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En el país, la juventud se está convirtiendo en la abanderada de valores liberales y medioambientales. | Foto: Diana Rey

ESTUDIO

¿Cómo somos los colombianos?

SEMANA conoció la Séptima Encuesta Mundial de Valores para Colombia. Casi nueve de cada diez personas en el país se consideran felices y orgullosas de su nacionalidad. El 72 por ciento no está interesado en la política. En términos generales, la sociedad es cada vez más desconfiada.

4 de enero de 2020

Pese a los problemas, Colombia sigue siendo un país bastante feliz. La sociedad viene haciendo un tránsito de valores tradicionales a unos más laicos y la clase media toma un protagonismo mayor, no solo en términos de expansión, sino en sus modos de vida y concepciones políticas.

Esas son algunas de las conclusiones que arroja la Encuesta Mundial de Valores, financiada por Comfama y realizada por Invamer, con el apoyo de la firma Raddar. El estudio está basado en 1.520 encuestas hechas en todas las regiones.

Además de analizar la situación de valores en el conjunto de la sociedad colombiana, el estudio buscó establecer cómo ha cambiado la cultura en el país entre 1995 y 2019, para entender las dinámicas recientes a nivel político, social, económico y medioambiental. Así mismo, realizó una descripción de la clase media colombiana y del cambio intergeneracional que está ocurriendo en estos momentos.

De acuerdo con Andrés Casas, investigador principal del World Values Survey y profesor visitante de la Universidad de Pennsylvania,“estos resultados deberán proporcionar información útil para que el Gobierno genere políticas públicas acordes con el cambio social que vive el país, y para establecer soluciones de cara al cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (2030)”.

Andrés Casas, investigador principal World Values Survey y profesor visitante de la Universidad de Pennsylvania.

En ese mismo sentido se expresó David Escobar, director de Comfama: “Los estudios nos ayudan a entendernos mejor como sociedad. Nos invitan a pensar en cambios que implican el ejercicio de los deberes, el disfrute de los derechos, la construcción de ciudadanía y la reflexión sobre la sociedad que hemos creado. Por eso queremos reimaginar a Colombia juntos, al escuchar a nuestra clase media, a nuestras regiones y a nuestra juventud”.

En términos generales estos son los resultados de la encuesta y que SEMANA conoció en exclusiva.

Hay orgullo

El 89 por ciento de los colombianos se considera feliz y el 80 por ciento se siente orgulloso de haber nacido en Colombia. En una calificación en donde 1 es un nivel bajo de satisfacción con la vida en general y 10 es el máximo, el promedio de los encuestados es de 8,16. Esta situación contrasta con la satisfacción económica, cuya puntuación se redujo a 6,61. En otras palabras, los colombianos están conformes con su modo de vida pero les gustaría tener una mayor prosperidad. Y eso se relaciona con la percepción que ellos tienen del mejoramiento del bienestar comparado con el de sus padres. El 51 por ciento considera que su situación es igual; el 37 por ciento afirma que es más rico; y el 11 señala que es más pobre.

Otro indicador de esa felicidad se encuentra en la sensación de libertad que manifestaron los encuestados. La mitad siente que tiene total libertad de elegir y controlar sus vidas, mientras que tan solo el 2 por ciento piensa lo contrario.

La pregunta que surge es: ¿por qué una sociedad que todavía no ha salido del drama del conflicto armado, que no ha solucionado la gran desigualdad y que tiene problemas como la corrupción, es tan feliz? Esto coincide con el último índice de felicidad de Gallup, en el que el país sobresale, pero muestra poco optimismo. La respuesta puede tener dos aristas. En una entrevista con SEMANA, el científico y lingüista Steve Pinker señaló que buena parte del pesimismo en Colombia y el mundo se debe a que los medios de comunicación magnifican las tragedias y los hechos negativos, cuando la cotidianidad no es así.

Para él, los ciudadanos logran percibir los cambios positivos que ocurren en su vida y que provocan una mayor felicidad. Por otra parte, estudios de diversa índole, incluidos los del Dane, han mostrado que en los últimos años, por lo menos en las zonas urbanas, han mejorado las condiciones de vida de los colombianos. Lograr que esto se refleje en las zonas rurales y en los estratos más bajos es un reto.

La encuesta también evidencia que en la sociedad hay una combinación de valores tradicionales con modernos. El 99 por ciento pone a la familia como el principal valor, seguido del trabajo (97 por ciento) y el tiempo libre (89 por ciento).

En cuanto a la crianza de los niños, el 90 por ciento dijo hacer énfasis en los buenos modales; el 78 por ciento en la tolerancia; y el 73 por ciento en la responsabilidad. Las creencia en Dios sigue siendo un valor importante para los colombianos: el 92 por ciento manifiesta creer en él. Algo que Casas define como “una creciente espiritualidad sin religión”. En contravía, el 72 por ciento muestra un desinterés por la política.

