjetas de colores que deben ser llevadas en el pecho y determinan hasta dónde puede llegar su portador, se adueñó del Palacio. Dentro de las oficinas, en la rutina diaria, en la forma de redactar memorandos y documentos, y en las reuniones y consejos, también se sintió pronto una transformación, un cambio de estilo.
Cambio de estilo que, por demás, tiene un peso muy grande, en un país donde la capacidad de maniobra de un gobierno frente a los problemas sociales, económicos y políticos, es siempre muy reducida. Tradicionalmente, han sido los estilos de gobierno y no los grandes planteamientos programáticos, los que han permitido diferenciar una administración de otra, y los mandatarios han sido recordados por la opinión pública más por sus rabietas, por sus virtudes oratorias, por sus metidas de pata o, incluso, por su manera de vestir, que por sus ejecutorias.
EL PRIMER MEMO
El propio Barco pareció consciente de lo anterior y por ello, las primeras instrucciones que impartió tuvieron que ver con cuestiones de estilo. "Cinco días después de la posesión en la primera reunión del gabinete -relató a SEMANA un ministro- el Presidente nos entregó un memorando que contenía una serie de directrices sobre el estilo de manejo político y administrativo que caracterizaría al nuevo gobierno. En ese documento, se nos instruía sobre las relaciones con los medios de comunicación, con los gremios y con el Congreso. Se estableció, por ejemplo, que los grandes anuncios debían hacerse en el Congreso y no en las asambleas gremiales o en las entrevistas con la prensa".
El memorando, que era muy completo según recuerdan varios de los ministros, no fue sin embargo suficiente para preparar a los miembros del gobierno para lo que se venía, y fueron muchas las sorpresas que varios de ellos se llevaron en los meses siguientes. Ni siquiera el propio Barco parecía por momentos preparado para poner en marcha su proyecto estilístico. El había tenido que enfrentarse, desde el principio de la campaña electoral, a situaciones que, aunque no desconocía, le resultaban particularmente incómodas.
Durante años, había estado acostumbrado -en puestos como el de alcalde de Bogotá o gobernador del Banco Mundial- al trabajo de pétit comité. A pesar de sus largos años de experiencia de manzanillo, nunca terminó de aceptar las reuniones de más de seis personas, los almuerzos multitudinarios ni las interminables conversaciones de tragos sobre todo lo divino y lo humano. "Al convertirse en candidato y luego en Presidente -explicó a SEMANA alguien que lo acompañó desde el inicio de la campaña-, Barco se encontró con algo muy diferente a lo que conocía y aceptaba. Por eso, desde un principio, quiso imponer sus propias reglas".
Como se recuerda, el actual Presidente se demoró casi seis semanas desde cuando fue designado por la Convención Liberal, en arrancar con la campaña. "Esas seis semanas -explicó la misma fuente- nos las pasamos discutiendo hasta el cansancio sobre la imagen que debía proyectarse del candidato y sobre otros aspectos de la campaña. Hubo varias reuniones en las que nos amaneció y, creo, fue en ellas que muchos de nosotros comenzamos realmente a conocer a Barco. A conocer a un Barco muy diferente a la imagen que proyecta. A un Barco que, por ejemplo, le encantaba, en medio de una acalorada discusión entre dos de sus hombres, echarle leña al fuego en vez de apaciguar los ánimos".
Durante esas seis semanas, fueron muchos los editoriales y comentarios de prensa que preguntaban cuándo iba a arrancar la campaña. Las presiones de la clase política liberal y hasta de algunos de los ex presidentes, que se hacían la misma pregunta, se sentían por todas partes. Pero, según la misma fuente, "Barco nunca se preocupó por esto. Estaba decidido a no arrancar con la campaña hasta que no estuviera absolutamente seguro de cómo debía adelantarla".
Esas reuniones que prepararon la campaña, no eran muy grandes. Asistían apenas unas ocho personas y, cuando se terminaba de discutir un punto, ninguna de ellas podía afirmar con certeza a qué conclusión había llegado el Presidente. Esta característica se mantuvo a lo largo de la campaña y ha continuado en el Barco presidente. Se trata de una manera de evitar filtraciones, ya que el Primer Mandatario vive obsesionado con la necesidad de mantener en secreto las cosas, hasta cuando no se tenga un pleno control de la situación y una decisión clara sobre la manera de actuar. Recientemente, el país tuvo una prueba de lo anterior, cuando se presentó el atentado contra el embajador colombiano en Budapest, Enrique Parejo. El Presidente fue enterado por el canciller Julio Londoño hacia las 6 y 30 de la mañana. Pero el resto de los colombianos sólo conocieron la noticia más de cuatro horas después.
