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COMO LOS ' PESCARON '

La investigación del crimen del magistrado Baquero Borda, descubre el modus operandi de los asesinos de la moto

8 de diciembre de 1986

AUTORES INTELECTUALES

CASTRO EMILIO MONTOYA PELAEZ
El contratista

DAVID RICARDO PRISCO LOPERA JORGE IVAN MONTOYA TORO
Jefe de la banda Negocio las motos
detenido
ELKIN DE JESUS GARCIA "MONIN" LUIS F. DE ORO YEPES
Sicario muerto Consiguio los documen-
GONZALO DE JESUS HERNANDEZ tos, detenido
Sicario muerto
LUIS MARIANO HERRERA GUZMAN
Sicario muerto
VICTOR MIGUEL VASQUEZ
Sicario muerto

El país, que parecía resignado a la impunidad de los asesinatos de la moto, se sorprendió la semana pasada con una noticia que sonó como una ráfaga: la investigación del crimen del magistrado Hernando Baquero Borda había tenido éxito y, por fin, existían detenidos.
Aunque desde un comienzo la autoría intelectual del asesinato parecía clara (el miembro de la Corte Suprema había sido coautor del Tratado de Extradición), la costumbre nacional apuntaba a que, otra vez, pasarían meses, años y el crimen moriría en el olvido de las "investigaciones exhaustivas" inacabadas.
Pero si los móviles no permitían mayores dudas, la captura de los autores materiales era una esperanza remota. Sin embargo, la desfachatez con la que en esa oportunidad actuaron los sicarios, y el haber dejado la escena del crimen sembrada de pistas, sirvieron de aliento a los investigadores para comenzar una tarea que pronto tuvo otro aliado: la indignación de la gente, que llevó a que los testigos oculares, que en estos casos son reticentes a dar cualquier información, ayudaran a la elaboración de retratos hablados.
Sobre estos dos aspectos reposó inicialmente la pesquisa. Por una parte, el cinismo de los sicarios, que parecían cobijados por la garantía de la impunidad, fue tal, que en este caso no usaron casco protector ni pasamontañas; uno de ellos salió caminando por el vecindario después de disparar y en la huida las dos motos que usaron para el crimen fueron abandonadas. Y a ese desparpajo se unió la colaboración que terminó por construir unos muy certeros retratos hablados de quienes intervinieron en el crimen el 31 de julio al norte de Bogotá.
La conmoción por el asesinato, el aliento por las pistas y por los datos de los testigos, provocaron la creación de una especie de pool investigativo. Inicialmenle, las pesquisas le correspondieron al juez 30 de Instrucción Criminal, pero ante la complejidad de lo ocurrido, muy pronto se constituyó ese grupo en el cual formaron párte personal del DAS, el F-2 los juzgados 23 y 27 y un agente de la Procuraduría, como es de rigor.
La procedencia de las motos (una de ellas dejada en el lugar del crimen y la otra encontrada en un parqueadero frente a la Clínica Shaio) empujó la investigación, primero hacia Corozal y de ahí a Cartagena. En el primer municipio fue donde se hizo el papeleo que llevó a la falsificación de las matriculas y en la capital de Bolivar donde se compraron los dos vehículos. A partir de esos datos, la pista de los sospechosos estaba cogida y al establecer los lugares de la negociación y descubrir los papeles, surgieron los primeros nombres.
El primero de ellos fue el de un establecimiento comercial: el almacén Maremoto, de Cartagena, de donde salieron las motocicletas marca Yamaha, tipo Dt, de 175 centímetros cúbicos. El segundo nombre en aparecer fue el de Jorge Iván Montoya Toro, ex empleado del almacén de repuestos Belmotos, de Medellín, y el tercero fue Castor Emilio Montoya Peláez alias Quimilio, experto en mecánica y con antecedentes delictivos. Fue entre ellos dos, a través de llamadas telefónicas, como se hizo la negociación de las motocicletas. Montoya Peláez, desde Medellín, pidió a Montoya Toro, en Cartagena, que las comprara; se acordó el monto de la negociación en 720 mil pesos y se estableció como compromiso que los dos vehículos fueran despachados a Medellín, después de los trámites de tránsito y de que en las matriculas de propiedad aparecieran nombres falsos.
Para estos procedimientos en Corozal, Montoya Toro contactó a Luis Felipe de Oro Yepes y por todo el trabajo recibió doscientos mil pesos, según el expediente.