Una sociedad desconfiada

En una aparente contradicción, esa felicidad desbordada contrasta con la desconfianza que reina en la sociedad.

Se podría decir que los colombianos solo confían en su familia, ya que tan solo el 44 por ciento declaró hacerlo con sus vecinos y el 30 por ciento con personas de otra nacionalidad. Esa desconfianza también se observa en el ámbito institucional. Solo el 5 por ciento confía en los partidos políticos y el Congreso, y el 10 por ciento en los sindicatos. Las dos únicas instituciones que gozan de buena simpatía son la Iglesia con un 52 por ciento, y las Fuerzas Armadas con un 37 por ciento.

Esa desconfianza se puede explicar por la corrupción que ha imperado en el Estado colombiano y que también se refleja en la percepción de los encuestados: nueve de cada diez personas afirma que la corrupción se ha desbordado y el 50 por ciento cree que el pago de sobornos es una regla.

Los colombianos se sienten satisfechos con las condiciones de vida en general, pero poco satisfechos con su situación económica.

Por otra parte, la desconfianza en el extranjero es uno de los problemas más grandes que tiene que afrontar la sociedad. Aunque la mitad de la clase media considera que la inmigración fortalece la diversidad cultural, la sociedad en su totalidad piensa que la presencia de extranjeros aumenta el desempleo y la inseguridad. En estas dos posiciones, la clase baja es la más radical en sus consideraciones.

A la pregunta ¿cómo evaluaría el impacto de los migrantes en el desarrollo de Colombia?, el 43 respondió que ni bueno ni malo; el 24 por ciento dijo que muy malo; y el 23 señaló que bastante malo. Tan solo el 4 por ciento dijo que bastante bueno.

Estos resultados se podrían explicar por la oleada migratoria de venezolanos que ha recibido el país en los últimos cinco años. Por eso, afirma Casas, “es urgente usar estos datos para contribuir a la prevención de la xenofobia y el aprovechamiento del proceso migratorio que es una realidad irreversible que trae oportunidades en materia de cosmopolitismo; así como el fomento de la empatía y la cooperación”.

Una sociedad en transformación 

La comparación entre las encuestas sobre valores hechas entre 1995 y 2019 muestra que la clase media se ha expandido y ha empezado a dominar el panorama social. Además, Colombia se ha ha vuelto más equitativa en términos de género, aunque todavía se mantienen lastres como pensar que un mayor sueldo para las mujeres puede generar problemas en el hogar, o que si la madre trabaja aumenta la posibilidad del sufrimiento de los hijos.

Una de las variantes que se mantiene en estos 25 años es la de la felicidad, que aumentó de 84,3 por ciento en 1995 a 89,4 por ciento en 2018. Sin embargo, el porcentaje de personas satisfechas con la economía cayó en ese mismo periodo al pasar de 67,9 por ciento a 41,9 por ciento.

La disminución de actitudes y prácticas religiosas es uno de los principales cambios de valores de los colombianos en las últimas dos décadas. La importancia de Dios en la vida de las personas sigue siendo alta, con un 90 por ciento en la actualidad, pero las personas que se denominan religiosas ha caído 12 puntos porcentuales entre 1995 y 2018. Esto coincide con la drástica caída de la confianza en la Iglesia, que pasó de 74,5 por ciento en 2012 a 55,4 por ciento en 2018, marcando un hito histórico para la medición de los valores en Colombia.

El estudio revela un aumento en la desconfianza en los últimos diez años. En concreto, el porcentaje de personas que sostiene que “hay que ser cuidadoso al tratar a la gente” se incrementó de 89,2 por ciento en 1995 a 95,5 por ciento en 2018. De manera consistente con este hallazgo, la confianza en la familia y vecinos también ha mostrado una tendencia decreciente desde la medición de estos grupos en el año 2005.

En el campo de la política, a lo largo de las últimas décadas los colombianos son cada vez más abiertos a la equidad de género y a los temas ambientales. Se podría decir que estas banderas progresistas están lideradas por las generaciones más jóvenes y por la clase media que tiene valores liberales posicionados hacia el centro del espectro político.

En conclusión, esta última encuesta de valores, así como su comparación con las anteriores, confirman el cambio paulatino que ha tenido Colombia en términos culturales y materiales. Un país en el que la clase media predomina, donde los valores laicos toman fuerza y, que pese a las dificultades, sigue siendo feliz. Este ejercicio también sirve para que los gobiernos tomen decisiones eficaces respecto a problemas como la corrupción y la confianza institucional.