SEMANA pudo establecer que el gobierno estaba interesado en ofrecer una información oficial solamente cuando tuviera todos los datos sobre el atentado y el estado de salud del ex ministro Parejo.
Este afán de mantener las cosas en forma reservada fue casi patético a la hora de conformar el gabinete. Barco consultó con media docena de sus asesores los nombres de los posibles ministros. Fueron muchos los días de analizar hojas de vida y de combinar posibilidades. Sólo el 6 de agosto en la noche, Barco y sus más cercanos asesores (Gustavo Vasco, Germán Montoya, Carlos Escobar Barco, Fernando Rey y Mario Latorre) tuvieron en claro la nómina definitiva.
Eso explica en buena medida que los gabinetólogos de los periódicos y emisoras de radio, se hayan resbalado en cuestiones tan importantes como el nombre del ministro de Gobierno. Difícilmente podían hacer cábalas con base en sus informes extraoficiales, si el gabinete no estaba decidido. E incluso cuando ya estaba decidido, algunos siguieron equivocándose. La cadena radial RCN insistió, hasta unos minutos antes de conocerse el decreto en las primeras horas de la noche del 7 de agosto, que en la cartera de Gobierno iba a ser nombrado el dirigente costeño Edmundo López Gómez. El "palo" de Fernando Cepeda en ese cargo fue decisión de Barco. El Presidente había planteado desde el principio de las discusiones que se iniciaron tras el triunfo de mayo, que se necesitaba un hombre "que no llegue a ese cargo a hacer política por su cuenta".
"El Presidente deseaba -dijo a SEMANA una fuente del gabinete- que el ministro de Gobierno hiciera y dijera lo que Barco quería. Que fuera un intérprete de sus planteamientos sobre cuestiones claves como el esquema gobierno-oposición. Por esa razón se descartó a Eduardo Mestre, ya que su nombramiento hubiera significado la entrega de una buena porción del poder a un determinado grupo político que podía usar ese poder en su favor. Cepeda cumplía con las condiciones que Barco buscaba y es posible que el Presidente lo haya sabido desde un principio, aunque no se lo haya dicho a Cepeda sino a última hora".
A este respecto, es muy diciente el hecho de que el lunes 4 de agosto en la tarde, cuando Barco se entrevistó con el Directorio Conservador, haya estado acompañado por un Fernando Cepeda que le susurraba al oído comentarios mientras se desarrollaba la reunión, pero que no estaba enterado de su inminente nombramiento.

VIRGILIO Y SUS PILATUNAS
Pero estas no fueron las únicas sorpresas del gabinete. Hubo una más en la cual poco ha reparado la prensa desde entonces, y es la que tiene que ver con que el presidente Barco haya conformado su gabinete sin consultarlo con ningún ex Presidente. Es posible, según estableció SEMANA, que Barco haya pedido referencias a uno a varios ex presidentes sobre algún nombre de ministeriable, pero el conjunto de la nómina nunca fue discutido con ex Mandatario alguno. Es más, los ex presidentes, incluso los dos Lleras que almorzaron con Barco el 7 de agosto, conocieron la nómina por la radio.
Lo anterior tuvo, desde el principio, un significado muy claro para quienes estaban cerca de Barco. El Presidente, que siempre había sido identificado como un apéndice de los ex presidentes y de la gran prensa liberal, deseaba dejar en claro su independencia frente a esas instancias, que habían dominado las grandes decisiones políticas de la historia reciente del país.
"Esta fue una de las razones -explicó a SEMANA alguien que estuvo muy cerca del Primer Mandatario a la hora de los nombramientos- por las cuales hubo tanta demora en los decretos para designar funcionarios. Antes era muy fácil: se calculaban cuotas por ex presidentes, o por lo menos se trataba de complacer a cada uno, nombrando gente que se consideraba cercana a ellos. En el caso del actual gabinete y de la actual nómina de funcionarios, el Presidente aplicó el mismo sistema que el que usa para la mayoría de las decisiones importantes: consultó a varias personas, estudió ventajas y desventajas y sólo cuando estuvo absolutamente seguro de tener a la persona adecuada, tomó la decisión de nombrarla".
