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Miles de colombianos han sido deportados de Venezuela desde el pasado viernes, cuando se decretó el estado de excepción en el vecino país. | Foto: Carlos Julio Martínez

ANÁLISIS

Sube la temperatura entre Colombia y Venezuela

La ofensiva diplomática de Santos tiene riesgos, pero baja la temperatura política interna y le deja en claro a Maduro que el cierre de la frontera es insostenible.

Rodrigo Pardo, director editorial de SEMANA
27 de agosto de 2015

Apenas se necesitaron unas horas para que el gobierno del presidente Santos cambiara de decisión frente a la crisis de la frontera colombo-venezolana. En la mañana del jueves, en varias emisoras, la canciller María Ángela Holguín había reiterado que prefería los caminos bilaterales para insistir en la búsqueda de una salida diplomática, en una primera instancia.

Pero la segunda instancia fue anunciada en la misma tarde por el presidente en Bogotá, y reiterada por la canciller en Cúcuta: Colombia llamó a consultas a su embajador en Caracas, Ricardo Lozano, y solicitó reuniones extraordinarias en dos organismos bilaterales regionales, la OEA y Unasur.

El cambio se debió a que Venezuela incumplió uno de los principales compromisos emanados de la reunión de los dos gobiernos, encabezados por sus dos mujeres cancilleres, María Ángela Holguín y Delcy Rodriguez, llevada a cabo el miércoles en Cartagena.

Ante el desacuerdo entre las dos delegaciones sobre el diagnóstico de la situación en la frontera, se había pactado una visita in situ de los defensores del pueblo. El de Colombia acudió a la cita, en la tarde del miércoles, en San Antonio (Táchira, Venezuela), pero no logró encontrarse con su homólogo venezolano. Este incumplimiento motivó el escalamiento diplomático del gobierno Santos.

Que no se hubiera llevado a cabo la reunión de los defensores era grave, por dos motivos. El primero, porque mostraba una falta de voluntad por parte de Venezuela para seguir adelante con el plan acordado en Cartagena, que incluía también una reunión bilateral de los ministro de Defensa. Es decir, que se dilataba –o se esquivaba- la búsqueda de una solución para el cierre de la frontera ordenado por Maduro.

Y en segundo lugar, porque esa idea se había acogido como mecanismo para darle una salida a la crisis, para lo cual un necesario primer paso es aclarar la verdad sobre lo que está ocurriendo. En el encuentro de las ministras del miércoles, cada delegación había mostrado una visión totalmente distinta sobre la realidad.

¿Qué significa el llamado a consultas del embajador? La figura está prevista en la diplomacia. Es un mensaje de rechazo frente a una actitud o decisión del otro país. Se trata de una medida más fuerte que una nota de protesta, pero menos que una ruptura de relaciones.

Normalmente esta decisión se considera a la vez una sanción y una señal de inconformidad. El presidente Nicolás Maduro echó mano del mismo recurso el miércoles en la noche: llamó a consultas a su embajador, Iván Rincón, para mostrar su insatisfacción con lo que, previamente, había hecho el gobierno de Colombia. Sube el nivel de la confrontación diplomática.

De manera complementaria, Colombia convocó a reuniones de cancilleres de la OEA y la Unasur. Esa fórmula existe, de manera urgente y excepcional, para propiciar una acción conjunta que coadyuve a una salida pacífica.

¿Qué puede lograr Colombia? Ante todo, una audiencia para exponer su punto de vista sobre lo que ocurre en la frontera: en especial, la dimensión humanitaria que tiene la deportación de más de mil colombianos pobres y el exilio voluntario de otro número importante. Venezuela intentará convencer que hay una acción paramilitar, vinculada al contrabando, que en últimas pretende desestabilizar al régimen de Maduro. En principio, lo que habrá es un debate político.

En una segunda etapa, si el conflicto sigue aumentando de volumen y las presentaciones de los dos países en los foros multilaterales no conducen a nada, alguno de los dos organismos podría intentar algún papel de mediación. O, también, de verificación sobre los hechos en la zona.

Hay diferencias entre la OEA y la Unasur. Colombia se siente más cómoda en la primera y Venezuela en la segunda. En la OEA están Estados Unidos y otros países aliados de Washington, que hoy están mucho más cerca de Colombia.

En Unasur no tiene presencia el “Imperio”, y el Alba –iniciativa venezolana, aunque hoy debilitada- ha ejercido influencia en su seno. Que el presidente Santos haya optado por los dos a la vez y de manera simultánea -lo cual podría parecer redundante e innecesario- indica que no quiere entrar en un debate sobre el foro en el que se lleva a cabo el debate –OEA vs Unasur-, sino ir al fondo.

¿Qué resultado tendrá esta ofensiva diplomática de Colombia? ¿Qué efecto tiene sobre la crisis de la frontera? ¿Retrasa o acelera una solución al problema humanitario? La respuesta no es evidente. La intención inicial del presidente Santos -persistir en el diálogo bilateral- habría podido ser más eficiente.

Sin embargo, el incidente con el defensor del Pueblo llevó al gobierno colombiano a la conclusión de que por ese camino no había esperanza. Es decir, que al gobierno venezolano le falta voluntad política para concretar en acciones lo hablado en Cartagena. Y decidió subir el nivel de confrontación para desbloquear la vía, mediante la presión que pueda ejercer la comunidad regional. La crisis de la frontera ya tiene una connotación de conflicto entre Bogotá y Caracas.

Desde el punto de vista de la política interna, además, la persistencia de Santos en el bajo perfil y la negociación bilateral y paciente se estaba tornando muy costosa. Y Maduro no es el único que está en campaña electoral: Santos también y, de hecho, enfrentará elecciones antes que su colega venezolano.

La oposición en Colombia ya estaba llegando muy lejos: el expresidente Pastrana planteaba sacar a Venezuela del proceso de paz; algunos conservadores, como Marta Lucía Ramírez, pidieron que Colombia se retirara de Unasur; senadores, incluso gobiernistas como Juan Manuel Galán, pidieron convocar a la ONU.

La escalada diplomática de Santos tiene riesgos –la escalada del conflicto- y puede dilatar las soluciones –la vía bilateral es más expedita-, pero sirve para buscar otros objetivos: bajar la temperatura interna y dejarle claro a Venezuela que su política de cerrar la frontera y maltratar colombianos tiene costos y es insostenible.