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Cuatro días después de su posesión, el presidente hizo el primer taller Construyendo País en Girardot. El mismo municipio donde comenzó su campaña presidencial.

POLÍTICA

Consejos Comunitarios 2.0

Los talleres Construyendo País del presidente Iván Duque son su vehículo para conectarse con las regiones y sus problemáticas. ¿Qué tan claves resultan estos espacios para la gobernabilidad?

25 de agosto de 2018

El 10 de agosto de 2002, tres días después de posesionarse, Álvaro Uribe convocó su primer Consejo Comunitario en Pasto. Iván Duque lo hizo el cuarto día de gobierno, en Girardot. Su sello propio fue, sobre todo, cambiarle el nombre. Talleres Construyendo País les puso a estos eventos, de los cuales ha realizado tres.

Al igual que los consejos uribistas, estos talleres se basan en la idea del Estado comunitario. Esta se refiere a la posibilidad de que los gobernantes y los gobernados dialoguen alrededor de temas puntuales de importancia local o nacional. En ellos, la figura presidencial aparece menos como jefe del Estado y más como representante de la comunidad.

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Ponerlos en marcha exige una logística compleja que está a cargo de la consejera para las regiones, Karen Abudinen. Ella coordina todo, desde la definición de los participantes hasta el almuerzo para ofrecerles. También, con apoyo de autoridades locales, identifica necesidades para prepararle al presidente notas puntuales o bullets sobre los temas que la comunidad podría plantear.

A diferencia de los de Uribe, en los Consejos Comunitarios 2.0 la idea es que los voceros municipales aporten propuestas a sus quejas, siempre con la advertencia de que las soluciones están ligadas a realidades presupuestales y a lo que contemplan los planes de desarrollo regionales. Duque no regaña a los ministros, ni les impone tareas. Los deja hablar y proponer, aunque también los compromete.


El segundo taller tuvo lugar en uno de los municipios del Valle del Cauca más uribista, La Unión. 

SEMANA estuvo presente en el taller llevado a cabo en La Unión, Valle, e identificó esas y otras similitudes y diferencias con los antiguos Consejos Comunitarios. Se suponía que la reunión comenzaría a las 10:00 de la mañana, pero el presidente llegó a las 11:38 al coliseo Angelino Garzón después de asistir a un evento de emprendimiento en el municipio de Toro, en el mismo departamento. Pero los ministros y altos consejeros llegaron casi dos horas antes. También asistieron 18 alcaldes de municipios del norte del Valle y algunos congresistas del departamento.

Mientras esperaban al presidente, las autoridades locales y regionales se tomaron selfis y conversaron con los ciudadanos. Alcaldes y concejales de los municipios de la región buscaron a los ministros para plantearles peticiones. Todos, libreto en mano, les sugirieron plantearlas en el taller.

Dos mil personas llenaron el coliseo de La Unión, uno de los municipios del Valle donde Duque ganó en las elecciones, con el 53,5 por ciento de los votos en primera vuelta y el 75 por ciento en segunda. Eso explica la ovación que esperaba al presidente Duque, similar a las que recibió Uribe en los 305 consejos que realizó durante sus ocho años de mandato. En el transcurso de las seis horas del taller, en las graderías se escuchaban frases como “este presidente sí es muy inteligente”, “con él nos va a ir bien”, “este man transpira humildad”.

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Duque llegó acompañado de la vicepresidenta Marta Lucía Ramírez, de la alta consejera para las regiones, Karen Abudinen, de la gobernadora del Valle, Dilian Francisca Toro, y del alcalde de La Unión, Julián Hernández. A diferencia de lo que sucedía en los viejos Consejos Comunitarios, el presidente no moderó la sesión. De eso se encargó Abudinen, quien dio la palabra y manejó el orden del día. Esa diferencia se debe a que mientras el expresidente Uribe asistía a todas las reuniones previas a los consejos y se encontraba previamente con los actores políticos de la región, Duque solo aparece en escena en el momento de abrir el taller.