Pero no sólo con respecto a los nombramientos, Barco ha tomado distancia de los ex presidentes. A pesar de que ocasionalmente ha consultado a uno u otro sobre un tema específico, lo cierto es que, en distintas oportunidades, algunos de ellos se han quejado no sólo de que no se les pidió una opinión, sino de que ni siquiera fueron previamente enterados de una decisión importante. Estas quejas, según ha podido confirmar SEMANA, producen en el Primer Mandatario algunas sonrisas, que fueron definidas por uno de sus allegados como "la satisfacción que le producen al Presidente sus propias pilatunas".
Frente a los editoriales de periódicos como El Tiempo y El Espectador, que en otras épocas revolvían el avispero en la casa de gobierno, Barco asume actitudes muy similares. De hecho, frente a la prensa en general, se podría decir que Barco tiene una posición más bien indiferente, que contrasta en forma aguda con la de su antecesor, Belisario Betancur. Barco se entera de las críticas, pero no les dedica mucho tiempo, pues suele alegar que los periodistas no lo entienden o que están mal informados. Según uno de los ministros, "el Presidente no sólo no se muestra preocupado por las críticas, sino que además estas suelen endurecerlo".
GRITOS CUCUTEñOS
Barco no sólo se empecina en defender su independencia frente a ex presidente y periódicos. También es bastante celoso en lo que podría llamarse la defensa de su fuero. Nada lo ofusca e indigna más que sentirse presionado. "La mejor manera de fracasar en alguna gestión con el Presidente, es decirle que se trata de algo muy urgente", relató a SEMANA un alto funcionario. En estos casos, el Primer Mandatario pregunta siempre: "¿Por qué es urgente?". Y generalmente termina demostrando que la cuestión puede esperar, lo que le permite estudiar con calma el asunto. "En el gobierno, todo es urgente -le confió Barco una vez a uno de sus allegados-, pero lo importante es establecer prioridades entre esas urgencias".
Su reacción ante estas presiones suele ser enérgica. No es raro, en esta y otras circunstancias, oirlo gritar y soltar de vez en cuando un "carajo". Al principio, fueron muchos los ministros y altos funcionarios que creyeron haber perdido el favor del Primer Mandatario, después de que este les hiciera un reclamo o reaccionara ante una solicitud de alguno de ellos. Pero luego comenzaron a entender que el hecho de que Barco grite, no significa que esté disgustado, sino, como dijera a SEMANA alguien que lo conoce hace muchos años, "porque es cucuteño y eso determina un tono de voz y algunas expresiones".
Sus verdaderas rabietas sólo se dan en la intimidad, frente a sus más cercanos colaboradores. Una orden que no se cumplió, una declaración de algún funcionario que resultó ser una metida de pata, una decisión importante que no se le consultó, todo eso puede hacer que el Presidente se salga de sus casillas, grite en serio y hasta golpee con el puño la mesa. Pero la rabieta no le dura, y poco tiempo después puede soltar un chiste o un apunte, incluso referente al tema por el cual se había disgustado.
LA TOMA DE DECISIONES
Al Presidente le gusta tomarse su tiempo a la hora de las decisiones importantes. En vista de que ha impedido a toda costa imponerse una rutina de trabajo que le determine una hora para las audiencias, otra hora para telefonear a los ministros, otra para leer la prensa, tiene la capacidad de encerrarse durante todo un día con uno o varios funcionarios de determinada área para estudiar, hasta agotarlo, un tema sobre el cual se requiera una decisión.
En estos casos, el modus operandi es siempre muy similar. Escucha todas las opiniones, hace las veces de abogado del diablo, aviva las polémicas entre sus interlocutores y, sobre todo, no deja traslucir las conclusiones que va sacando, para no influenciar las opiniones de quienes están participando en la reunión. Generalmente, la reunión termina sin que los asesores o funcionarios sepan cuál fue la conclusión. El Presidente suele despedirlos y luego pedir una o dos opiniones por otro lado, antes de tomar la decisión final.
Lo anterior explica un poco por qué Barco cree que los consejos de ministros deben celebrarse solamente cuando sea estrictamente necesario, para cumplir con las funciones de aprobación de contratos. "El Presidente -asegura alguien que ha hablado con él sobre el tema- piensa que los consejos de ministros semanales, en donde se habla de muchos temas, son una perdedera de tiempo. A él le gusta discutir una sola cosa a la vez y eso es casi imposible en un consejo de ministros, donde no siempre se puede lograr que el tema en discusión interese siquiera a la mitad del gabinete".
En el caso de las medidas de excepción que se tomaron tras el asesinato del director de El Espectador Guillermo Cano, Barco prefirió que estas fueran estudiadas primero por un grupo reducido de funcionarios, que luego las sometieron al estudio de todo el gabinete, para su aprobación.