LA CLAVE EN "EL HUECO"
Descubierta la historia de las motos usadas en el crimen, el siguiente paso fue buscar a los de la moto. La invesligación en Cartagena y Corozal quedó concluida con la obtención de todos los datos y la detención de Montoya Toro y de Oro Yepes y la brújula de las sospechas señaló a Medellín, mientras en Bogotá continuaba la elaboración de los retratos hablados de los asesinos.
Con el nombre de Castor Emilio Montoya Peláez y su alias de Quimilio, los detectives empezaron a rondar por los bajos fondos de Medellín y a conseguir detalles de quién era el hombre que, por teléfono, habia pedido la compra de las dos motos. Las referencias que les dieron fueron malas y, por eso mismo, alentadoras: "Quimilio es un gangster que se le mide a todo", les dijeron; y supieron que pertenece a una banda que se llama "Los Priscos", cuyo reino queda en Aranjuez, un barrio de calles empinadas y árboles frondosos en cuya ingenuidad de los años sesenta se inspiró el escritor Juan José Hoyos para la novela "Tuyo es mi corazón".
Pero Aranjuez ahora no es esa dulzura, sino, entre muchos otros desórdenes, la sede de "Los Priscos", que se hacen fuertes especialmente en un sitio que se conoce como "El hueco" por donde los investigadores merodearon en busca de quienes fueron los que dispararon contra el magistrado Baquero Borda.
La existencia y peligrosidad de Quimilio quedó establecida y su relación con David Ricardo Prisco Lopera también. Este último, de 29 años, de profesión obrero según sus datos personales, es en realidad el jefe de "Los Priscos", una numerosa cuadrilla de jóvenes y adolescentes, delincuentes de categoría, con armamento supersofisticado para cualquier tipo de misión, desde un secuestro, hasta un atraco, hasta un asesinato en moto. (Ver recuadro). La guarida de "Los Priscos", según el expediente, es una joya de la estrategia y por eso, a pesar de allanamientos hechos por la Policía y el Ejército, sus integrantes no han podido ser detenidos.
Fue por los lados de "El hueco" donde fueron vistos Quimilio y Prisco, a bordo de un carro azul, en función de conseguir sicarios para un trabajo importante, a finales de julio pasado, cuando las motos ya estaban conseguidas y viajaban a Medellín desde Cartagena. Contratados los de la moto por parte de Prisco y a petición de Quimilio, la mira ya estaba apuntando hacia Baquero Borda, en Bogotá, a donde viajaron las motos a bordo de una camioneta y los cuatro pistoleros conseguidos: Elkin de Jesús García, Gonzalo de Jesús Hernández, Luis Mariano Herrera Guzmán y Víctor Miguel Vásquez. El atentado sólo se hizo ocho días después de que los sicarios llegaran a Bogotá; durante esa semana siguieron todos los pasos del magistrado, hasta cuando se sintieron listos para disparar.