Karen Abudinen llega a cada región con casi una semana de anticipación. Allí organiza mesas de concertación previa con los alcaldes municipales, delegados de cada ministerio, el gobierno municipal y departamental y la ciudadanía. En esa concertación previa ella focaliza los temas a tocar en tres grandes categorías: necesidades, fortalezas y posibles soluciones.

Para el taller de La Unión, Abudinen se reunió con 450 personas del municipio, quienes, de común acuerdo con las autoridades, escogieron 30 voceros para que representaran a los jóvenes, discapacitados, adultos mayores, agricultores dueños de viñedos, comunidad LGBTI, víctimas del conflicto, bomberos, exmilitares, mujeres y docentes, entre otros.


El tercer taller no estaba planeado, pero a raíz de la emergencia invernal del Putumayo el presidente lo hizo en Mocoa. 

El presidente, al igual que hacía Uribe, apuntó en una libreta todo lo que decían los alcaldes, voceros, la gobernadora y su gabinete. Al final del taller leyó los compromisos de los ministros con la comunidad y planteó plazos para cumplirlos. Invitó a Palacio, dio términos perentorios y se comprometió a verificar lo hecho por sus subalternos. “Esto es diciendo y haciendo”, aseguró.

A los talleres están invitados todos los ministros y altos consejeros, aunque hasta ahora nunca han asistido todos. En La Unión solo faltó el ministro de Hacienda, Alberto Carrasquilla, pero en su reemplazo viajó su viceministro. Ese día protagonizaron la reunión, al responder la mayoría de las preguntas; el ministro de Salud, Juan Pablo Uribe; de Educación, María Victoria Angulo; de Agricultura, Andrés Valencia; y el de Vivienda, Jonathan Malagón.

El modelo remasterizado de Duque aún está en pañales y solo se sabrá si funciona cuando se empiecen a vencer los plazos de los compromisos adquiridos

Como Uribe, Duque también ha salido de los talleres con decenas de regalos que le llevan los asistentes. Comen lo típico en el municipio –en La Unión almorzaron lechona en cajas de cartón– y abrazan a los lugareños. El presidente dijo además que, aparte del cambio de nombre, otro de sus sellos sería realizar, de forma paralela a cada taller, una feria de servicio social y un festival de economía naranja. En plata blanca se trata de estands que przsentan los servicios de entidades prestadoras de salud, educación y recreación, y de una especie de mercado en que los habitantes muestran sus emprendimientos. A esta feria asisten desde un empresario turístico hasta una madre de familia que hace mermeladas.

Los consejos de Uribe tuvieron un sello propio y popular, pero no estuvieron exentos de críticas. Uno de los principales opositores fue el entonces alcalde de Bogotá y ahora senador Antanas Mockus, pues aseguraba que ese formato afectaba la institucionalidad del país al quitarles poder de decisión a las regiones. “El mensaje que envía es que la solución a sus problemas pasa por el presidente y reduce el diálogo con los alcaldes a una relación infantil (...) reduce los problemas a una lista de Navidad en la que se le pide a Papá Noel que traiga todo”, aseguró entonces.

En su momento, también, algunos señalaron que los consejos representaban una forma populista de hacer gobierno y que por medio de ellos recibían oxígeno los congresistas y políticos al tramitar sus necesidades a partir de la vocería ciudadana. Al final, el país se acostumbró al estilo uribista en el que los ministros salían regañados, pero los ciudadanos felices. Los Consejos Comunitarios explicaron parte de la altísima popularidad con que salió Uribe de la presidencia y en la era Duque podrían servir para el mismo propósito.

Por ahora el modelo remasterizado de Duque aún está en pañales y no ha suscitado crítica alguna. Solo se sabrá si funciona en el momento que comiencen a vencerse los plazos de los compromisos adquiridos. “Sabemos que el éxito de estos encuentros se basa en que el gobierno cumpla, por eso estamos en permanente monitoreo para que se ejecuten a la menor brevedad posible”, asegura Abudinen. Mientras tanto, los ministros se preparan para atender, juiciosamente, un taller cada sábado de los próximos cuatro años.