EL CONFLICTO
Todo lo anterior es la descripción de un estilo de gobernar que tiene, obviamente, ventajas y desventajas. La mayor de las ventajas, sin duda, es que el Presidente pierde poco tiempo y casi siempre puede sentirse muy seguro de la decisión que tomó. Hay además una ventaja que bien podría calificarse de filosófica, y que tiene que ver con la independencia del Primer Mandatario. Según explicó a SEMANA uno de los ministros, "la cuestión de la independencia es algo que interesa mucho al Presidente pues él considera que todo este estilo de gobernar, que incluye las consultas con las personas adecuadas, el desprecio por las llamadas decisiones de consenso que generalmente significan transacciones frustrantes, y la distancia frente a ex presidentes y editorialistas, tiene que ver con una forma de modernizar la manera de hacer política y de gobernar a Colombia. El Presidente es él, para todos los efectos, y por eso él puede asumir las responsabilidades".
Pero también hay desventajas y problemas. Una de las más claras es la que se origina en el hecho de que el único que parece saberlo todo es el propio Presidente, mientras sus ministros y colaboradorés sólo saben pedazos de las cosas. Esto hace que, en ocasiones, un ministro contradiga a otro o se queje de que no fue enterado de algo. Fue lo que sucedió recientemente con el alza de la gasolina, una decisión que no tomó mucho tiempo y que, al parecer, sólo involucró a los ministros de Minas y Hacienda, pues los demás, particularmente los de Agricultura, Trabajo y Obras, que se iban a ver directamente afectados por la decisión y la consiguiente escalada alcista, no pudieron ser localizados para informarles y para que se prepararan.
Existe en todo esto un conflicto en lo referente a los canales de comunicación. No todos los ministros tienen acceso directo al Primer Mandatario sea porque no han logrado aún la confianza necesaria, o porque el Presidente delega en funcionarios como Germán Montoya, secretario general de la Presidencia, la labor de hablar con ellos. En varias oportunidades, según ha podido establecer SEMANA, Barco se ha sorprendido por decisiones de un área determinada que, aunque legalmente no necesitaban su aprobación, él hubiera querido conocer y discutir. Barco ha creído, desde cuando inició su mandato, que hay suficientes documentos suyos de la campaña como para orientar a cada uno de los ministros y que por ello, no es necesario hablarles a diario para discutir cada cosa. Pero, como es obvio, los documentos de la campaña no trataron todos los temas y a veces un ministro, de los que no tienen acceso directo, quiere consultar con el Presidente y este no siempre lo atiende.
En fin, está claro que a seis meses del inicio de la administración Barco, son muchas las tuercas que hace falta ajustar. Pero también está claro que, en esos seis meses y con la misma terquedad con que las impuso en la campaña, el Presidente ha marcado unas pautas de estilo, particulares y polémicas, con las que piensa gobernar a Colombia hasta el 7 de agosto de 1990.

EL BARCO-GRAMA
VIRGILIO BARCO
Presidente

GERMAN MONTOYA
Secretario Gral de la Presidencia

OTROS MINISTROS Y FUNCIONARIOS

GUSTAVO VASCO FERNANDO REY -Secret.Privado
CARLOS ESCOBAR CARLOS OSSA - Consejero
MARIO LATORRE ERNESTO ROJAS - Consejero
FERNANDO CEPEDA - Mingobierno CESAR GAVIRIA - Minhacienda
GRAL. SAMUDIO - Mindefensa JULIO LONDOñO - Canciller
GUILLERMO PERRY - Minminas

Al presidente Barco tiene acceso directo los asesores sin cargo fijo, Gustavo Vasco, Carlos Escobar Barco y Mario Latorre. El primero de ellos tuvo mucho que ver con los nombramientos y ahora está dedicado a colaborar en tareas específicas. Escobar es una especie de confidente que opina sobre varios temas, principalmente el económico. Latorre se preocupa por las cuestiones de alta política y por los discursos. No todos los ministros tienen acceso directo. Sí lo tienen el de Gobierno, Fernando Cepeda; el de Defensa. general Rafael Samudio; el de Hacienda, César Gaviria, y en menor escala, el canciller Julio Londoño y el ministro de Minas, Guillermo Perry. Los demás ministros y funcionarios, salvo en casos excepcionalkes, acceden al Primer Mandatario a traves del secretario general de la Presidencia, Germán Montoya, o de los asesores sin cargo fijo. Otros funcionarios con acceso directo son los consejeros Carlos Ossa y Ernesto Rojas, y el secretario privado, Fernando Rey.