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La fractura del conservatismo que marcó las elecciones de 2014 no se ha reparado. Las bancadas de Senado y Cámara se dividen entre santistas e independientes del gobierno.

BANCADA

Conservadores, el partido 'partido'

Mientras el gobierno y el uribismo les coquetean, los azules se van de retiro.

11 de octubre de 2014

Cuando el conservatismo le declaró el divorcio a la Unidad Nacional en las pasadas elecciones, sus votos pasaron a ser los más codiciados del Congreso. Desde entonces, la bancada azul, compuesta por 19 senadores y 27 representantes, sabe que es el bloque que define las mayorías. Sin ellos, la coalición santista no podrá alcanzar el apoyo suficiente para aprobar sus reformas sin angustias de último minuto y la oposición tampoco tendrá cómo darle una pelea efectiva al gobierno. A primera vista, parecería el escenario ideal para la tercera fuerza política del país: no están oficialmente con nadie y al mismo tiempo son decisivos para todo. El problema es que están divididos.

Mientras unos se resisten a separarse del santismo y su mermelada, otros ya hicieron toldo aparte. En medio de la fractura, el recién nombrado presidente, David Barguil, convocó a los congresistas a un ‘retiro programático’ el próximo fin de semana en San Andrés. El encuentro durará tres días y definirá la hoja de ruta del conservatismo en tres frentes: agenda programática del partido a largo plazo, estrategia para las elecciones regionales de 2015 y apuesta para las contiendas presidenciales de 2018. El ‘retiro’ será una especie de cambio extremo, pues además de renovar su logo e imagen, los azules quieren regresar con una personalidad diferente. “Queremos llegar con un partido nuevo y preparado para sacar adelante grandes reformas y para que nuestra agenda sea tenida en cuenta”, le dijo Barguil a SEMANA.

Se supone que el viaje servirá para fijar una posición como bancada. Pero eso no será nada fácil. Mientras en  el Senado el balance de fuerzas está claro, pues de los 19 miembros, 11  son santistas, en la Cámara no se sabe con claridad el balance de fuerzas. Aunque  el director Barguil sostiene que son más los representantes que no están con el gobierno, otros azules opinan lo contrario. Hernán Andrade, uno de los conservadores santistas más fieles, señaló que: “Hoy hay mayorías conservadoras en Senado y Cámara a favor de Santos”. Tan confusos son los cálculos, que ni siquiera ellos mismos se ponen de acuerdo.

Más allá de esas cuentas, lo cierto es que el conservatismo está luchando por tener luz propia. El tercer lugar de Marta Lucía Ramírez en las elecciones presidenciales ayudó para que el partido recuperara su voluntad de poder y buscara salir de la sombra, pero hay dos hechos que pondrán a temblar su supuesta ‘independencia’. Uno es la pérdida de la fuerza azul en el país: la bancada pasó de ser la segunda fuerza más importante dentro del Congreso a ocupar un tercer lugar gracias a la irrupción del Centro Democrático. Si se le suma el hecho de que conservadores y uribistas están en el mismo sector del espectro ideológico, las probabilidades de alianzas contra los proyectos gobiernistas es alta. 

En segundo lugar, los azules no están bien parados a nivel territorial. Actualmente tienen dos gobernaciones, Putumayo y Valle del Cauca, y 218 alcaldías frente a cinco gobernaciones y 243 alcaldías en 2007. Esto demuestra que el conservatismo necesita recuperar su posición en las regiones donde el uribismo irrumpió con fuerza en los comicios parlamentarios de este año. Por eso, aunque en algunos departamentos los conservadores lucharán contra el Centro Democrático,  varios congresistas no descartan la posibilidad de asociarse con el uribismo  en otras regiones para las elecciones locales de 2015.

Superar las divisiones internas de cara a una nueva identidad partidista será el reto fundamental de los azules si quieren ser más valorados por sus ideas que por sus votos parlamentarios. Estar en la mitad del sánduche tiene dos caras.  Una buena que les garantiza la mermelada necesaria ya que aseguran la aprobación de los proyectos y otra, muy negativa al mediano plazo, en la que pierden la batalla de las ideas y quedan reducidos a bastiones de maquinaria regional.