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CORBATAS NUEVAS

Pizarro y Navarro se visten de Everfit y dejan el monte para hacer política.

26 de febrero de 1990

La expectativa era grande. Ver llegar a Bogotá, después de 20 años en el monte, al comandante máximo del M-19 y su segundo de a bordo, protegidos por los organismos de seguridad del Estado y seguirlos hasta su encuentro con el ministro de Gobierno, a sólo dos cuadras del desaparecido Palacio de Justicia, era un hecho a todas luces inusitado.
Desde muy temprano en la mañana, la gran preocupación era seguir muy de cerca todos y cada uno de los pasos de Carlos Pizarro y Antonio Navarro en su último día de vida guerrillera y primero en la vida civil: el amanecer en Santo Domingo, el último café con sabor a leña, el adiós a los compañeros y, sobre todo, el arribo a la capital. Sin embargo, no fueron pocos los que se quedaron "con los crespos hechos". La absoluta reserva sobre los detalles del vuelo Santo Domingo-Bogotá llevó a que muchos periodistas, fotógrafos, camarógrafos y curiosos esperaran infructuosamente durante horas en el aeropuerto Eldorado, mientras los dos comandantes llegaban casi "clandestinamente" al pequeño aeropuerto privado de Guaymaral en el norte de la ciudad.
Pero los pocos que lograron llegar hasta allí también se llevaron su sorpresa. Ni los voceros del movimiento, ni los amigos más íntimos, ni siquiera los miembros de la oficina de prensa del M-19 pudieron ver realmente a los dos comandantes cuando pisaron el suelo capitalino. Prácticamente perdidos entre un enjambre de escoltas del DAS y del propio M-19 Pizarro y Navarro se montaron rápidamente en los automóviles que los conducirían al centro de la ciudad, sin que persona alguna hubiera podido acercárseles.
A partir de ese momento, el primer día de los comandantes del "eme" e la ciudad se convirtió en una carrera frenética contra el tiempo, rodeada de un operativo de seguridad sin precedentes y en la que no faltaron lo incidentes curiosos.
A tan sólo unos pocos metros de la salida de Guaymaral, la caravana se encontró con un destartalado carro repleto de claveles rojos y negros que despertó sospechas entre los agentes de seguridad. Intempestivamente la hilera de autos se detuvo. Preocupados, los expertos inspeccionaron detenidamente el carro, para encontrar finalmente que no se trataba de nada peligroso.
Finalmente, en medio de los transeúntes desconcertados, la caravana llegó hasta un estudio de grabación.De allí, salió nuevamente una hora después hacia un céntrico hotel de la ciudad, donde los dos comandantes cambiaron su facha de campaña por el tradicional traje de saco y corbata. En pocos minutos, el comandante y su mano derecha dejaron atrás,y tal vez para siempre, la pinta de guerrilleros para apropiarse de la de políticos .
Una vez dado el gran salto de monte a la ciudad, lo que seguía de allí en adelante era dar el gran paso de movimiento insurgente a movimiento establecido. Por eso la primera gran cita era precisamente con el gobierno . En el Palacio Echeverry, Pizarro y Navarro Wolf se encontraron por primera vez en un terreno que no fuera el suyo, con su contraparte en el proceso de paz, encabezada por el propio ministro de Gobierno, el consejero para la Paz y los dos comandantes máximos del M-19. Tanto el gobierno como el "eme" habían cumplido.

LO QUE VIENE
Pero más allá de lo anecdótico, es que los comandantes del M-19 estén finalmente en Bogotá, tiene también un significado político. Es, mal que bien, el paso final para la concreción de un proceso de paz que aunque no tuvo el alcance que en un principio le había querido dar el gobierno, significa el ingreso a la vida civil de un movimiento guerrillero que sin ser el más numeroso en hombres sí fue el que mantuvo la mayor capacidad de desestabilización del Estado durante los últimos 20 años. Para llegar hasta aquí, las dos partes tuvieron que recorrer un largo camino que incluyó no sólo más de un año de negociaciones, avenencias y desavenencias, sino el reto mismo de seguir adelante a pesar de no haber obtenido en el Congreso la refrendación de los acuerdos.
Sin circunscripción especial, el M-19 sale ahora a la arena política en las mismas condiciones de cualquier hijo de vecino. Naturalmente, el gobierno cumplirá su parte en lo que a condiciones económicas y de seguridad para la reincorporación se refiere. Pero en el terreno electoral, el "eme" tendrá que buscar por sí mismo su campo de acción, acudiendo para ello a lo único que pueden hacer en este momento: alianzas políticas. ¿Con quién? Esa es una pregunta que sólo podrá tener respuesta después de que los comandantes del "eme" se entrevisten con los dirigentes de los distintos sectores y evalúen sus posibilidades. Por lo pronto, todo es posible. Incluso que dos antiguos archienemigos como el M-19 y el ex presidente Turbay, cuyo gobierno fue quizás el que más duros golpes recibió de este grupo guerrillero y también el que más rudamente los combatió, terminen no sólo sentados a la misma mesa, como ya sucedió el viernes pasado, si no también haciendo campaña por las mismas listas.
Al fin y al cabo, dentro del pragmatismo político que ya el propio "eme" señaló como parte de su actitud hacia el futuro, todo cabe. Habrá que ver si, ejerciéndolo, Carlos Pizarro logra realizar el que él mismo señaló como su sueño en la primera entrevista para televisión en Bogotá: "que ningún niño de Colombia vuelva a ser guerrillero".