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En este sector de Santa Bárbara, en el norte de Bogotá, se cometió el asesinato.

NARCOTRÁFICO

Crimen perfecto

Al mejor estilo de Hollywood fue asesinado, en un lujoso barrio de Bogotá, un hombre señalado de ser el enlace clave entre la mafia y las autoridades.

26 de julio de 2008

Gustavo Garzón se movía como pez en el agua en dos mundos que en teoría están en bandos completamente opuestos: las autoridades y la mafia. Era amigo de policías, funcionarios de la Fiscalía y del DAS, así como de curtidos narcos de diferentes regiones del país quienes lo conocían por su alias: 'J'. Para sus vecinos del exclusivo y tradicional sector del barrio Santa Bárbara en el norte de Bogotá, Garzón era un muy próspero comerciante dedicado entre otras actividades al negocio de las esmeraldas, razón por la cual podía justificar estar siempre acompañado por un nutrido grupo de escoltas que no lo desamparaban a ninguna hora. Era tal el celo por su seguridad, que incluso sus guardaespaldas vivían en el piso de abajo del mismo edificio de la calle 122 en donde Garzón tenía un lujoso apartamento. Sin embargo, ese despliegue no fue suficiente para impedir que, el pasado 14 de julio, Garzón fuera asesinado por un comando de sicarios en una acción que parecería sacada de cualquier película de gángsters de Hollywood.

En la noche de ese martes, poco después de que Garzón llegó a su domicilio, y sus escoltas se retiraron a descansar a la vivienda que les tenía acondicionada, varios sicarios lanzaron cuerdas desde el techo del edificio y descendieron en rappel hasta el apartamento de Garzón. Era evidente que tenían bien estudiada a su víctima, ya que ingresaron por una zona cercana al estudio, que era el único sitio que no era blindado del apartamento, un verdadero búnker. Encontraron a Garzón en su cuarto y le propinaron 17 puñaladas, cuatro disparos en el corazón y uno en la cabeza. Como las armas tenían silenciador, ni los celadores del edificio ni los escoltas se dieron cuenta de lo ocurrido. Los sicarios escaparon de la misma forma como llegaron. Subieron por las cuerdas hasta el techo del edificio y escaparon por las azoteas de las edificaciones aledañas. El único rastro que dejaron, y que permitió varias horas más tarde descubrir lo que había ocurrido, fueron las cuerdas que quedaron colgando en la fachada.

Desde hacía varios años, Garzón y su socio, conocido con el alias de 'Pedro', estaban dedicados a una actividad muy particular: ser los enlaces entre los mafiosos y las autoridades. Garzón era un personaje ampliamente conocido y con muy buenas relaciones y amigos, en dependencias clave para la lucha contra el narcotráfico y la delincuencia organizada. Frecuentemente era visto y hablaba con algunos miembros de la Policía, la Unidad de Interdicción Marítima de la Fiscalía (Unaim) y el DAS. El otro grupo de buenos 'amigos' de Garzón estaba conformado por reconocidos y buscados narcotraficantes como Daniel el 'Loco' Barrera; Pedro Olivero Guerrero, alias 'Cuchillo', así como reconocidos integrantes del cartel del Norte del Valle, Nariño y Antioquia. "'J' no trabajaba para nadie en particular. Lo hacía para todos, sin importar el grupo, el cartel o la región. Prácticamente no hay un narco importante en Colombia que no lo haya conocido o hecho negocios con él", dijo a SEMANA un oficial de inteligencia de la policía que lo conoció.

Los narcos buscaban a Garzón porque sabían que tenía muy buenas conexiones en dependencias clave de la Policía y otras autoridades. Acudían a él para que, utilizando sus contactos, averiguara qué datos tenían las autoridades contra determinado mafioso, qué informes de inteligencia existían, qué operaciones se planeaban, qué expedientes existían, etcétera. "Si algún mafioso tenía una anotación de inteligencia o algo más grave, 'J' buscaba a sus amigos en las autoridades y, el informe, el expediente de Fiscalía o lo que fuera era modificado o simplemente desaparecía. Por ese tipo de 'favores', obviamente 'J' cobraba mucha plata a los mafiosos. Parte era para él y otra parte para pagarles a sus amigos en la fuerza pública. Hoy hay muchos que están tristes con la muerte de 'J' porque se les acabó su agosto", contó a SEMANA un integrante de contrainteligencia de la Policía.

Pero este no era el único negocio rentable. Garzón y sus 'amigos' en la fuerza pública se dieron cuenta de que los mafiosos eran muy generosos en el momento de pagar por información. Sin dudarlo, y aliado con integrantes de la fuerza pública y otras instituciones, Garzón comenzó a fabricar o engrosar los informes de inteligencia o expedientes. "En algunos casos lo que hacía era conseguir papelería oficial de la Dijín, la Dipol, el DAS o la Fiscalía y, como sabía tanto de quién es quién en el mundo de la mafia, iba a donde determinado narco y le decía, por ejemplo: 'en la Dijín hay esto contra usted'. Si era necesario, y para darle mayor credibilidad al asunto, 'J' cuadraba que sus 'socios' en la Policía o en cualquier otra institución, se reunieran con el mafioso para decirle que todo era cierto. Después simplemente cuadraban una cifra para arreglar el asunto", afirmó a SEMANA el oficial de la Policía.

Ese tráfico de información, real ficticia, fue lo que finalmente terminó por costarle la vida a 'J'. "Algunos narcos, entre ellos el 'Loco' Barrera, Luis Enrique Calle, alias 'Comba' empezaron a cansarse de la pedidera de plata y cuando se pusieron a averiguar, se dieron cuenta de que en muchos casos los habían tumbado. Esas cosas en la mafia sólo se pagan de una forma: con la vida", concluyó el oficial.