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El Consejo Superior suspendió por nueve meses al abogado. | Foto: Archivo SEMANA

SANCIÓN

El insólito insulto de un abogado a una jueza

El Consejo Superior suspendió por nueve meses a un jurista que le faltó al respeto a su contraparte y a una funcionaria judicial por los supuestos errores ortográficos en los que estas habían incurrido.

11 de marzo de 2016

Los debates acalorados que se producen en los estrados judiciales muchas veces llevan a que los protagonistas de esos procesos busquen opacar a sus contradictores tratando de imponerse sicológicamente.

Lo que se sale de todo convencionalismo es que lo hagan a través de los insultos o términos desobligantes. Por eso, el Consejo Superior de la Judicatura suspendió por nueve meses a un abogado que se refirió irrespetuosamente a los conocimientos de su contraparte y de una juez en materia de gramática y ortografía.

El abogado Gabino González fue contratado para participar en una demanda encaminada a disolver una sociedad conyugal en Armenia (Quindío). Sin embargo, sus acciones dentro del proceso parecieron más encaminadas a demostrar sus dotes de corrector de estilo, que de abogado.

El jurista no se detuvo en reparos para referirse a la “pésima escritura” que, según él, tenían el abogado de la contraparte y la juez civil a cargo de la demanda de separación de bienes.

Para él, las anotaciones de sus colegas eran “bodrios” cargados de “desaguisados”. Además, calificó la demanda como una “ramplonería” “chocarrera, chabacana, grosera y ordinaria”.

Continuando con la inusual contestación, siguió empeñándose en afirmar que “el léxico de ese impreso no es el propio de una persona que optó un título en leyes, le hizo falta un curso de sintaxis, no es tarde para tomar uno, en el SENA lo dictan gratis”.

El litigante llamó a la juez “tabacalera”, “huele a cenicero” y finalizó elogiándola al decir que lo único que la salvaba era su buen trato y su “impecable e indiscutible honorabilidad”.

Lo curioso es que en el marco del proceso disciplinario, el investigado trató de defenderse indicando que lo único que pretendió fue corregir los errores de escritura y que no por eso podía ser tachado de irrespetuoso. Además, según él, sus intervenciones no eran injuriosas ni calumniosas, pues había demostrado lo que afirmaba.

El Consejo Superior de la Judicatura no aceptó sus explicaciones. A juicio de sus magistrados, es innegable la falta de decoro con la que el disciplinable se refirió a su contraparte.

Además, para esa corporación, el abogado ha debido limitarse a ejercer su labor como litigante. Por eso cree que al referirse en esos términos a la calidad de la escritura de sus colegas, “desvió los legítimos propósitos que comporta el ejercicio de la profesión”.