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Con ganas de repetir

El 2004 arrancó con los temas de la reelección del presidente Alvaro Uribe y la creación de su propio partido. ¿Qué tan posible es esto?

2 de febrero de 2004

Hace un par de semanas, cuando los pasajeros del aeropuerto de Medellín se dieron cuenta de que el presidente Uribe llegaba, se lanzaron sobre él con la intención de tocarlo, como si fuera una aparición. De pronto, muchos de ellos empezaron a gritar en coro "reelección, reelección" y "Uribe, amigo, el pueblo está contigo", como ocurría en épocas de campaña.

El hecho anterior no le pareció muy extraño a nadie porque el mandatario se encontraba en su propia casa. Pero lo mismo sucedió poco después en un consejo comunal en el departamento de Nariño. Y algo similar se presentó durante la inauguración del edificio de la Cámara de Comercio de Bogotá, cuando los asistentes recibieron al jefe de Estado con un largo aplauso que fue registrado por los medios de comunicación. Estas escenas, que se repiten en el país y que se confirman con los altos índices de popularidad en las encuestas sobre Uribe, son el síntoma de un clima que difícilmente puede ignorarse, tal como se nota en los más recientes acontecimientos políticos: la propuesta de reelegir al actual mandatario y la creación del partido uribista. Lo que primero fue sólo un rumor se convirtió en noticia cierta con la declaración de Noemí Sanín a la salida de la Casa de Nariño, y con la decisión de palacio de filtrar la intención de formalizar un movimiento para impulsar la permanencia de Uribe en el poder durante otros cuatro años.

Por asombroso que parezca, en la agenda política nacional no figuraba ninguno de esos dos temas al iniciarse 2004. Hoy, apenas finalizando enero, constituyen una realidad. Los que han dado en llamarse "amigos del Presidente" están actuando rápidamente a través de la persona que más influye en Uribe: Fabio Echeverri Correa. El asesor del primer mandatario no oculta que está empeñado en crear una fuerza que transforme "los sentimientos hacia el Presidente en una línea de acción concreta y de largo plazo", como admitió otro de sus consejeros. Aunque Echeverri ha empezado a hacer contactos en varios niveles, todavía es muy temprano para saber si tendrá éxito. No se ha calculado el efecto que provocará el hecho de que, desde el propio Palacio de Nariño, se estén adelantando actividades de proselitismo político en beneficio propio, algo hasta ahora inconcebible en las reglas de la democracia colombiana.

Lo que sí es seguro es que los partidos políticos tradicionales y sus principales representantes no se quedarán quietos. El liberalismo oficial, de donde salió el actual jefe de Estado, no podría estar más lejos del gobierno. Las relaciones entre Alvaro Uribe y Ernesto Samper jamás estuvieron tan frías. El episodio que los separó, es decir, la decisión del Consejo Electoral sobre el referendo, que según amigos del Presidente fue responsabilidad de Samper, sigue siendo importante para Uribe. Por su lado, el ex Presidente no ayuda. Todo lo contrario. Quienes lo han escuchado sostienen que critica la ausencia de estrategias y el exceso de tácticas de su antiguo compañero del Poder Popular. Samper no se cruzará de brazos ante la posibilidad de que se funde un nuevo partido que atente contra el suyo. Otro actor que está haciendo presencia con mayor frecuencia en el panorama nacional, y que seguramente influirá en los desarrollos futuros del acontecer colombiano, es César Gaviria. Se sabe que el secretario general de la OEA no comparte muchas de las políticas de Uribe, pese a que le dio la mano en el proceso de reinserción de los paramilitares. Los gaviristas saben que su jefe no considerará ni por un minuto la posibilidad de 'matar' al Partido Liberal, como parece ser el deseo de los uribistas. No hay necesidad de consultar la opinión de los grandes jefes de esa colectividad. Alfonso López Michelsen y Julio César Turbay deben estar escandalizados con lo que está sucediendo.

Del otro lado, no es fácil que los tradicionales miembros del Partido Conservador, fieles aliados del Ejecutivo, estén dispuestos a romper la coalición con el gobierno en el Congreso. Pero ¿se arriesgarán a comprometerse con un movimiento para que Uribe continúe durante un segundo período presidencial? El acercamiento momentáneo con Andrés Pastrana, por cuenta de la invitación a Europa, abre un interrogante: Con ese gesto ¿el uribismo estaba asegurando la alianza con los conservadores para involucrarlos en el nuevo partido? Parece lógico que las 'bases' del movimiento para la reelección sean las mismas que han apoyado la filosofía del gobierno en su esencia principal, es decir, su política de Seguridad Nacional. En este proyecto estarían, entonces, los conservadores y los liberales rebeldes, calificados por los oficialistas como "la derecha" del partido.

No obstante, no todos los de la derecha van a estar satisfechos. Es previsible que los aspirantes a candidatos presidenciales no se sentirán en igualdad de condiciones frente a alguien que competirá con ellos desde el ejercicio del poder. Germán Vargas Lleras, Rafael Pardo e incluso Enrique Peñalosa, amigos de Uribe hasta ahora, pueden considerar que sus legítimos deseos serán erosionados con los nuevos acontecimientos. Falta, por último, el análisis de lo que harán los líderes de la izquierda democrática, triunfante en varias áreas estratégicas del país. Y los de la izquierda guerrillera, cuyas líneas de acción siempre han tenido un poder de grave perturbación.

La apabullante popularidad del Presidente de la República y la magia que lo rodea parecen definitivas. Sin embargo, no hay que dar nada por descontado. Uribe es invencible en el campo de la imagen. Lo que aún no se sabe es si lo es también enfrentando al mismo tiempo a todos los poderes establecidos y a todos sus protagonistas.