MATA Y TE MATARE
La detención del último de los mencionados (Víctor Miguel Vásquez), en Medellín, el hallazgo de un overol naranja y de chalecos gruesos en su casa (los testigos del crimen de Baquero Borda hablaron siempre de ''especies de sobretodos de hule color amarillo") y la ayuda de los retratos hablados, condujeron la investigación a los nombres de los cuatro sicarios.
Sin embargo, sólo Vásquez pudo ser detenido, porque sus tres compañeros de moto fueron apareciendo muertos en una sucesión de asesinatos que es interpretada como la reacción al acorralamiento: cuando los detectives comenzaron a respirar muy cerca de las cabezas del crimen, fueron cayendo sus autores materiales. Elkin de Jesús Garcia, de 23 años, a quien le decian "Monín", un muchacho cuya peligrosidad era reconocida por las cuadrillas de criminales y cuya habilidad en la motocicleta lo había hecho un buen competidor de pruebas de motocross, fue muerto a bala el 4 de octubre pasado en Medellín. Y a él lo siguieron Gonzalo de Jesús Hernández y Luis Mariano Herrera, quienes fueron convertidos en "muñecos" y dejados en potreros de la periferia de esa ciudad. Se cumplía asi la sentencia de "matar a los matones", para evitar que hablaran, y de esa condena se salvó Víctor Miguel Vásquez, el de tenido, que ahora está incomunicado en la Cárcel Modelo, de Bogotá.
La búsqueda de David Ricardo Prisco Lopera y de Castor Emilio Montoya Pelaez es la meta siguiente de la investigación. Ellos, que son hasta ahora las cabezas más altas de la red, parecen tener la clave de quienes hay más arriba en este crimen de la moto, cuya investigación exitosa hasta este punto, resultó una sorpresa para el país, escéptico por la impunidad de los pistoleros.


UNA 'INDUSTRIA NACIONAL '
La investigación del asesinato del magistrado Baquero Borda demostró algo de lo que siempre se ha hablado, pero no se había podido comprobar: la existencia de bandas de jóvenes y adolescentes que tienen por oficio el asesinato desde motocicletas.
Pero "Los Priscos", a cuyo cargo estuvo el crimen del miembro de la Corte Suprema, no son los únicos en Medellín, ciudad donde tuvo origen esta modalidad delictiva hacia el comienzo de los años setenta. De acuerdo con los investigadores del caso Baquero, allí existen por lo menos cuatro cuadrillas de características similares, a las que llegan muchachos generalmente entre los 18 y los 25 años, sin porvenir ni esperanza, dispuestos a todo. Para un sicólogo consultado por SEMANA, "la violencia de sus vidas, de sus barrios, de sus casas, los ha endurecido y esa violencia engendra criminales que no tienen Dios ni ley". De esa realidad son producto Bayron de Jesús Velásquez, quien conducía la moto desde donde se asesinó a Rodrigo Lara Bonilla (el más célebre de los muertos por la moto) y Elkin de Jesús García, "Monin", uno de los sicarios de Baquero Borda. Dos prototipos, entre los centenares que se dedican a ese "oficio", unos por dinero para subsistir y otros para "meter" bazuco.
Ese oficio parece haberse convertido en una industria, según el senador antioqueño Federico Estrada Vélez, uno de los pocos dirigentes colombianos que ha llevado el tema de los de la moto a debate público. En una intervención en el Senado el miércoles 29 de octubre, denunció que por estos crímenes "no se han dictado veinte sentencias condenatorias", mientras que "en Medellín hay 1.800 asesinatos al año".
Aunque la realidad es muy dramática, la cifra, sin embargo, es exagerada. SEMANA conocia un documento confidencial recopilado por el DAS, en el que se hace un censo macabro: los asesinatos en motocicleta desde el 14 de enero de 1981 hasta el 19 de octubre de 1986. En ese arqueo queda claro, en primer lugar, que aunque la mayor parte de los crimenes es en Medellín, Cali y Bogotá, la modalidad ha llegado a municipios perdidos como Puente Nacional, en Santander; Granada, en el Meta; Pandi, en Cundinamarca y otros pueblos en los que hasta hace tres lustros la motocicleta era una fantasia reservada a las grandes ciudades.
En el informe, también aparece con claridad que el oficio (por su eficacia, por su impunidad y por el número de candidatos a desempeñarlo) va en crescendo. En 1981, el número registrado por las estadísticas fue de ocho asesinatos. En el 82, 16.
A 40 subió en 1983. Los dos años siguientes--84 y 85--empataron cada uno con 82 muertos. Y en lo que va del 86, la cifra llega a 68, para un total de 246 personas. Hay que advertir que muchos casos han quedado sin registrar en el documento porque no han sido denunciados.